martes, 30 de septiembre de 2008

La Justicia divina y la Justicia humana

En un ingreso anterior, titulado “Merecimientos y justicia en los galardones”, dedicado a criticar los criterios de justicia con los cuales se otorgan premios en el mundo entero, haciendo específica referencia a Miss Universo y a la nominación de Ingrid Betancourt para el Nobel de paz, recibí varios valiosos comentarios de lectores. Particularmente, me gustaría destacar el de un lector que se autodenomina Pseudo, quien cuestiona mi punto de partida acerca de las diferentes clases de justicia que pueden existir.

Mediante el relato de un ejemplo personal (o por lo menos así parece), nos muestra de qué manera ha asumido que la justicia es una categoría que está reservada a Dios. El único ser justo es Dios, dice el autor del comentario. El hombre puede intentar ser equitativo, pero nunca justo, porque la justicia es para el hombre pero no del hombre. En consecuencia, la justicia siempre se nos quedará corta, dice Pseudo.

En su momento, me valí de una clasificación de justicia absolutamente arbitraria, poco académica, pero ejemplarizante. Me referí a la justicia jurídica, y a la justicia no jurídica. El punto que se quiso ejemplificar con esto, es que la justicia, entendida como realización humana y social, se fundamenta en una serie de parámetros. Algunos podrían hablar de principios orientadores de la justicia, pero francamente, esto es debatible. En una cuestión sí estoy de acuerdo con el comentario de Pseudo, la justicia nos ha quedado grande. De hecho, es esa la motivación principal para abrir este modesto espacio en la red, para disertar sobre el tema.

Más allá de pretender dar cátedra acerca de las teorías sobre justicia, elaboradas por filósofos, sociólogos y abogados, me interesa más hablar acerca de la justicia divina, la justicia poética y la justicia natural. Estos conceptos que son utilizados de manera habitual por las personas ávidas de ella. Normalmente, quien vive bien, sin preocupaciones, poco se refiere a la justicia. Por qué, entonces, referirse a la justicia divina, o poética, o natural, o a la justicia jurídica? Razones hay muchas. En primer lugar, el concepto de justicia es de los pocos que puede ser utilizado indistintamente tanto para intentar preservar un status quo, como para intentar cambiarlo. Por ejemplo, es justo acatar las sentencias judiciales, pero es injusto cuando un juez falla incorrectamente, ya sea por torpeza, por dolo o por ignorancia. En ese sentido, entonces, el concepto de justicia que sirve de consuelo, no es la justicia contenida en la ley. Ese está muy claro. El que nos sirve de consuelo es que algún día, ya sea por intervención divina o por alineación de los astros, o por simple equilibrio de fuerzas, el mal que nos fue inferido, será castigado y a nosotros nos será resarcido.

He aquí donde conviene tocar “la verdadera justicia”, en términos de nuestro lector, es decir la de Dios. Para aquellos que no creen en la existencia de Dios, o que creen en la existencia diferente al Dios de los cristianos católicos, pueden acomodar estos comentarios, para ajustarlos al ser, fuerza o ente que consideran que gobierne el universo. Sé que no es asimilable, pero espero entiendan que por razones de espacio no puedo referirme a cada caso específico.

El único ser justo, es Dios, menciona mi crítico. Los seres humanos hacemos intentos permanentes por ser equitativos, pero nunca podremos llegar a ser justos. Intentemos desarrollar esto con argumentos lógicos. Para ello, hay que partir de una serie de premisas y conclusiones.

Argumento 1:
Premisa 1: Si hacemos referencia a Dios, hacemos referencia al creador de todo. Premisa 2: Existen opuestos permanentes que se interrelacionan constantemente, como el día y de la noche, el calor y el frío, lo dulce y lo amargo. Conclusión: Dios ha creado opuestos permanentes que se interrelacionan constantemente, como el día y la noche, el calor y el frío, lo dulce y lo amargo.

Argumento 2:
Premisa 1: Dios ha creado al hombre bajo el principio de que obrará según su libre albedrío. Premisa 2: El hombre puede libremente obrar o dejar de hacerlo. Conclusión: Dios ha creado al hombre de forma que libremente pueda obrar o dejar de hacerlo.

Argumento 3:
Premisa 1: Dios es eterno. Premisa 2: Dios es justo. Conclusión: La justicia de Dios es eterna.

Argumento 4:
Premisa 1: Dios ha dotado al hombre de alma. Premisa 2: La conciencia es una manifestación del alma humana. Conclusión: Dios ha dotado al hombre de conciencia.

Argumento 5:
Premisa 1: La conciencia le permite al hombre discernir lo bueno de lo malo. Premisa 2: La bueno es justo y lo malo es injusto. Conclusión: La conciencia le permite al hombre discernir entre lo justo y lo injusto.

Argumento 6:
Premisa 1: La justicia humana parte de la realidad humana. Premisa 2: La realidad humana no es absoluta sino relativa. Conclusión: La justicia humana es relativa.

Argumento 7:
Premisa 1: Dios permite que ocurran cosas buenas y malas, al igual que castiga y premia. Premisa 2: Dios no posee conciencia, porque esta última es de su propia creación. Conclusión: Dios castiga y premia, y permite que pasen cosas buenas y malas conforme a parámetros diferentes a la conciencia.

Argumento 8:
Premisa 1: El hombre no ha podido entender a Dios. Premisa 2: El hombre no comprende lo que no entiende. Conclusión: El hombre no puede comprender a Dios.


A pesar de que podría extenderme mucho más en argumentos como los anteriores para ahondar más en puntos específicos, conviene sintetizar las 6 conclusiones atrás obtenidas, para efectos de llegar a otras conclusiones un poco más profundas que nos permitan abordar el tema.

Argumento A:

Premisa 1: Dios ha creado opuestos permanentes que se interrelacionan constantemente, como el día y la noche, el calor y el frío, lo dulce y lo amargo. Premisa 2: La justicia de Dios es eterna. Conclusión: La existencia de opuestos permanentes y en equilibrio es eterna y justa.

Argumento B:

Premisa 1: Dios ha creado al hombre de forma que libremente pueda obrar o dejar de hacerlo. Premisa 2: La conciencia le permite al hombre discernir entre lo justo y lo injusto. Conclusión: Dios ha creado al hombre de manera tal que pueda obrar o no hacerlo, discerniendo si su conducta es justa o no.

Argumento C:

Premisa 1: Dios ha dotado al hombre de conciencia. Premisa 2: Dios castiga y premia, y permite que pasen cosas buenas y malas conforme a parámetros diferentes a la conciencia. Conclusión: La justicia divina se rige por parámetros diferentes a la humana.

Argumento D:

Premisa 1: La justicia humana es relativa. Premisa 2: El hombre no puede comprender a Dios Conclusión: El hombre no puede comprender la justicia de Dios.

Podemos incluso, intentar hacer un ejercicio conceptual, fundado en las conclusiones extraídas aquí, para obtener unas conclusiones de tercer nivel:

Argumento I:

Premisa 1: La existencia de opuestos permanentes y en equilibrio es eterna y justa. Premisa 2: El hombre no puede comprender la justicia de Dios. Conclusión: El hombre no puede comprender los opuestos permanentes creados por Dios de manera justa.

Argumento II:

Premisa 1: Dios ha creado al hombre de manera tal que pueda obrar o no hacerlo, discerniendo si su conducta es justa o no. Premisa 2: La justicia divina se rige por parámetros diferentes a la humana. Conclusión: La justicia humana puede o no, coincidir en algunos aspectos con la justicia divina.

Argumento Final:

Premisa 1: La justicia humana puede o no, coincidir en algunos aspectos con la justicia divina. Premisa 2: El hombre no puede comprender los opuestos permanentes creados por Dios de manera justa. Conclusión: La concepción de justicia humana puede o no coincidir con la justicia divina, que implica la armonización de opuestos permanentes, pero que nunca podrá ser comprendida por el hombre.

Retomando, entonces, antes de ingresar mis consideraciones finales, repasemos las conclusiones, en su orden:

- Dios ha creado opuestos permanentes que se interrelacionan constantemente, como el día y la noche, el calor y el frío, lo dulce y lo amargo.
- Dios ha creado al hombre de forma que libremente pueda obrar o dejar de hacerlo.
- La justicia de Dios es eterna.
- Dios ha dotado al hombre de conciencia.
- La conciencia le permite al hombre discernir entre lo justo y lo injusto.
- La justicia humana es relativa.
- Dios castiga y premia, y permite que pasen cosas buenas y malas conforme a parámetros diferentes a la conciencia.
- El hombre no puede comprender a Dios.
- La existencia de opuestos permanentes y en equilibrio es eterna y justa.
- Dios ha creado al hombre de manera tal que pueda obrar o no hacerlo, discerniendo si su conducta es justa o no.
- La justicia divina se rige por parámetros diferentes a la humana.
- El hombre no puede comprender la justicia de Dios.
- El hombre no puede comprender los opuestos permanentes creados por Dios de manera justa.
- La justicia humana puede o no, coincidir en algunos aspectos con la justicia divina.
- La concepción de justicia humana puede o no coincidir con la justicia divina, que implica la armonización de opuestos permanentes, pero que nunca podrá ser comprendida por el hombre.

El anterior ejercicio, que no pretende ser concluyente, pero sí plantear someramente la posición de esta Gaviota, permite entonces concluir que el hecho de que la justicia, en última instancia, esté reservada a Dios, no implica que no pueda existir justicia humana. Todo ello, sobre todo, si se acepta que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, que puede conocer algo de su mensaje y que esta situación masificada permite establecer un concepto generalizado de lo bueno y lo malo, que va decantándose a lo que finalmente hemos de llamar justicia.

Siendo un poco más técnico y menos visceral, me gustaría aclarar que, al menos desde el punto de vista jurídico, justicia y equidad son dos conceptos diferentes. Precisamente la equidad implica una flexibilización de la justicia, de forma tal que quien se encuentra en un estado de inferioridad puede ser auxiliado por ésta (la equidad) para procurar que prevalezca un interés superior que se considera justo. Ejemplo de ello es lo que ocurre en materia de subsidios en materia de seguridad social. Es justo que todos los ciudadanos contribuyan a la manutención del sistema, pero conforme a criterios de solidaridad equidad, incluso aquellos que no se encuentran en posibilidad de cotizar, obtienen una serie de beneficios en materia de seguridad social. Esto, vuelvo y repito, al menos desde el punto de vista de la justicia jurídica.

Es mi percepción, que la justicia no está reservada a Dios, precisamente porque Dios no quiso acapararla, sino permitírnosla conocer, mediante nuestras conciencias, y mediante los mensajes de profetas, santos y por supuesto, de su hijo. El papel de cada individuo en la construcción de la justicia es crucial, pues si bien es cierto que Dios todo lo puede, es cierto igualmente que nos ha dado la bella facultad de hacer de nuestras vidas lo mejor que podamos hacer de ella, contando con su auxilio, pero sin que él nos reemplace en nuestras funciones, deberes y derechos. Es decir, cada uno construye su vida al igual que cada uno decanta su personalidad con el paso del tiempo. Nuestra vida no llega hecha, la construimos. La misma lógica es aplicable a la justicia humana, se construye día a día.
-->

jueves, 25 de septiembre de 2008

Excurso sobre los colombianismos políticos – Pt. 2

He tenido un breve espacio de tiempo para intentar digerir los términos que forman parte de los primeros 5 lugares de mi Top 10. Sin embargo, no logré compenetrarme con el demócrata tolerante que hay en mí, y decidí seguir adelante con mi espacio de defensor del lector propio, para quejarme de las “picardías” de nuestro medio político y periodístico. Sigamos adelante, entonces:

En el lugar número 5 de nuestro conteo, nos encontramos con la popular ‘hecatombe’. Por este término entiende la RAE varias cosas. Para efectos de no ser demasiado extensos, me concentraré en dos acepciones únicamente. La primera hace referencia a una catástrofe o desgracia. La segunda es el sacrificio de animales que realizaban los antiguos a sus dioses. En nuestro medio, en cambio, salió a relucir el término cuando hace algún tiempo se le preguntó al Presidente Uribe si se buscaría una nueva reelección, a lo cual respondió algo así como: “Reelección no, salvo en caso de una hecatombe”. De allí en adelante, nuestro independiente, sagaz y brillante cuerpo de periodistas, analistas, y extras con parlamento decidieron buscar frenéticamente la interpretación. ¿Qué quería decir Uribe con ‘hecatombe’? En vez de reporteros, críticos y columnistas, nos encontramos con una serie de semiólogos expertos que buscaban convencer con sus respectivas conclusiones.

Aún hoy nos recuerdan este desastroso momento de nuestro periodismo, cuando recientemente escuchamos en las noticias que si los partidos que conforman la coalición del Gobierno no encuentran un líder común que pueda enfrentar a la oposición, Uribe podría considerar lanzarse a un tercer mandato. Para no desentonar, me permito acudir también a mis capacidades semiológicas intuitivas para incorporarme al detestable grupo de faltos de plan (con la diferencia que yo no recibo remuneración alguna por producir un salpicón de idioteces en tan poco tiempo, a diferencia de mis colegas semiólogos).

Jugando a ser original por disidente, me atrevo a prever que nuestro ingenioso Presidente no hacía referencia al desastre o catástrofe al que se prefiere la primera de las acepciones atrás reseñadas, sino que hace realmente referencia a la segunda de ellas. Si recordamos un poco la literatura antigua, veremos cómo en La Iliada, los aqueos y los troyanos, al finalizar cada jornada, realizaban las libaciones a los dioses, y procedían a realizar las ‘hecatombes’. Recordemos que estas hecatombes implicaban sacrificios, ofrendas. Tal vez lo que el Presidente espere sea una ofrenda por parte de sus partidarios, o de sus Ministros, o de las Cortes.

Solo espero que con esto no le esté dando ideas a alguien a quien no debería, y que mañana en los diarios empiecen a reseñar que se están preparando ‘hecatombes’ para el ‘mesías’ porque probablemente entraría en crisis nerviosa.

El número 4 del conteo cuenta con un exponente interesante, muy actual y en extremo desagradable: el ‘guiño’. A diferencia de los anteriores términos, no creo que resulte necesario realizar un estudio metodológico que nos explique las diferentes acepciones que manejamos con esto. Acudiré a que una imagen vale mil palabras, y citaré al gran filósofo Latinoamericano “Matador”, quien lo ha ejemplificado mejor.

Imagen tomada de: http://matadorcartoons.blogspot.com/


Anteriormente, habríamos hablado de espaldarazo, de aval, de respaldo o incluso de promocionar a una persona. No. La liberación sexual ha llegado al punto de escribir acerca de ‘guiños’, y de ‘jalones de orejas’. Al paso que vamos, en unos meses estaremos hablando de ‘tarreaditas’ (Dícese de aquel gesto corporal consistente en amistosamente palmotear los glúteos de manera suave, una o más veces, de una persona para transmitir un sentimiento de aprecio o cariño. Se utiliza este además como forma de motivar al receptor del gesto) y de ‘nalgadas’ (1. Dícese de aquel gesto corporal consistente en dolosamente palmotear los glúteos de manera potente, una o más veces, de una persona para transmitir un sentimiento de reprobación o castigo. 2. En materia sexual, la conducta dolosa usualmente pretende trasmitir sentimientos de aprecio o cariño –ver ‘tarreaditas’- hacia el receptor del gesto). Por el momento, sin embargo, concentrémonos en los guiños.

Este colombianismo político, digno de un Top 10 de “Términos de RE-Flujo”, se vale de una palabra que es poco utilizada en nuestro medio por su significado común, como es el de cerrar de manera rápida el párpado de un ojo, dejando abierto el otro, para significar aprobación hacia la otra persona. Habitualmente, se utilizaba como forma de coqueteo entre individuos. Sin embargo, se suele utilizar el término “picar el ojo” para efectos de referirse a la acepción real de guiño. Esperemos que al menos nos respeten este término, para no poner en riesgo los índices de reproducción en nuestra sociedad, incrementando desmedidamente el de campañas políticas nuevas.

Obteniendo la medalla de bronce, encontramos en el número 3 del conteo regresivo, el término ‘chibchombiano’. No es nuevo, ni mucho menos, el término. Sin embargo, es habitual encontrar en Colombia a muchos colombianos que se refieren a situaciones colombianas valiéndose de este vocablo. ¿Qué quieren decir al introducirlo como adjetivo calificativo y no como genitivo? Se quiere significar con ello, que la metodología seguida por el creador del artículo, del negocio, del procedimiento, no cumple con los parámetros ISO, y que por ende, no podría hablarse de un procedimiento certificado que garantice altos estándares de calidad. En otras palabras, cuando algo es ‘chibchombiano’, es porque cumple dos requisitos. El primero es que fue hecho en Colombia, y el segundo es que es “chambón”.

He procurado valerme de estudios etimológicos acerca del término, y encuentro que hay poco material bibliográfico que nos de luces acerca de su origen. Como creador del sitio, y otorgándome cierta licencia al respecto, he querido compartir mis descubrimientos empíricos al respecto. Los resumiré en los siguientes puntos: 1. Los colombianos se inventaron el término ‘chibchombiano’. 2. Los colombianos creemos que somos más europeos que chibchas. Lo curioso es que no he escuchado mucho el término “eurombiano” para elogiar un artículo, procedimiento o negocio. 3. Los colombianos creen que aquí llegó el Mayflower poblado de artistas, ingenieros y filósofos, y no la Pinta, Niña y Santamaría, poblada de gente de dudosa reputación. Normalmente quienes utilizan este término no tienen la menor idea acerca de la cultura chibcha. 4. Quienes utilizan el término ‘chibchombiano’ normalmente son los primeros en ofenderse cuando en otros países se refieren al país como ‘narcolombia’ ‘cocalombia’ o a sus habitantes como ‘sucadas tercermundistas’.

En este punto me encantaría hacer un llamado a los sociólogos y psicólogos colombianos (o extranjeros si es posible, para que en el país le crean a sus estudios) para que investiguen acerca de la hipocresía conciente y subconsciente del pueblo colombiano, que sale al mundo a decirle que este es un pueblo de gente pujante, trabajadora y honrada, y al terminar su lacrimógena intervención, inicia con la apología al ‘chibchombianismo’. Esta iniciativa contaría con mi apoyo y buscaríamos la manera de obtener una adecuada financiación para sacar adelante el proyecto.

En el segundo escaño del podio, llegando al número 2 del conteo, nos encontramos con el popular y siempre bien recibido ‘mamerto’. Poco he de referirme aquí acerca del límite que permite racionalmente distinguir al ‘mamerto’ de quien no lo es. Tampoco he de referirme al devenir histórico del término. Básicamente, mi crítica se reduce a la utilización que se le da habitualmente al término. Para quienes quieran indagar un poco más al respecto, les recomiendo que revisen la página “Colombia sin mamertos” y una vez revisen los artículos que allí están consignados, lleguen a sus conclusiones personales al respecto. Por mi parte, presiento que la utilización que se le da a este término es parecida a la de “play” y “anti-play”, “fashion y chic” frente a lo que no entra en esta categoría.

Leer acerca de los ‘mamertos’, y leer artículos de quienes son denominados ‘mamertos’ es un ejercicio parecido al de desentrañar el rigor argumentativo de un niño de 4 años, que en el jardín infantil incursiona al debate acerca de cuál de sus compañeros debe ser catalogado como bobo o infantil. Veamos: Frases como “ese ideólogo mamerto…” podría ser equiparado a “ese ideólogo tonto”. Es cierto. Nuestro debate de ideas acerca del ‘mamerto’, es tan profundo como intentar desentrañar la verdad filosófica acerca de por qué Nintendo llamó a su juego insignia Super Mario Bros. y no Super Luigi Bros. Sin duda un debate de altísimo nivel sobre el cuál se han regado ríos de tinta, y que podrá cambiar los cauces de la humanidad.

Por último, dedicaré unas breves líneas acerca del término de RE-flujo más molesto de todos. El número 1, al cual quiero tanto como a una úlcera del duodeno –aquí parafraseo a otro de mis filósofos de cabecera, Garfield (lamento no contar en estos momentos con la cita textual)– corresponde al siempre querido ‘Casa de Nari’. Reciéntemente he encontrado en la Revista Semana, en El Tiempo y en El Espectador, una serie de columnas donde se hace referencia al palacio presidencial en estos términos. Me recuerda mucho a nuestras propagandas de películas para ir a ver en familia en el cinema más cercano: De los creadores de… “la Yidispolítica”, llega ahora un relato de intriga, de suspenso, protagonizado por los galardonados actores de “el Guiño”, y del clásico “Choque de trenes”. Una historia que conmoverá a millones… “la Casa de Nari”. Búsquelo en su teatro más cercano.

La ‘Casa de Nari’, como forma peyorativa de referirse al Palacio de Nariño, es tan popular hoy en día, que no entiendo cómo es que no han fundado todavía un colegio con ese nombre. Tal vez lo estén haciendo en estos momentos, pero confieso no poseer los datos concretos al respecto. Como segunda confesión, acompañado de un gran mea culpa, debo ser sincero en que no he entendido el chiste. De hecho, no sé si es un chiste o no. Agradecería que una mano amiga me de indicaciones acerca del invaluable aporte que nos da este término, y en ese momento, dedicaré un ingreso especial para mostrar las bondades de este concepto (o concepción para los más exégetas) y cómo ha sido el mayor avance en el mundo después de haber desenmascarado el fenómeno de la “globalización”. Por ahora, insisto, no he entendido el chiste, y tal vez por eso me resulta tan inquietante que después de revisar las noticias acerca de las investigaciones judiciales de nuestros “honorables”, y la más reciente afirmación del ‘mesías’ acerca de la reelección, lea yo tan importantes aportes de nuestros columnistas, ‘mamertos’ o no, respecto de las peripecias que ocurren en la ‘Casa de Nari’ y no pueda pronunciarme al respecto. Así como algunas personas se sienten atropelladas por la tecnología, debo ser sincero en cuanto a que estas avanzadas obras de ingeniería lingüística de nuestros periodistas, me arrollan y me dejan en estado crítico. Mientras esto no ocurra, no obstante, seguiré escribiendo erradas opiniones contra este invaluable término, que sin duda ayudará a que suba el empleo, y se levante el paro judicial.

Nuevamente, por razones de espacio, dejo de lado un par de bonus tracks que estaban inicialmente planeados, en lo que se refiere a la versión acústica de ‘Uribito’ y a la versión fusion que mezcla cumbia y bambuco, del reciente éxito ‘Los Migrantes’.

-->

martes, 23 de septiembre de 2008

Excurso sobre los colombianismos políticos – Pt. 1

Tras haber tratado en días pasados algunos de los temas que he considerado de mayor importancia, relacionados con el objeto de análisis de este espacio, me he tomado el atrevimiento hoy de generar mi propio espacio de defensor al lector, en los que procuraré manifestar mi inconformismo con algunos de los términos a los que nos vemos enfrentados todos los días los colombianos, y que personalmente me están generando alergia crónica. Teniendo en cuenta que el paro judicial continúa, que las universidades no cambiarán en algún tiempo, que nuestros honorables están muy ocupados investigando y siendo investigados, y que nuestra prensa sigue siendo igual de desastrosa, o tal vez un poco peor, porque escriben más y dicen menos, he considerado oportuno tomar prestada la idea del presentador norteamericano David Letterman, para generar mi propio Top 10. El día de hoy, la categoría a exponer es la de: Términos de RE-flujo.

En el número 10, tenemos la palabra ‘Notables’: A ciencia cierta, no sé si los medios de comunicación se equivocan al momento de referirse a este término porque nuestras comisiones de notables que siempre saben de todo, y deben opinar sobre todo, llámese empleo, educación, seguridad, reformas políticas, procesos de paz, normalmente se encuentran en una posición donde poco hablan. Parece que siempre que se refieren a la creación de comisiones de notables, en realidad se crearan comisiones de ‘no hables’. Sin embargo, más allá de esa inquietud de corte fonético, surge una inquietud igual de trivial, pero un poco más académica. El tema, básicamente tiene que ver con la interpretación semántica de la palabra. Al parecer, lo que realmente quisieran constituir nuestros gobiernos de turno, no son comisiones de ‘notables’, sino de ‘notorios’. La diferencia existe. La RAE (Real Academia Española) se refiere, en una acepción de ‘notable’ como las personas principales en una colectividad y por ‘notorios’ a los importantes o famosos.

Me disculparán algunos de los fans de la última comisión de notables, pero cuando observo a Eduardo Montealegre, a Humberto De la Calle y a Viviane (o Vivian, Viviam, Vivianne, pues siempre lo escriben distinto) Morales, me parecen más ‘notorios’ que ‘notables’. Por no extenderme demasiado, me gustaría que alguien me explique si aspirar a ser Procurador General de la Nación, antes a Fiscal General de la Nación, haber integrado el equipo que iba a denunciar a Chávez ante la CPI, haber sido el asesor de Colombia en la crisis con Nicaragua, haber sido asesor de Colombia en el caso del proceso contra los miembros de Fighters & Lovers, es sinónimo de notabilidad. Lo único que le ha faltado a nuestro ex Magistrado, es sacar su propia línea de perfumes, pues por lo demás, está hasta en los crucigramas. Por lo demás, los ‘notables’, sin duda son personas preparadas, pero de allí a ser realmente notables, hay diferencias. Para ello, basta que acudan a nuestras universidades y encontrarán por lo menos otras 100 personas con igual o más títulos, con igual o mayor trayectoria, y de pronto con igual notoriedad. En conclusión, el término genera aversión, porque además de ser excluyente, no dice realmente mucho, como tampoco dicen mucho los miembros de la comisión de ‘no hables’.

Nuestro número 9 hace referencia al término ‘Patria’, que tanto le gusta al Gobierno. La connotación de este término, parte del concepto de pertenencia de un individuo, o de un grupo de individuos, con un contenedor, que en principio hacía referencia al territorio de un Estado. Para ahondar un poco respecto de este tema, recomiendo revisar el ingreso que aparece en “Espacio Agón” que trata de la crisis del concepto de ‘patria’. Sin embargo, retomando un poco nuestro medio, nos referimos a lo desgastado que está este concepto. Habitualmente nos referimos a la ‘traición a la patria’ como si eso fuera equivalente a la ‘traición al gobierno’. Hablamos del ‘combinado patrio’ cuando nos referimos a la selección de fútbol de Colombia’, y en Estados Unidos se suele utilizar el término de ‘patriota’ para quien está dispuesto a alzarse en armas por defender al país, o yendo un poco más allá, para quien se encuentra enlistado en la fuerzas militares de ese país. Hoy en día, en el país, parece ser que el Presidente Uribe es el monopolizador de la Patria. Con el Presidente Pastrana, paisano y compatriota era lo mismo, y con Uribe, compatriota es equivalente a partidario de la seguridad democrática.

Por mi parte, me resulta nauseabundo escuchar el término con la misma insistencia con la que denominamos ‘Doctor’ a todo el que viene bien vestido y con carro propio. Pareciera ser que el término ‘patria’ genera un sentimiento más noble que el de ‘país’, ‘nación’ ‘Estado’, que aunque son términos diferentes, los utilizan indistintamente. Ruego por el día en que erradiquemos la palabra, hasta que no sepamos realmente a qué nos referimos.

Como término merecedor de nuestro puesto número 8, hacemos referencia al famoso ‘Choque de trenes’. Esta metáfora tan colorida, le encanta a nuestros medios, que les encanta llamar las cosas, no por su nombre, sino con títulos llamativos. Ahora, cada vez que algún alto funcionario disiente de otro, tenemos ‘choque de trenes’, lo que permitiría suponer que incluiría víctimas fatales. Hoy en día, nos sorprendemos con la polarización que vive el país, porque a todos van para la izquierda, o todos para la derecha. Los neutrales son fustigados por indecisos, así que les va mal, por bando y bando.

Mientras que una y otra parte emiten opiniones, jurídicas, políticas o económicas, la prensa obtiene entrevistas exclusivas con cada uno de ellos –si se puede, el mismo día– para conocer las impresiones del nuevo ‘choque de trenes’. Básicamente, el objeto de las entrevistas es que los disidentes se conviertan en contrincantes, y si son contrincantes, que se conviertan en enemigos. Claro, en Colombia, como en gran parte del mundo, nos encantan las peleas. Peleas de perros, de gallos, de boxeo, de barras bravas, de políticos, de jueces, de lo que sea (siempre y cuando sea buena) serán platillo gourmet para los consumidores de información (o desinformación, ambas sirven). De paso, podemos así darle de qué hablar a los expertos analistas –de lo que sea que se consideren expertos– a los columnistas, y a los bloggers. Lastimosamente para los medios, sensacionalistas por esencia, no cuentan siempre con cámaras de seguridad en todo el globo, para poder transmitir los choques de trenes de la misma forma en que nos enseñan el momento en que explora el carro-bomba, o cómo se estrelló el avión al intentar despegar. Mientras tanto, todos nosotros miramos espantados las imágenes una y otra vez, así como vimos la caída de las torres gemelas en plano panorámico, primer plano, primerísimo plano, y desde todo ángulo posible. De allí que sea para mí absolutamente repelente el apelativo de ‘choque de trenes’ al que nos hemos acostumbrado los colombianos, y que algunos utilizan con excesiva frecuencia.

El lugar número 7 de nuestro conteo corresponde al bastante popular ‘mesías’. No solo se utiliza este término de manera opuesta a su significado real, en tono burlón y despectivo, sino que además de ser calificativo es argumento. Me explico. Es usual encontrar escritos, y opiniones verbales de personas que manifiestan: “Es que toca así porque lo mandó su ‘mesías’.” Incluso hay algunos que se atreven a plasmar este término con una M mayúscula y resaltada, irrespetando las creencias religiosas de un amplio sector de la religión cristiana (en términos generales) y judía. Si bien es cierto que mucho se ha hablado sobre movimientos mesiánicos en diversos campos, el uso que hoy en día se le da no corresponde al de líder, salvador, redentor, sino al de tirano, dictador, déspota. “Hay que ver con que sale ahora el ‘mesías’.” Es tan absurda su utilización, que realmente no hay mucho más que decir al respecto.

Por último –por hoy– revisemos otro vocablo ideado por nuestros ingeniosos medios de comunicación. En nuestro conteo, el número 6 corresponde a la ‘Yidispolítica’. Me hubiera encantado, que antes de escribir estas palabras, algún ser en el mundo me pudiese explicar eso qué quiere decir. Es posible entender que se manejen otros términos detestables como la ‘parapolítica’ o la ‘farcpolítica’ porque en mayor o menor medida, hace referencia hace referencia a la conjunción de dos fenómenos sociales, como son el paramilitarismo y la política, por un lado, y las FARC (por utilizar el nombre del grupo más representativo) y la política, por otro.

Sin embargo, y a pesar de que algunos quieran hacer ver a Yidis Medina como un fenómeno (NOTA: Aclaro a los lectores argentinos, que la acepción de fenómeno que utilizo no es la que se suele utilizar en Argentina, sino la que corresponde a una manifestación perceptible por la conciencia de una o varias personas) social, ella es simplemente una persona que ha generado un escándalo de corrupción específico respecto de un tema concreto como fue la votación del acto legislativo que permitió la reelección presidencial inmediata. Sería tan absurdo como inventar términos como el iushegelismo, para referirme a las posturas de Hegel en materia jurídica.

Toleraría incluso que se hablara del ‘Yidismo político’, para referirse a la corrupción, pero la construcción del vocablo ‘yidispolítica’ es como mezclar una silla y el amor, o el hambre con el debido proceso. Confieso que no he logrado entender este engendro, y me encantaría conocer quién se lo inventó para iniciar una acción de tutela por la violación a la dignidad de la raza humana, y de pronto una denuncia ante la Corte Penal Internacional para que investiguen una injuria contra la humanidad. Lástima que en este último caso, la conducta no esté descrita en el Estatuto de Roma, aunque pareciera ser que la acción de tutela sí podría ser procedente. Quién sabe, de pronto incluso la presento al tiempo con la que tengo pendiente presentar al Consejo Superior de la Judicatura por la elección de los Magistrados de la Corte Constitucional, como lo propuse en un ingreso anterior. Esperaré, en el interregno, una luz salvadora que me pueda explicar lo que quiere decir este esperpento lingüístico.

Teniendo en cuenta lo prolongado de este Top 10, por ahora interrumpiré el conteo, el cual reanudaré en mi próximo ingreso.
-->

sábado, 20 de septiembre de 2008

Anonimato: ¿Astucia o cobardía?

Resultará curioso para ustedes, que una persona que se hace pasar por un pájaro marino, y que utilizando alegorías lingüísticas se dedica a fustigar jueces, prensa, premios Nobel futuros, entre otros, se proponga revisar aquí el tema del anonimato en la red. Sin embargo, para este específico asunto, me gustaría desligarme de mi afilado pico para convertirme en un simple proveedor de argumentos en pro y en contra del anonimato en la red, valiéndome de algunos casos muy concretos. Es la opinión de ustedes, publicada o no, la que realmente vale la pena. Por principio, prefiero creer que la opinión de cada uno es mucho más importante que la opinión de los “expertos”, los “analistas”, o los “honorables”.

Para adentrarnos un poco en el tema, me gustaría iniciar, citando el ejemplo de otro colega Blogger, Francisco Bermúdez Guerra, y su blog Blog jurídico de Francisco Bermúdez Guerra. El día de ayer publicó un ingreso en su blog titulado “BERMÚDEZ ERES UN COPIÓN!!! ESO ES LO QUE ES ESTA BASURA DE BLOG!!!”: RESPUESTA A UN VIL COBARDE (No incluyo el link, porque al parecer el mismo administrador del blog ha optado por eliminar el ingreso del blog). Francisco, quien a diferencia mía siempre ha manejado un perfil abierto, sin pseudónimos ni metáforas, lleva en este asunto bastante más tiempo que yo y, en consecuencia, tiene más experiencia en esto. Acepto que me sorprendió sentirlo tan descompuesto. ¿La razón? El comentario de una persona malintencionada que se identificó como Ius, quien le dedicó algunas palabras no muy cariñosas, tildándolo de “copión”, de poco original, además de herir su dignidad de Blogger.

Tomado de http://tenshidragon.blogspot.com

Parto de este caso, porque al parecer, se está convirtiendo en regla general que el anonimato de la red se convierta en pretexto para violentar las reglas mínimas de decoro, decencia, e incluso, para cometer delitos. Al menos, esa es la posición de muchos. El caso de Francisco Bermúdez es más curioso aún, porque normalmente es el Blogger quien se vale de esta clase de defensas para poder expresarse con tranquilidad. Para la muestra, mírenme a mí. En mi caso, ya he tenido la oportunidad de explicar mis motivos, y probablemente en el futuro me referiré nuevamente al tema. La pregunta subyacente es: ¿donde trazamos el límite entre la libertad de expresión, y la dignidad e integridad moral de las personas a las que nos referimos?

En mi caso particular, debo sostener que tiendo a ser bastante crítico en mis posiciones. Cuando puedo hacer uso de la ironía, el sarcasmo, lo mordaz, probablemente lo haré. Sin embargo, parte del presupuesto que no me invento hechos donde no los hay. Precisamente, y más siendo abogado, debo distinguir entre el hecho indicador y el hecho indicado. Trabajar el indicio no solo opera para los abogados litigantes, o los profesores de derecho procesal, sino también para quienes buscamos interpretar situaciones. La interpretación parte de hechos y de pruebas, y a partir de allí cada cuál llega a sus propias conclusiones. Lo que no parece dar muestras de fair play, es que aparte de fustigar a una persona con nuestras opiniones, inventemos que ha hecho cosas que realmente no ha hecho, o afirmemos que no ha ocurrido lo que sí ocurrió.

El caso de Francisco Bermúdez, no ocurre mucho con los blawgs (blogs jurídicos), tal vez por la clase de público a los que están dirigidos. Eso, y porque los autores de los blogs normalmente son abogados, y tienden a saber qué hacer en estos casos. Por ejemplo, en el ingreso de Francisco, se podía apreciar de qué manera, logró detectar la IP del computador de Ius, sabía a quién acudir con esa información. También tenía claridad acerca de las consecuencias jurídico-penales de ser acusado de haber cometido la conducta de violación de los derechos morales de autor, en otras palabras, de plagio, sin haber cometido la conducta. Pasamos de violación de los derechos morales de autor a calumnia. Tal vez la astucia de nuestro amigo Ius, le pueda salir costosa.

Sin embargo, el anonimato en la red se presta también para que esta serie de conductas se presenten habitualmente. En un país como Colombia, donde la agresividad no nos es del todo desconocida, es usual encontrar ciudadanos de la red que descargan su ira contra el autor de columnas de opinión, de artículos de prensa, y en menor medida, de los blogs. Afortunadamente para mí, esto no me ha ocurrido en el poco tiempo que llevo utilizando este espacio. Sin embargo, debemos recordar que el escritor Daniel Samper Pizano, hace algunos años, debió cerrar el foro que se había creado en torno a sus columnas, por la cantidad de improperios que allí se consignaban. Estadísticamente, la cantidad de insultos que se ventilaban en el foro eran de un porcentaje más alto que el índice de popularidad que tuvo el Presidente Uribe después de la Operación Jaque. Calculen.

Probablemente, a estas alturas, algunos dirán que el anonimato es perverso y debe erradicarse. Sin embargo, veamos otro caso puntual que nos sirve para considerar la posición contraria. Si revisan el ingreso del blog Perunotas titulado “Condenan a blogger por acusar a jueza de prostituirse en al poder” encontrarán el caso de un Blogger norteamericano que se despachó contra una jueza de Singapur. El motivo de su condena fue haber asegurado en su blog, que "La jueza Belinda Ang se está prostituyendo ella y todo el proceso por no ser más que la empleada de Lee Kuan Yew y su hijo, y por cumplir sus órdenes" (cita tomada del ingreso atrás referenciado).

Si eso es por decir que una jueza se prostituyó al poder, qué me podría ocurrir por ejemplo a mí, por despacharme contra Baltasar Garzón, o contra cualquiera de nuestros “Honorables” Magistrados? De pronto podría terminar en Guantánamo, mientras me preparan un proceso en España. Personalmente, no creo que mi caso de para que se desgasten tanto intentando callar a un Blogger no tan popular. Este caso plantea demasiados interrogantes. ¿El problema es decir que se prostituyó, o haber utilizado el término “prostituyó”? ¿El problema era manifestarlo, o manifestarlo en un blog? ¿El problema es porque se refería a una jueza? ¿Será que si algún compañero Blogger hubiera manifestado hace dos meses que Guillermo León Valencia Cossio se le prostituyó a la mafia, habría sido procesado por referirse a un alto e intachable funcionario de la Fiscalía General de la Nación? ¿Y si lo escribe hoy? Sumémosle a eso que nuestro amigo Blogger no se llama Juanito Díaz sino El reivindicador. ¿Cambia algo?

En anterior oportunidad he mencionado que algunos colegas litigantes están siendo investigados por el Consejo Superior de la Judicatura, por manifestar su desacuerdo con las decisiones de la Corte Suprema de Justicia. Funcionarios de Gobierno están siendo investigados por la Procuraduría, por la misma razón. ¿Si los investigan a ellos por manifestar su desacuerdo, será que tendrían piedad con un Blogger o con una persona que comenta en la página de Internet de un periódico? Creería que no. Otra cosa es que para estos individuos, nuestra opinión sea irrelevante (y aquí me utilizaré como ejemplo), y eso se basa en que mi opinión, por ejemplo es leída por unas 20 personas en el día. La pregunta que surge es si respetarían mi opinión igual, suponiendo que me leyeran unas 5000, y que me citaran los medios de comunicación de mayor difusión. Nuevamente, creería que no. Por el momento, somos fantasmas, saben que existimos, pero mientras no los asustemos, no importa porque no les hacemos daño.

Tomado de http://foroarchivos.infojardin.com

En estos momentos, por no ser opiniones que sean relevantes en el medio, no se presta mucho atención a los comentarios de los autores de blogs, ni a quienes comentan en diarios, revistas, entre otros. No es lo mismo que 1000 blogs en Venezuela tilden a Chávez de violador de derechos, a que la afirmación sea hecha por Vivanco (el de Human Rights Watch), así los fundamentos sean los mismos. Tal vez por razones como esas, algunos se vuelven El vengador, el justiciero, The opinator, o como en mi caso: Gaviota. Algunos lo hacen por motivos diferentes, pero es un derecho que tienen a utilizar pseudónimos.

La discusión no es irrelevante. De hecho, día a día el tema se está tocando más, en la blogosfera, así como por fuera de ella. Para la muestra, los invito a que revisen el artículo contenido en el blog Bloguer Law titulado “Cosas que nunca tiene que hacer un Blogger. Una pincelada de derecho penal”, que a pesar de no referirse a la legislación colombiana, es igualmente útil para quienes buscan respuestas en Colombia. Eso sí, el contexto y el lenguaje es bastante jurídico (advertencia para los no abogados). De otra parte, los invito a que revisen el reciente editorial del diario El Tiempo, titulado “Responsabilidad de los ‘blogs’” donde pueden encontrar argumentos adicionales para formar su propia opinión. Mientras tanto, me volveré a vestir de plúmifera para intentar planear a través de los aires fétidos, que no dejan de soplar.
-->

jueves, 18 de septiembre de 2008

Universidades: Biopsia de la sociedad colombiana

Es indudable el poder que han adquirido las universidades en Colombia. No debería se sorpresivo referirse a este fenómeno. Si recordamos la etimología de esta palabra, nos daremos cuenta que este centro de estudios adquiere su denominación partiendo del término latín universitas, que significa “universalidad”. ¡¡Por supuesto!! La pregunta es: ¿Universalidad de qué? Hoy en día, no es tan claro.

Si intentamos hacer un breve (y de pronto un poco irresponsable) recorrido histórico, veremos que las primeras “universidades” del mundo se dieron en Alejandría (320 a.C.) y en Constantinopla (340 d.C.). Eran centros de enseñanza de importantes dimensiones y con capacidad para enseñar a varias personas. Sin embargo, claramente no podríamos hablar de un concepto de “universalidad” en estos centros de enseñanza, ni por la diversidad de los conocimientos estudiados, ni en cuanto al público al que se dirigían estas enseñanzas. Es en la Edad Media, no obstante, donde podría afirmarse que surge realmente la Universidad. Recordemos que en esta época, era la Iglesia Católica la que monopolizaba el conocimiento y podía, por ende, decidir que era susceptible de ser enseñado, y qué no lo era. Además, aparte del clero, eran pocas las personas que podrían tener acceso a ese conocimiento. Sin embargo, podría pensarse que la por los temas estudiados, enseñados y compendiados en bibliotecas, tal vez sí existiría una especie de “universalidad” cognoscitiva.

En la Nueva Granada, las Universidades Santo Tomás, Colegio Mayor de San Bartolomé, y Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, fueron los primeros centros educativos de esta naturaleza. Si revisáramos con cuidado la historia de cada una de estas instituciones encontraríamos que de “universalidad” no había mucho. De hecho, el criterio de pureza de sangre era indispensable para garantizar el acceso a estos centros. Tal vez, el concepto más liberal de universidad en el país lo introdujo la Universidad Externado de Colombia, que cuyo nombre lo indica, se caracterizaba por no requerir la habitual técnica de internar al estudiante en la casa de estudios. Era un modelo de universidad que reñía con las más tradicionales de la época.

Con el tiempo, no obstante, las universidades fueron cambiando, y poco a poco se le ha otorgado un importante papel como centro de ideas, de disenso, de debate. Bajo esa perspectiva por ejemplo, se han gestado, y así han funcionado, las universidades públicas, encabezadas por la Universidad Nacional. La libertad de expresión, impulsada por la hegemonía liberal de la época, generó que el estudiante pasara a ser protagonista de su universidad. En la época en que la violencia partidista tuvo su auge, las universidades no fueron ajenas al fenómeno. Por mucho tiempo, las universidades han sido focos de disenso, de oposición, y en muchos casos de revolución (no debemos entender por este término la lucha armada) como ocurrió con el movimiento de la séptima papeleta, que gestó el movimiento constituyente que culminó con la aprobación de la actual Constitución colombiana.

De hecho, la Carta Política de 1991 ha traído consigo un importante elemento en pro del debate filosófico (de conocimientos), como ocurre con la libertad de cátedra, con la libertad de expresión y la libertad de prensa. Cada vez más, se busca que los colombianos puedan acceder a centros de estudios superiores para incorporarse a la sociedad como personas calificadas que sean útiles a la misma, y que puedan generar ideas que ayuden a la sociedad. Lastimosamente, una cosa dicen los textos, una cosa dice la Constitución para ángeles –como se ha denominado por algunos el texto aprobado en 1991– y otra cosa es la realidad.

No basta sino revisar los periódicos locales o nacionales, para darse cuenta que las universidades están perdiendo cada vez más su sentido. Lo digo, porque las universidades, que por principio son instituciones sin ánimo de lucro, cada vez más se han percatado del “negociazo” que es la educación en el país, sobre todo a nivel de estudios superiores. Con la postmodernidad, ha quedado claro que la fragmentación del conocimiento ha quedado relegada. Una cosa era el derecho, y otra cosa era la economía. Hoy en día, en cambio, está in estudiar derecho económico. Una cosa es la sociología y otra cosa es el derecho, ¿pero cómo no tener un posgrado en sociología jurídica?

Para tenerlo, es muy sencillo: Miremos el periódico y nos daremos cuenta que hay un sinnúmero de instituciones, de tradición o no (ya no importa) que ofrecen el programa con el nombre que a uno más le gusta: Podemos escoger entre derecho corporativo, derecho de la empresa, derecho comercial, derecho financiero, derecho económico, o con el apelativo que más nos guste. Asimismo, hay derecho penal, criminología y ciencias penales, derecho criminológico. A eso, debemos sumarle que el sistema de créditos le permite al estudiante actualmente decidir qué es lo quiere aprender, así su elección no sea lo que realmente le sirva para salir bien formado.

Es posible que actualmente me adentre en las fauces del procedimiento contencioso administrativo, sin haber evacuado completamente el derecho administrativo o el derecho procesal –o ninguno de los dos– y que obtenga un genial 5.0 en la nota final, así realmente no haya aprendido mucho, por no interiorizar adecuadamente los conceptos. Mientras tanto, puedo simultáneamente hacer una segunda carrera que me brinde doble titulación, de forma tal que a los 22 o 23 años, sea un profesional con doble carrera, con especialización (porque es posible empezar a especializarse sin haberse graduado). Luego, al salir al mercado, tendré una envidiable hoja de vida, en la que poseo un sinnúmero de títulos, nacionales, extranjeros, de postgrado, y que deba esperar 1 año para conseguir un trabajo en el que devengue 1.5 salarios mínimos, y en el que me exploten unos 3 años, mientras adquiero la experiencia para poder defenderme del pez grande. Esas son nuestras universidades.

Supongamos que no le ponemos mucho cuidado a lo anterior, y miramos a ver cómo generamos conocimiento. En la gran mayoría del mundo, el conocimiento es jalonado desde las universidades, que investigan, proponen, debaten, escriben, y apoyan al intelectualmente inquieto. Para poder investigar en el país, se debe contar con proyectos que sean canalizados a través de los “investigadores” de las universidades. Si cuento con un proyecto bueno, lo presento, lo estructuro, lo defiendo, pero a la hora de ejecutarlo, lo ejecuta la universidad, con las personas que ella elija, y de la forma que ella elija. Es decir, en vez de que la universidad apoye las buenas ideas de sus miembros, se valen de ellas, para figurar ellos como institución. Tal vez por eso es que algunas de las mejores investigaciones que se hacen en el país (cuando no son hechas por colombianos que se van al exterior a investigar en universidades que no los despojan de sus ideas), provienen de personas que han logrado con ayudas externas desarrollar investigaciones con mínimos recursos, y con excesivo esfuerzo. No es esa la “universalidad” que esperamos de nuestras universidades.

Por eso es que da tristeza ver que este cáncer universitario ha hecho metástasis y cada vez deteriora más las funciones vitales de nuestra vida universitaria. Cuando las universidades cuentan con un buen cerebro, es decir, con un rector capaz y pujante, quienes son enemigos del progreso, hacen lo posible por sacarlo del mapa. Revisemos un ejemplo reciente. El rector de la universidad, Juan Carlos Dib Díazgranados se vio obligado a renunciar debido a amenazas de muerte recibidas. Curiosamente, la comunidad (en general) respaldó la gestión de Dib, e incluso llegó a publicar anuncios en diarios de circulación nacional, rechazando esta vileza. Probablemente el resultado es que llegue una persona que les agrade un poco más a los corruptos y a los violentos. Recordemos que el presupuesto que se maneja en una universidad como la del Magdalena, es bastante grande, y las “tajadas” que puedan de allí obtenerse, podrían ser significativas.

En otro caso, el cáncer ha llegado a la boca y no al cerebro, como en el caso anterior. Qué problema el que se ha generado debido a las intervenciones de estudiantes (¿?) encapuchados en la Universidad Distrital. El asunto tiene tanto de largo como de ancho, y finalmente se ha reducido a si esto constituye una apología al terrorismo o si es el ejercicio de la libertad de expresión. El rector de la universidad señala que no se puede oponer a la realización de actos que no se encuentren prohibidos, y utilizar capuchas no es ilegal. De otra parte, quienes denunciaron los hechos consideran inconcebible que se toleren esta serie de actos en una universidad. Personalmente, considero que nadie puede ser estigmatizado por sus convicciones, al menos no en una democracia. Cuestión diferente es que se instigue al delito pues esto ya entra dentro del ámbito de lo prohibido. En un país tan polarizado como Colombia, estas discusiones probablemente no permitan encontrar soluciones sólidas concertadas, porque involucran apasionamientos que son lógicos, pero que desconocen en parte los mismos principios que se dicen proteger por nuestra Constitución. Sin embargo, es claro que la universidad, por ser autónoma, puede perfectamente prohibir una serie de comportamientos que puedan trastornar el ambiente académico, sin que con ello se esté coartando la libertad de expresión. Expresarse es válido y opiniones puede y debe haber en varios sentidos. La democracia es ese juego, un juego de universalidad.

Estos ejemplos son solo algunos de los que diariamente se encuentran en las universidades colombianas, y a pesar de que se han detectado los orígenes de este cáncer, nada se hace. Los perjudicados somos todos, pues el conocimiento ha pasado a un segundo plano, y la preparación integral del estudiante se está viendo supeditada a paradigmas de terceros que en muchos casos, no conocen a fondo las problemáticas de los universitarios, foco vital de una sociedad en vía de desarrollo.
-->

lunes, 15 de septiembre de 2008

Merecimientos y justicia en los galardones

Definitivamente el concepto de justicia no solamente falla en materia jurídica. Las justicia, al parecer, escasea en casi todos los ámbitos. Desde 1992, cuando la entonces reina colombiana, Paola Turbay, nos emocionaba con una posible corona en Miss Universo, el jurado decidió que ella debía ser virreina y no reina. En 1993, cuando además de haber celebrado un histórico 5-0 sobre Argentina esperábamos los colombianos conquistar la corona del certamen con la representación de Paula Andrea Betancur, nos quedamos nuevamente con el virreinato. La tercera es la vencida solemos decir los colombianos. ¡Pues no!

Al año siguiente, con la representación de Carolina Gómez, nuevamente obtuvimos un fenomenal segundo lugar. Ese fue el mismo año en que el defensor colombiano Andrés Escobar, un verdadero caballero del deporte, moría abaleado por haber cometido el crimen de marcar un autogol en un mundial que fue desastroso para nuestro país; el mismo año en que se descubrió que nuestro recién electo Presidente de la República (Ernesto Samper Pizano) había sido financiado en su campaña por los carteles del narcotráfico, y a pesar de existir pruebas al respecto, posteriormente se cesó cualquier procedimiento en su contra, en otras palabras, lo absolvieron sin llegar a juicio.

Ejemplos como los de atrás nos permitirían asegurar que definitivamente el concepto de justicia estaba completamente desdibujado. No me atrevo aquí a decir que las tres reinas colombianas merecían ser Miss Universo, pero es claro que al menos una o dos de ellas sí lo merecían (revisen puntajes, preguntas del jurado y simplemente miren a las dos finalistas, los tres años). Se especuló mucho acerca de los motivos por los cuales se les otorgó el segundo puesto, y no el primero. Entre los más populares de los esgrimidos por aquella época eran las motivaciones políticas. No era muy popular darle la corona a la representante de un país que brillaba por el narcotráfico, la corrupción y la violencia. Nunca se sabrá si esto fue así o no. Respecto de Andrés Escobar, en cambio, la justicia por propia mano resurgió. Fue una perfecta pena de muerte como consecuencia del delito de autogolismo. La justicia jurídica… callada. El caso del entonces Presidente Samper no fue muy diferente. Fueron 4 años de defender una elección, a costa del pueblo, y los acusadores… callados.

Se preguntarán por qué volvemos quince años atrás, si existe el famoso refrán del filósofo Daddy Yankee: “Lo que pasó, pasó…”. El problema es que actualmente estamos viviendo las mismas situaciones que hace 15 años, y los parámetros de justicia siguen siendo igual de irregulares. Veamos: El Presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, está siendo investigado por haber negociado la reelección, y aunque todo indicaría que fue así, la respuesta aparente de la justicia va en otro sentido. Otra vez, quedamos con un decorosísimo segundo lugar en Miss Universo, sin explicaciones más o menos serias al respecto. De pronto merecíamos perder, o de pronto simplemente era más conveniente tener contento a los venezolanos que a los colombianos.

Sumémosle un ingrediente adicional, que considero el foco central del problema. Todo el mundo, entendido como Estados que componen la comunidad global, está igual. Rusia ataca a Georgia sin ninguna razón aparente, aunque argumentando la defensa de la justicia. Bolivia se encuentra en una crisis interna que amenazaza con despedazar ese Estado. Además, hay expulsiones mutuas de embajadores norteamericanos, venezolanos y bolivianos, por ser todos personas non gratas. Mientras tanto, las elecciones norteamericanas se están decidiendo por si Sarah Palin es buena madre o no, contrastado frente a si Barack Obama es más o menos patriota que los republicanos. Los juegos olímpicos fueron duramente cuestionados por las paupérrimas decisiones de los árbitros, que claramente favorecieron a unas delegaciones por encima de otras. Ingrid Betancourt fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, y ha sido nominada por Chile para un posible Nobel de Paz.

Yo me pregunto: ¿qué ha “hecho” Ingrid Betancourt para merecer este premio? ¿Estar secuestrada? Entonces el hijo del Profesor Moncayo se lo merece más, pues ha durado más tiempo en cautiverio, y también es un símbolo de la lucha contra el terrorismo. ¿Cuál es el factor diferenciador? Si lo que diferencia a uno de otro es el poder político detrás de Ingrid Betancourt, el premio debería otorgársele bajo otra categoría. No sería ya el Nobel de Paz, sino el Nobel de Conmoción Internacional. Es tan justo ese nombramiento, como el de los notarios a nivel nacional, que curiosamente, casi siempre son familiares muy cercanos de importantes políticos.

Actualmente se discute en materia del paro judicial, si los concursos de méritos deben suspenderse, eliminarse o incrementarse. Las negociaciones buscan que se limiten o se eliminen, porque la justicia de las pruebas de conocimientos no son indicadores de lo que hace a un buen juez –dicen ellos– así como las pruebas de ICFES tampoco son dicientes acerca de la capacidad intelectual de una persona. Tal vez tienen razón. Tal vez es mejor simplemente estar bien conectados, y no demostrar sapiencia jurídica. Tal vez es más importante parecer aplicado, que serlo. No lo sé.

Lo que sí resulta absolutamente repugnante, es que nuestra Príncipe de Asturias y futura Nobel de Paz (probablemente) no ha “hecho” nada extraordinario por la paz, ni de Colombia, ni del mundo, ni de su hogar siquiera. Bajo ese entendido, no puedo dejar pasar desapercibido que este show publicitario que se ha montado a su alrededor, con visita al Sumo Pontífice (que incluyera a su señora madre, que no dio muestras fehacientes de buscar la paz con el Gobierno, aún estando su hija liberada), a los gobiernos de toda Europa y a varias cadenas de televisión, no ha generado en el pueblo colombiano una sensación de búsqueda de paz.

La pregunta que surge entonces es, ¿cuál es el concepto de justicia que estamos manejando en el mundo, que lleva a esta seguidilla de incoherencias, y que parece no cambiar? La verdad es que no lo sé. Conceptos de justicia hay muchos, y discusiones sobre ello hay muchas más. Si revisamos a Rawls, a Aristóteles, así como a otro sinnúmero de autores que manejan el tema, veremos que la justicia, per se, es buena. Sin embargo, cuando la aplicamos, parece ser que no es buena, luego no es justicia. ¿Entonces, podríamos hablar que la justicia está en crisis? Si miramos la justicia desde la óptica del merecimiento, parece ser que sí. Revisemos las críticas a la justicia española, a la justicia colombiana, a la justicia mexicana. Revisemos a los jueces deportivos, la justicia de la Iglesia y la justicia educativa, y parece ser que no mejora mucho el panorama. Todos tenemos un concepto de justicia preconfigurado en nuestras mentes, y muchos creemos que la vida en sociedad debe regirse por ella. Sin embargo, el día a día demuestra que en realidad no es mucho lo que de ella aplicamos y vivimos pendientes de aplicar los postulados de Carneades –defensor de la injusticia, o mejor, crítico acérrimo de la justicia– con nuestros semejantes.

Los últimos tiempos nos han permitido observar de qué manera parece imposible llegar a la justicia. Curiosamente, todo discurso político, teórico, académico tiende a abrazarla y no dejarla ir, pero cada vez que nos encontramos con la diosa Justitia al frente nuestro, le huimos y luego la despedazamos. Si no es así, que por favor alguien me explique cómo es posible que Ingrid Betancourt, que debió huir de Colombia, cuyo matrimonio se desbarató, cuya madre hizo hasta lo imposible por acabar con el Gobierno que intentaba rescatar a su hija, y cuya lucha por los secuestrados de Colombia no se ha visto desde que emigró, cómo ella puede ser merecedora del premio Nobel de paz. Dicen los teóricos que sin justicia es imposible la paz. ¿Es Ingrid (y lo que ella representa) sinónimo de justicia y de paz?

Parece ser que la iniciativa de propuestas por el premio Nobel de paz cada vez adquiere criterios de definición parecidos a los de los premios Oscar, en donde quien gana es quien hace papel de loco, de retrasado mental, o quien ha sufrido un problema en su vida que ha generado traumas de largo plazo. Desde la muerte de Heath Ledger, ya se le pedía como ganador de Oscar (aunque en eso estoy absolutamente de acuerdo), sin embargo, debemos reflexionar seriamente acerca de si los parámetros de justicia que promulgamos al mundo son objetivos, o no. Por el momento, el mundo gira, la justicia cada vez más parece un supuesto teórico como de los que se valen los economistas para estudiar los mercados, y no tanto un objetivo inmediato para la realidad de nuestras respectivas sociedades.
-->

viernes, 12 de septiembre de 2008

Complemento a "Una crítica poco sana a la sana crítica"

Complemento al ingreso de ayer titulado "Una crítica poco sana a la sana crítica" (extraído de http://palosa.blogspot.com/ y que aparece el día de hoy en El Espectador). Un verdadero picotazo a cuatro manos.





¿Será que el caricaturista, la Gaviota y el exmagistrado estamos todos interpretando mal nuestra justicia?
-->

jueves, 11 de septiembre de 2008

Una crítica poco sana a la sana crítica

Basándome en un juego de lógica, que conocí hace mucho tiempo, me he propuesto modificar el ejemplo original que trae el libro Juegos de Ingenio, de P. Vives. (Ediciones Martínez Roca : Barcelona), que siempre me ha parecido interesante, y que puede ser utilizar para introducir el tema que trataré el día de hoy. El ejemplo no es equivalente al original, pero nos pone a pensar respecto de un problema jurídico importante al que nos estamos enfrentando en Colombia.

Supongamos que en nuestro mundo imaginario, existen dos clases de jueces. De una parte, están los jueces rectos, es decir aquellos que siempre acatan la ley, defienden la verdad y los parámetros de justicia y que no se dejan llevar por sus prejuzgamientos apasionados. De otra parte, están los jueces torcidos, es decir aquellos que dicen acatar la ley y no lo hacen, para quienes el parámetro de justicia es el que ellos mismos se trazan, y que siempre tienden a justificar sus pronunciamientos prejuzgados, para aparentar rectitud, es decir, que siempre mienten.

En este estado de cosas, llega un fiscal investigador a un café donde se encuentran tres de ellos tomando café. La música está a niveles elevados, lo que impide que pueda escuchar muy bien, y le gustaría averiguar cuáles de nuestros tres jueces son rectos, y cuáles son torcidos, porque no ha podido diferenciarlos con claridad. Procede a formular la misma pregunta a los tres. Pregunta nuestro fiscal: “¿Usted es un juez justo?”. En el caso de los primeros dos jueces, no puede escuchar la respuesta el fiscal por que la música es demasiado fuerte. En un momento en que se ha terminado la canción y va a empezar a sonar la siguiente, alcanza a escuchar al último que dice: “Ellos dos dicen que son justos, pero en realidad son torcidos.” El fiscal, satisfecho con la respuesta, sale del café y se va a trabajar. La pregunta que surge es: ¿Cuál de los jueces es recto y cuál es torcido? Es importante recordar que los torcidos siempre mienten y los justos siempre dicen la verdad.

Mientras encuentran la correspondiente respuesta lógica, me gustaría hacer referencia a un ingreso que encontré en el blog llamado Certidumbres e inquietudes, una página que es dirigida por un exmagistrados de la Corte Constitucional colombiana, José Gregorio Hernández Galindo. En su más reciente ingreso, titulado “¡Ojo a las pruebas!”, Hernández Galindo procede a realizar una crítica a la forma en que los funcionarios (él específicamente hace referencia a los fiscales, jueces y procuradores) valoran las pruebas, dentro de los procedimientos de los cuales tienen conocimiento. Básicamente, su postura es que están valorando mal las pruebas, porque no están confrontándolas entre sí, y se les otorga más o menos valor conforme a meras apreciaciones subjetivas, o sin aplicar lógica (como la que debimos aplicar para averiguar la respuesta al ejemplo propuesto).

Considera Hernández Galindo, que la indebida valoración de las pruebas genera poca confianza en el sistema de administración de justicia, y que ello no puede enmascararse detrás del concepto de la autonomía funcional –que desde su punto de vista, el cual comparto plenamente, ha sido mal entendida– porque son dos conceptos diferentes y diferenciables. Concluye él que la justicia está improvisando y que, peor aún, está desconociendo la lógica.

Hace un par de días, cuando me referí al paro judicial colombiano, recibí un comentario de Jorge, quien me reclama ser ofensivo y poco justo con la actividad de los jueces colombianos. Acepté las críticas, porque precisamente de eso se trata este escenario, de un debate sano que confronte posiciones. Sin embargo, considero yo, la investidura de juez o de fiscal, o de procurador, o de Ministro, o de Presidente, o de “honorable”, por sí mismo no justifica la decisión. La famosa batalla de las investiduras, y la compra de indulgencias, son momentos históricos que debimos afrontar (me refiero a la raza humana) en la Edad Media, y que se creyó superado hace mucho tiempo.

Sin embargo, la pregunta que surge hoy es la siguiente. ¿Realmente nuestros operadores jurídicos están aplicando la sana crítica al momento de adoptar sus decisiones? Si le preguntamos al exfiscal Ramiro Marín Vásquez, probablemente diría que en sus casos sí, pero en el de otros (como por ejemplo el Vicefiscal Guillermo Mendoza Diago) no. Sin embargo, si le preguntáramos a Mendoza Diago, probablemente daría la misma respuesta. Se parece un poco la situación a un ejemplo “hipotético” que puede sonar familiar.

He escuchado a un sector de abogados conocidos, de respetable recorrido, señalar que el problema radica en que ya no saben interpretar. Mejor dicho, no manejan las reglas de interpretación, que están allí y siempre han estado. Revisando muchas decisiones recientes, parece ser que tienen razón. Otros dirán, que el problema no radica en la interpretación de las normas, sino en la indebida argumentación jurídica de los funcionarios, que recurren a toda clase de falacias argumentativas, creyendo que están argumentando impecablemente. Hernández Galindo hace referencia a la indebida valoración de las pruebas. Es decir, que no se están aplicando las reglas de la sana crítica, y más bien se ha reemplazado por un verdadero remate de finalización de temporada, como hacen los almacenes de cadena, que terminan ofreciendo promociones llamativas para que compremos más de algunos productos y menos de otros.

Se ha popularizado en nuestro medio, y gracias (o por culpa) a los medios de comunicación, la existencia de carteles de testigos. El problema no es que los carteles de testigos existan, sino que existen funcionarios que creen que su palabra es la verdad sabida, y ni siquiera dudan de su contenido. Para utilizar términos cotidianos, dirían nuestros funcionarios que han realizado una exposición espontánea y coherente y que por ello merece darle credibilidad al contenido del testimonio. No miento. Así ocurre en muchísimos casos. Por eso es que muchas veces cuestiono severamente a nuestros “honorables”, que adelantan procesos con fundamento en testimonios de individuos que a su vez están siendo procesados, y en donde el único factor de discernimiento es la impresión de sensatez que ostente el testigo. Yidis dice que dice la verdad, y los funcionarios investigados dicen que miente voluntariamente, o porque está demente. El caso es que el posible resultado de estos casos derive de si le creemos más al Ministro perverso –o al perverso Ministro–, mejor, o a una persona que quiere reivindicarse con la verdad, después de haberla maltratado, y que por eso merece credibilidad.

El tema se torna aún más complicado si miramos casos como el del Presidente Uribe contra el Magistrado Valencia Copete, en el que ambos juran que dicen la verdad y que los ataques contrarios son obra y gracia de un maquiavélico plan en su contra. Error. Maquiavelo era práctico y bastante táctico. A lo sumo, se trata de una simple y vil estratagema de descrédito. ¿Cómo resolver el caso entre un Magistrado infalible y un Presidente intocable? La respuesta correcta es, en derecho, pero lastimosamente, esa opción la eliminaron del brochure. Cualquier cosa podrá ocurrir, y seguramente nos veríamos enfrentados a un pronunciamiento como el de nuestro Fiscal General de la Nación, que menciona que todos, incluyéndose a él mismo, han sido engañados por todos, y ya.

La historia se está repitiendo. La Constitución no dice lo que realmente dice la Constitución. Las reglas de juego sobre las que se funda el juego democrático, no son intangibles mientras que el juego es variable, sino que cambiamos las reglas de juego para que se acomoden al juego concreto. Las normas reglamentarias que interpretan la ley, hoy pueden decir todo lo contrario a la ley que las funda, y se justifica la posición porque la ley le dio facultades interpretativas a un funcionario de la administración pública. Los fiscales se valen del carácter secreto de sus expedientes, no para montar un buen caso contra la defensa, sino para que el denunciante no pueda ejercer ninguna clase de control sobre su autónoma labor.

En un anterior ingreso, referencié el Tratado de la República de Cicerón, donde él defendía la justicia como el criterio orientador de todo buen gobernante (entendiéndolo en sentido amplio). En ese mismo texto, el autor parte de algo que para él era muy claro. Libertad no es sinónimo de licencia. Kant restringía la libertad de las personas hasta el momento en que se ingresara a la órbita de los derechos de otras personas. Kelsen se refería a la norma fundante como fuente de legitimación de los actos subordinados.

El problema al que nos enfrentamos actualmente es que nuestros operadores jurídicos parten de una contradicción lógica bastante simple, pero profundamente dañina. En efecto, los jueces en sus providencias, únicamente están sometidos al imperio de la ley –y de la Constitución– el problema radica en que cuando la Constitución es lo que la Corte Constitucional dice, por recordar lo que alguna vez manifestó el hoy exmagistrados Hernández Galindo– y la ley es lo que el juez dice que es, entonces nos encontramos con que el juez únicamente está sometido al imperio de sí mismo. Bajo ese entendido, entonces, nuestros jueces torcidos y rectos siempre serían justos, porque su actuación únicamente podría ser evaluada bajo sus propios preceptos, y no bajo criterios objetivos de sana crítica, de interpretación razonable y de argumentación jurídica. Parece inconcebible que estos puntos, que son lo primero que se le enseña a un estudiante de derecho, sean lo que tienen en crisis la administración de justicia en nuestro país.

Ya en su momento lo mencionó el autor Julio de Zan en su obra La ética, los derechos y la justicia, valiéndose de una cita de B.L. Shientag:

Este sentido popperiano del falibilismo de la razón no es extraño por cierto a la literatura de la teoría del derecho, pero tien que hacer todavía probablemente mucho camino en la conciencia y en la práctica de los jueces. “El juez que, antes de escuchar un caso , tiene la conciencia de que todos los hombres piensan con determinados prejuicios y pueden ser engañados por sus preferencias, tiene mayores posibilidades de hacer un esfuerzo conciente para lograr mayor imparcialidad y desapasionamiento que aquel que se cree que su elevación al tribunal lo ha transformado de una sola vez en el instrumento deshumanizado de una infalible lógica de la verdad” (Pg. 109 - Ed. Konrad Adenauer - 2004).

En otro momento nos referiremos a otros elementos importantes que aporta este autor. Por ahora, conviene revisar si en efecto nuestra sana crítica es sana, o al menos si siquiera es crítica. Por el momento, Hernández Galindo y yo parecemos estar de acuerdo en que no parece ser así. Mientras tanto, intentemos rescatar algo de la lógica para averiguar cuales de nuestros tres jueces son rectos y cuales son torcidos.
-->

lunes, 8 de septiembre de 2008

Algunos reparos sobre el paro judicial

Antes de iniciar mi humilde análisis respecto del paro judicial, me gustaría que los lectores se pregunten, como debí hacerlo yo antes de abordar el tema: ¿Saben cuánto ganan los Magistrados de las Altas Cortes, los Magistrados de Tribunal, los Jueces de diferente nivel? Evidentemente, no deben ustedes responderme a mí esta pregunta, aunque en mi caso, revelo mi respuesta personal: ¡No tenía la menor idea!

En esta oportunidad, iniciamos con un autopicotazo, porque debo aceptar que no he tenido compasión de nuestros operadores jurídicos, pero tampoco me había puesto en lugar de analizar la situación de aquellos de manera integral. Es decir, estaba picoteando, con fundamento en supuestos. Sin embargo, no quiere ello decir que he estado equivocado en criticar ácidamente el actuar de jueces y fiscales en el país, porque bien merecido lo tienen. De hecho, cualquier lector podrá revisar los comentarios que se han dejado consignados en los páginas de Internet de los principales diarios del país, en relación con el paro judicial, y probablemente encontrarán un sinnúmero de comentarios contra los administradores de justicia, señalándolos de corruptos, aventajados, inoperantes y buenos para nada. Todo esto, en el mejor de los casos.

La verdad es que mis sentimientos internos y personalísimos acerca del proceder de nuestros jueces, no son muy diferentes de lo que perciben los participantes de esos foros de discusión. Sin embargo, esa es mi posición visceral, mas no puede ser una posición argumentada y medianamente objetiva sobre el tema. Me consta, por personas allegadas a ese medio, que en muchos despachos les toca trabajar con lo que se pueda. Reciclar papel carbón, pagar papel de sus propios bolsillos para poder trabajar, y traer sillas Rimax para poder celebrar las audiencias programadas, porque no hay donde sentar a los testigos, ni a los abogados, ni a nadie. Me refiero a los despachos que no han sido tocados por el show de la oralidad, con salas de audiencia que generan algo más de presencia, con jueces togados que regañan el doble, y con micrófonos que obligan a sacar lo más dramático de las intervenciones de los abogados. En estos últimos, casos, lo desastroso viene es por otro lado.

Regreso a mi idea inicial. ¿Sabemos cuánto ganan nuestros “administradores” de justicia? Si revisan cualquier motor de búsqueda, entran a la página del Consejo Superior de la Judicatura, no es probable que encuentren la respuesta a sólo un click de distancia. Si ingresan al portal de Notinet, uno de los más reconocidos en Colombia, se darán cuenta que la información completa sobre lo que usted desee, en realidad no es tan completa. Curiosamente, las normas al respecto no están. Sin embargo, no digo que sea imposible de conseguir la información, sólo que toma bastante tiempo y no es fácil ubicar las fuentes. Curioso para un Estado en donde supuestamente rige el principio de publicidad, donde la transparencia es la regla general y donde la igualdad, equidad, imparcialidad y otros tantos principios rigen la función pública.

Vamos con los datos: Un Magistrado de la Corte Constitucional, de la Corte Suprema de Justicia, del Consejo de Estado y del Consejo Superior de la Judicatura gana la modesta suma de $18´949.000 (Revisar el artículo en colombiaparatodos.net ), que actualmente equivale a unos US$9.285 aproximadamente. La distribución entre primas, gatos de representación, salario básico y demás artilugios jurídicos no interesan aquí. El punto es que eso es lo que ganan nuestros “honorables titulares”. Nuestros “honorables” auxiliares y los Magistrados de Tribunal devengan el equivalente al setenta por ciento (70%) de lo que devengan los “honorables” titulares, es decir, algo así como $13´264.300 (Decreto 4040 de 2004). Sin embargo, el Decreto 944 de 2005 derogó la norma anterior y fijó una bonificación fija para los “honorables” auxiliares de las Altas Cortes, así como para los “honorables” de Tribunal, en una suma de $3´197.202, siempre y cuando no se hubiere optado por el régimen anterior.

En otras palabras, no tengo la menor idea cuánto ganan. Mi mejor aproximación es lo que consta en el Decreto 4040 de 2004. Sin embargo, como inquietud, les dejo la tarea de revisar el Decreto 2720 de 2001, para ver qué piensan. El salto económico sería grande. Estos decretos, sin embargo, no salen de la nada. Ellos cobran sustento en la Ley 4ª de 1992, que establece los lineamientos que debe seguir el gobierno en materia de remuneración de los servidores públicos.

Ahora, vamos con los “subversivos esos”, es decir, con los jueces que son “Doctores”, pero no son “honorables”. Un juez del circuito especializado, de acuerdo con lo previsto por el Decreto 2720 de 2001, gana $3´803.753 y el Decreto 617 de 2007 prevé una tabla de remuneración que maneja una lógica diferente para cada funcionario, según su grado. Bajo ese entendido, entonces, parece claro que un juez del circuito gana entre 4´500.000 y $5´000.000. Es decir, ganar aproximadamente un 25% de lo que gana un “honorable” Magistrado titular.

Bajo ese entendido, se pregunta uno por qué los Magistrados, el Gobierno y el Congreso, que no dejan de hacer reajustes salariales en su beneficio todos los años, declaran ilegal el paro de los funcionarios que tienen una diferencia de remuneración tan escandalosa como lo hemos planteado atrás, y condenan a los funcionarios que se niegan a trabajar en esas condiciones. Dirán algunos, y con razón, que la gran mayoría de los colombianos devenga ingresos por debajo de los de los jueces. Es cierto. Sin embargo, el cargo de juez es un cargo de inmensa responsabilidad, porque ante él (o ella) se debate el ordenamiento jurídico día a día, se discuten derechos, se imponen condenas y se resuelven conflictos –bien o mal resueltos– lo que implica que la seriedad del cargo implica que deben estar allí los mejores.

De mis conocidos en el medio, no conozco sino a una persona que le interesaría Juez de la República. A algunos les llama la atención ser Magistrados, pero jueces no. La verdad, los entiendo. Con una remuneración de ese nivel, ante tanta responsabilidad, no justifica correr el riesgo de echar por la borda toda una carrera profesional. Es principio laboral que a mayor responsabilidad, mayor salario. En nuestro caso, parece ser que no es así. Ahora encuentra uno una razón adicional para estar escribiendo en estas tribunas virtuales, desahogándose contra las necedades o las injusticias de los jueces. La verdad es que muchos de los que allí están, no deberían estar allí. Estoy seguro que con remuneraciones adecuadas al nivel de responsabilidad que manejan, que no sean tan descaradamente desproporcionadas con la de nuestros “honorables” seguramente la justicia no tendría que ser “administrada” sino simplemente “impartida” por parte de buenos abogados que vean en la Rama Judicial una verdadera esperanza de alcanzar un futuro profesional promisorio.

Los “subversivos esos”, no me cabe la menor duda, no son los mejores abogados del país, y no están ni cerca, pero sí son los que le deciden las controversias a los mejores abogados del país, lo que lleva a que el juez sea una persona manipulable por las apariencias de grandeza de algunos, y que por el contrario, manipule y desprecie a quien en principio no parece ser un abogado digno. Es decir, eso lleva a que nuestros jueces no sean imparciales, y que “administren” la justicia en vez de impartirla. Son ellos los que nos definen la suerte a millones de colombianos todos los días. Por eso es que cuando uno recuerda las clases de derecho procesal, según las cuales los asuntos de derecho no son objeto de prueba, toda vez que el juez es perito en derecho, genera un incontrolable ataque de risa, recordando que muchos de los peritos no son jueces y muchos de los jueces no son peritos.

Mientras tanto, el paro sigue, los Magistrados callan, y el Gobierno actual debe asumir la irresponsabilidad que viene desde 1992, y que hoy hace que nuestros compatriotas entres a los foros virtuales e insulten a los jueces que cesaron actividades, por ser unos vagabundos buenos para nada, y buscapleitos. Un favor adicional solicito. Agradezco que quienes posean una mejor información que la poca a la que pude hacerme para ilustrar mi punto, la compartan con nosotros para enriquecer la discusión y poder sopesar los puntos de vista que puedan surgir.
-->

sábado, 6 de septiembre de 2008

El Monopoly norteamericano II

Se están lanzando los dados. Las fichas cambiaron y ya no estamos haciendo referencia al zapato y al carro, recorriendo las calles norteamericanas. Por el contrario, hacemos referencia a un burro y a un elefante. Ambos muy patriotas, pero ambos con ganas de adueñarse del tablero. Para quienes no leyeron “El Monopoly norteamericano”, los contextualizo. Gaviota hace referencia a la campaña presidencial norteamericana, que parece ser más un juego de Monopoly (o Monopolio) que una simple agenda por darle el conocer el programa presidencial al pueblo americano. En ese momento, analizamos la superficialidad con que se analiza el tema en Colombia, y en ciertos puntos específicos, nos referimos al discurso de aceptación de la candidatura demócrata por parte de Barack Obama.

Eso fue hace algunos días, cuando el primero en lanzar los dados fue Obama, quien está jugando con el burro. En estos momentos, el equino se encuentra con su vista puesta en Ohio, Pennsylvania y Florida, que se encuentran al final del tablero. Sin embargo, a diferencia de los colombianos, que nunca vemos los “elefantes” que se nos van presentando periódicamente, el burro sabe que el camino es largo y es importante conquistar el mapa Estado por Estado. Para efectos de entender un poco a lo que me refiero, recomiendo que visiten la página http://www.270towin.com/ donde van a ver este bonito panorama. Eso sí, advertencia: a diferencia de lo que ocurre en Colombia, los rojos son los conservadores (republicanos) y los azules son los liberales (demócratas).

Sin embargo, McCain contó con una ventaja y una desventaja. Ambas resultan importantes. En primer lugar, la desventaja: La convención republicana era después de la convención demócrata, por lo que el discurso que diera McCain sería medido por aquel que diera Obama días antes. Esto, implica un problema importante para el señor del elefante, porque es verdad sabida que el burro es mucho más carismático que el elefante. Al menos eso dicen los medios de comunicación, y en ese sentido –por fin uno!– Gaviota está de acuerdo. Obama sería medido por el contenido de su discurso, y McCain sería medido por su discurso y por el de Obama, lo que resulta problemático.

La ventaja: McCain contó con tiempo suficiente para preparar un discurso fuerte que se aprovechara de los vacíos que dejó Obama, que pudiera enfatizar las contradicciones o incoherencias de los demócratas, y demostrar entonces por qué su programa es más conveniente y mucho más viable. Adicionalmente, tuvo la posibilidad de reforzar aquellos puntos en que su programa es más fuerte que el de Obama y sacarlo a la luz pública.

Pues bien, el pasado jueves le llegó la hora de jugar a nuestro amigo el elefante. Cogió los dados McCain y puso a andar su ficha. Sin embargo, parece ser que mientras él vio salir un 6-6, los demás vieron un 4-3. A eso, debemos sumarle que esta semana el elefante ha sido criticado inmensamente por la elección de su fórmula vicepresidencial. La pelea ya ha adquirido los previsibles tonos personalistas y en ese sentido, parece ser que va a perdurar este tono durante un buen rato, e incluso se irá acentuando a medida que vayan finalizando las campañas. Como resultado de todo esto, a McCain le regalaron una tarjeta de “váyase directamente a la cárcel”, incluso antes de haber iniciado formalmente la campaña. Obviamente, la desventaja se ha ido acrecentando y de no lograr salir de allí rápidamente, puede darse por perdido.

Más allá del análisis resultadista, conviene referirnos un poco al contenido mismo del discurso, para efectos de vislumbrar qué impacto puede tener para Colombia. Recordemos que desde hace bastantes semanas se ha dicho en el país que le tenemos que jugar al elefante y no al burro, porque el primero nos va a aprobar el TLC cuando pase por salida. Sin embargo, poco o nada se refirió McCain a Latinoamérica, y si lo hizo, fue de manera genérica. Básicamente, argumento que existen países a los que Estados Unidos les brinda importantes recursos en dinero, y que al parecer “no quieren mucho” a los Estados Unidos. Su propuesta: dejar de invertir en esos países. No dijo, con posterioridad a eso, que reinvertiría en los países que sí los quieren, aunque puede ser objeto de una asunción que no parece demasiado reforzada. Visto desde este punto de vista, nos convendría la estrategia anunciada.

Otro punto importante que destacó en su discurso, es que continuaría con la política en medio oriente. De hecho, señaló que preferiría perder las elecciones a perder una guerra, y dejar que las vidas de norteamericanos cobradas en esas guerras carecieran de significado. Al parecer, esta idea no es popular, cuestión que aceptó cuando dijo que él en su vida política había adoptado las posiciones que debían ser adoptadas, a pesar de que no fueran muy populares. Tampoco sería muy popular, agradecer a George W. Bush por su importante gestión en la Casa Blanca, aunque era obvio que como candidato republicano, debía en cierta forma respaldar la gestión de otro republicano. Sin embargo, este saludo al Presidente fue breve y no se volvió a referir a él. No obstante, parece ser que desde ese punto de vista, al elefante le va a tocar correr con tres pies.

Gran parte del discurso se refirió al tema de liderazgo, visto desde el punto de vista de la educación, de la economía y del desempleo. En desarrollo de cada tema, dejó ver que su posición sería absolutamente firme en el sentido de la necesidad de intervención del Estado en estos asuntos, criticando de paso a Obama por supuestamente querer delegar asuntos importantes a sindicatos o a burócratas. Entre cada uno de los temas, aprovechó para mostrar cómo su hoja de vida habla por sí sola en materia de liderazgo, y recordó anécdotas de su vida que constatan su firmeza de carácter. En este punto, parece evidente que no se discute su liderazgo ni su firmeza, como sí ocurre con Obama a quien se le ha criticado posiciones ambivalentes en ciertas políticas que plantea.

Existe un punto en común en el tono de ambos discursos, enfocados primariamente a la resurrección del estilo de vida norteamericano, aunque desde dos ópticas diferentes. Con McCain, queda claro que quiere recuperar el liderazgo norteamericano, invitando al pueblo a que “luche” con él para lograr los objetivos que requiere el pueblo americano, pero dejando claro que el Estado será agente activo en la consecución de ese objetivo.

En consecuencia, poco o nada se puede extractar de las implicaciones de Colombia en su discurso, aunque no se puede perder de vista que McCain vino directamente a ofrecer su apoyo a Colombia, en visita realizada hace poco tiempo. En consecuencia, parece ser que la posición del paquidermo es seguir contando con Colombia como su principal aliado en esta zona del hemisferio, aunque no se tenga mayor claridad al respecto. Mientras tanto, el tablero sigue adquiriendo colores, y si bien el mapa se ve más rojo que azul, el burro se está concentrando en adquirir las propiedades que generan más rentabilidad para empezar a construir sus casas y hoteles, que a su vez le podrán dar el capital político suficiente para seguir coloreando el mapa de azul. El elefante, deberá encontrar la forma de poner en funcionamiento su cuarta pata, para poder así empezar a acaparar espacio y responder a la ofensiva iniciada por el burro.

Puede haber crisis hipotecaria en Estados Unidos, pero ninguno de los jugadores de esta versión de Monopoly 2008 quiere dejar pasar la oportunidad de comprar para empezar a construir con rapidez, mientras intenta “quebrar” al oponente para cambiar un poco los colores del tablero como los conocemos hoy. Mientras tanto, en Colombia seguirmos preocupándonos por si el esposo de Palin fue arrestado por tomar cerveza o Whisky. De no empezar a medir las consecuencias de las campañas, podremos recibir de regalo una tarjeta que nos obligue a retroceder tres espacios, o a perder el tuno.

** (Imágenes tomadas de www.iowaaflcio.org/news_07_03.htm) **
-->

miércoles, 3 de septiembre de 2008

La tutela y la seguridad jurídica

Hace algunos días leí algunos apartes del Manual de Derecho Penal de Zaffaroni (ARG), en el que hacía referencia a la importancia de que exista un saber científico que pudiere contener la tendencia de los Estados de convertirse en verdaderos Estados de Policía, que abusan de los derechos de los ciudadanos, y tienden a reprimir cada vez más. Al desarrollar un poco el tema, este autor considera que el derecho penal debe propender por la materialización del Estado de Derecho, y principalmente por la seguridad jurídica.

Seguridad jurídica, dice Zaffaroni y en eso estoy de acuerdo con él, no es lo mismo que la predecibilidad de las providencias judiciales. Para desarrollar la idea, se vale de un ejemplo que es diciente. Si la administración de justicia de un Estado condena a pena de muerte por cualquier clase de delitos cometidos, independientemente de las causas, las atenuantes, las agravantes, las circunstancias particulares de los delincuentes, sus sentencias claramente son predecibles, pero no por ello se puede decir que se salvaguarda la seguridad jurídica.

Suficiente derecho penal, por ahora. Lastimosamente, por las circunstancias propias del día a día colombiano, me he visto obligado a ocuparme mucho de este tema, sacrificando otros asuntos tan aberrantes como los expuestos. Por ello, vamos a referirnos hoy a la acción de tutela colombiana. Para los lectores de otros países, vale la pena contextualizarlo como el equivalente a la acción constitucional de amparo en muchos otros países. La acción de tutela ha sido catalogada por muchos como el avance más significativo contenido en el texto constitucional aprobado por la Asamblea Nacional Constituyente en 1991. Para otros, ha sido la epidemia más nefasta que ha surgido en el mundo jurídico. La razón principal es que con ella se han presentado fallos polémicos que desconocen otros fallos, o en muchos casos se utiliza como atajo para no acudir a la justicia ordinaria. En otros casos, se ha utilizado como herramienta política, bajo el velo del derecho. Mi posición es intermedia, pues considero que la figura ha sido fundamental para el desarrollo del derecho colombiano y en busca de un país que sea un poco menos injusto. Sin embargo, la regulación constitucional fue pobre y se ha prestado para cualquier interpretación. Todo el que quiera interpretar lo puede hacer, y probablemente algún juez de la república va a considerar que esa es la interpretación adecuada. Es decir, no existe predecibilidad de las decisiones en materia de tutela.

Revisemos ahora tres escenarios actuales en los que tenemos de por medio la acción de tutela y su alcance. En primer lugar, recordemos que hoy ha sido noticia que el Presidente de la República, el Ministro de Hacienda, el Ministro del Interior y de Justicia y el Presidente del Consejo Superior de la Judicatura han conocido de la existencia de una providencia judicial en la que se ordena su arresto por 3 días, por desacato de un fallo de tutela. En efecto, el Tribunal Superior de Sincelejo profirió un fallo en el que se ordenó la nivelación salarial de 148 trabajadores de la Rama Judicial. El día de hoy, al parecer, la Corte Suprema de Justicia ha revocado la decisión, y alguno sectores se han pronunciado en el sentido de que el Tribunal no tenía competencia para ordenar arrestar al Presidente. Problema jurídico serio este, porque justificaciones constitucionales hay en uno u otro sentido.

Segundo escenario. El Consejo de Estado ha considerado que las sentencias judiciales proferidas por la Corte Constitucional son susceptibles de ser revisadas en acción de tutela. Días después, la Corte Suprema de Justicia, en su Sala Civil efectivamente procedió a revocar una decisión proferida por la Corte Constitucional, todo ello en virtud de una acción de tutela. El problema radica en que la Corte Constitucional es el máximo órgano de administración de justicia en materia constitucional, por lo que resulta cuando menos extraño, que proceda la tutela contra una sentencia proferida por esta Corte. Queda pendiente conocer el pronunciamiento de la Corte Constitucional en materia de revisión de esta tutela, aunque es previsible que la decisión sea la de excepcionar sus fallos en materia de ataque por vía de acción de tutela. Sin embargo, el debate está planteado, puesto que la Constitución nada dice al respecto, luego el problema adquiere un peligroso matiz de hermenéutica (interpretación) jurídica, que hoy en día, no es claro.

Tercer escenario. La acción de tutela como norma. En numerosas oportunidades, sobre todo en materia de salud, hemos observado que los jueces de tutela, y la Corte Constitucional han concedido la tutela de derechos fundamentales, ordenando practicar cirugías que no estaban contempladas en el POS (Plan Obligatorio de Salud). Reciéntemente, sin embargo, se ha producido un fallo polémico mediante el cual se ordena reestructurar el POS y cobijar una serie de procedimientos que no han sido inicialmente contemplados, modificando drásticamente los costos del sistema de salud. La situación anterior era tan crítica, que las mismas EPS (Entidades Promotoras de Salud) le recomendaban a sus afiliados acudir a la vía de tutela, para que se les practicaran los procedimientos exigidos, o se les suministraran los medicamentos formulados. Todavía no se conoce el impacto real que va a tener este pronunciamiento, pero sin duda la acción de tutela, se convirtió en una forma de legislación por el juez, que no ha logrado ser controlado o reglamentado.

Como se ve, la acción de tutela sin duda ha sido revolucionaria. So pretexto de salvaguardar los derechos de las personas, se ha sacrificado el carácter vinculante de decisiones judiciales, se ha promovido la vagabundería de algunas entidades que solo piensan en términos económicos, y adicionalmente se ha generado enfrentamientos entre las Altas Cortes, el Gobierno, el Congreso, y el sector privado. En consecuencia, la pregunta que surge es si realmente existe en la actualidad, en Colombia, un concepto de Seguridad Jurídica. Si lo miramos desde el punto de vista de Zaffaroni, la pregunta se tornaría más compleja porque una de las posibles respuestas es que se sacrifica la predecibilidad de las sentencias, pero se salvaguarda la seguridad jurídica. Resulta extraño.

Mientras se resuelve el debate académico que generan estos tres escenarios, por solo mencionar algunos, Colombia se encuentra ante la elección de 6 Magistrados de la Corte Constitucional, cuyos candidatos deben ser propuestos precisamente por el Presidente de la República, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. En Colombia siempre le ha encantado a los medios de comunicación referirse a las crisis institucionales como choque de trenes. Sin embargo, en este caso, no estamos ante un choque de trenes sino ante un verdadero jueguito de “carros chocones”. La particularidad es que tres de los “carritos chocones” se van a encargar de elegir al piloto de uno de los “carritos chocones” más representativo. La solución que se ha pretendido dar es crear un grupo de organizaciones (lideradas por ONG´s reconocidas) para verificar la transparencia en la elección de los Magistrados.

La pregunta angustiante que le surge a esta Gaviota es, ¿de qué sirve este proceso de transparencia en la elección, cuando sabemos que en Colombia no es posible disentir de ningún órgano judicial, o del Gobierno, o de ninguna institución de orden nacional, so pena de ser investigado por todas las entidades competentes –y otras que no son competentes pero igual investigan– y probablemente ser sancionado por alguna de ellas –o todas– so pretexto de estar desacatando fallos? Probablemente se diría que se está poniendo en riesgo la independencia judicial, o utilizarían cualquiera de esos argumentos de cajón que habitualmente se exponen en nuestro medio para demostrar su indignación y justificar el ataque.

Tal vez la solución a este problema sea que Gaviota proyecte una acción de tutela contra la elección que se haga de los Magistrados de la Corte Constitucional, argumentando que todos los actores involucrados en la elección se encuentran impedidos, lo que vulneraría mi derecho fundamental al acceso efectivo a la administración de justicia, a la tutela judicial efectiva, a la dignidad humana y a la igualdad. Esta tutela probablemente la presentaría al Consejo Superior de la Judicatura, de forma tal que pongamos a funcionar este “carro chocón”. Seguramente, para poder integrarse al baile, el Consejo Superior de la Judicatura me fallaría la tutela favorablemente y luego la Corte Constitucional tendría que pronunciarse sobre la elección de sus propios miembros. Conociendo a algunos de mis compatriotas, supongo que mi idea ya ha sido pensada por algunos defensores de la teoría del caos, de forma tal que prolonguemos este juego de “carritos chocones” un poco más, mientras que los espectadores internacionales compran boletas de palco y se preparan para presenciar el espectáculo. “Todo ello” –diría la demanda de tutela–, por la salvaguarda de la seguridad jurídica.
-->