lunes, 23 de marzo de 2009

Gracias por estos 20 años

Hoy cumplimos 20 años de la web. Al menos eso es lo que asegura el diario colombiano El Tiempo, en su editorial del día de hoy. Confieso que la referencia de 20 años me pareció algo breve. Recuerdo que en el colegio me enseñaban acerca de la Internet, de la ARPANET y otra cantidad de cosas. Resulta, sin embargo, que no es lo mismo la creación de Internet que la creación de la web, que tampoco es lo mismo que la creación del correo electrónico. El regocijo de El Tiempo está debidamente fundado. Hace 20 años, en efecto, el señor Timothy John Berners-Lee creó la World Wide Web. Hipertexto, comunicación en red y la Transmission Control Protocol (TCP) eran la clave para un desarrollo que actualmente es necesario en la vida de muchos de nosotros.

Por mi parte, considero importante resaltar este hecho por una serie de aspectos que aún hoy dejan de ser valorados en la dimensión que les corresponde. En primer lugar, por ejemplo, gracias a la nuestra tiple doble-u, hemos podido lograr la internacionalización del conocimiento. No es extraño acceder a museos, a bibliotecas virtuales o reales en otros países, conocer textos que en otras circunstancias serían imposibles de conocer, y estar al tanto de las noticias mundiales en cuestión de segundos. Esta es la razón erudita por la que agradezco hoy al señor (no Mister sino Sir) Berners-Lee semejante aporte al mundo.

Existen razones menos nobles que la anteriormente mencionada, pero que son igualmente válidas. La world wide web nos ha permitido cambios fundamentales en la forma de concebir la sexualidad del ser humano. El acceso a chats eróticos, a páginas pornográficas (legales o ilegales según el nivel de gustos y de riesgos de cada cual), a consultorías sexológicas virtuales, han permitido constatar con cifras, que el ser humano actual es un ser humano con sexualidad reprimida. Basta ver la variedad en la oferta para darse cuenta de ello. Para muchos, probablemente esto no pasa de ser una opinión sinvergüenza de Gaviota, y quizás así sea. No obstante, más allá de la posibilidad de saciar el morbo personal de cada individuo con el “producto” de su preferencia, es claro que la modificación en la percepción psicológica del ser humano le ha permitido encontrar su sexualidad y disfrutar de ella sin tapujos, en una época en la que todavía se incita al no uso del condón por parte de la Iglesia Católica. Este autorreconocimiento del ser sexual ha ido progresivamente ganando espacio en la vida social, y eso debe ser destacado como un avance. Cuestión diferente es el acceso irrestricto de esta información a menores de edad, y los traumas o manías que pueden generarse con ello.

Tercera razón (también innoble). El mundo físico actual ha sido diseñado para que la gente le resulte casi imposible divertirse. Trabajos extenuantes en horarios cada vez más asfixiantes, largas horas expuestos al tráfico automotor, y el sometimiento al estrés en cada actividad diaria, hacen que muchos individuos no puedan recrearse o divertirse. El tiempo en que no se está desgastando el cuerpo y la mente en el trabajo, se está durmiendo o en el médico, intentando recomponer el deterioro sufrido debido al excesivo estrés. La posibilidad de hacer deporte se restringe a los fines de semana, y a hacer spinning, lo que me parece aberrante. Eso es sano, pero no para todos resulta divertido. Sin embargo, la web nos ha permitido conocer una serie de elementos interesantes de entretención. Juegos interactivos, juegos que se pueden jugar desde el computador con los amigos cercanos, juegos históricos, juegos de estrategia, juegos eróticos, juegos de lo que se quiera. Además las redes sociales como Facebook, que son casi una obligación social en estos momentos, y experiencias como la de Second Life, son frutos de esa necesidad de hacer más amigable el tiempo de conectividad.

Como cuarta y última razón, para no extenderme demasiado, está la relevancia que ha adquirido la liberad de expresión gracias a la web. La posibilidad de crear páginas web gratuitas, la posibilidad de participar en foros virtuales, y (¡cómo no!) la posibilidad de llevar uno o más blogs para expresar sentimientos, opiniones, quejarse de algo o de alguien, y para compartir conocimiento, resulta cuando menos interesante. Para mí, al menos, resulta casi terapéutico el poder ingresar al blog y expresar opiniones y formular argumentos respecto de una gran variedad de temas. La posibilidad de poder expresar mi pensamiento, en un mundo en el que pensar y opinar se ha tornado cada vez más peligroso, es bastante alentador.

Es por ello, que a Sir Timothy Berners-Lee y a todos quienes han participado en el desarrollo de la web, les ofrezco un ‘pico’ de gratitud, por permitirnos el acceso a esta maravillosa experiencia. La web es un importante elemento en nuestras vidas, que como todo en la vida, tiene sus aspectos nocivos e incluso degradantes, pero que de alguna manera, es objeto de constantes revisiones, de formulación de soluciones y que abren las puertas a un mundo más amplio del que hubiéremos conocido antes de ella.
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sábado, 21 de marzo de 2009

Por favor desconstitucionalicen la Constitución

Montar en bus en Bogotá es una experiencia digna de ser relatada por poetas, músicos y novelistas. Es una experiencia casi mística que parece ser sacada de un relato de Dante, o de un cuadro de Dalí. Es encontrarse con los besos apasionados de novios hormonales, mientras tenemos como moderador del día a un señor que habla a un volumen de aproximadamente 90 decibeles, relatando a todo el resto de viajeros lo acaecido con el “negocito aquél”, todo ello acompañado del fondo musical que usualmente corresponde al vallenato, la banda sonora del transporte urbano.

Es en esta clase de escenarios donde surgen las diversas alternativas con las que cuenta uno para pasar la siguiente hora y media de su vida. Dormir, que siempre es una buena opción, salvo por el pequeño detalle de que la paranoia materna nos obliga necesariamente a pensar que nos van robar (aunque jurídicamente lo técnico sea referirme a ‘hurtar’), o a violar (aunque jurídicamente lo técnico sea referirme a ‘acceder carnalmente’). Otra opción es leer. A esa recurrí mucho cuando debía repasar antes de entrar a exámenes parciales en mi época de estudiante. Está más que recomendada, salvo en los eventos en los que al vecino de turno le guste igualmente leer lo que uno lee. No es una situación recomendable para los más irascibles. La tercera opción es dedicarse a pensar en lo divino y lo humano.

Normalmente, no tengo espacio para cargar muchos libros, y ante el miedo a morir si me quedo dormido un rato, prefiero dedicarme a pensar. Este ejercicio normalmente no brinda frutos decentes, pero de vez en cuando logra uno pulir alguna idea interesante, ya sea para discutir con colegas, amigos, o para escribir algún ingreso en este blog.

Recientemente, ante alguna barbaridad de algún juez con los que le toca lidiar a mi alter ego, me encontré con un problema que se ha vuelto cada vez más recurrente, y es la excesiva constitucionalización de todas las ramas del derecho. Lo que siempre se vio en las clases de la universidad como una bondad de la Constitución de 1991 actualmente se está convirtiendo en un problema de talla mayor. El pensum universitario normalmente involucra materias como Obligaciones I, Obligaciones II, Constitucional I y II, Bienes, Responsabilidad Civil, Procesal Civil General, Teoría General del Proceso, Penal General, Penal Especial, y así sucesivamente. Ese era el índice de materias con el que fui educado, y de eso no ha pasado demasiado tiempo. Ahora, al parecer, el tema ha cambiado drásticamente.

En eso pensaba yo el pasado lunes, cuando me disponía ingresar a mi sauna móvil. El pensum actual debe ser (algo así como) Constitucional Penal, Constitucional Procesal, Constitucional Civil, Constitucional Comercial, y por supuesto, Constitucional Constitucional. Cómo más explicar el que la ley haya pasado a ser un asunto de exquisitez jurídica. Útil pero no necesaria. Son tantos los sectores que gozan de protección especial por la Constitución, que el hombre común es objeto de discriminación.

El hombre común yo no es objeto de fanfarrias, sino de tributos, o mejor, de impuestos. Ya no puede acudir ante un juez para hacer valer sus derechos, sino cuando en dichos procesos no interviene algún menor, algún trabajador, alguna persona de la tercera edad, algún discapacitado, el Estado, o las madres o padres cabezas de familia. Próximamente, la oficina jurídica Gaviota & Co. está próxima a colocar un aviso a la entrada del despacho en el que se advierta: “Si no estás en desventaja, estás en desventaja”, seguido por un: “Discriminamos a los no discriminados”.

Cómo explicarle a los clientes que la Constitución es un documento suscrito por el pueblo, en el que se garantizan los derechos fundamentales a los ciudadanos y a todas las personas que se encuentren en el territorio nacional, cuando el proceso judicial en la práctica no hace eso. Si usted tiene un derecho, pelee en los estrados judiciales durante algunos años, y mientras tanto, ruegue a Dios, a Buda o al Ser Superior que considere, para que lo ayude a que nadie más decida buscar lo que usted busca. Si eso se da, las probabilidades de éxito son buenas. Esta clase de consejos, que son parecidos a los que recibía Joseph K. en El Proceso de Kafka, son una realidad cada vez más palpable en el país.

Reciéntemente la Corte Suprema de Justicia negó la extradición de un individuo porque ya había sido condenado por los mismos hechos en Colombia con anterioridad a la solicitud de extradición. La Corte, “novedosamente” aplicó un principio general en materia de derecho penal que es el del non bis in idem, que en materia penal se confunde en el país con el de la cosa juzgada. Con el nombre que decidan utilizar, lo importante es que en Marzo de 2009, la Corte Suprema finalmente decidió que era importante respetar esta garantía para las personas solicitadas en extradición. La reacción no se ha hecho esperar. El bárbaro que actualmente se desempeña como Fiscal General de la Nación, ha salido a criticar la medida, y el Gobierno, por supuesto, también. La recomendación jurídica de Gaviota & Co. es que el Presidente ejerza la acción de tutela para que se garantice el derecho fundamental a extraditar.

Es una demanda que no tiene mayor riesgo. En primer lugar, no debemos detenernos mucho en esas molestas normas de segunda que aquí llamamos leyes. Eso es bueno. En segundo lugar, los argumentos están claros:

1) Las autoridades están instituidas para proteger a las personas en su vida, honra y bienes. Eso es orden constitucional.
2) La extradición implica la garantía de ejercer justicia conforme al principio aut dedere aut judicare.
3) El Gobierno está en la posibilidad de decidir discrecionalmente si extradita o no.
4) En materia jurídica, prima el derecho sustancial sobre la formalidad. En este caso, prima el derecho a hacer justicia, sobre pequeñeces como el non bis in idem.

Gracias a la constitucionalización de la Constitución, tenemos que la familia ya no es el núcleo de la sociedad. El núcleo de la sociedad son ‘las familias’. Es constitucional compartir cónyuges, garantizar la sustitución pensional a ‘la capillita’ y a la ‘catedral’, y de paso que las parejas homosexuales se casen. Lo que pasa es que de esto último no nos hemos dado cuenta. Cuando el constituyente trató el tema, tuvo confusiones en materia de género y de número, pero eso se soluciona fácilmente. Son errores menores que se pueden solucionar fácilmente.

No, no soy homofóbico. No, no soy santurrón. Simplemente no soy un vagabundo jurídico. Lo que dice la Constitución y la ley, debe cumplirse. No es que se cumpla el pedacito que me gusta, y para otros no. Actualmente, el derecho actual se ha tornado como la política antigua:

“DERECHO A LA IGUALDAD” … (Responden) “VIVA”
“DERECHO AL DEBIDO PROCESO” … (Responden) “ABAJO, ABAJO, ABAJO”

“PROTECCIÓN A LA FAMILIA”… (Responden) “BUUUUUU”
“LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LIBERTAD SEXUAL”… (Responden) “ARRIBA, ARRIBA, ARRIBA).

Ojalá esta pesadilla acabe pronto. Por favor desconstitucionalicen la Constitución.
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sábado, 7 de marzo de 2009

El derecho a ser elegido

La Constitución Política de Colombia de 1991 consagra como derecho político de todo ciudadano, el de elegir y ser elegido. Esto está consagrado por el artículo 40, numeral 1º de la carta política colombiana. Bajo ese entendido, es claro que cualquier ciudadano, abogado o no, blogger o no, mamerto o no, puede acceder a cargos públicos, aunque con ciertas restricciones para cada caso.

Con fundamento en ese artículo, es que muchos abogados colombianos han llegado a cargos importantes en la estructura estatal del país. La pregunta es si el derecho a ser elegido y el derecho a ser nombrado son lo mismo, y en caso dado de serlo, si son derechos irrestrictos. En un principio, partiríamos de que en Colombia es claro que no hay derechos absolutos. Ni siquiera el derecho a la vida es absoluto, así que por lo tanto no existen derechos irrestrictos.

Lo anterior lo menciono porque resulta cada vez más evidente que en materia jurídica, estamos liderados por políticos. No es un diagnóstico propio únicamente. He tenido la oportunidad de discutir este asunto con personas que se mueven en las altas esferas de la justicia, y la impresión diagnóstica de ellos es similar a la mía. El problema ya no es que nuestros juristas se vuelvan políticos, sino que nuestros políticos se quieran volver juristas. Sí, he dicho se quieran volver juristas, porque no conozco casos en los que “El Secreto” nos sirva para volvernos juristas. Mentalmente atraeremos el derecho a nuestras vidas. Creo que no ocurre, pero no lo descarto del todo. Se requiere algo más de pericia en el manejo del derecho, de los principios jurídicos, de la leyes, de lógica jurídica, para poder pretender siquiera llegar a catalogarse a esa persona como juristas.

Esta discusión me recuerda las palabras de Angel Ossorio, cuando en las primeras páginas del “Alma de la Toga” diferenciaba al abogado del licenciado. El que inventó la vacuna, es abogado. El que escribió el best seller, es abogado. El que escaló el Everest, es abogado. Dirá el autor que el hecho de que haya pasado alguien por una facultad de derecho, no lo hace abogado. Algo de ese mensaje lo lidera el Blogger argentino Gustavo Arballo. Nada más hay que ver el título de su blog “Saber Leyes no es Saber Derecho” para entender que ni siquiera todo el que conoce la ley, puede ser tildado de abogado.

En este espacio, me gustaría denunciar de qué manera en mi país se ha logrado llevar la discusión un poco más allá. Ya no solo nos interesa confundir al público entre abogados y licenciados, como lo denunció don Angel Ossorio. No nos hemos conformado con pretender saber derecho por conocer algunas leyes, como la insinúa Arballo. En mi país, ahora pretendemos que el licenciado sea juez, o incluso Magistrado.

Existen varios casos de abogados que se han recorrido ministerios, superintendencias, procuradurías, curules en el Congreso, y que como forma de finalizar su carrera clientelista, le apuntan a las Altas Cortes. Lo mejor de esta historia es que lo han logrado. Ya no se trata de ver casos como el de Carlos Gaviria o José Gregorio Hernández, que pasaron de la Corte Constitucional a hacer política (el primero de manera exitosa, el segundo como un intento fallido). Se trata de que ahora cada vez más vemos los ejemplos contrarios. Claros en el Consejo Superior de la Judicatura, González en la Corte Constitucional, y lo de la Corte Suprema ya es cuestión crítica. Ni hablemos de nuestro Fiscal General que paso de Viceministro a Fiscal, con la asesoría de un brujo, viente o psíquico (como quieran llamarlo), y que desde que perdió su asesoría no ha dado pie con bola.

Se acercan decisiones importantes como las de la designación de Magistrados en la Corte Constitucional, y próximamente la de Fiscal General de la Nacion, y no les extrañe que el día de mañana, Samuel Moreno (Polo), o Juan Fernando Cristo (Liberal), o Carlos Holguín Sardi (Conservador), o Juan Lozano (Uribista) estén figurando como Magistrado Ponente, o firmando órdenes de captura con fines de extradición.

Es impresionante ver cómo los grandes profesores y litigantes del país, al referirse a los jueces y magistrados que lideraron el desarrollo jurídico del país en su época, solo poseen palabras de elogio y admiración hacia estas personas. Palabras de cariño, anécdotas de sabiduría jurídica, profundo respeto y constantes elogios hacia quienes ellos mismos denominan como ‘grandes maestros’ son muestras fehacientes de la grandeza que ostentó nuestro derecho en algún momento.

Es triste ver cómo no existe ya esa admiración y respeto por quienes administran justicia en el país. Las inconsistencias jurídicas, uno que otro episodio por relojes Rolex, incitaciones a la desobediencia civil por parte de Magistrados, y la falta de sustancia jurídica de fondo en las decisiones tomadas, hacen que los amantes del derecho y los patológicamente inconformes (como yo) veamos con tristeza la situación actual del país en materia de justicia. Las mejores muestras de sabiduría jurídica actuales, normalmente nos llevan a enfrentamientos entre las Cortes, o entre las diferentes ramas del poder público. En consecuencia, incluso cuando las cosas inician bien, terminan mal.

Los litigantes serios andan desesperanzados por la falta de seriedad de los despachos judiciales. Escritos que proponen redes argumentativas serias son contestados con providencias de un párrafo en las que simplemente se arguye por el juez que, “es evidente”, “resultaría redundante ahondar en…” o clásicos como “está plenamente demostrado”, sin siquiera hacer referencia a media premisa que los lleve a esta conclusión. Por supuesto, existen recursos frente a estas decisiones, pero los superiores, con más ego, menos tiempo y aún menos interés en el caso, resuelven normalmente confirmar la decisión debido a lo “razonable” del planteamiento del juez.

Ahora, agreguémosle el ingrediente de que quien administra justicia no es alguien habituado a referirse si la culpa en materia de responsabilidad por actividades peligrosas constituye una presunción legal o una presunción de derecho, ni tampoco está habituado a analizar si en la relación laboral existió o no solución de continuidad, y mucho menos está habilitado para determinar si respecto de determinada conducta se reúnen los presupuestos para hablar de injerencia, que daría lugar a ser tomado como garante de un determinado bien jurídico tutelado por la ley penal. Esta persona, ahora, solo requiere una tarjeta profesional que indique que en algún momento de su vida pasó por una facultad de derecho.

‘Es evidente’ que sus decisiones son tomadas con apego irrestricto a la ley. Con un profesor amigo mío, siempre hemos dicho que en materia de textos jurídicos, llámense libros académicos, sentencias judiciales o memoriales de abogados, no existe necesidad de defender lo escrito. El texto debe defenderse solo. Si el texto no es capaz de defender su propio contenido, entonces es porque no es realmente un buen texto. Lástima que hoy en día, ante el auge de la oralidad en los procedimientos, ya no se requieren textos juiciosos y serios, sino que basta payasear un rato, aumentando el tono de voz, regañando a dos o a tres, y soltar un par de ‘perlas’ jurídicas, para establecer un alegato. Como nadie escucha a nadie hablar, asistir a una audiencia de esta clase es lo más cercano a una pesadilla sufrida por haber comido mucho la noche anterior. Además de ser psíquicamente molesto, resulta físicamente molesto también.

Esa es la realidad de la justicia, desde la óptica de un ave contestataria. Las eminencias se han ido, y han llegado los políticos. Hace un par de días, el ex Magistrado Jaime Araujo Rentería, en entrevista concedida al diario El Espectador, señaló que en la Corte se tomaban decisiones políticas incoherentes, referenciando a un Magistrado que para la discusión del fallo de la reelección, un día tenía 500 páginas llenas de razones por la cual la reelección era inconstitucional, y al día siguiente aportó 500 páginas llenas de razones por las que la reelección estaba ajustada a la Constitución.

Los de la Corte Suprema, siguen diciendo que sus decisiones son inmodificables, que son la máxima instancia en justicia ordinaria, y que por lo tanto, son infalibles. No conceden tutelas, les gusta mucho dictar medidas de aseguramiento, sacar comunicados quejándose del gobierno cada dos días, y por supuesto, desarrollando cada vez más sofisticados argumentos por los cuales no están bien expuestos los razonamientos de los casacionistas. Es decir, cada vez se entrenan más para decir que no entienden nada, y que como no entienden, no pueden pronunciarse sobre demandas de casación. Y para ello, se requieren algunos años de proceso.

El Consejo de Estado es el esquizofrénico de las Cortes. Una Sección dice una cosa, y dos secciones más allá, se dice otra completamente contraria. De hecho, en subsecciones ‘hermanas’ se presenta el mismo fenómeno. He ahí una gran muestra de seguridad jurídica.

Es importante anotar que mientras los ciudadanos ven esto, ya hay una cantidad de abogados alistando fiesticas para la Corte Suprema de Justicia, a ver si pueden ganarse uno o dos votos para su elección. Otros tantos rondan el Congreso para garantizar su nombramiento en la Corte Suprema, y los más vivos, para asegurar la partida, iniciar desde la Casa de Nariño. Recordemos que si se designa una terna compuesta por el abogado A, contra Gaviota y contra Charlie Zaa, probablemente sea nombrado el abogado A. He ahí nuestro derecho a ser elegidos. Es el avance más reciente de la jurisprudencia de la vida. A quienes les guste rezar, es un buen momento de repasar los misterios dolorosos, y empezar a prepararse para lo que viene.
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