miércoles, 26 de noviembre de 2008

Cadena de irrespetos

Desde hace varios días he querido referirme a la cultura colombiana del irrespeto al prójimo y la reverencia al menos “prójimo”. Poco o nada nos importa actualmente referirnos al valor del respeto, desde el punto de vista jurídico. De hecho, es probable que mis colegas en el país hagan poca referencia a las obligaciones éticas del abogado, y menos aún, de los deberes de respeto hacia los hijos, hacia los padres, hacia los empleados, hacia los discapacitados. Tal vez la referencia más cercana a estos temas es cuando nos referimos a la famosa buena fe, objetiva o subjetiva, generadora de derechos o eximente de responsabilidad, o por supuesto a la buena fe exenta de culpa.



Imagen tomada de: www.elespectador.com

A veces considero que por nadar en aguas de sistemas autopoiéticos, o en los topos uranus griegos, dejamos de lado el ser jurídico y el ser social. Para ponerlo en términos más sencillos, pareciera ser que los abogados andamos por las nubes. He esperado unos días desde que se empezara a desarrollar todo la temática de DMG, para mirar con horror lo irrespetuosos que somos, lo crédula que es la sociedad colombiana, y lo mal que anda el gremio de abogados. Personalmente, considero que la mala reputación que tiene el gremio es más que merecida. Con lo que no estoy de acuerdo es que seamos los únicos. Los economistas estarán al lado nuestro, los banqueros al otro. Delante nuestro, por supuesto, la clase política, y siguiéndonos los pasos de cerca están los ingenieros civiles.

Miremos este escenario, y multipliquemos por el número de personas que pueden vivir algo así:

Escenario: Av. 15 entre calles 74 y 95, en la ciudad de Bogotá. La hora: aproximadamente las 7 p.m. (momento en el que coinciden los que salen de pico y placa, con quienes ya venían en el trancón). Miremos de qué manera se cumple a la perfección la premisa según la cual el hombre es egoísta por naturaleza. El semáforo está en amarillo y alguien acelera para “volarse” el semáforo.

Esto, no es inusual, teniendo en cuenta que nuestros hábiles irrespetuosos, particularmente si son conductores de vehículos de servicio público, tienen medido los tiempos en que se demora un semáforo en pasar a rojo y que el semáforo que estaba en rojo pase a verde. Esos 2 o 3 segundos sirven para lograr determinar qué vehículo puede pasar de 0 a 100 Km/h en menos tiempo. Si algún peatón desprevenido osa circular en estos 2 o 3 segundos, es probable que pierda la vida, y que su familia no pueda obtener una indemnización por parte de la aseguradora del vehículo, puesto que el conductor incurrió en una exclusión de la póliza (dirán las aseguradoras).

Vuelvo al trancón. La misma lógica opera, excepto por los records de velocidad. Como estamos en trancón, el vehículo que se pasó el semáforo en rojo obstaculiza la vía de los otros, mirando al horizonte, como si el tema no fuera con él sino con alguien más. Mientras tanto, nuestros policías de tránsito siguen pendientes de detectar violaciones de pico y placa, mientras que le aplican “principio de oportunidad” a quien se “vuela” un semáforo y obstaculiza la vía. Eso no es tan relevante, dirán ellos. De pronto, si el semáforo se hubiera pasado mientras conducía con un teléfono celular en la mano. En ese caso, de pronto…

Mientras el señor obstaculiza la vía, en la otra vía, circula un bus intermedio, conducido por un menor de edad, con la licencia suspendida, quien ante la demora, considera oportuno pasar por encima del separador para adelantar un par de vehículos, antes de que su competencia se le adelante. Es decir, en este punto estamos viviendo el último episodio de Las Guerras de los Centavos - Episodio 7: El colectivo, la buseta (en español, no en portugués) y el SUV.

Esto ocurre en un día normal. Para nuestro episodio de hoy, agreguemos personajes. Luis viene en el colectivo que protagoniza Las Guerras de los Centavos – Episodio 7. Se ha subido al bus un par de horas antes, cansado de asistir al estadio capitalino durante una larga jornada en la que busca que le reintegren el dinero que invirtió en la empresa DMG, y ver que le exigían la entrega irrestricta de la única prueba de su inversión, para ver si de pronto era beneficiario de la devolución de su dinero. Luego de combatir durante un par de horas con la policía para que lo escucharan, debió resignarse a entregar la única prueba de lo que él pocas semanas antes consideró una inversión “gana-gana”.

Nuestro anti-héroe, Luis, recordó con cierto resquemor, cómo se acostó a dormir aquel viernes, pensando en el computador que iba a adquirir con los rendimientos de su inversión. Por un momento, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, pero se vio rápidamente sustituida por un vibrato gutural acompañado de un copioso llanto. Era la misma clase de llanto que vertió aquél lunes ante la noticia de que DMG había sido intervenida, y que se buscaba a su salvador, David Murcia Guzmán, por una serie de conductas que él no entendía, y que al parecer, el Fiscal General tampoco. Hacía cuentas en su cabeza, y algo no cuadraba. En menos de un día hábil, la empresa DMG había pasado de ser absolutamente legítima a una empresa delictiva. ¿Cómo podía ser? Luis no lo entendía.

Imagen tomada de: http://matadorcartoons.blogspot.com

Mientras tanto, la buseta pasaba por encima del separador, y el conductor del vehículo le recordaba la progenitora al señor que se voló el semáforo y que miraba el horizonte como si hubiese visto a la mismísima Sofía Loren haciéndole señas de que la acompañara a tomarse un duchazo. Esa maniobra de expertos acróbatas hizo que Luis tropezara con Nelly, una señorita que lucía disgustada, y que recibió al primero con un codazo, acompañado de un inevitable “¡Uisshhhh, imbécil!” Este último no iba dirigido a Luis sino al conductor, que había utilizado este mismo vocablo para etiquetar al señor conductor que al parecer tenía fantasías con Sofía Loren, por la forma como observaba el horizonte imperturbable.

Nelly es funcionaria de una entidad estatal que a lo largo de tres años intentó por todos los medios encontrar información que le permitiera al Estado intervenir la compañía que era el objeto de los pensamientos de Luis. Esa misma compañía que se aprovechó de la necesidad de los colombianos para crecer a pasos agigantados distribuyendo “servicios” y de paso generando una rentabilidad asombrosa a sus clientes. Esa empresa que muchos vieron como la verdadero salvación ante el abuso e irrespeto propinado por el sector financiero formal. Nelly se encontraba de mal humor. Si bien le pagaban para investigar a estos individuos que protagonizaron un cuento de hadas en los que se veía involucrada la población, no estaba de acuerdo con esta persecución –pensaba ella– a la que era sometida.

Recordó cómo durante un fin de semana completo fue llamada a trabajar en horas extra y sin mayor paga, para revisar la documentación que se había obtenido. ¿Cómo se obtuvo? Era mejor no preguntar. No le pagaban por ello. Días después, sin embargo, la respuesta llegaría. La declaratoria de la emergencia social por parte del Gobierno, le abrió las puertas a unos decretos legislativos que posibilitaban al Estado a intervenir forzosamente a la entidad que por 3 años les fuera esquiva.

En ese momento, los pensamientos de Luis y de Nelly convergieron sobre este punto, que resultaba cuando menos curioso. Un estado de excepción posibilitó que el Gobierno, so pretexto de atacar a las pirámides, interviniera una entidad que no resultó ser pirámide, sino una fachada para el lavado de dinero obtenido ilícitamente. ‘El fin justifica los medios’, pensó Nelly, mientras que Luis se decía incesantemente a sí mismo, que era un caso más del abuso del Estado respecto de los asociados.

El bus volvía a arrancar, volvía a frenar, y el conductor seguía irrespetando a sus pasajeros, preocupado por lograr que uno o dos más terminaran de llenar el bus que parecía ya una lata de sardinas. Los pasajeros silenciosos escuchaban la emisora en la que se burlaban de un tal De la Espriella, mientras que para Luis y Nelly ello era tan solo otro ruido ambiental. ‘Sinceramente’ –pensaban ambos– ‘esto es una falta de respeto’.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pseudo.

Un pequeño aporte tanguero para tu Blog. El mismo cambalache siglo XX que XXI :

"Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 510, y en el 2000 también.

Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafa'os, contentos y amarga'os, valores y doblez.

Pero que el siglo 20 es un despliegue, de malda' insolente, ya no hay quien lo niegue.

Vivimos remolca'os en un merengue, y en el mismo lodo, -¿O MEJOR, PANTANO? - todos manosea'os.

Hoy resulta qu'es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador.

Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor.

No hay aplaza'os, ni escalafón, los inmorales nos han igual'o.

Da lo mismo el que "labura", noche y día como un buey, Qu' el que vive de las minas, el que mata o asesina, o esta fuera de la ley.

Que falta de respeto, que atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón,

Mezcla'o con Stravinsky va don Bosco y la Mignon, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín.

Igual que en la vidriera irreverente de los cambalaches se ha mezcla'o la vida,

Y herida por un sable sin remaches, ves llorar la biblia, junto a un calefón.

Dale no más, dale que va, que allá en el horno nos vamo'a encontrar.

No pienses más, hácete a un la'o, que a nadie impòrta si naciste honra'o.

Si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón."

fbarbosa dijo...

Muy bueno tu post. Me hizo reir mucho, porque lo que narras no solo es un escenario cotidiano de la vida en Bogotá, sino una pequeña radiografía del país. Esta pequeña foto, goza de múltiples duplicados en varios lugares del territorio. Una lucha entre los poderes fácticos y el poder central que como diría Palacios- que comenté en el penúltimo post-, se acuerdan para trabajar entre la legitimidad y la violencia,

Como siempre recibe un fuerte abrazo desde estas frías tierras,

Francisco

Gaviota dijo...

Apreciado Pesudo,

Si recordara las letras de memorables canciones como la de "Cambalache", con la que me siento plenamente identificado, tal vez podría incluir esos items en mis ingresos. Sin embargo, ante mi mala memoria, y con miras a seguir contando con esa valiosa participación, seguiré esperando otras buenas letras para acompañar este texto.

Muchos saludos.

Gaviota dijo...

Francisco,

Como siempre, muchas gracias por el comentario. Para nuestro pesar, sí es demasiado repetitiva esta imagen en todo el país, y parece ser que nunca pasará de moda.

Un abrazo también desde estas tierras, que en un mismo día son muy frías y muy calientes.