domingo, 29 de agosto de 2010

Análisis del conjunto y de sus elementos: Universidad del Rosario

La advertencia previa

¿Se puede amar al país y detestar al gobierno de turno?  ¿Puedo detestar la raza humana pero querer a algunas o a muchas de las personas que forman parte de ella?  Esta clase de preguntas son las que nos llevan a pensar en la diferencia entre el conjunto y el elemento.  A pesar de que en el colegio nos enseñan en nuestras clases de matemáticas a diferenciar el conjunto de los elementos que lo componen, parece que mucha gente faltó a esa clase, y le gusta pensar que cualquier juicio de valor que se quiera hacer sobre un elemento, es realizar un juicio de valor respecto del conjunto.  En efecto, al haber escrito en anteriores oportunidades sobre cosas que criticaba de A o B persona, inmediatamente algunos concluían que opinaba que todo era malo.  Lo mismo ha ocurrido cuando he hablado bien de algo que haya hecho cualquier otra persona.  Inmediatamente me tornaba en amante o seguidor de esa persona  La verdad es que intento que mis juicios de valor sean algo menos básicos que eso.

Lo que siempre ha orientado este espacio ha sido las ganas de expresar lo que considero que está mal y que debe corregirse.  Ya hay bastante adulador caminando las calles de esta ciudad como para unirme a ellos de manera irrefrenable.  Lo curioso es que en muchas ocasiones creo que quiero más yo a los ‘adulados’ que sus mismos discípulos y seguidores.  ¿Será que hay hipocresía rondando por las calles de la ciudad?  Pregúntenle a señores como Rodrigo Rivera, o al Procurador Ordóñez.  Creo que hoy en día quiero más a Uribe yo que ellos.

Hasta aquí, la advertencia.  Sería fabuloso que el día de mañana no interpreten la crítica que viene a continuación con que me volví un traidor, o algo así.  Precisamente por lo contrario es que me dispongo a repartir un ‘picotazo’ grupal.  Los destinatarios, las directivas de las distintas áreas que conforman mi querida Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario.

Imagen tomada de:  www.urosario.edu.co 


Las causas del ‘picotazo’

Ocurre un fenómeno bien interesante en mi universidad.  Durante mucho tiempo, gran parte de la planta de profesores era mayoritariamente compuesta por profesores de hora cátedra, es decir, personas que tenían vida y trabajo por fuera de la universidad, y que dedicaban algunas de sus horas para ir a enseñar en la universidad.  Por esa razón, si ustedes ven a alguno de los rosaristas de vieja data (no me incluyo en este grupo), probablemente dirán que tuvieron a grandes maestros en la cátedra que debían dictar.  Un 5 o un 0 que impusiera cualquiera de estos ‘monstruos’ del derecho no era cuestionado.

En aquel entonces, la responsabilidad institucional era la de sacar algunos profesionales, pero realmente unos grandes profesionales.  El que no daba la talla, debía irse.  Era así de sencillo.  Ahora, sin embargo, como la idea es infestar a la población de rosaristas porque los javerianos hacen lo mismo, y los externadistas, y los uniandinos también, entonces nos encontramos produciendo profesionales por arrobas.  En un par de años, ya no lo mediremos por arrobas sino por cargas, como ocurre con el azucar o el arroz.

Hace algún tiempo a unos genios de la educación –de aquellos que creen que podemos hacer salsa Pesto con Guascas– les dio por imponer en las universidades el famoso sistema de créditos, para ponernos a estudiar al estilo alemán, en donde el profesor no enseña sino que resuelve dudas sobre lo que los estudiantes debieron aprender por su cuenta.  Adicionalmente, la idea era que teóricamente cada estudiante podía profundizar en los temas que le interesaran.  Hasta ahí, fabuloso.  El problema era que los estudiantes no podían aprender por su cuenta porque les dejaban lecturas de nivel de maestrías, y el profesor no resolvía todas las dudas por considerarlas obvias.  De otra parte, como a las facultades se les asignó un presupuesto de créditos para estructurar sus programas.

Estructurar un programa de derecho (no me constan los demás) era como jugar un monopolio.  Con un presupuesto de 100 pesos, teníamos que darle una cuota alimentaria suficiente a los constitucionalistas, a los comercialistas, civilistas, penalistas, internacionalistas, y así sucesivamente.  Pero por supuesto, cada decano ha tenido su ‘hijo preferido’: sus amores y sus odios.  Recuerdo con claridad la decanatura del señor Juan Manuel Charry (Constitucionalista).  Podrán adivinar ustedes qué área del derecho era la más ‘consentida’ por parte del señor Charry.  Si no recuerdo mal, las únicas electivas que se podían ver inicialmente, eran relacionadas con el derecho constitucional.

Luego vino el señor Alejandro Venegas, quien aún sigue siendo el decano de la facultad.  Se le dio un giro a la facultad, para mejorar (realmente Charry había dejado un record difícil de batir).  Sin embargo, lo que no hizo directamente el decano, lo hicieron sus vasallos.  Perdonarán que utilice el término propio del medioevo, pero realmente así se comportan en la universidad.  Están los Lancaster y los York, los Capeto y los Borbón.  Vamos a ver cómo influyen estos grandes apellidos en el día a día de la facultad.

Dentro del paquete de cambios que involucraba el sistema de créditos y el plan de acreditación, se buscó que se ampliara la base de profesores de planta de la universidad es decir aquellos cuyo trabajo es estar en la universidad, investigar, escribir y dictar clase.  Es decir, aquellos encargados de liderar los destinos de la academia.  El problema es que esto vino acompañado de dos fenómenos diferentes, pero que casi siempre han caminado juntos.

El primero de estos fenómenos hace referencia al afán de poder de los Capeto, los York y los demás.  El señor feudal se encargó de interceder por sus apadrinados, y en consecuencia, empezaron a adquirir puestos dentro de la burocracia de la universidad, formando ‘bancadas’.  Es decir, la academia del rosario empezó a funcionar como las cuotas burocráticas de los gobiernos.  Esto por supuesto, traería la consecuencia directa de las envidias, las luchas de ego, y los acuerdos de oligopolio entre los grandes señores feudales.

Por ejemplo, son estos Valois, y los Estuardo los que deciden qué materias electivas se abren y se cierran, cuales serán electivas y cuales indispensables.  Como resultado, les importa un bledo qué requieren los estudiantes o qué no requieren.  Lo importante es que ellos sigan al mando, y sus vasallos sigan acaparando poder.  No es realmente relevante si la Teoría del Estado y Teoría Constitucional son una sola materia.  No es realmente relevante que un estudiante vea todo el derecho penal general con 4 horas semanales y en un solo semestre.  No es importante, por ejemplo, que un estudiante de derecho sepa de qué se trata aquello de la responsabilidad civil.

El segundo de los fenómenos va de la mano del anterior.  Resulta que para justificar el sueldo, cada profesor de planta tiene que dictar un número mínimo de materias, y publicar cierto número de artículos o de libros en un tiempo limitado.  En consecuencia, es allí donde se crean las materias que se acomodan al gusto del profesor y no a la necesidad del estudiante.  Es allí donde empezamos a producir una cantidad de panfletos sin mucho análisis, o es allí donde nuestros académicos se convierten en compendiadores.

Solo a manera de chisme, reto a que a alguno de los lectores que realmente le interese el tema pregunte en la universidad sobre qué temas versaron las últimas jornadas en materia de derecho penal, y cuáles serán las siguientes.  Es probable que cuando empiecen a poner nombres a estos temas, encuentren que al mejor estilo pontificio medieval, veamos que nuestros Habsburgos buscan mantenerse vigentes a sí mismos, y no buscan realmente el mejoramiento académico.  Ahh, por cierto, averigüen los resultados de las últimas pruebas de Estado en este tema.  Adicionalmente, podría tentativamente inferir que en materia de Derecho Privado seguiremos hablando de la propiedad intelectual y del comercio electrónico como vigésimo año consecutivo.  Quizás también en materia procesal nos adentremos por cuarto año consecutivo en el procesal constitucional.

Mientras tanto, es bueno ir diciéndoles a los futuros estudiantes que probablemente nunca llegarán a saber quién era un tal Edward Coke y cuál fue su importancia en el mundo del derecho.  Quizás aquello de la noción de culpa civil quede para el olvido, y probablemente empecemos a enseñar que los bienes muebles son algo muy parecido a la propiedad industrial.  Pero, ¡eso sí!, seguro discutirán uno o dos años sobre la responsabilidad penal de miembros de juntas directivas de sociedades, que aunque no se encuentra prevista por la legislación colombiana, es importantísima.


Dedicatoria:

Con profundo cariño para nuestros señores feudales.  Porque sigan creyendo que el bien superior de la institución sigue siendo lo que constituya el bien mayor para ellos.

Con profundo respeto para aquellos que creemos que la universidad no es un juego de monopolio sino un centro de saber para explotar el saber y no para castrarlo.

Con admiración por los estudiantes que tendrán que saber realmente qué es el autoaprendizaje después de la universidad y no en la misma.
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domingo, 22 de agosto de 2010

Álvaro Uribe Vélez: El expresidente – Pt. 2

En mi época universitaria, recuerdo haber visto una película francesa titulada “La reina Margot”, una película en francés en la que incluso actuó el cantante Miguel Bosé.  La película traía una serie de tramas que giraban en torno a una situación histórica específica: el reinado de Carlos IX de Francia, y la lucha religiosa que se daba al interior del reinado entre los católicos y los hugonotes (calvinistas).  En varias escenas, se puede la manera como los franceses se despedazan entre sí, mientras algunos rezan el recitan católico y otros prefieren morir antes que traicionar sus convicciones religiosas.  Por supuesto, los hugonotes a su vez embisten a los católicos buscando el efecto contrario, y así, se desangran.

¿Por qué, se preguntarán los apreciados lectores, escribo sobre guerras religiosas de hace tantos siglos si en la actualidad no hay reyes, ni Colombia se encuentra dividida entre calvinistas y católicos?  Es el asunto de fondo lo que realmente importa.  El sesgo ideológico.  No cabe duda que la imagen del expresidente Uribe polarizó, y aún ocurre.  Para la muestra, me permito utilizar un ejemplo práctico de la vida real.

El martes de la presente semana publicaron mi columna semanal en www.noticias.com.co.  El escrito era una crítica a aquellos que inmediatamente consideraron que bomba = FARC.  En dicho escrito se manejaban algunas pruebas que se saben que existen, para efectos de llegar a esa conclusión.  De hecho, considero que las pruebas apuntan más hacia la derecha colombiana que hacia la guerrilla.  Por supuesto, en una columna de opinión con poco espacio para maniobrar, era imposible sensatamente aventurarme a tratar dicha hipótesis.  El escrito, por tanto, simplemente tendía a demostrar que no era obvio que la bomba hubiese sido colocada por las FARC.

Como consecuencia del escrito, el jueves recibí un comentario a través del formulario de contacto.  El escrito provenía de un abogado, que se identificó, pero que para los presentes efectos, no es relevante su nombre.  En aras de no ser tendencioso en el manejo de la información, me permito transcribir literalmente el comentario del lector:

Nunca vi menos rigor en la valoración de unas \"pruebas\". El título del texto prometía ciencia... el contenido es una vulgar especulación sofisticada en forma cantinflesca. Si tiene una teoría de la conspiración luce mejor decirla abiertamente, en lugar de vestirla como una hipótesis jurídica. Le aclaro que no tengo ni idea quien puso la bomba y no tengo una versión sobre el particular... pero se me da la gana pensar que fueron las FARC, como después de leerle pienso que a usted se le antoja que fue Uribe o la Fuerza Pública.... a pesar de no comprometerse a decirlo.

Ante ese comentario, decidí responder (como siempre ha sido política de este espacio) al comentario del lector.  En consecuencia, le envié el siguiente correo electrónico al lector:

Buenas tardes,

Agradezco de antemano su comentario (nombre suprimido).  Por supuesto, usted tiene derecho a su opinión, y es respetable.  Sin embargo, como lo he mencionado en otras oportunidades, veo que cree usted rebatir mis posturas atacándome a mí o tildándome de cantinflesco.  Personalmente, no comparto su postura de que no me 'atrevo' a decir lo que pienso.  Lo que ocurre es que no soy tan irresponsable de acusar cuando las pruebas no me llevan a una total certeza de mi(s) sospechoso(s).  Precisamente por el rigor que manejo no lo hago.  Lo único que sí queda claro de mi nota, es que definitivamente estoy convencido que no fueron las FARC.

Si quiere, seguimos discutiendo el tema, pero atengámonos a las pruebas que presenté o a otras nuevas pruebas que hay, no a amores, lealtades o apasionamientos.  En esos términos no discutiré nada, y entenderé que su opinión radica en la incredulidad de que Uribe, la Fuerza Pública (por usar sus dos ejemplos) sean capaces de algo así.

Saludos.

Gaviota J.

A la fecha, no he obtenido respuesta sobre el particular.

Como mencioné antes de tratar el ejemplo específico, la importante es mostrar cómo una opinión en contravía de un querer apasionado puede generar réplicas como la mencionada.  No es un hecho desconocido que Colombia es un país de pensamiento mayoritariamente de derecha, y el Presidente Uribe fue el adalid de esa ideología durante los últimos 8 años.  Siendo tan popular como lo fue, creo que siquiera el más mínimo indicio de que puede verse involucrado él o lo que él representa, genera odio o cuando menos, un poco de resentimiento.

No está bien visto que se cuestione a Álvaro Uribe Vélez o lo que él representa.  En su época, quienes lo hacían (por ejemplo Petro, Jose Miguel Vivanco, y Piedad Cordoba) eran denominados ‘terroristas’ o ‘cómplices de terroristas’.  Al menos me siento afortunado de que se me catalogue como ‘cantinflesco’.  Pudo haber sido peor.  Al menos no me trató como hace unos dos años lo hiciera Moredan, a quien le faltó poco menos que desearme la muerte por creer en Dios.

En la actualidad, se observa que con la inclusión de Uribe Vélez en el equipo encargado de analizar el ataque israelí al buque turco, ha generado la misma polarización, o peor, que la que generó al interior del país.  Sus defensores seguirán diciendo que lo que se necesita es la visión de un verdadero estadista que ha tenido que vivir y gobernar durante un conflicto.  Sus detractores dirán que él, con todos los escándalos que pesan sobre su hoja de vida, no tiene la más mínima legitimidad para hacer estudios sobre el Derecho Internacional Humanitario.

Uribe, el expresidente, sigue estando vigente en el corazón de muchos de los colombianos.  Por mi parte, le reconoceré aquello que mencioné en “Álvaro Uribe Vélez: El expresidente – Pt. 1” pero no dejaré de ver lo malo y lo pésimo de su gestión.  Es decir, no pienso actuar como otro de los personajes de “La reina Margot”, matando o muriendo por la espada con fundamento en el radicalismo ideológico.  La polarización no es sana, y el nuevo gobierno ha entendido eso.

Lo curioso es que el nuevo gobierno, teóricamente continuista, se ha encargado ya de despedazar algunos de los proyectos que había dejado andando el gobierno Uribe.  Particularmente, la reforma a la justicia de la que ya se habló en este espacio, así como el restablecimiento de las relaciones con Venezuela, y la creación de un estatuto de la oposición, que está en discusión.  Con el mismo ímpetu que se aplaudió en su momento que Uribe ‘no se dejara’ de Chávez, se aplaude hoy que se restablezcan las relaciones.  Son dos vías absolutamente diferentes para un mismo problema, y ambas han sido aplaudidas por las mismas personas.

Lo anterior demuestra entonces que, o la gente no está realmente considerando seriamente las problemáticas del país y cualquier decisión le gusta, o el tema incluye un importante factor de apasionamientos.  Sabemos que Uribe los genera.  Basta revisar los grupos de colombianos en Facebook para saber qué tanto los genera.  Basta ojear la reacción del mundo ante su nombramiento por Ban Ki Moon, para saber qué tanto polariza.  Basta revisar la actitud de la Corte Suprema de Justicia ante el nuevo gobierno para saber qué tanto ha cambiado.

Por último, cabría preguntarse cuántas denuncias penales ha alcanzado a formular el expresidente en los últimos 2 años, para saber qué tanto le gusta la pelea.  No es que no tenga derecho a hacerlo.  Simplemente, es un claro indicativo de su personalidad belicosa, que riñe un poco con el mensaje de paz que quiso pregonar por mucho tiempo.

Decía Séneca:  “Si deseas la paz, prepárate para la guerra”.  Álvaro Uribe hizo algo de caso.  Nos preparó para una guerra que ya estaba en marcha y para la cual el país no estuvo seriamente preparado.  Sin embargó, fue más allá y al parecer pensaría que para lograr la paz debería no solo prepararse para la guerra, sino propiciarla y controlarla.  Logró simultáneamente batallar contra las Cortes, contra los países vecinos, contra las ONG´s de derechos humanos y contra sus detractores políticos internos.  Demasiados frentes para poder realmente triunfar.

Por el momento, deseamos desde este espacio éxito al expresidente Uribe donde quiera que siga continuando con su política de trabajar, trabajar y trabajar.  Es un hombre capaz.  Sin embargo, también desde este espacio deseamos fervorosamente que no esperemos a que el juicio histórico de su gestión se presente décadas después.  Iniciemos por lo jurídico, y empecemos a revisar lo económico y lo militar.  Que inicie la rendición de cuentas de su mandato.
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lunes, 9 de agosto de 2010

Álvaro Uribe Vélez: El expresidente – Pt. 1

El pasado sábado pude ver por televisión como Álvaro Uribe Vélez, aquella persona que apoyé a principios de milenio, dejaba el poder.  Se trataba de un hombre mucho mayor y más desgastado que aquel otro que hubiere podido ver personalmente en un par de foros universitarios.  Con un cabello teñido de color ceniza, una sonrisa complaciente pero no reluciente, evidenciaba lo que implica liderar a un país de maniáticos como el que lideró.

Confieso que hasta ese momento, no había conocido Presidente que me causara tal nivel de simpatía como el que me generaba Uribe.  Él representaba inicialmente tres principios que resultaban de vital importancia para mí:  carácter, tenacidad y compromiso.  Como candidato, para las elecciones de 2002, recuerdo que despertó en mí gran admiración saber que una persona tan poco popular pudiera jugársela por un discurso tan radical en contra de lo que él consideraba como una concesión de la soberanía.

Recuerdo que cuando hablaba del modelo económico, realmente nunca fue claro acerca de la forma en que habría de generar empleo.  Esto último, visto ahora en retrospectiva, parece algo lógico y obvio.  Sin embargo, su visión acerca de la manera de atraer inversión al país era muy interesante.  Es necesario resaltar que los indicadores económicos que dejaba Pastrana no eran alentadores, aunque durante su gobierno había logrado corregir el curso que había dejado el nefasto gobierno de Ernesto Samper.

Uribe representaba en ese momento una nueva forma de hacer política, basada en el liderzazo claro del jefe, y en la lucha contra la politiquería.  Recuerdo que pregonaba mucho que se requería una reforma política de fondo para que se acabara con los auxilios parlamentarios o cualquier otra clase de prebendas a los Congresistas.  Hay que recordar con claridad sus propuestas de muerte política a los políticos condenados por corrupción, que fueran tramitadas por la vía del referendo.




El ahora expresidente interiorizo el hecho de ser él el Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Suprema Autoridad Administrativa.  No obstante, tanta inteligencia y tanta capacidad mental empezó a traicionar al Presidente cuando comenzó a entender que era un líder amado y respaldado.  El carácter recio se convirtió en soberbia, y la inteligencia empezó a transformarse en indolencia.  Ataques como designar a los de la oposición como “terroristas de civil”, ofrecerle ‘darle en la “cara” al ‘marica’, hablar de otros Jefes de Estado como “nostálgicos del comunismo”, o que “sea varón”, son ejemplos de esa soberbia que lo llevó a chocar con otros soberbios.  Por supuesto, no es él el único soberbio que hay en el país.

Aquí, por lo general, a la gente le gusta que haya seres ‘superiores’ que los pisoteen.  Eso legitima a ese pisoteado para buscar a alguien más vulnerable y continuar así con la cadena.  Por eso, la actitud de Uribe no molestaba, sino que gustaba a gran parte de la población.  He escuchado a muchos decir que eso significa “tener pantalones”.  Por supuesto, no considero que la grosería o la altanería sea equivalente a “tener pantalones”.

En cuanto al tema de la indolencia, debo ser claro: creo que gran parte de la responsabilidad que aquí le endilgo al exmandatario, deriva de su pauérrima elección de colaboradores.  Creo, que en lo que llevo de vida nunca había visto un gabinete ministerial tan mediocre como el que le vi a Uribe en 8 años.  Tan es así, que tras revisar el asunto con algunos amigos, queda muy difícil establecer quién fue el peor, o la peor Ministra del despacho.  Por mi parte, considero que Diego Palacio se lleva los honores, pero compitió de cerca con Andrés Uriel Gallego, Andrés Felipe Arias.  Hasta ahí, los ineptos.  Sin embargo, cuando decide nombrar a un maestro de la artimaña, como es el caso de Fabio Valencia Cossio, como Ministro del Interior y de Justicia, parece mentira.  Pero claro, tenía que superar lo que había logrado hacer con Fernando Londoño.

Cuando uno ve al exministro Valencia, uno se pregunta qué podría hacer un hombre de su talento si decidiese usarlo para cosas buenas.  Qué habilidad la que posee para idiotizar a sus opositores.  Él solo logró movilizar el referendo reeleccionista (el segundo), y hacer parecer que las pataletas de Uribe con la Corte Suprema de Justicia, eran simples actos de opinión personal que no implicaban ningún conflicto especial.  Mientras tanto, terminó de arrasar con lo poco que quedaba de decente del Consejo Superior de la Judicatura.  Allí cabría aplicar lo que el antiguo filósofo griego Diógenes aplicó en su tiempo:  utilizar una lámpara en plena luz del día y caminar sus diferentes estancias.  Al ser preguntados acerca de lo que buscamos, habríamos de responder:  “Buscamos jueces honestos”.

En la segunda entrada, ahondaré más acerca de los alcances de Uribe con la justicia colombiana, tema central de este espacio.  Sin embargo, no quiero perder el hilo conductor que llevaba en un principio.  Como dije atrás, la indolencia caracterizó al Presidente Uribe cuando ya no era solo Uribe el redentor, sino Uribe el Magno (recordarán que su ego llegó a que algunos seguidores en serio, y algunos detractores en burla, lo llamaran ‘el mesías’).  Sus colaboradores realizaron toda serie de argucias para modificar el ordenamiento jurídico simplemente para que no se requiera voluntad diferente a la del Presidente Uribe para que algo se hiciera o se dejara de hacer en el país.  El primer referendo (y la yidispolítica), el segundo referendo y la denuncia de Navas Talero, las interceptaciones ilegales en el DAS, las confrontaciones con las Cortes, la declaración manifiestamente inconstitucional de estados de excepción (DMG y crisis de la salud) llevó a que aquel que juró combatir la corrupción y que siempre invitaba (en su primer gobierno) al diálogo de argumentos entre los contradictores, se transformara.

Cuando veo las cosas que llegó a hacer Álvaro Uribe, recuerdo las letras escritas por J.R.R. Tolkien en su obra de “El señor de los anillos”.  Además de ver la película, he leído el libro y siento que algunas de las descripciones que hace Tolkien sobre la manera como el anillo actúa a través de su portador para convertirlo en un instrumento de la maldad, es algo que se pudo aplicar a Uribe en algunos escenarios.  No pretendo, sin embargo, afirmar que todos sus errores o fracasos fueron intencionales o dolosos.  ¡Por supuesto que no!  Entiendo que fue una persona preparada, capaz de gobernar, hábil, y sobre todo, conciente de que posea aquellas cualidades.  Entre más cosas se hacen, es posible equivocarse más.  A Uribe le abono que aunque en muchas cosas se equivocó, muchas cosas intentó.  El lado bueno de su gobierno ha dejado cosas que me gustaría resaltar antes de terminar esta primera parte del escrito.

Recuerdo, por muchas razones que no vienen al presente caso, la situación de desconfianza y desesperación que vivía esta sociedad antes de la llegada de Uribe al poder.  Recuerdo que Bogotá era una capital sitiada, rodeada y deseada por las guerrillas, principalmente las FARC.  Recuerdo que para la gente, el concepto de movilidad y libertad de tránsito era aquel que podía ejercerse de la casa al trabajo y del trabajo a la casa.  También era posible viajar en avión al exterior a las playas.  El 80% de la población (si no es un poco mayor la cifra) estaba encarcelada en sus residencias, y veía cómo cualquier intento por desafiar a la guerrilla terminaba en secuestro extorsivo o en homicidio.

Recuerdo que antes de él, no existía una propuesta serie de atraer turistas e inversionistas al país.  Recuerdo que la presencia del primer mandatario de mi país era aquella que dejaba la de un hombre bajándose de un avión comercial para una reunión de jefes de Estado, o si no era ese el caso, se viajaba en un avión obsoleto e inseguro.

Recuerdo que antes de él, había podido únicamente ir a ver a Guns N´ Roses en 1992 y a Metallica (a este no pude ir, pero por otras razones) en 1999.  Bon Jovi, Gloria Estefan fueron quizás algunos de los otros conciertos de ‘grandes’ que pude presencial antes de la Era Uribe.  Durante su mandato, he podido ver a un repertorio de grandes grupos que jamás pensé que podría ver personalmente, y todo gracias a que se sentían lo suficientemente seguros para venir, y existía un suficiente nivel en la economía para emprender esos proyectos.  Eso, debo decirlo, se lo debo a él.

Recuerdo que antes de Álvaro Uribe, los policías y los militares competían por quién era más estúpido que el otro, y adicionalmente, por quién creía ser mejor que el otro.  El concepto de inteligencia militar aplicado al país era una increíble contradicción, y los recursos con los que contaban nuestras Fuerzas Armadas para enfrentarse a los subversivos eran muy escasos.  No obstante, quiero también dejar muy en claro que fue Andrés Pastrana (y no Uribe) quien se encargó de estructurar el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas.  Lo que ocurre es que fue el mandatario paisa quien contó con la decisión política de ampliar ese fortalecimiento e implementarlo desde el punto de vista operativo.

Por supuesto, Uribe nos ha metido unos golazos para desviar la atención, como la propuesta de traer el mundial de fútbol a Colombia, y cuestiones similares que buscaban contentar al pueblo y evitar que las personas husmearan más de la cuenta.

En síntesis, creo que Uribe hizo lo que la gente realmente esperaba que hiciera (disminuir la guerrilla a su mínima expresión) pero también ha dejado un negro legado que tardará algunos meses o años en realmente ser descubierto.  Mientras tanto, sus hijos ya serán unos grandes empresarios y probablemente ya no estén en el país, y es altamente probable que él tampoco.  Sin embargo, no les quepa la menor duda que lo ocurrido en su gobierno, que fuera dilatado o retrasado por estar él en el poder, volverá a adquirir un ímpetu que lo tendrá a él a las puertas del gran juicio histórico que el quisiera ver, pero con un resultado muy diferente al que él quisiera encontrar.
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miércoles, 4 de agosto de 2010

Diatriba contra los inteligentes

Recientemente, en una reunión informal en la que se encontraban presentes los amigos blawgers Mariana Jaramillo y Gonzalo Ramírez, recordamos la pedantería de algún personaje conocido, quien no para de hablar de sí mismo y de sus importantes logros profesionales.  Esa misma persona, que con alguna facilidad suele emitir juicios de valor cual si repartiera limosnas, es de aquellos que ve en sí mismo a alguien muy inteligente, y en otros, a personas menos inteligentes.  Esa es la regla general.

Tan solo un día después, me comenta mi alter ego, por cuestiones diferentes, llegó a tratar un tema similar con un amigo suyo, aunque en un plano menos anecdótico y más filosófico.  Se encontraron patrones comunes entre los casos analizados (para bien o para mal), y encontramos que efectivamente la vanidad intelectual es una cuestión que puede modificar por completo el carácter de un ser humano.  Decía él que en el caso de los niños, si se encierran en un cuarto, al regresar, probablemente estén jugando todos ellos.  En el caso de los adultos, no solo es probable que no hayan socializado, sino que incluso hayan llegado a insultarse o a pelear.  ¿Y esto por qué pasa?

Recurro, como siempre, a algunos textos de personas que han sabido plasmar la idea de manera más clara y concreta de lo que yo podría hacerlo.  Me gustaría compartir con ustedes lo que aquí se menciona, para de allí entrar a exponer mi visión del caso.

Ha dicho Schopenhauer:

1)      “Las armas del filósofo no son las autoridades sino los argumentos”

2)      “Con frecuencia, los envidiosos que detestaron nuestra prosperidad se vuelven amigos tiernos y nos brindan consuelo al saber que nos arruinamos”.

3)      “Es posible que un hombre se conduzca de forma reflexiva, ordenada, metódica, circunspecta y consecuente y al mismo tiempo, adhiera a las reglas más egoístas e injustas y perversas”.

Junto a estas píldoras, de ese gran pensador, me remito ahora a Tomás Moro:

En reuniones de gente envidiosa o vanidosa ¿no es, acaso, inútil explicar algo que sucedió en otros tiempos o que ahora mismo pasa en otros lugares?  Al oirte, temen pasar por ignorantes y perder toda su reputación de sabios, a menos que descubrar error y mentiras en los hallazgos de otros.  A falta de razones con que rebatir los argumentos, se refugian invariablemente, en este tópico:  “Esto es lo que siempre hicieron nuestros mayores.  Ya podíamos nosotros igualar su sabiduría”.  Al decir esto, zanjan toda discusión y se sienten felices.  Les parece mal que alguien sea más sabio que los antepasados.  Cierto que todos estamos dispuestos a aceptar todo lo bueno que nos han legado en herencia.  Pero con el mismo rigor sostenemos que hay que aceptar y mantener lo que sabemos debe cambiarse.  Con frecuencia me he encontrado en otras partes este tipo de mentes absurdas, soberbias y retrógradas.  Incluso en Inglaterra me topé con ellas.

Me perdonarán las lumbreras que se sientan ofendidas por lo atrás mencionado, pero créanme que suelen resultar más ofensivos ustedes con tanta brillantez interior pero con poca capacidad para alumbrar.  Sin embargo, creo que probablemente la culpa (o mejor) la totalidad de la culpa no es de ustedes.  Aquello de la inteligencia y su nefasto alcance en materia de desarrollo humano y moral tiene una connotación cultural que difícilmente podrá ser superada.

Veamos:  Luego de un análisis personal, considero que hay tres inmensas falacias que gobiernan la vida humana.  1)  El ser humano es superior a las demás especies.  2) El hombre (o mujer) inteligente es más que el (o la) menos inteligente.  3)  El hombre (o mujer) más bello es mejor que el (o la) menos bello.

De las tres, evidentemente, hoy me ocupo de la segunda de las –en mi parecer– falacias sociales.  Una razón, que debo aquí referenciar al amigo de mi alter ego.  Dice él que realmente es muy difícil establecer quién es inteligente y quien no lo es.  Al desarrollar su idea, considera que existen al menos cuatro clases de inteligencia: emocional, analítica, espacial, conceptual (o de memoria).  ¿Cuál de ellas es la que nos hace más o menos inteligentes que los demás?  Quizás muchos piensen que la análitica hace a alguien superior a otra persona, pero no creo que los seres superiores se suiciden más que los inferiores, ¿o si?


Imagen tomada de:  http://bitnavegante.blogspot.com 

He dicho ya que no creo que la culpa de que tan detestables son nuestras ‘lumbreras’ tiene mayor relación con una situación cultural que viene desde muy pequeños.  Por ejemplo, entre padres de familia suelen competir por cual de sus hijos es más inteligente.  Una reunión social con padres de niños pequeños suelen contener muchas frases como: “Mi hijo es TAN inteligente, imagínate que llego a abrir la nevera solito y buscar su compota de siempre, sin que nadie se diera cuenta”.  Probablemente el orgulloso padre recibirá una réplica como: “Ay, tan lindo.  Se parece a mi hija que un día decidió que iba a irse de la casa porque mi esposa es muy regañona.  La encontramos por fuera de la casa, y llegando a la esquina de la tienda con su osito de peluche.”

Probablemente estos padres de familia habitualmente ensalzan a sus hijos con frases como:  “Estudia mucho porque tienes que ser el mejor.”  Seguro son de los que se ‘derriten’ por su pareja cuando les dice que lo que más lo(a) cautivó fue su inteligencia.  Son estos cultores de la inteligencia, o de la apariencia de inteligencia los que se autodiscriminan frente al conocimiento que proviene del extranjero, pero a la vez, son los que creen ser la fuente de cualquier saber entre los suyos.

Quizás tras leer esta última idea, algún acucioso lector estime conveniente poner de presente que el texto que he citado de Tomás Moro va en sentido contrario a lo que he mencionado.  Allí la crítica se le hace a aquellos que creen que todo lo bueno que se ha hecho lo han hecho sus antepasados, y que el restos de la humanidad (nacional o extranjera) es menos inteligente.  Tienen razón.  Bueno… en parte.  Observarán que las culturas a las que se hace referencia en el texto de Moro son la francesa y la inglesa, principalmente.  Se trata de las dos grandes potencias de la época.  No tenían porque rendirle culto a los extranjeros de su época.

Aquí por el contrario, los manantiales de conocimiento a nivel local, suelen, a su vez, ser esponjas que absorben el agua de otra fuente.  Solo esas fuentes externas les gustan.  Para ser menos metafórico, utilicemos ejemplos.  El derecho penal local no puede concebirse sin que Jakobs o Roxin estén en todas las sentencias, en el espíritu de medio código penal, o similares.  Aquí lo que realmente nos peleamos es quién importa los textos de los españoles que han importado a los alemanes.  En materia Constitucional, no podríamos siquiera respirar sin el auxilio de Dworkin, o Alexy.  Si a eso le agregamos algo de Amartya Sen, mejor.  No es muy protocolario buscar entre los estudiosos del derecho constitucional a nivel local.  Si ellos no parten de la visión norteamericana de los principios, están derogados.

Sería interesante preguntarle a la gente del INCO, de qué parte del mundo viene el modelo de concesiones que se pretende manejar para las grandes obras que recién se han contratado.  O mejor, sería bueno saber qué piensa Andrea Amatucci sobre la reducción de la base del IVA, o sobre las exenciones por reinversión en capital o por la generación de empleo.  O tal vez debemos seguir intentando meter a la fuerza los daños punitivos en materia civil.  ¿Qué ha dicho recientemente la Corte Suprema de los Estados Unidos?

Estos son las personas inteligentes de nuestro país.  Son los que son sobrados frente a cualquiera que nazca en el territorio nacional, pero son incapaces de pensar por fuera de lo que mencionan los cánones de sus héroes extranjeros.  Son aquellos que veneran con cierta idolatría al que estudia en Harvard, en Paris II o en Munich, pero pisotean al que tiene un título igual obtenido en la UNAB, el Externado o la Sergio Arboleda.  A estos snobs que tienen que vivir según estructuras jerárquicas aparentes e irreales, que les gusta ir al Polo Norte para aprender a pescar en el Río Magdalena, y que solo se pueden comer un Ajiaco si es preparado por Chefs extranjeros, realmente les hace falta inteligencia.

Conozco a una persona, compañera de estudios de mi alter ego, quien además de ser aplicado, estudioso y analítico, era modesto, respetuoso y amable con los demás.  El conocimiento NO era de él.  El conocimiento era para aprender y compartir, no para presumir.  Fue lo suficientemente inteligente para entender que para ser un buen profesional se debe ser primero un buen ser humano, un buen hijo, un buen hermano.  Esta persona, según recuerdo, hablaba en español, y se le entendía.  No tenía que recurrir al diccionario para hablarnos en nuestro idioma.  Aunque en ese entonces no había Blackberry, probablemente no se hubiera requerido hacer lobby para obtener un saludo de su parte.  Según recuerdo, tampoco fue necesario que hiciera gala de su inmenso talento para que todos reconociéramos que fue un gran estudiante y que probablemente sería un gran profesional.  En consecuencia, nunca él, una persona realmente inteligente, requirió que las personas le dijeran que lo era, o lo adularan.  Por el contrario, el envidioso siempre quiso superarlo a como diera lugar.  De frente, o de manera subrepticia, recibió fuerte competencia.

Nunca le importó.  Por el contrario, entre más grande era el reto, más nos impresionaba con su manejo y su sabiduría.  El aunque sin serlo, realmente ha llegado a entender que no se vive de categorías o de marcas, sino con fundamento en la racionalidad y la argumentación.  El realmente utiliza su mente de manera inteligente, y no como aquel que recordábamos con Mariana aquella noche.  Aquel que no encontró suficientes palabras para vanagloriarse a sí mismo, para hacernos creer que sería el gran discípulo del maestro alemán.

Para mí, ellos son payasos pretenciosos… Bueno, creo que he ofendido irremediablemente a los pobres payasos.
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