martes, 30 de marzo de 2010

Ingenieros de la muerte

Cada vez que escribo un artículo como este, no puedo dejar de recordar al amigo Francisco Bermúdez Guerra, quien además de ser un colega abogado, blogger, también es egresado de la misma casa de estudios.  Sin embargo, él, a diferencia mía, cree que el hombre es bueno.  De hecho, tiene su propio blog de filantropía llamado FBG Filantropía.  A Francisco, un saludo especial.  Me alegra que todavía haya gente que no haya perdido la fe por completo en el ser humano.  Yo, por supuesto, no formo parte de ese grupo.

Ha pasado un mes y medio desde que advertí aquí acerca de la próxima matanza de focas en Canadá.  En el ingreso titulado “Estamos alegres II: Sigamos matando animales” me pronuncié acerca de la manera como celebramos lo magnífico del ser humano que es capaz de vencer en el ski jump o en el bobsled pero somos incapaces de asquearnos de manera generalizada en que acabamos con otras especies.   Pues bien, el día de hoy he recibido noticia a través de Facebook acerca de la suerte de las amigas focas.  Como era de esperarse, la matanza no iba a evitarse.  De hecho, según se menciona en el mensaje firmado por Tracy Reiman, Vicepresidente Ejecutiva de PETA, la cuota permitida de focas muertas asciende este año a 388.200 focas bebés.

Claro, es evidente que la tradición de matanza de focas en Canadá, o la de la matanza de delfines en Japón, denunciada por el documental “The Cove” justifica lo que sea.  Claro, es evidente que la tauromaquia, como arte que es, justifica acabar con algunos toros.  Una que otra buena bola de billar hecha de marfil justifica uno que otro elefante sacrificado.   ¿Y qué mejor en nuestros chalets que un tapete hecho de verdadero tigre?  Finalmente, nuestras religiones (casi todas ellas) nos sitúan como dueños del mundo, y todo lo demás está para servirnos, vivo o muerto.

Adicionalmente, eso de matar sí que es divertido.  O si no que lo digan los inquisidores del medioevo.  O los romanos.  Cualquiera que revise 2 o 3 documentales de Roma por Discovery, The History Channel o incluso National Geographic, podrá concluir que esos romanos eran buenos para diseñar formas de matar personas o animales, o los dos.  Lástima que no conocieran la pólvora en esa época.  La habrían pasado de maravilla.  Ya me imagino los hombres bala, disparados de cañones contra rocas afiladas o plantas llenas de púas.  Tal vez si existieran los motores a gasolina, podrían los gladiadores modernos esquiar sobre lagos infestados de pirañas.


Imagen tomada de:  www.artelista.com 

Pero bueno, al menos podemos destacarnos de ellos en algún sentido.  Hemos sabido maximizar la matanza a gran escala.  Seguro que si los romanos hubieran podido elegir, no habrían intentado inmolarse en buses o en trenes.  En eso los campeones somos los de esta época.  ¿Será que a los romanos se les habría ocurrido fragmentar las puntas de las ojivas de los proyectiles para que se fragmentaran al momento del impacto y generaran más daño?  Personalmente creo que sí lo habrían hecho.  Sin embargo, eso de cavar hoyos en los proyectiles para untarlos de cianuro o de materia fecal para que la victima muera de una infección, si no ha muerto antes por el impacto, es bien ingenioso.

Nosotros los colombianos hemos logrado dominar el arte de matar en vida.  Hemos aprendido que lo importante a la hora de hacer sufrir, no es matar o dejar vivir, sino eliminar la esperanza y cualquier vestigio de alegría que pueda tener un ser humano.  Nos gusta más que el contrincante quede desmembrado por minas quibrapatas, a que muera.  Es mejor tener 10 años a alguien amarrado a un árbol, que darle un tiro de gracia.  En caso de que sobreviva, ya hemos matado gran parte de su alma.

¡Ahhh!  ¿Pero cómo me desvío del tema así?  No debo confundir a los civilizados con los bárbaros esos que secuestran.  Ellos son inhumanos, no como nosotros que tan solo queremos que los prisioneros se pudran en las cárceles por 50 o 60 años.  Son ellos los que les gusta generar pánico en la población, no nosotros que permitimos que los grandes capitales dejen en la bancarrota a un tercio de la población, con el compromiso de que nuestros gobiernos los salven a ellos.  Eso no genera pánico, son complots para desacreditar a los gobiernos.

En esta, la Semana Mayor, como no podemos comer carne, celebremos comiéndonos una buena langosta, que podemos degustar luego de que haya nadado un rato en agua hirviendo.  Mientras esta nada en su propio jacuzzi, pensemos por qué esos judíos malos fueron capaces de dar muerte a Jesús.  Comamos la carne blanca para no pecar, y luego vamos a tomar una siesta en el lujoso hotel de nuestra escogencia.  Claro, que no sea en Canadá, porque allá ya están totalmente ocupados con los viajeros que les gusta ir a interrelacionarse con pequeñas focas.
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domingo, 28 de marzo de 2010

Lo que vi

Hoy tomo prestado el nombre de la columna que habitualmente escribe el periodista deportivo Hernán Peláez en el diario El Espectador.  No me gusta andar tomando ideas de los demás, pero en este caso realmente no encontré un mejor nombre para darle al ingreso de hoy.  Desde que uno se vuelve blawger, le llega cierta paranoia relacionada con el tema de derechos de autor, y más aún desde que conocemos lo que está ocurriendo en España con el tema de derechos de autor y los blogs.  Esperemos que el profesor Peláez sepa perdonar el uso que le doy y no solicite que me cierren la página.  Ante todo, que no lo haga ante Baltasar Garzón, pues a él le encanta que España juzgue todo lo que no ocurre en España.

Dicho lo anterior, comenzaré a hacer referencia a lo que realmente vi.  Me refiero en específico al debate televisado de hace unos días protagonizado por los principales candidatos presidenciales.  Como ya he mencionado antes aquí, mi voto está cantado (desde  hace mucho tiempo) por Germán Vargas Lleras.  Sin embargo, no estoy exento de reconsiderar la idea si llego a encontrar que hay alguien que llena mis expectativas más y mejor que él.  Esa es la función de los debates.

En primer lugar, debo ser claro en que lo que más me gusta de los debates es el enfrentamiento de ideas.  En este caso, eso no se dio.  Mejor dicho, fue un debate sin debate.  Por eso, aquello del “Primer Gran Debate” es parcialmente cierto. Lo de ‘primer’ es cierto, lo de ‘gran’ es más o menos cierto, y lo de ‘debate’ es falso.  Si no es así, entonces convendría que me mostraran qué respondió Juan Manuel Santos cuando Gustavo Petro insinuó que el podía saber si lo habían ‘chuzado’ en el pasado.  Tal vez perdí la señal cuando respondían.

Más allá del problema metodológico, hay que admitir que hubo pedazos del ‘debate’ muy interesantes.  Particularmente me gustó la primera tanda de preguntas, preguntas dirigidas de manera específica a cada candidato, que buscaban poner en aprietos a los candidatos.  Me gustó también la tanda de preguntas cortas, pues con ella se pudo mostrar qué tanto tienen que preparar las respuestas y las palabras cada uno de los candidatos.  Algunos, por la premura, cometieron errores.  Me gustó por eso, aunque en general, el contenido de esta tanda de preguntas me pareció irrelevante.

En cuanto al resultado del debate, considero que el gran ganador fue Gustavo Petro, y la gran perdedora fue Noemí Sanín.  Mejoró Fajardo y empeoró Mockus.  Vargas Lleras y Santos estuvieron bien, en términos generales, y Pardo perdió algunos puntos, aunque en general pasó la prueba.  Como siempre intento dar las razones que motivan mis opiniones, a continuación las resumo, candidato por candidato.  Lo haré, según el orden en que se sentaron en el set de televisión.

Juan Manuel Santos (Partido de la U)

Tuvo muy buen arranque.  Debo admitir que, en términos generales, le correspondieron las preguntas más difíciles, porque sobre él recayó mucha responsabilidad política por los falsos positivos, por las chuzadas del DAS, y por parte de los líos con Chávez y con Correa.  Debía ser muy fino en sus respuestas para no dar pie a ser contraatacado.

Pros:  Definitivamente es una persona inteligente y preparada.  Sacó a relucir sus gestiones como Ministro, y es confiado y coherente a la hora de contestar.  Se notó la serenidad de confiar en sí mismo.

Contras:  Es evasivo frente a temas que no le convienen.  Ha sido contradictorio frente al tema del apoyo del partido PIN, aunque su respuesta en el debate fue clara al respecto.  Su campaña gira en torno a Uribe, y no a su propia gestión.

Para destacar:  La pregunta que le formuló a Noemí Sanín.  Un muy buen ataque, del que la candidata azul no supo defenderse con decoro.


Noemí Sanín (Partido Conservador)

Considero que fue desastrosa su presentación.  Intentó mostrarse como la continuadora de la seguridad democrática, y en 2 de cada 3 preguntas así lo decía.  Fue absolutamente evidente que su intención es conquistar el voto uribista y quitárselo a Santos, pero para ello se mostró obviamente seguidora y fanática del Presidente Uribe.  Eso resulta sospechoso, cuando menos, si se tiene en cuenta que ella ha formado parte de gobiernos absolutamente disímiles, y a todos los ha defendido con igual ímpetu.  Evadió preguntas directas, y eso es mortal para un candidato.

Pros:  Es carismática, y hábil a la hora de intentar desviar la atención.  No deja notar sus inseguridades, y como buena paisa, tiene cierta facilidad para el manejo de auditorios.  Intentar justificar su pluripartidismo como función de Estado, era una propuetas interesante al principio.

Contras:  De todos los candidatos que estaban presentes, era la que mejor credenciales podía mostrar en el manejo de relaciones exteriores.  No aprovechó esto a su favor, existiendo tres preguntas.  Siempre inició sus respuestas con frases contundentes pero a la hora de desarrollar sus ideas, se quedó en nada.

Para destacar:  El harakiri de Noemí Sanín, al intentar venderle a Mockus la idea de que el partido conservador y su forma de pensar son muy parecidas.  Pésima elección.


Antanas Mockus (Partido Verde)

Contrario a lo que piensan otras personas con las que he conversado al respecto, considero que Mockus ha sabido entrar en el juego político, aunque no se valga de los usuales clichés para ello.  Sigue mostrándose como una fuerza independiente, y eso será muy útil para él.  Posee serias debilidades a la hora de aterrizar sus ideas en programas específicos.  Para una contienda electoral, parte del electorado se fija en los programas de campaña, que implican la estructuración de ideas, con objetivos y metodologías.  A Mockus le falta estructurar esto último, y deberá iniciar rápido.

Pros:  No evadió una sola pregunta, aunque no siempre terminó respondiendo exactamente lo que le preguntaban.  Quedo claro que todos los candidatos le reconocen su gran manejo en temas de pedagogía y obtención de consensos.

Contras:  No es del todo claro donde está su capacidad de proyección de programas.  Sus ideas son buenas, pero demasiado teóricas, y eso genera desconfianza.  No es lo mismo manejar Bogotá que manejar a todo el país.

Para destacar:  Mockus está vendiendo una noción programática de partido, lo que resulta muy valioso teniendo en cuenta la juventud del partido, pero reafirmando la concepción que el triunfo del partido en las parlamentarias puede ser cosecha de partido, y no de personas.


Gustavo Petro (Polo Democrático Alternativo)

Gustavo Petro ha demostrado que es una persona que está asumiendo la carrera por la presidencia con absoluta seriedad.  A diferencia de lo que se ha visto respecto de otros candidatos, es claro que Petro a decidido asumir el reto, con Carlos Gaviria o sin él, con las adversidades de la alcaldía de Samuel Moreno o sin ellas.  Es muy diciente, respecto de la disciplina de Petro, que no hubo una sola respuesta suya en la que se pasara del tiempo establecido para contestar, o que no hubiera quedado claro qué fue lo que quiso decir.

Pros:  Es absolutamente claro en su posturas, y es aún más claro a la hora de transmitir sus ideas.  Esa claridad de la que se sirvió como parlamentario, está siendo aprovechada para transmitir ideas contundentes.   Posee un proyecto social definido.  Su respuesta sobre la posibilidad de que su hijo fuera condenado por uso de narcóticos, fue excelente.

Contras:  Para una visión opositora como la que represente él, siempre resulta más fácil realizar comparaciones con el gobierno del cual es opositor.  Muchos conocen lo que él no representa, pero pocos pueden realmente saber qué es lo que sí representa.  Debe enfocarse mucho en sus propias propuestas y no tanto en las que representan los seguidores de Uribe para atacarlas.

Para destacar:  Desde el punto de vista jurídico, considero que el buen manejo de los conceptos de igualdad, equidad y justicia permiten una visión alternativa a considerar que Colombia requiere únicamente seguridad.


Germán Vargas Lleras (Cambio Radical)

Germán Vargas Lleras, junto con Juan Manuel Santos, hablar como líderes.  Su carácter es el de aquellas personas capaces de liderar, y eso es importante reconocerlo.  Viene de un golpe fuerte en las elecciones parlamentarias, en donde Cambio Radical perdió posicionamiento en el Congreso.  Eso es importante cuando se ha lanzado una campaña de partido, como la de él.  Mucho lo ven como continuación de Uribe, y muchos otros lo ven como oposición de Uribe.  Uno de sus objetivos es aclararle ese panorama al electorado, pues por apasionamientos como ese, ha dejado de ganar intención de voto.

Pros:  Defendió muy bien la supuesta ‘muerte política’ del partido, dando cifras sobre el nivel de representación de Cambio Radical a nivel país.  Dejó claro en el debate, que tiene programas claramente definidos.  Fue capaz de indicar por qué no es un continuador de Uribe, pero también por que no es opositor de Uribe.  Nadie, a diferencia de él, habló del manejo de fronteras.

Contras:  A diferencia de lo que hizo Santos con Noemí, desperdició la oportunidad de hacer una pregunta complicada a Pardo.  Fue una especie de coqueteo al liberalismo, y una vitrina de sus programas, y eso no fue serio.   Hubo al menos 3 o 4 preguntas en las que se le pasó el tiempo para responder, y no redondeaba sus ideas.

Para destacar:  Siendo partidario de los gobiernos de Uribe, ha sido capaz de identificar y reconocer las graves fallas en materia social, y ha mostrado propuestas serias al respecto.  Su visión de la administración de justicia es bien interesante.


Rafael Pardo (Partido Liberal)

A diferencia con lo mencionado atrás respecto de Santos y Vargas sobre su carisma de líderes, Rafael Pardo ha carecido de esto último.  Ni siquiera los comerciales en los que debe figurar como poderoso candidato, han logrado mostrar esto.  No obstante lo anterior, nadie pone en duda que este es un candidato serio, y capaz.  El debate mostró a Pardo un poco nervioso e impreciso a la hora de hilar ideas, aunque en términos generales se defendió bien.

Pros:  Sacó a relucir su experiencia pública en los momentos indicados.  Logró mostrarse como una gran alternativa en materia de normalización de relaciones internacionales, particularmente con Venezuela.  Su mensaje final fue contundente, y siempre es importante un buen cierre de debate.

Contras:  Sus explicaciones sobre la importante figuración de familiares de parapolíticos (Arleth Casado) en las votaciones al Congreso.  La respuesta que le dio a Vargas Lleras sobre estar en la era digital, cuando este último ha sido premiado con la mejor página de política en la web.  Sigue mostrando ausencia de carisma.

Para destacar:  En una apuesta muy arriesgada, se la jugó por plantear la legalización de la droga como una forma de acabar la lucha contra el narcotráfico, así como la había planteado el liberalismo anteriormente en el gobierno de Samper.


Sergio Fajardo (Compromiso Ciudadano)

Sergio Fajardo siempre había pasado como un individuo que agradaba mucho, pero al que no se le conocían ideas concretas sobre qué pensaba hacer.  Se sabía que quería replicar parte de su gestión en Medellín como su modelo de gestión para el país.  También se sabía que pensaba gobernar con valores y fortaleciendo educación, pero no era claro qué pensaba sobre aspectos concretos de la vida pública.  El ‘debate’ le permitió dar a conocer estos puntos, y definir si Fajardo era un candidato de verdad, o una simple figura pública con altos niveles de aceptación.

Pros:  El manejo sobre las preguntas que relacionaban el éxito de su gestión con los grupos paramilitares.  Fueron respuestas buenas.  Se mostró tranquilo y preciso a la hora de responder, y tuvo un muy buen manejo del tiempo.  Sacó a mostrar la importancia de su candidato vicepresidencial en momentos oportunos.

Contras:  Sus reacciones frente a la derrota en las elecciones parlamentarias muestran un poco de soberbia y falta de capacidad de reacción.  Le ha costado intención de voto y no logró revertir la situación en el debate. 

Para destacar:  De todos los candidatos, Fajardo tocó un tema vital como es la trascendencia de la corrupción en materia de finanzas públicas y crecimiento económico.  Al hacerlo, dio fuerza a sus argumentos sobre su eventual gestión.

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sábado, 20 de marzo de 2010

No es la fiesta de la democracia, sino que la democracia está de fiesta

Antes que nada, debo disculparme por la demora en volver a sobrevolar la blogósfera.  Ha sido una semana llena de bastantes sorpresas, y con abundante ausencia de tiempo.  En cierta forma, agradezco esta falta de tiempo, porque me ha permitido reformular en mi cabeza la idea que hoy pretendo exponer.

No seré popular por lo que voy a decir, pero nunca se ha tratado de ser o no serlo, sino de permitir compartir mis ideas respecto de ciertos temas.  Personalmente, luego de lo demostrado el pasado fin de semana en el país, considero que la democracia definitivamente no sirve aquí.  Desde que estudié en la universidad acerca de las ideas políticas, siempre he concluido que la monarquía sería mucho mejor.  Con ello no quiero afirmar que me hubiera fascinado vivir en una colonia española que trata peyorativamente por los ibéricos.  Me da lo mismo que vivir en una república independiente colonizada económicamente por los ibéricos y por los norteamericanos, y que también nos tratan peyorativamente.  El problema es que hace 200 años decidimos teóricamente ser independientes, pero nuestra servil mentalidad exige que alguien nos diga qué hay que hacer.  Nos gusta pensar que somos libres, pero siempre que el Tío Sam o su majestad nos certifiquen que lo somos.

Aclaro:  la democracia per se, me parece genial.  Lo que no me parece genial es que sea un pecado no creer en ella.  Por supuesto que es un modelo fabuloso, pero si le incluyéramos el componente de que al pueblo realmente le interesara gobernarse y elegir lo que es bueno para ellos.  En Atenas, se trataba de 50.000 personas que les interesaba inmiscuirse en los asuntos públicos y en los asuntos privados.  En verdad, les interesaba participar en lo político.  El pueblo quería gobernarse.

En Colombia, modelo 2010, tenemos 30 millones de potenciales votantes.  Cuando de 30 potenciales votantes salen 13 millones a votar, sentimos que hemos fortalecido la democracia.  De hecho, se habla de la fiesta de la democracia.  Personalmente, me parece una pésima fiesta.  Un abstencionismo que supera el 60% (algunos hablan de 66%) me indica que a más de la mitad de la población no le importa quiénes los representen en el Congreso.  Cuando llego a esa conclusión, debo poner en contexto que el Congreso, por esencia, es el órgano de representación del pueblo.  En otras palabras, en cualquier esquema que se acoja, el más democrático de los órganos de poder, es el Congreso.  En nuestro país, hemos demostrado que no nos interesa participar en la conformación del más democrático de los órganos.


Imagen tomada de:  www.ronda.com.co 

Por eso, sorprende cuando tantos ‘ilustres’ o ‘pensadores’ o ‘ilustres pensadores’ quieren montar en el país un esquema parlamentario.  Por supuesto:  33% de la población elige el Congreso, y de allí, se requerirían mayorías para elegir a un Primer Ministro.  En consecuencia, un 20% aproximadamente, montaría o tumbaría a un gobernante.  Eso me parece poco serio.  Si se trata de eso, volvamos al voto calificado.  Esta última modalidad de votoa era la más discriminatoria en materia de elecciones; sólo podían votar los dueños de tierras, que fueran varones, mayores de edad.  Evidentemente, eso cambió para permitirle a TODO el pueblo participar.  El problema es que al pueblo no le interesa hacerlo.

Veamos ahora ese 33% (por ahora me acojo a las cifras que conozco) de votantes.  De este porcentaje de personas a las que sí les importa tener poder decisorio sobre quiénes manejan el país, encontramos que hay un sinnúmero de personas que les gustaría elegir, pero votan mal.  Esuché en la radio que hubo alrededor de 1,5 millones de votos nulos en las pasadas elecciones.  Esto me preocupa mucho, porque siendo absolutamente claros, me resulta increíble que 1,5 millones de personas fallaran en marcan un tarjeton con 1 o 2 equis, dependiendo de si se trataba de un voto preferente.  Estoy de acuerdo en que los tarjetones no eran claros, y no tenían foto, pero no por ello puedo excusar que las personas fallen en marcar una o dos equis en un papel.

Me preocupa mucho, porque eso me permite divagar acerca de qué tan sopesada e informada puede ser la elección de una persona en estas condiciones.  ¿Será que revisan las propuestas de los candidatos?  ¿Será que revisan quién representa sus deseos en materia de seguridad, salud, educación, empleo o inversión social?  Me queda la duda.

Aparte de los que no pudieron votar adecuadamente, por tratarse de votos nulos, están los que sí saben votar pero venden su voto.  De todos los analizados hasta el momento, estos son los más canallas e insensatos.  Cambiar un voto por un tamal, o por $20.000, es ridículo.  Es una falta de respeto por sí mismo, y por supuesto, a ningún analista le permitira sacar conclusiones muy halagadoras de esta fiesta de la democracia.

Por último, están los votos corruptos.  8 curules para el Senado obtuvo el nuevo partido PIN, creado a partir de la unión de los exparlamentarios inmiscuidos en líos de parapolítica, narcotráfico, u otros.  La mayor votación del Partido Liberal fue de la esposa de otro congresista condenado por parapolítica.  El cuestionado senador Hernán Andrade, Presidente del Congreso, premiado con otra altísima votación.  Estos votos sumados, siguen restándole a la cifra de votos válidos.

A manera de conclusión, entonces, tenemos que en Colombia eligió el 34% de votos posibles.  De ese 34%, hay muchos votos nulos, muchos votos vendidos, y otros tantos votos emitidos a favor de personas o partidos altamente cuestionados.  No me culpen, entonces, por pensar que la democracia aquí no funciona.  Prefiero un sistema menos bueno, pero que funcione, y no seguir creyendo que tenemos los niveles de seriedad de los países escandinavos, y una cultura democrática al estilo norteamericano.

Por supuesto, todo ello sería evitable, si este se tratara de un país de personas educadas.  El problema principal es la falta de educación, y ese problema, no lo resolverán desde arriba, porque a esta élite le conviene seguir contando con un pueblo feliz e ignorante, que puedan mantener tranquilo con pan y circo.  Lamentablemente, educación no es solo poder aprender un oficio.  Educación es capaz de entender medianamente el mundo que nos rodea, y poder tomar decisiones acerca de qué rumbo tomar.  El país demostró lo desorientado que está.  De lo contrario, que alguien me explique por qué razón habría uno de votar por Andrés Felipe Arias, a sabiendas de que ninguna propuesta suya es suya, y conociendo el nivel de los escándalos que lo rodean.

En definitiva, no fue la fiesta de la democracia.  Por el contrario, la democracia está de fiesta, y desde hace rato.
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viernes, 12 de marzo de 2010

El mejor Vs. El mejor que se puede ser

La práctica jurídica es curiosa porque todos los días presenta un reto diferente, y en la medida en que se realizan las gestiones para superar el reto, encontramos algo que nos permite cuestionarnos.  Desde pequeños, se puede aprende, aunque sin perspectivas claras del porqué, que la vida es complicada, por definición.  Es en ese momento donde inicialmente se empieza a formar el carácter del individuo acerca de cómo va a afrontar la vida.

Encontramos, por ejemplo, al niño o a la niña que adquiere rutinas que denotan disciplina de estudio.  Evidentemente, la persona empieza a demostrar fortalezas, y genera admiración en quienes lo conocen.  Hasta allí, el tema parece excelente.  El problema surge cuando estos hábitos y estas potencialidades comienzan a ser medidas.  Encontramos en el colegio sistemas de calificación que nos permiten establecer teóricamente qué tanto se aprendió.  Llámese sistema numérico, alfabético o alfanumérico, en cualquier caso estamos realizando mediciones.

Las mediciones generan inevitablemente la competencia, a pesar de no ser diseñadas para esta finalidad.  En su esencia, lo que interesa al individuo es qué tan bien progresa respecto de los objetivos propuestos, nada más.  Sin embargo, en muchos casos la medición y el éxito llevan a que las personas no se esfuercen por ser lo mejor que pueden llegar a ser, sino simplemente por ser los mejores, y punto.  Encontrarán una marcada diferencia psicológica entre unos y otros.

Quien aspira a ser el mejor no puede con la derrota.  La derrota no implica, para él o ella, una posibilidad de mejorar, sino simplemente implica un fracaso.  Genera malestar y amargura, y obsesiones internas por jurar que esto nunca va a volver a ocurrir.  Quien así piensa, normalmente siempre mantendrá un esquema de vida según el cual tiene que llegar a la cúspide, porque allí hay que llegar.  Normalmente, este individuo no se detiene en mayor medida a pensar para qué quiere llegar a la cúspide.

Quien aspira a ser el mejor que puede llegar a ser, en cambio, suele ser una persona que puede convivir con el fracaso, pues para él es una oportunidad más para superarse y enfrentar otra clase de obstáculos.  Quien así piensa, suele ser un individuo que, al igual que el anterior, traza una serie de puntos en su mapa de vida.  A diferencia de aquél, en cambio, no se encierra en el pensamiento de estar ya allá, sino que entiende, como lo entendieron los sabios orientales, que toda gran aventura y toda gran empresa se inicia con un paso.  Lo importante es el proceso de llegar.  Quizás por eso, cuando estos individuos en ocasiones llegan a la cúspide, porque no siempre llegan, tienen una meridiana claridad acerca de para qué es que se quiere llegar allí.

Se preguntarán por qué me detengo hoy a referirme a estos aspectos, que para muchos pueden ser banales, pero para otras personas implica un contenido completamente diverso.  Nos encontramos en Colombia en un momento en el que las campañas políticas, tanto para Congreso como para la Presidencia, se encuentran en un momento crítico.  En efecto, el país durmió durante mucho tiempo, creyendo que el Estado iniciaba y terminaba con Uribe, y no concebían la realidad de otra manera.  Ahora, en un momento en el que se sabe que Uribe habrá de dejar de mandar, y concientes de que la vida continúa, se ha agitado el pueblo.  Se buscan respuestas, se buscan propuestas, se busca tranquilidad.

Al revisar algunas campañas políticas, encontramos individuos que nos juran que han de servir al país.  Miradas patrióticas, fotos conmovedoras, y una promesa de servicio.  Esta clase de campañas buscan seducir, mas no buscan convencer.  Otros candidatos, en cambio, no suelen promocionar su carácter servicial.  Buscan mostrarnos cómo podrían ayudar.  Son aquellos que realmente muestran planes y proyectos.  Por supuesto, algunos nos gustarán y otros no, es tan solo natural.  Sin embargo, estos candidatos buscan convencernos y no seducirnos.  Normalmente, cuando alguno de estos últimos nos gusta, podremos entablar un diálogo argumentado con otra persona para mostrar por qué nos gusta o no nos gusta.  Ante los primeros, seguramente opinaremos que nos gusta o no nos gusta, pero con absoluta sinceridad, es probable que no sepamos bien por qué.

Por supuesto, la política implica un juego de pasiones.  Sin embargo, no se trata solo de pasiones.  Por ello, es importante poder buscar a aquél que quiere ser el mejor que puede ser.  El político que cumple estas características, normalmente trascenderá como un estadista, y no como un político.  Los otros podrán llegar a ser grandes políticos, muy reconocidos, pero nunca estadistas.

Con los abogados ocurre algo parecido.  Ya desde hace varios años, Don Angel Ossorio escribía que no todo quien pase por una facultad de derecho y se gradúe puede ser llamado ‘abogado’, pues la abogacía no es una profesión sino una vocación.  Dirá él que solo aquél que realmente tiene un llamado real por la consecución de la justicia, dentro de un marco ético, podrá utilizar los instrumentos que la ley consagra, para ser un abogado.  A eso le agregaría, que el abogado es aquel que ve en la justicia un objetivo de todos los días, y no un argumento para trazar estrategias.  Lamentablemente, sin embargo, las facultades de derecho están diseñadas para producir técnicos en derecho, y no abogados.  Se enseña que los juicios se ganan y se pierden, no que se viven.  Se enseña que las teorías jurídicas se revalúan o se acogen, no que se discuten y se digieren.  Se enseña que el juez toma decisiones vinculantes, y se analizan los efectos de sus decisiones.  No suele enseñarse cómo es que realmente administran justicia.

Siendo así las cosas, nuestra formación académica y cultural nos lleva a que casi siempre triunfen los ‘mejores’ y no los que son ‘lo mejor que pueden ser’.  Es fácil identificar al abogado que está en uno u otro grupo.  Los ‘mejores’, normalmente redactaran memoriales o sentencias con características de “yo puedo, y usted debe”.  Quienes buscan siempre ser lo mejor que pueden ser, probablemente formulan esa frase al estilo “porque debo, puedo”.  Solo ellos saben que esta fórmula implica necesariamente una comunicatividad y una dialéctica que lleva al interlocutor a responder, haciendo o dejando de hacer.  Sin embargo, no suele imponer.  Convence.

En el ingreso inmediatamente anterior, titulado “El juego de la libertad”, he mostrado ejemplos de dos jueces con poder, y la forma en que cada uno de ellos ha ejercido el poder de su cargo.  Conviene que reflexionemos si en nuestras vidas, buscamos ser los mejores, o si buscamos ser lo mejor que podemos ser.  En ocasiones, las dos se unen, pero normalmente las personas que llegan a ese nivel, no suelen interesarse mucho por verificar si efectivamente se encuentran en ese nivel o no.  Simplemente lo demuestran.
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sábado, 6 de marzo de 2010

El juego de la libertad

Siempre he insistido, a lo largo del tiempo que he tenido como administrador de “Picotazos de Gaviota”, acerca de las lecciones jurídicas que nos da la vida, en momentos inesperados y de forma mágica.  He tenido la oportunidad de vivir otra de estas lecciones, en tres actos.  Todo esto, disfrazado de ser humano, y con la personalidad de mi alter ego.  ¡Gracias, vida, por tu inmensa sabiduría!

Acto I

Es jueves en la madrugada, y me despierto rápidamente, contrario a lo que suele ocurrir en mi día a día, donde la primera de las luchas que he de librar es contra el mismísimo Morfeo.  Curiosamente, es esa la última de las luchas que también he de librar habitualmente antes de sucumbir a sus designios.  Este jueves, sin embargo, me brindó un despertar sin oponente.  La falta de lucha contra Morfeo me llevó a levantarme de la cama con cierto grado de optimismo mezclado con tensión por lo que estaba por venir.

En efecto, hace tan solo un día había logrado concretar varias situaciones que habrían todas de desatarse en esta mañana, al permitirme acudir a una audiencia de control de garantías programada para las siete de la mañana.  Viéndolo en retrospectiva, creo que la falta de oponente matutino era una pequeña gracia que me concedía Dios, teniendo en cuenta que una vez más veía cómo la ciudad se destruía a sí misma, inmersa en el caos desatado por el paro de buses y busetas.  Para otros, esa gracia divina se veía plasmada en la posibilidad de destruir bienes de otras personas sin pudor, y valiéndose de causas ajenas.  Para mí, esa gracia carecía de gracia.

Mientras me movilizaba por la ciudad a tempranas horas de la mañana, repasaba artículos, principios orientadores y ante tantas evaluaciones mentales, siempre me decía que tenía que seguir, pues de ello dependía la libertad de él.  Mi error costaba su libertad.  Ya había hecho bastante para procurar llegar a este punto.  No podía fallar.  Por supuesto, hoy la batuta dependía del fiscal, y no de mí.  Era él quien había decidido convocar a la audiencia para modificarle a él la imputación de cargos inicialmente presentada.  Pero había sido yo quien me había convertido en uno más de sus guardaespaldas, esperando cada instante que tuviera libre para enrostrarle evidencia, enviar uno que otro dardo sobre yerros anteriores, y charlar amigablemente sobre la justicia y la libertad.  Había sido yo quien lo había convencido de la necesidad de convocar esta audiencia.  No podía hoy defraudar.

Se inicia la audiencia y en un principio, siento que las cosas van por buen camino.  La juez que presidía la audiencia escucha atentamente los motivos esgrimidos por el fiscal, solicita que se le explique la evidencia, y que se lean unas declaraciones.  Intento comentarle a mi cliente lo que ocurre y en ese momento, siento que todo cambia.  Enfurecida, me manda a callar la juez, y le pide al fiscal que continúe.  El fiscal presenta sus argumentos, sus elementos materiales probatorios, y concluye acerca de la necesidad de variar la imputación jurídica.  Solicita, de manera subsidiaria, que se conceda la libertad al acusado, y agrega algunos motivos adicionales.  A las demás partes e intervinientes en la audiencia se nos permite el uso de la palabra.   Agregamos algunos aspectos jurídicos relevantes, emitimos alguna opinión respecto de lo planteado por el fiscal, pero coincidimos todos en que su petición es jurídicamente viable y más que necesaria para ajustarse a la realidad.

Ella oficiosamente decreta un receso.  Ordena que ninguno de los asistentes puede salir de la sala de audiencias.  Ordena absoluto silencio.  Su secretario, sin embargo, reiteradamente salió para hablar en su teléfono celular.  Entraba y salía.  Los demás, inmóviles y mudos.  Ya había yo probado lo que era un regaño de esta juez, y no quería otro más, buscando ser astuto.

La audiencia se reanuda, y escuchamos todos cómo la juez invoca los principios en materia penal, las formas de interpretación de la ley y cómo el juez no es un ‘convidado de piedra’ (expresión que cada día resulta más fastidiosa, así se haga referencia al juez, o a quien sea) y que bajo esos presupuestos, no veía que nuestra petición fuera formalmente correcta.  Manifiesta que no es competente para conocer del cambio de imputación, y que eso era problema del juez de conocimiento.  No obstante, agrega que desde su punto de vista, los demás estamos equivocados y allí no hay lugar a variar la imputación (¡!).  Cita de manera desafortunada dos sentencias de la Corte Suprema de Justicia.  Respecto de la solicitud de libertad, mediante una macabra mezcla de conceptos jurídicos, confunde lo subsidiario con lo accesorio, y por tanto, considera que al no prosperar la primera petición, tampoco ha de pronunciarse sobre la segunda.  En consecuencia, no concedió nada.

Muy decentemente, nos corre traslado de su decisión.  El fiscal solicita que se declare la nulidad y adicionalmente apela.  Otro interviniente interpone recurso de reposición.  Yo solicito declaratoria de nulidad, e interpongo los recursos de reposición y en subsidio de apelación.

Para no extenderme demasiado, resumo:  Ni el fiscal ni yo pudimos siquiera invocar la causal de nulidad.  La decidió sin siquiera saber de qué se trataba.  Adivinen qué decidió…  Respecto del recurso de reposición interpuesto por mi alter ego y por el otro interviniente, los negó, no sin antes tener que discutir, porque no me permitía sustentar mi reposición, y me obligaba a referirme únicamente a lo expuesto por el otro interviniente.  Casi toca suspender la audiencia para escuchar el audio.  Finalmente, me escuchó para llenarse de razones para considerar que no podía equivocarse.  Las apelaciones se concedieron (al menos esa sí las tramitó).

Es el juego de la libertad.  Claro, de la libertad de otro.


Acto II

Es jueves en la noche, logro llegar al Parque Simón Bolívar en bus, pues coincide la hora de mi salida, con el momento en que empiezan a rodar los buses, tras haberse levantado el paro que ya nos azotaba.  La sensación que vivía era contradictoria.  De una parte, el pesar y la ira que me embargaban desde la mañana interactuaban maquiavélicamente con la expectativa y la emoción de poder ver en vivo a una de mis dos banda favoritas.  Por supuesto, hay momentos de empujarnos unos a otros, de empinarnos, de agacharnos, y de hablar poco.

Pasan los dos teloneros y siento que el público es amable, en medio de tanta hostilidad que sacudía a mi ciudad por esos días.  Eso me reconforta un poco.  Luego la veo a ella, en un tamaño que no esperaba.  Debía medir unos quince metros, pero sin duda era ella.  Por supuesto, ella estaba rodeada por los demás protagonistas, pero estoy seguro que todos la miramos.  Mirémosla todos:


Imagen tomada de:  http://artecentro.wordpress.com 

Ya la había visto antes, pero no recordaba su nombre.  Probablemente, al ver su imagen pensaría en “Viva la Vida”, y no en “La libertad guiando al pueblo”, de Delacroix.  Sin embargo, ella me dejó marcado desde que la vi.  Era grande, majestuosa y respetada.   Instantes después se dio inicio a un espectáculo memorable.  Se trataba de Coldplay, mi juez de la noche.  No íbamos nosotros allí a juzgarlos a ellos.  Eran ellos quienes estaban aquí, en Bogotá, para juzgarnos a nosotros.  Sentí aquí lo que no había podido sentir en la mañana.  Sentí que nuestro juez nos veía, nos escuchaba, nos entendía.

Chris Martin nos saludó de ‘pareceros’, término muy común en esta tierra, y propio del lenguaje de paisas.  Hizo referencia a lo ‘bacano’ y a lo ‘chévere’, a lo largo de la noche.  Estuvieron entre nosotros y a pesar de la altura, dieron todo de sí.  Nos respetaron como su audiencia, y por supuesto, crecieron en todos nuestros corazones.  Así viví yo esa noche de ensueño, viendo a los ídolos de la música darme las lecciones que los ídolos del derecho se habían negado a brindarme.

Curiosamente, estaba allí, y quería oir todas las canciones, pero sobre todas, habían dos que me desvelaban.  Primero iniciaron interpretando, como nunca antes lo había escuchado en vivo, “Fix You”.  El inicio me estremeció, pues era tan propicio, en tantos sentidos:

“When you try your best but you don´t succeed” (“Cuando intentas con lo mejor que tienes pero no tienes éxito”).

El final de esta canción ante la cual había prometido que lloraría, también terminó estremeciéndome:

“And I will try to fix you” (“Y yo intentaré arreglarte”).

Físicamente no lloré, pero aún hoy siento los estragos de las lágrimas que derramó mi alma al escuchar la canción.

La penúltima de sus canciones fue la otra canción que ansiaba escuchar.  Se trataba de “The Scientist”, la canción que me había enamorado de este grupo inglés, y que motivó tantas cosas en mí.  Su letra y su cadencia iban calmando mi corazón, cuando entendí que había cosas que no iban a ser fáciles, pero que dependía de mí superar los obstáculos que la vida me presentaba:

“Nobody said it was easy… Ohh it´s such a shame for us to part” (“Nadie dijo que era fácil… Ohhh es una lástima que tengamos que separarnos”)

Al finalizar el concierto, pensé en estos mensajes, y volví a verla a ella en mi mente.

Era el juego de la libertad.  De mi libertad.


Acto III

Es viernes por la tarde, y no sé cómo describir mi día.  Me siento incapaz de entender mi estado de ánimo.  Sé que no he podido dejar de pensar en lo ocurrido el día anterior.  Sé, sin embargo, que ya he pasado, en gran parte, lo ocurrido.  No obstante, me encuentro de nuevo con un escenario similar al del día anterior.  Cambió uno de los intervinientes, y cambió el juez.

Es tarde, y el fiscal no ha llegado.  Voy a buscarlo, mientras intento explicarle al juez que al parecer la información de las salas no es acertada.  El accede a esperar unos minutos.  Procedemos a iniciar audiencia.  Se trataba de la audiencia preparatoria del mismo caso que me correspondía el día anterior.  El juez era el mismo que ha de definir definitivamente la suerte de mi cliente.  Este último llega y silenciosamente se sienta a mi lado.  La audiencia comienza, y el fiscal solicita el uso de la palabra.  El juez le concede el uso de la palabra.

Luego de algunos segundos, entiendo que el fiscal ha decidido, antes de tramitar un juicio ilógico obligado por una juez que teóricamente dispone y no instruye, solicitar al juez de conocimiento que se le permita variar los cargos.  A estas alturas, el fiscal ha revisado la jurisprudencia que nos citaban el día anterior, y le dio un alcance mucho más cercano al contenido real de la sentencia.  Personalmente, me encontraba sorprendido ante esta determinación, pues no conocía de antemano la intención del fiscal.

El juez escucha a los demás intervinientes y a mí como defensor.  Agrego a lo expuesto por el fiscal, asuntos formales como el haber agotado el trámite ante la juez de control de garantías, y su argumento de supuesta incompetencia para conocer de las peticiones.  Me acojo a lo solicitado por mi contraparte.

El juez decreta un breve receso para repasar detalladamente la sentencia, y al reanudar, realizar una exposición sobre los principios que fundan el derecho penal, sobre la excepcionalidad de la libertad, y sobre cómo es potestad del fiscal decidir acerca de los cargos a imputar, por expresa disposición legal, y por la naturaleza misma del sistema.  Acepta la determinación, y consecuentemente concede la libertad a mi defendido.  Al ordenar eso, la vi a ella nuevamente en mi mente, agitando el trapo rojo, alentándonos a seguir adelante.

Es el juego de la libertad, de la libertad de vivir de conformidad con la ley y bajo un sentido ‘lógico’ de justicia.
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