lunes, 15 de septiembre de 2008

Merecimientos y justicia en los galardones

Definitivamente el concepto de justicia no solamente falla en materia jurídica. Las justicia, al parecer, escasea en casi todos los ámbitos. Desde 1992, cuando la entonces reina colombiana, Paola Turbay, nos emocionaba con una posible corona en Miss Universo, el jurado decidió que ella debía ser virreina y no reina. En 1993, cuando además de haber celebrado un histórico 5-0 sobre Argentina esperábamos los colombianos conquistar la corona del certamen con la representación de Paula Andrea Betancur, nos quedamos nuevamente con el virreinato. La tercera es la vencida solemos decir los colombianos. ¡Pues no!

Al año siguiente, con la representación de Carolina Gómez, nuevamente obtuvimos un fenomenal segundo lugar. Ese fue el mismo año en que el defensor colombiano Andrés Escobar, un verdadero caballero del deporte, moría abaleado por haber cometido el crimen de marcar un autogol en un mundial que fue desastroso para nuestro país; el mismo año en que se descubrió que nuestro recién electo Presidente de la República (Ernesto Samper Pizano) había sido financiado en su campaña por los carteles del narcotráfico, y a pesar de existir pruebas al respecto, posteriormente se cesó cualquier procedimiento en su contra, en otras palabras, lo absolvieron sin llegar a juicio.

Ejemplos como los de atrás nos permitirían asegurar que definitivamente el concepto de justicia estaba completamente desdibujado. No me atrevo aquí a decir que las tres reinas colombianas merecían ser Miss Universo, pero es claro que al menos una o dos de ellas sí lo merecían (revisen puntajes, preguntas del jurado y simplemente miren a las dos finalistas, los tres años). Se especuló mucho acerca de los motivos por los cuales se les otorgó el segundo puesto, y no el primero. Entre los más populares de los esgrimidos por aquella época eran las motivaciones políticas. No era muy popular darle la corona a la representante de un país que brillaba por el narcotráfico, la corrupción y la violencia. Nunca se sabrá si esto fue así o no. Respecto de Andrés Escobar, en cambio, la justicia por propia mano resurgió. Fue una perfecta pena de muerte como consecuencia del delito de autogolismo. La justicia jurídica… callada. El caso del entonces Presidente Samper no fue muy diferente. Fueron 4 años de defender una elección, a costa del pueblo, y los acusadores… callados.

Se preguntarán por qué volvemos quince años atrás, si existe el famoso refrán del filósofo Daddy Yankee: “Lo que pasó, pasó…”. El problema es que actualmente estamos viviendo las mismas situaciones que hace 15 años, y los parámetros de justicia siguen siendo igual de irregulares. Veamos: El Presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, está siendo investigado por haber negociado la reelección, y aunque todo indicaría que fue así, la respuesta aparente de la justicia va en otro sentido. Otra vez, quedamos con un decorosísimo segundo lugar en Miss Universo, sin explicaciones más o menos serias al respecto. De pronto merecíamos perder, o de pronto simplemente era más conveniente tener contento a los venezolanos que a los colombianos.

Sumémosle un ingrediente adicional, que considero el foco central del problema. Todo el mundo, entendido como Estados que componen la comunidad global, está igual. Rusia ataca a Georgia sin ninguna razón aparente, aunque argumentando la defensa de la justicia. Bolivia se encuentra en una crisis interna que amenazaza con despedazar ese Estado. Además, hay expulsiones mutuas de embajadores norteamericanos, venezolanos y bolivianos, por ser todos personas non gratas. Mientras tanto, las elecciones norteamericanas se están decidiendo por si Sarah Palin es buena madre o no, contrastado frente a si Barack Obama es más o menos patriota que los republicanos. Los juegos olímpicos fueron duramente cuestionados por las paupérrimas decisiones de los árbitros, que claramente favorecieron a unas delegaciones por encima de otras. Ingrid Betancourt fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, y ha sido nominada por Chile para un posible Nobel de Paz.

Yo me pregunto: ¿qué ha “hecho” Ingrid Betancourt para merecer este premio? ¿Estar secuestrada? Entonces el hijo del Profesor Moncayo se lo merece más, pues ha durado más tiempo en cautiverio, y también es un símbolo de la lucha contra el terrorismo. ¿Cuál es el factor diferenciador? Si lo que diferencia a uno de otro es el poder político detrás de Ingrid Betancourt, el premio debería otorgársele bajo otra categoría. No sería ya el Nobel de Paz, sino el Nobel de Conmoción Internacional. Es tan justo ese nombramiento, como el de los notarios a nivel nacional, que curiosamente, casi siempre son familiares muy cercanos de importantes políticos.

Actualmente se discute en materia del paro judicial, si los concursos de méritos deben suspenderse, eliminarse o incrementarse. Las negociaciones buscan que se limiten o se eliminen, porque la justicia de las pruebas de conocimientos no son indicadores de lo que hace a un buen juez –dicen ellos– así como las pruebas de ICFES tampoco son dicientes acerca de la capacidad intelectual de una persona. Tal vez tienen razón. Tal vez es mejor simplemente estar bien conectados, y no demostrar sapiencia jurídica. Tal vez es más importante parecer aplicado, que serlo. No lo sé.

Lo que sí resulta absolutamente repugnante, es que nuestra Príncipe de Asturias y futura Nobel de Paz (probablemente) no ha “hecho” nada extraordinario por la paz, ni de Colombia, ni del mundo, ni de su hogar siquiera. Bajo ese entendido, no puedo dejar pasar desapercibido que este show publicitario que se ha montado a su alrededor, con visita al Sumo Pontífice (que incluyera a su señora madre, que no dio muestras fehacientes de buscar la paz con el Gobierno, aún estando su hija liberada), a los gobiernos de toda Europa y a varias cadenas de televisión, no ha generado en el pueblo colombiano una sensación de búsqueda de paz.

La pregunta que surge entonces es, ¿cuál es el concepto de justicia que estamos manejando en el mundo, que lleva a esta seguidilla de incoherencias, y que parece no cambiar? La verdad es que no lo sé. Conceptos de justicia hay muchos, y discusiones sobre ello hay muchas más. Si revisamos a Rawls, a Aristóteles, así como a otro sinnúmero de autores que manejan el tema, veremos que la justicia, per se, es buena. Sin embargo, cuando la aplicamos, parece ser que no es buena, luego no es justicia. ¿Entonces, podríamos hablar que la justicia está en crisis? Si miramos la justicia desde la óptica del merecimiento, parece ser que sí. Revisemos las críticas a la justicia española, a la justicia colombiana, a la justicia mexicana. Revisemos a los jueces deportivos, la justicia de la Iglesia y la justicia educativa, y parece ser que no mejora mucho el panorama. Todos tenemos un concepto de justicia preconfigurado en nuestras mentes, y muchos creemos que la vida en sociedad debe regirse por ella. Sin embargo, el día a día demuestra que en realidad no es mucho lo que de ella aplicamos y vivimos pendientes de aplicar los postulados de Carneades –defensor de la injusticia, o mejor, crítico acérrimo de la justicia– con nuestros semejantes.

Los últimos tiempos nos han permitido observar de qué manera parece imposible llegar a la justicia. Curiosamente, todo discurso político, teórico, académico tiende a abrazarla y no dejarla ir, pero cada vez que nos encontramos con la diosa Justitia al frente nuestro, le huimos y luego la despedazamos. Si no es así, que por favor alguien me explique cómo es posible que Ingrid Betancourt, que debió huir de Colombia, cuyo matrimonio se desbarató, cuya madre hizo hasta lo imposible por acabar con el Gobierno que intentaba rescatar a su hija, y cuya lucha por los secuestrados de Colombia no se ha visto desde que emigró, cómo ella puede ser merecedora del premio Nobel de paz. Dicen los teóricos que sin justicia es imposible la paz. ¿Es Ingrid (y lo que ella representa) sinónimo de justicia y de paz?

Parece ser que la iniciativa de propuestas por el premio Nobel de paz cada vez adquiere criterios de definición parecidos a los de los premios Oscar, en donde quien gana es quien hace papel de loco, de retrasado mental, o quien ha sufrido un problema en su vida que ha generado traumas de largo plazo. Desde la muerte de Heath Ledger, ya se le pedía como ganador de Oscar (aunque en eso estoy absolutamente de acuerdo), sin embargo, debemos reflexionar seriamente acerca de si los parámetros de justicia que promulgamos al mundo son objetivos, o no. Por el momento, el mundo gira, la justicia cada vez más parece un supuesto teórico como de los que se valen los economistas para estudiar los mercados, y no tanto un objetivo inmediato para la realidad de nuestras respectivas sociedades.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Caray! tema difícil este para tratar de decir algo que tenga mediana valía.

Hablando de justicia, personalmente he llegado a la conclusión -al menos en lo que a la "justicia jurídica" trata (y si es que acaso existen distintas especies de justicia)-, que el común de la gente, y entre ellos, claro está, muchos abogados, suelen confundir su concepto con el de venganza.

Es así que nuestro sistema jurídico (para no utilizar un juicio más universal todavía), y en consecuencia nuestro sistema judicial, giran en torno al concepto de venganza: "si Usted me hizo esto, entonces merece una reprimenda mayor de mi parte". Hasta ahí llega todo. Nunca va más allá.

Alguna vez leí, puesto bajo el vidrio de un escritorio en el Consejo Seccional de la Judicatura de Bucaramanga, un texto del cual quisiera ahora acordarme (en realidad he tratado de recordarlo hace años, pero no he podido), pero que decía algo más o menos así: "la justicia es aquello que invocamos cuando queremos que las cosas se hagan como nosotros queremos".

Buen trabajo, Gaviota.

Gracias por incluirme en tu blogroll.

Gaviota dijo...

En efecto, eso último parece ser la regla general en varios sistemas jurídicos. Si no, revisemos la importante decisión que el día de hoy está tomando la Corte Suprema de Justicia (Sala Penal) respecto de los fueros de los Congresistas.

Me pronunciaré al respecto, pero es conveniente ir revisando qué es lo que podemos esperar de nuestro sistema jurídico, cuando es la "venganza" (para utilizar su terminología) y no la justicia lo que nos sirve de parámetro de actuación.

Muchas gracias por el comentario, y respecto de lo del blogroll, es un reconocimiento a un trabajo muy bien hecho, y al cual le realizo permanente seguimiento.

Saludos.

Anónimo dijo...

Pseudo.

Siempre que alguien habla de justicia, incluyendo la jurídica, - porque también estan otras conocidas como : la de la vida, la natural, la divina, etc... - recuerdo las palabras de un profesor frente al reclamo de una nota tildada de "injusta" por uno de sus estudiantes. Le dijo que no le gustaba utilizar el término porque para él estaba reservado solo a Dios, el único ser justo es Dios. Hablar de una justicia humana era sobreestimar nuestras capacidades de medir las dimensiones, que siempre nos quedaríamos cortos a la hora de "hacer justicia" y por tanto el único ser justo solo podía ser Dios. Jugar a ser justos en la dimensión humana solo podía ser un esfuerzo por de ser equilibrados, de buscar un acercamientos a la equidad pero que en pocas palabras hacer justicia nos queda grande, es para nosotros pero no de nosotros. Años después sigo de acuerdo con el profe, y procuro nunca utilizar este término ni su antónimo "injusto", porque cada vez que alguien dice que algo es injusto, como por ejemplo una nota de un exámen, sale otro alguien, así sea solo desde mi mente que refuta : "¿injusto?", "¿Injusto es tener que morirse viviendo en primavera", "Injusto es conocer el amor para luego perderlo", "injusto es un niño pidiendo limosna en un semáforo", "Injusto es...,etc..." o de manera mas popular, remitirse a "IRONIC" de Allanis. Por eso hablar de justicia, y en manos de políticos, es no solo utópico sino ridículo. Con el respeto de Gaviota y muchos otros que sé son incansable buscadores de "equidad", creo que podemos reflexionar sobre si podemos utilizar el término como adjetivo para un accionar humano. Apreciado compañero de aquellos años, tu nota simplemente obtuvo una valoración inequívoca a tus conocimientos y esfuerzo por parte del profesor...

Gaviota dijo...

Gracias por el comentario Pseudo. En efecto, el tema de la posibilidad de que exista la justicia humana ha sido debatido a lo largo de nuestra historia, y no parece existir una única respuesta. Procuraré tocar el tema pronto en este espacio, para debatir ideas como las aquí presentadas, y otras concepciones desde el punto de vista de Gaviota.

Por mi parte, que soy creyente en Dios, efectivamente considero que Él posee el parámetro de justicia perfecta, que no podría ser comprendido jamás por el hombre, cuyo conocimiento es limitado. Sin embargo, la vida en sociedad nos trae consigo una serie de reglas de juego, que tienen un hilo conductor, una especie de lógica propia, que es la que denominamos justicia. Bajo ese entendido, si decimos que el mejor es el más preparado, es justo que el mejor sea elegido e injusto que sea elegido otro diferente al mejor.

Volviendo al ejemplo de este ingreso, me pregunto: ¿Es Ingrid Betancourt la mejor representante de la paz en el mundo? Si Paz es sinónimo de sufrimiento y sacrificio, tal vez sí. Pero la paz no es eso. De allí el cuestionamiento planteado.

Próximamente tocaremos el tema de la justicia de Dios y la justicia humana. Muchas gracias por la opinión, que enriquece la discusión.

Saludos

Anónimo dijo...

Hola Gaviota. ¡Ay, el Principe de Asturias! No seas tan duro con Ingrid Betancourt. Ha habido y habrá casos peores.

Muy ilustrativa tu reflexión. Me ha parecido excelente tú artículo y los comentarios realizados. Felicidades Gaviota.

Gaviota dijo...

Apreciado José Ramón,

Gracias por los comentarios. Quiero aclarar que mi intención no es "acabar" con Ingrid Betancourt ni nada por el estilo. La reflexión va dirigida principalmente a la imagen que se intenta proyectar de ella como símbolo de paz y de justicia, cuando los hechos recientes demuestran que incluso ha tenido diferencias muy serias con sus compañeros de cautiverio.

Mi idea es simplemente cuestionar el merecimiento de los galardones otorgados a ella, y los motivos esgrimidos. La admiro por su tenacidad y por la entereza con que ha enfrentado su situación pasada y presente, pero no considero que esa admiración (que creo que es bastante generalizada) sea fuente para concluir que ella es la representante de la paz y la concordia. Mi rechazo frontal y sincero va dirigido a la señora Yolanda Pulecio, madre de Ingrid, quien creo que le ha hecho mucho daño a la imagen del país, pero intento no confundir mis consideraciones sobre cada una de ellas.

De todas formas, me parece muy válido el comentario y agradezco la opinión, que será tenida en cuenta para ingresos futuros.

Gracias, y muchos saludos.