martes, 7 de agosto de 2012

La “libertad de prensa” del Vicepresidente


El tema no admite más espera.  Si bien es cierto que la mitad de las noticias jurídicas en el país giran en torno de temas penales, cada cierto tiempo surgen situaciones en el país que suscitan discusiones jurídicas interesantes.  Estas, por regla general, no se dan.  La principal razón para ello es que normalmente miramos las noticias desde una óptica política y no desde una óptica jurídica.

Si tenemos un Procurador sesgado con sus creencias políticas, al punto de desconocer el pluralismo religioso para definir qué es lo que él considera delictivo, o no, el tema que suele ocupar los foros de discusión en revistas y diarios suele ser acerca de cómo se ha politizado el derecho disciplinario, y lo grave que es tener a un retrógrada en ese cargo.  Sin embargo, las discusiones jurídicas detrás de esta cuestión no suelen darse.

Lo mismo ocurre con el Fiscal General de la Nación.  Un sabio de su envergadura que  opina sobre todo lo que ocurre en todos los ámbitos de la vida nacional a excepción de lo que ocurre en su entidad, precisamente deja de opinar sobre una serie de cuestiones jurídicamente interesantes.  Simplemente por poner un ejemplo reciente, sería interesante saber si en criterio de la Fiscalía General de la Nación, la nominación y votación de secretario del senado podría hacer pensar en la comisión de una conducta punible.  ¿El hecho de que se trate de un acto administrativo lo excluye de la indemnidad constitucional, o sí aplica la exclusión constitucional del poder penal? Sobre eso no escuchamos al brillantísimo columnista emitir opinión.

Reitero, el tema no admite más espera.  No hago referencia al par de jerarcas del poder sancionador del Estado, sino hago referencia a otro asunto que se ha tornado repetitivo, pero que aún no ha llegado a desbordar el límite de lo tolerable.  Al paso que vamos, sin embargo, sí lo va a superar, y sería interesante saber qué va a hacer el Gobierno colombiano y qué querría hacer el pueblo colombiano.

Me refiero al caso del Vicepresidente colombiano Angelino Garzón, un ex dirigente sindical de izquierda que apareció en la arena política institucional de Colombia a raíz de su nombramiento como Ministro de Trabajo del expresidente Andrés Pastrana Arango en el año 2000.  Posteriormente llegó a ser Gobernador del departamento del Valle del Cauca durante el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez (de hecho, su periodo incluía el final del primer periodo presidencial de Uribe y la primera parte del segundo).  Luego, se constituyó en la fórmula vicepresidencial del entonces candidato Juan Manuel Santos Calderón.



Imagen tomada de:  www.vicepresidencia.gov.co 

El Vicepresidente ha protagonizado interesantes debates desde que Santos se posesionara como Vicepresidente de la República.  Cabe recordar que al principio del mandato de Santos, Garzón emitió declaraciones que criticaban el contenido de la Ley 1424 de 2010, una ley defendida por el gobierno de Santos.  Esto generó duros enfrentamientos con el entonces Ministro del Interior y de la Justicia, Germán Vargas Lleras.  Garzón criticó la ley señalando que abría lugar a la impunidad por el otorgamiento de indultos plenos.  El Ministro desmentía la versión, y nuevamente el Vicepresidente hablaba para reiterar las críticas.  Tuvo que intervenir el Presidente de la República para frenar la discusión, y los llamó a ambos al orden.  Ambos hicieron caso en su momento.

No obstante lo anterior, tiempo después se volvió a presentar una situación similar.  En conclusión, la discusión que se daba en varios frentes era si Santos podía “deshacerse” de Angelino, quien opinaba y opinaba.  Casi siempre, sus opiniones eran bastante divergentes de aquellas que presentaran los otros emisores oficiales, es decir, la de los Ministros.

Tras esta serie de roces internos de Angelino Garzón con el resto de los miembros del Gobierno, se tomó la decisión de nominar y apoyar la candidatura de Garzón para dirigir la OIT.  Una coincidencia temporal que no desaprovechó el Gobierno para sacar al ‘opositor’ en un momento propicio, elevándolo a una importante dignidad de carácter internacional.  Angelino Garzón percibió, como lo hizo una importante parte del pueblo colombiano, que su nominación era una manera elegante para callarlo y sacarlo del camino.  Al principio se opuso, pero después de un tiempo, aceptó y le empezó a gustar la idea.  Siendo sinceros, la opción no era nada mala, y a diferencia de muchos otros cargos donde se proponer como candidato a quien no sabe del tema, en este caso Angelino sí poseía un perfil interesante para el cargo.

Como resultado de la operación, Angelino Garzón dejó de ser una piedra en el zapato para el Gobierno, y de pronto se podía ganar un espacio internacional importante un tema sensible para Colombia, como es lo relacionado con la protección del trabajo y del trabajador en el país.  El gran problema fue que no lo eligieron, y el plan fracasó parcialmente (finalmente hay que aceptar que en el momento ‘agudo’ de la crisis, lograron callarlo).

Hace algunos días se vio en las noticias que el Vicepresidente Garzón, recién salido del hospital tras atravesar graves quebrantos de salud, habría empezado a apoyar supuestos mensajes de apoyo sobre la Asamblea Nacional Constituyente que algunos quieren convocar.  Luego salió el Presidente a desmentir esa noticia.  Entonces, tras nuevamente ponerse en el centro del reflector, el país empieza a preguntarse ¿qué piensa el Vicepresidente sobre la Constituyente que han propuesto?  Al parecer él mismo habría respondido la pregunta el día de hoy: sí.

Lo preocupante no es que piense que es conveniente convocar una Asamblea Constituyente.  Eso es discutible.  Lo preocupante es que considera que una Constituyente es necesaria porque es la única forma para que dialoguen Santos y Uribe, o los santistas y los uribistas.  Me eriza saber que al importante menú de mecanismos de resolución de conflictos debamos agregar el de Asamblea Nacional Constituyente.  Sin embargo, no es ese el punto que me lleva a escribir estas letras el día de hoy.

Como se ha mencionado al principio de este ingreso, me suelen interesar más las discusiones jurídicas que están detrás de las discusiones políticas.  Lo que me parece interesante discutir, en esta ocasión, es si existe alguna manera de detener o de institucionalmente callar al Presidente.  Nunca antes había visto un funcionario del Gobierno tan desjuiciado como el Vicepresidente.  Ni siquiera su inmediato antecesor, que metía en problemas al Gobierno cada vez que hablaba, generaba tanto problema.  Es más fácil lidiar con un tonto que con un rebelde.  Es el caso que nos ocupa.  Francisco Santos era un tonto bocón.  Angelino Garzón es un rebelde.

Por ello, me interesa ver qué es lo que constitucionalmente tenemos.  Por supuesto, si el tema fuera claro, no habría nada que discutir.  La discusión se da porque existe una tensión de derechos.

A su favor, Angelino Garzón tiene los siguientes preceptos constitucionales:

a. Art. 16.- Libre desarrollo de la personalidad.
b. Art. 18.- Libertad de conciencia.
c. Art. 20.- Libertad de expresión y libertad de prensa.
d. Art. 13.- Derecho a la igualdad.
e. Art. 5.- Principio de la primacía de derechos inalienables de la persona.
f. Art. 2.- Fines del Estado (específicamente la garantía de la efectividad de principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución).

En contra, Angelino Garzón tiene los siguientes preceptos constitucionales:

a.  Art. 202., Inc. 3º - Función del Vicepresidente como remplazo del Presidente.
b. Art. 202., Inc. 5º - El Presidente es quien asigna funciones al Vicepresidente, si así lo considera.
c. Art. 6º - Responsabilidad de los servidores públicos.
d. Art. 122 – Consagración del principio de legalidad en material de función pública.

Para efectos de no ser demasiado engorroso, el punto es que el hecho de que Angelino Garzón sea Vicepresidente de la República no le quita su carácter de individuo con derechos fundamentales como los ya enunciados.  En consecuencia, tiene derecho a opinar sobre lo que quiera.  Otra cosa es si tiene la obligación de ser escuchado.  Sin embargo, lo interesante de esto es saber si debe obedecer al Presidente o no, y por tanto, si puede incurrir en responsabilidad disciplinaria por salirse del cauce de lo que debería hacer.

Al respecto es conveniente mencionar que la página web de la vicepresidencia www.vicepresidencia.gov.co hace referencia a las funciones que desempeña el Vicepresidente de la República.  Allí se consagran las normas que habrían de regular lo relacionado con las funciones del Vicepresidente.  Al respecto, se citan allí dos Decretos reglamentarios.  Se trata de los Decretos 2719 de 2000 y 4657 de 2006.

Respecto de estos decretos, conviene señalar lo siguiente: El primero de ellos, el 2719 de 2000 trae un catálogo interesante de funciones del Vicepresidente.  Están consagradas en el artículo 12 de esa norma.  Adicionalmente, es conveniente recalcar que se trata de un Decreto reglamentario, que se funda en lo dispuesto por la Ley 489 de 1998.  En esa ley, se deja expresa claridad que la Vicepresidencia de la República estará adscrita a la Presidencia de la República.

La Presidencia de la República es un Departamento Administrativo, y por lo tanto, su Director es nombrado por el Presidente de la República.  En consecuencia, si la Vicepresidencia está adscrita a ella, es un funcionario que está sometido a los lineamientos del Gobierno, que constitucionalmente es encabezado por el Presidente de la República.

Esto último quiere decir que, como funcionario público, el Vicepresidente no es una rueda suelta que pueda hacer lo que se le venga en gana por el simple hecho de que fue elegido popularmente junto con el Presidente.  El hecho de que hayan sido elegidos al tiempo no los pone al mismo nivel, ni el Vicepresidente es “inmune” a las órdenes vicepresidenciales.

La segunda de las normas es aún más interesante que la primera, puesto que retoma lo que expresamente señala la Ley 489 de 1998 al referirse al Vicepresidente de la República.  El artículo 56 de esa ley dispone que el Vicepresidente cumplirá las misiones o encargos que le confíe el Presidente de la República.  Nada más.  En ese mismo sentido, el artículo 13 del Decreto 4657 de 2006 retoma eso mismo, y dispone lo mismo, en cuanto a las funciones del Vicepresidente de la República.  Adicionalmente, el Decreto 4657 de 2006 expresamente deroga lo dispuesto por el Decreto 2719 de 2000.  En consecuencia, ese listado de funciones que pueden observar en la página web de la Vicepresidencia, está derogado.

En conclusión, el Vicepresidente de la República no posee funciones diferentes a las que le ordene el Presidente de la República.  En consecuencia, su única función será aquella que constitucionalmente no puede ser modificada como es la de remplazar al Presidente de la República en sus faltas temporales o absolutas.  De lo contrario, es tan súbdito del Presidente como cualquiera de sus funcionarios.

El problema es de diseño, ya que si bien el Vicepresidente es subalterno del Presidente, este último no puede remover del cargo a aquél.  Eso ya lo ha dejado claro el mismo Vicepresidente.  Pero eso no quiere decir que su imposibilidad de remoción implique que no deba cumplir instrucciones.  El incumplimiento de órdenes expresas implica penalmente prevaricato, y responsabilidad disciplinaria.  Ni el mismísimo Angelino Garzón está exento de esta clase de responsabilidades.  Eso lo dice también la misma Constitución, y el Vicepresidente no está por encima de la Carta Política.

Si el Presidente emitiese orden expresa sobre la imposibilidad de que el Vicepresidente opine acerca de cualquier asunto de Gobierno (probablemente se podría hacer de manera tan sutil como decir que únicamente lo puede hacer el Ministro del ramo correspondiente) y decidiese el Vicepresidente hacer caso omiso a esta orden, ya he mencionado qué consecuencias jurídicas acarrearía.

El hecho de que no pueda ser removido del cargo, no quiere decir que no pueda ser jurídicamente neutralizado.  Valdría la pena que el Gobierno piense si quiere tener a un rebelde con vocería, legitimidad y tanto poder andando como rueda suelta, o si piensa tomar riendas en el asunto.

En criterio de esta gaviota, quizás lo más sensato sería citar al célebre Rey Juan Carlos de Borbón en su mensaje personalísimo al Presidente Chávez de Venezuela, y esputarle a Angelino un: “¡¿Por qué no te callas?!”
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sábado, 21 de julio de 2012

Sobre las mentiras de la Iglesia


He recibido hace ya uno días, un correo de un amigo lector, Samuel Cadavid Puentes, quien me plantea la siguiente inquietud:


Imagen tomada de:  http://www.mensajesdeanimo.com

“Por estos días llegó a mis manos el libro "Mentiras Fundamentales de la iglesia católica", del autor español Pepe Rodríguez, mismo que ya había escrito, a manera de denuncia, "La vida sexual del clero".

A manera de introito utiliza la frase: "La verdad os hará libres, la mentira... creyentes"

Lo estoy leyendo con verdadero interés.

Dame un consejo, gaviota!!

Atte: Samuel Cadavid Puentes
Montería – Córdoba”


Le prometí al amigo Samuel, hace ya mucho tiempo que trataría el tema, aunque a decir verdad, pensé hacerlo el mismo día que tuve la oportunidad de leer el correo.  Realmente, me resultó imposible el manejo de tiempos, pero aquí estamos de nuevo, cumpliendo una promesa tardíamente.

Lo primero que debo recalcar es que no he tenido la oportunidad de leer este libro, todavía.  Pero lo haré.  Dos razones poderosas me llevan a hacerlo.  En primer lugar, soy de formación Católica, y por lo tanto, me interesa sabe qué tan sincero es el mensaje de la Iglesia.  En este punto, no soy una gaviota tan ingenua.  He tenido la oportunidad de leer “La puta de Babilonia” de Fernando Vallejo, que es un libro-desquite, contra la Iglesia.  Aparentemente sus datos históricos son sólidos, y en conclusión, la Iglesia se construyó sobre una farsa.

Sin embargo, apreciado Samuel, debo aclarar una cosa.  La religión es una organización semiótica y lógica de la fe.  La fe, por esencia, es convicción, es sabiduría y es tranquilidad del espíritu.  Puede basarse en cualquier tipo de estructura mental o espiritual, salvo en la lógica.  Por lo tanto, la religión no podría ser lógica, porque implica volver lógico lo que no lo es.  Si pensamos en términos muy básicos, tenemos que considerar que el centro de la fe católica es que: un individuo que a la vez es Dios, murió no para sí, sino para otros, y luego de hacerlo, por su propio poder divino resucitó de la muerte.  Basta intentar racionalizar cada uno de estos elementos para entender que ninguno de los postulados en que se fundamenta la fe de los católicos es absolutamente ilógico.

Con esto último, lo que pretendo hacer ver es que la parte “dogmática”, si se quiere, de la religión, puede fácilmente ser considerada como una quimera, o un mito, o simplemente una mentira. Fernando Vallejo, cree que lo de Cristo es un mito y de hecho suele referirse al personaje histórico como “Cristoloco”.  Otros piensan que no existió, o que de haber existido no murió, o que de haber muerto, no resucitó.  No es fácil entender la historia que rodea a Jesús, si se parte de lo evidente, lo lógico y lo físico.

El principal problema que poseen las religiones, y quizás la religión católica es el principal caso y más evidente, es que pretenden monopolizar la salvación del alma, mediante el establecimiento de patentes respecto del mensaje de Jesús.  La versión oficial es la versión católica (dicen los católicos).  Para hacerlo más oficial que las otras oficiales, precisamente empezaron a utilizar el término “católico(a)”, para referirse al carácter universal de esta Iglesia, a partir de este término griego antiguo.


Imagen tomada de:  http://es.dreamstime.com

Es necesario leer esta clase de documentos como parte de la historiografía de lo que ha sido la construcción netamente humana del mensaje de Cristo.  En otras palabras, es bueno saber qué tan mentirosa y/o criminal ha sido esa construcción social que denominamos Iglesia.  Es tan conveniente como saber qué tan mentirosa y/o criminal ha sido la construcción de aquello que denominamos Estado, en Colombia.  No por saberlo o dejar de saberlo, se debe llegar a los límites de creer o dejar de creer en el mensaje de fondo.

A esta conclusión he podido llegar a través de múltiples experiencias personales que se relacionan con el Derecho.  En vida, no he podido conocer más que un puñado de personas que siendo los ‘portadores oficiales de lo que es y no es derecho’, son inmorales, inescrupulosos, ladrones, matones y demás.  Mi alter ego ha podido ver y vivir de cerca algunas de estas realidades.  Más mentiras y ardides que los que traman los padres de la patria, los ‘honorables’, y especímenes como los Procuradores o Fiscales, quizá no encontremos en muchos otros sectores.

Con la Iglesia, no me cabe duda, ocurrió y ocurre lo mismo.  Si unos manipulan el concepto de ‘justicia’ a su antojo, la Iglesia ha sido capaz de manipular el concepto de ‘verdad’ al suyo, y por tanto, podremos discutir nutridamente acerca de la veracidad y la falsedad de lo que la Iglesia ha dicho, pero conviene distinguirla ampliamente del concepto de falsedad y veracidad del mensaje de fondo del cristianismo.  Gracias a Dios, no todas las versiones de lo que ha sido Cristo y su mensaje se encuentran en los cuatro evangelios oficiales.  Es la fe la que ayuda a seleccionar qué es lo que creo cierto y qué no.  Evidencia, no hay.  Es esa la principal manera de experimentar a Dios.  De lo contrario, estaríamos racionalizando lo divino y lo místico.  Creer no es lo mismo que convencerse, y en este campo, a diferencia del jurídico, creo que es mucho más importante creer que convencerse.

En cuanto a la frase “la verdad os hará libre… la mentira creyentes”, creo que implica otro intento más por racionalizar lo espiritual.  Suena útil para vender libros sobre la Iglesia, y suena más útil para escudriñar el papel de los humanos ‘portadores de la verdad de Dios’, pero no para poder llegar a ningún punto conclusivo frente a la experimentación de Dios que pueda tener cada ser humano.
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jueves, 19 de abril de 2012

El síndrome CR7 y la fiesta #porlajusticia 2012


La presente semana ha obsequiado un inicio de semifinales de la UEFA Champions League de elevado interés para la comunidad futbolística.  Si bien es cierto que no existía unanimidad en las predicciones, la mayoría de ellas apuntaban a que ambos partidos iban a ser difíciles pero con triunfos de los equipos españoles.  El tiempo demostró, sin embargo, que no ha sido así.  Chelsea doblegó al potente Barcelona, mientras que Bayern Munich silenció al Real Madrid.

Personalmente, debo aclarar que mis afectos siempre han estado ligados al club merengue, que afortunadamente ha podido brindarme alegría en varias oportunidades.  Sin embargo, en los últimos años me he encontrado con que personalmente no me afecta tanto lo que le ocurra al club.  La razón es una sola: CR7.

Empecemos por cuestionarnos acerca de la clase de pensamientos que pueden pasar por la cabeza de un individuo para que considere que su nombre puede ser remplazado por una sigla, y que debe serlo.  Eso le ocurre al ególatra, al vanidoso ególatra.  Alguien que se considera a sí mismo como el número 1 de todo lo que hace y dice, hasta el punto que merece un sobrenombre identificador que va más allá.  Él es una marca, y merece ser una buena marca, y verse bien en todo momento.

Basta revisar sus apariciones en los últimos certámenes del mundial de fútbol, en donde la cámara lo captaba mirándose a sí mismo en las pantallas gigantes, para poder entender qué tanto se adora a sí mismo.  Su autoveneración llega al punto de celebrar goles mostrando sus cuádriceps, para mostrarle al mundo cómo son ellos los que le permiten hacer goles tan espectaculares como el que acaba de marcar.  Por supuesto, lo que no logra conquistar dentro del terreno, lo hace fuera de él, mostrando sus cuádriceps, sus abdominales, o lo que sea que debe mostrar para que todos y todas sepan qué tan perfecto es.



Imagen tomada de:  www.showtimeplanet.com

Claro.  Cristiano Ronaldo no es un inepto con el balón.  De hecho, es un jugador bastante bueno, que efectivamente tiene uno de los mejores disparos al arco.  Sin embargo, su excesivo amor propio ha llevado a que se moleste por los aportes ofensivos que puedan realizar otros compañeros.  Claro, se molesta siempre que no haya sido él el generoso que les permitió colaborar.  Por ello, su narcisismo llega al punto de convertirse en un autofetichismo, y eso puede llegar a ser algo complicado.

El mismo fastidio que siento por CR7 me lo generan algunos de los sabios jurídicos que nos ofrece la actualidad.  Hay muchas formas de reconocerlos, dependiendo del ámbito que quiera abordar.  El caso colombiano trae un ejemplo reciente de CR7.  Se trata de la Juez Carmen Johanna Rodríguez Ruiz, quien se ha definido a sí misma como una “jueza no convencional”, quien dice que uno de sus libros favoritos es la Constitución, y quien en audiencia pública fustigó a un fiscal y habría confesado haber cotizado armas ilegales previo a tomar su decisión, pero aún así considera que todo estuvo muy bien hecho (ver entrevista en El Espectador).  Son de esos funcionarios judiciales que algunos compatriotas míos denominan como “berracos”.  Entiendan como tales a los individuos que sobrepasan cualquier obstáculo que les pongan, que son capaces de lidiar contra lo que sea, y que siempre tienden a sobresalir.  Es decir, un “berraco” es un CR7.

No tendría espacio suficiente para abordar cuantos “berracos” hay en las Altas Cortes colombianas.  Muchos son unos “verracos”.  Me atrevo a dar un par de nombres que surgen a primera vista:  Mauricio Fajardo (ex Presidente del Consejo de Estado), Mauricio González (ex Presidente de la Corte Constitucional) y Augusto Ibáñez (ex Presidente de la Corte Suprema de Justicia).  Si esto se eligiese bajo la metodología del balón de oro, no sé quién de ellos se ganaría el CR7 de oro, quién el de plata y quién el de bronce.  Difícil.

Precisamente, en esta coyuntura especial, es que debo apoyar a un colega blogger argentino, como es el caso de Alberto Bovino, y a muchos otros que se han sumado a la iniciativa de ejercer una veeduría moral por quienes han de administrar justicia en el mundo.  Por supuesto, la iniciativa está dirigida por y para los argentinos, pero como ave del derecho, debo necesariamente manifestar mi apoyo a esa iniciativa. El público debe poder (si así lo desea) conocer quiénes son los jueces ‘vagabundos’ que utilizan el término ‘justicia’ como un simple recurso retórico para hacer lo que se les da la gana.  Invito desde ya a los lectores de este espacio a que se sumen a la iniciativa de la Fiesta #porlajusticia 2012.

En mi caso, prefiero a los jueces idiotas que a los jueces CR7, pero otras personas podrían válidamente afirmar que es preferible un tirano que un  imbécil decidiendo.  Difícil disputa.  Sin embargo, ya he votado, prefiero al bruto.  Normalmente el bruto, como no se siente el dueño del mundo, hace esfuerzos conscientes por hacer las cosas bien, así no lo logre.  El juez CR7, tiende a buscar ser el juez “estrella” (NOTA:  Para quienes revisar el concepto de funcionario “estrella” que se maneja en este blog, leer la entrada de “Reflexiones sobre las estrellas”) y normalmente lo logra con creces.

¿Quiere conocer a un abogado CR7?  Piense en lo siguiente:  1) Si es un escrito, revise qué tanto se cita a sí mismo, o trabajos que ha dirigido, prologado o similares.  2) Si es profesor, revise qué tanto utiliza el plural “nosotros consideramos”, para referirse a su propia opinión.  3)  Si es un abogado litigante, revise el uso de absolutos, o de términos peyorativos en sus escritos o en sus alegaciones: “No queda duda alguna de…” “De manera perentoria se debe aceptar que…” “Interpretación ridícula es la que sugiere que…” 4)  Si es un juez o un fiscal, cuidado con quienes utilizan la ‘independencia’ del operador jurídico, o con quienes sienten que todo lo hacen con ‘apego’ a derecho.  Normalmente eso traduce que aplican el derecho con ‘apego’ a su pensamiento.

Lástima que no sea tan fácil a nuestros abogados CR7 tensar el cerebro y mostrárselo a la comunidad, para poder identificarlos con más facilidad.  Bovino y los suyos han inteligentemente acudido al galardón ya revisado, para no tener que realizar extirpaciones cerebrales con demasiada frecuencia.  Quizá algún día por este lado del continente se nos ocurran marcas llamativas como “BRI-BON”, “W-Von” o cositas así  para que además de identificarlos de manera que esté a la altura de su ego, podamos los demás saber a qué atenernos cuando lleguemos a sus garras.
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viernes, 13 de abril de 2012

Fe de erratas


Hace unos días escribí en la entrada del blog titulada “Alazos Ed. 011 una serie de opiniones respecto de algunos asuntos que estaban congestionando mi mente desde hace algún tiempo.  Sin embargo, cuando se intentan elaborar varias ideas a la vez, es posible que la mente falle y lo haga a uno escribir cosas que no se debieron haber dicho.

Textualmente escribí respecto del Consejo Superior de la Judicatura:

“Órgano creado por la Constitución de 1991, compuesto por muchos Magistrados subdivididos en dos Salas.  En ambos casos, no sirve para nada.”

Debo aceptar que me equivoqué, y debo expresar públicamente que tras horas de reflexión, debo ser valiente e buscar el arrepentimiento por tan craso error.  Realmente el concepto de inutilidad, desde el punto de vista estrictamente gramatical, no merece un maltrato semejante.  No puedo comparar la falta de utilidad, con lo que podemos extraer como resultado operativo de 20 años de Consejo Superior de la Judicatura.

Si quisiese utilizar una escoba para tocar un solo de guitarra de Paco de Lucía, podríamos decir que eso es inútil.  Si queremos intentar destapar las vías respiratorias con inhalación de ácido muriático, es algo más cercano a lo que ocurre con la implementación del Consejo Superior de la Judicatura.

No pretendo aquí condensar dos décadas de  disparates para justificar mi error confeso, o la enmienda que he hecho de aquél.  Basta por ahora hacer referencia a la última de las joyas presentadas por este ente que lamentablemente tenemos que denominar irónicamente como Alta Corte.

Hace un par de días, me enteré que el Consejo Superior de la Judicatura, a través de una Sala de Conjueces, profirió un fallo, que puede ser revisado aquí.  El fallo resuelve un conflicto de competencia entre la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, y la Contraloría General de la República.  Lo primero que debe sorprender es que efectivamente pueda existir un conflicto de competencias entre uno y otro.  Sin embargo, la realidad supera a la ficción.  El conflicto de competencias se propició.

Lo siguiente que resulta más sorprendente aún es que adoptando una hermenéutica que podría herir la sensibilidad incluso del público más bárbaro, se menciona lo siguiente en la sentencia:


“Ante la existencia de ese vacío legislativo para la Sala es viable e imperioso constitucionalmente, ocuparse de la resolución del aludido tópico jurídico con apoyo en la cláusula general de competencias que como juez del conflicto tiene, y en otros fundamentos de orden constitucional, tales como el de no dejar de resolver el asunto so pretexto del no otorgamiento específico de la competencia, lo cual a su turno hace parte del respeto al debido proceso y al derecho de acceso a la administración de justicia de los involucrados en este proceso.”

Más adelante, sin embargo, menciona este cohorte, perdón Corte:


“Por lo anterior,  para esta Sala resulta … “crucial para el respeto al principio del juez natural es que “no se altere la naturaleza de funcionario judicial y que no se establezcan jueces o tribunales ad hoc. Se necesita una previa definición de quienes son los jueces competentes, que sean jueces los que dicten el derecho, que estos tengan carácter institucional y que, una vez asignada debidamente la competencia para conocer de un caso específico, no les sea revocable el conocimiento del caso, salvo que se trate de modificaciones de competencias al interior de una institución. Asimismo, este principio excluye la atribución de privilegios a la hora de atribuir competencias, como la que tendría lugar mediante las llamadas jurisdicciones especiales en materia penal”.”

Genial, ¿o no?  De una parte se atribuyen una competencia inexistente, y luego salen a defender el principio del Juez Natural.  Eso es digno de una ovación pública, por lo menos con aplausos in crescendo por lapso no inferior a 5 minutos.

Esto, señores Decanos de Derecho, es lo que ocurre cuando se le otorga título de abogado a todo el que tiene cómo pagar una matrícula universitaria.  No culpen después a los fiscales y a los jueces penales por no ser capaces de atender toda la demanda de condenas por prevaricato que se quisieren.  Por supuesto, en el caso de la Alta Corporación, es un avance jurisprudencial.  Mientras tanto, revuélcate en tu tumba Carnelutti.

Luego de semejante despliegue apoteósico de sapiencia, llegan a la conclusión de que no es lo mismo tomar decisiones que afectan el erario público, que tomar decisiones de gestión fiscal.  Las primeras no son susceptibles de control fiscal, y las segundas sí.  Es tan pobre la supuesta argumentación, que se toma el trabajo esta cofradía de sabios de explicar por qué razón, así existiese control fiscal, le correspondería a la Comisión de Acusaciones ser el Juez Natural.  Es interesante ver la forma en que se burlan del lector con párrafos contradictorios, debidamente distanciados y pésimamente redactados, para pasar como desapercibidos.

Primero, veamos cómo se dice que el control fiscal está compuesto de actuaciones administrativas:


"Esta atribución superior del Contralor General de la República, ha sido desarrollada por la Ley 42 de 1993 y 610 de 2000. Esta última, define el proceso de responsabilidad fiscal como el conjunto de actuaciones administrativas adelantadas por las Contralorías con el fin de determinar y establecer la responsabilidad de los servidores públicos y de los particulares, cuando en el ejercicio de la gestión fiscal o con ocasión de ésta, causen por acción u omisión y en forma dolosa o culposa un daño al patrimonio del Estado, y la gestión fiscal, como el conjunto de actividades económicas, jurídicas y tecnológicas, que realizan los servidores públicos y las personas de derecho privado que manejen o administren recursos o fondos públicos, tendientes a la adecuada y correcta adquisición, planeación, conservación, administración, custodia, explotación, enajenación, consumo, adjudicación, gasto, inversión y disposición de los bienes públicos, así como a la recaudación, manejo e inversión de sus rentas en orden a cumplir los fines esenciales del Estado, con sujeción a los principios de legalidad, eficiencia, economía, eficacia, equidad, imparcialidad, moralidad, transparencia, publicidad y valoración de los costos ambientales."

Al final del simulacro de providencia, se dice sin embargo:


“Por las razones antes expuestas, y porque además nos encontramos ante un Conflicto Positivo de Jurisdicciones –que no de competencias administrativas-  no cabe duda que el jurisdicción trabado por la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes y la Contraloría General de la República, se resolverá asignando el conocimiento de los procesos que constituyen su objeto, a su juez constitucional natural, cual es el Congreso de la República, inicialmente, en cabeza de la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes.”

¡Otra ovación de cuando menos 5 minutos, por favor!  Aristóteles estaría orgulloso de tanta lógica reunida en un mismo escrito.  “Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”, diría él.  Y definitivamente, ¡esto no puede ser!

Es mucho más lógico, claro está, que una Comisión dedicada a la investigación penal de ciertos aforados pueda ir muchísimo más allá de sus competencias investigativas penales, y determinar responsabilidades penales, a pensar que decisiones con consecuencias fiscales, no sean decisiones de impacto fiscal.  ¡Bravo!

Es por ello, apreciado lector potencial, que debo públicamente responder por mis yerros publicados, y decir:  “El Consejo Superior de la Judicatura no es inútil.  Tan sólo es dañino, superficial, inepto y sumamente costoso.”  Lamento los inconvenientes causados por el yerro previo.
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martes, 10 de abril de 2012

¡Dios quiera!


Terminó la Semana Santa que conmemora los acontecimientos más importantes para los Católicos.  Se trata de la remembranza y la vivencia espiritual de la última cena, que da lugar a la eucaristía que semanalmente estaríamos llamados a celebrar quienes nos consideramos Católicos.  Se recuerdan igualmente los hechos relacionados con la pasión y muerte de Jesucristo el viernes santo, y especialmente con la resurrección de Él entre los muertos.

A diferencia de otros años en donde no viví la Semana Mayor con especial fervor, este año me sentí llamado a reiterar algunos compromisos internos con mi propia fe, con Dios y con el prójimo.  Por ello, intenté cosechar las palabras que oí en las ceremonias religiosas.  Procuré interiorizar lecciones que a pesar de haber escuchado en varias oportunidades, quizá no he querido tener realmente en cuenta.

Esto último llevó a que me planteara la inquietud acerca de cuánta gente sigue utilizando a Dios como argumento, o mejor, como supuesto argumento para todo.  Si algo no ocurrió, es porque Dios no lo quiso así.  Utilizar el término Dios en una frase nos hace parecer más piadosos, y por tanto mejores personas.  He escuchado mucho la muletilla de “Dios lo bendiga” o “mi Dios le pague” cuando uno hace lo que otra persona quiere.

También he visto y escuchado a aquellos intérpretes del querer divino.  Aquellos que pueden válidamente decirnos a los demás que lo que hacemos agrada o no agrada a Dios.  Algunos de ellos son sacerdotes, y otros tantos no lo son.  Mi problema no radica en el título que ostenten sino en qué tan practicantes son de lo que dicen.  ¿Puede alguien con meridiano sentido de coherencia exigir que se sea caritativo cuando es incapaz de siquiera de ponerse en los zapatos del otro?

Algún profesor que tuve en mi época universitaria, al referirse al pensamiento cristiano, y más específicamente al pensamiento Católico, preguntaba a sus alumnos con cierto desdén:  “¿Cuál es la virtud más importante frente a este pensamiento filosófico?”  Luego de tres o cuatro intentos fallidos de responder al interrogante, respondía que se trataba de la caridad.  Esa es la perfección que enseñaba “el fundador”.  El hombre (el profesor) era tan, pero tan correcto (o incorrecto, según se quiera ver), que se refería a Jesús como “el fundador”.

Más allá de despertar en mí la necesaria visión de Jesús como el gran emprendedor de la antigua Palestina, su frase célebre sobre la virtud enseñada por “el fundador” me ha hecho recordar a partir de allí que la caridad es aquello que los que nos denominamos cristianos debemos cultivar y multiplicar.

¿Qué es entonces la caridad?  Es una de las tres virtudes teologales (las otras dos son “fe” y “esperanza”.  ¿Y qué es una virtud teologal?  Se trata de un don que nos ha sido transmitido por Dios, para que por medio de su práctica, nos aproximemos más a él.  La caridad, implicaría una mezcla del Primer Mandamiento de Moisés, y aquello que Jesús definió como el único mandamiento de Cristo.  El decálogo de Moisés hace nuestro el deber de amar a Dios sobre todas las cosas.  El mandamiento de Jesús hace referencia a amarse los unos a los otros como Él nos amó.  La caridad, por tanto, implica amar a Dios mediante la constante práctica del amor por el prójimo.

Luego de este recorderis conceptual, es necesario volver sobre la misma inquietud inicial.  ¿Por qué razón será que utilizamos tanto a Dios como argumento?  Bajo la óptica anterior, no habría algo más anticatólico que decirle a una persona: “mi Dios se lo pague”.  Por el contrario, cuando se practica la caridad, la mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha.  Dios no tendría por qué razón pagarnos o recompensarnos eso.  Simplemente eso es lo que hay que hacer, y punto.

“Dios proveerá”, “mi Diosito cuida a sus borrachitos”, “Dios quiera”, y cosas por el estilo, pareciera ser algo que nos reconciliara a los Católicos con el Altísimo.  Creo, sin embargo, que andar promocionando a Dios como si se tratase de nuestro patrocinador personal, lejos de ser una muestra de caridad, abnegación, humildad u otra virtud similar, muestra que nos interesa mostrarnos como piadosos.

Cuando funcionó el Tribunal de la Santa Inquisición, también se tuvo en cuenta a Dios en todo momento, como argumento retórico para propinar tormento.  De hecho, Jesús murió como defensa de Dios, y hoy los Católicos lo consideramos como Dios hecho hombre.  Dios ha sido argumento para toda clase de vejámenes y sinvergüencerías.  “En pleno siglo XXI”, como suelen decir aquellos eruditos que creen que actualmente pensamos mejor que en el pasado, seguimos cometiendo los mismos errores tontos del pasado.

Mi petición para tantas personas que batieron el ramo, prendieron el cirio pascual y visitaron los monumentos, es que intentemos hablar menos y hacer más.  Si creemos en Cristo, sabemos que sabe lo que hacemos y sabe lo que sentimos, no necesita realmente que vea el nivel de difusión por redes sociales, u otros medios tradicionales de las cosas buenas que hacemos en su nombre.  Mi invitación es para que “Dios” deje de ser un recurso retórico y pase a ser un argumento de vida.

“Hágame esa caridad, por favor”.
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jueves, 5 de abril de 2012

Alazos Ed. 011

Entrevista a Juan Carlos Gaviria

Leo con mucho interés la entrevista a JuanCarlos Gaviria en la edición más reciente de Ámbito Jurídico.  Me llamó poderosamente la atención, ya que hace referencia a la decadencia del sistema educativo en Derecho.  No debo reiterar demasiado que comparto plenamente esa visión.  La educación de pregrado y de postgrado ha llevado a que todo el mundo sea especialista en múltiples cosas.  Se quiere ampliar la red a las maestrías y los doctorados.

Curioso sin embargo, que el hijo de Carlos Gaviria Díaz cause tanto interés siendo un simple mortal sin doctorado o maestría.  No solemos llamar mucho la atención quienes en ese status estamos.  La entrevista a Juan Carlos Gaviria es sumamente interesante porque constituye una crítica al sistema educativo, a quien juega dentro de él.  Es la reivindicación de la ‘normalidad’ cognoscitiva’  por parte de alguien que por su linaje realmente no es tan normal como pareciera.

Sirva esto como un llamado de atención adicional a tanta oferta educativa.


Lo que considero sobre el Consejo Superior de la Judicatura

Órgano creado por la Constitución de 1991, compuesto por muchos Magistrados subdivididos en dos Salas.  En ambos casos, no sirve para nada.


El derecho fundamental a la ingratitud

Es curioso que la Constitución de 1991 consagre cosas tan bonitas como el derecho a la paz.  Sin embargo, es más curioso que consagre el Principio de la dignidad humana como eje fundamental de desarrollo constitucional.  Según este principio, el ser humano busca realizarse como persona, y el escenario del Estado es aquel que ha sido dispuesto para poder hacerlo.  Me refiero al Estado en sentido real, y no al reduccionista que considera que Estado = Salario público.

Si es cierto que todo ser humano puede buscar su felicidad, y que la ley y el orden jurídico están para brindar los instrumentos para que cada cual pueda realizar su proyecto de vida como mejor le parezca, parece curioso que el eje fundamental de desarrollo constitucional permita que el trabajo de las personas sea tan menospreciado a diferente nivel.  Me cuenta mi alter ego cómo según su experiencia en esto que llaman vida, ha podido ver en diferentes niveles cómo la dignidad humana se ha visto materializada entre otras cosas en lo siguiente:

-  Seremos despedido a las 5:00 p.m., mediante una llamada por Recursos Humanos, oficina de personal, o como se llame.  Efectiva inmediatamente.

-  Si podemos ser criticados y burlados por alguna prenda de vestir, un tono de voz gracioso y por alguna idea que expresemos, que no concuerde con la mayoritaria, lo seremos.

-  Tener hijos es pésima idea porque es traerlos al mundo a sufrir.  No tener hijos es una pésima idea porque desnaturaliza la especia.

-  Tener relaciones en las que no se puede tener hijos era una pésima idea.  Ahora, la pésima idea es siquiera pensar que la primera es una pésima idea.

-  Si queremos libertad de expresión, lo mejor es volver al “viejo truco” del diario.  Pensar en blogs y en twitter también puede ser delictivo.

-  Si para figurar, algún compañero debe intentar acabar contigo, lo intentará.

-  Si hiciste algo por alguien, no solo has adquirido un boleto mágico redimible por ingratitud, sino que adicionalmente puedes ganarte una bellísima cláusula penal adicional por ingenuidad.  Si es en materia laboral, la cláusula penal se aumentará de una tercera parte a la mitad.

Por supuesto.  Como esos, hay otra cantidad de ejemplos tontos que permiten ver que a nadie le interesa tratar con dignidad a nadie diferente a sí mismo (y eso no siempre es cierto).  Por ello, como esto es una sociedad real, y a nadie le interesa la dignidad del otro, podemos concluir que ese principio no sirve para nada.  Bueno, miento.  Sirve para argumentar sentencias de constitucionalidad. 

En cambio, el derecho fundamental a la ingratitud ha venido adquiriendo mayor arraigo en la sociedad.  La muestra de que no todos los principios jurídicos deben estar contenidos en normas.


Lo que considero sobre la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado

Sala compuesta por Consejeros de Estado que por su amplio conocimiento en Derecho Administrativo emiten conceptos jurídicos a solicitud del Gobierno, que permiten aclarar el contenido de algunos preceptos normativos, y que por supuesto, no serán tenidos en cuenta por el Gobierno o por la otra Sala (de lo contencioso administrativo) del Consejo de Estado. 

Esta sí tiene una utilidad: reconocerle el carácter de Consejero de Estado a personas que han desarrollado una labor encomiable en materia administrativa.  Nada más.


Pesadilla de algunos



Imagen tomada de:  www.gaturro.com 
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sábado, 31 de marzo de 2012

¿Y para qué quieres ser joven?

Cuando se es joven, a la persona le suelen decir que aproveche la juventud, porque los jóvenes son los que cambiarán el mundo.  Dicen otra cantidad de idioteces por el estilo, y hacen creer a quien es joven que está en capacidad de realmente lograr todo eso que las frases célebres dicen respecto de los jóvenes.

Esta gaviota ya no clasifica como joven, así que personalmente no me incluyo en el club de los jóvenes motivados, pero tampoco me incluyo en el club de los ancianos melancólicos.  Sin embargo, no deja de sorprenderme la doble moral que existe frente a la juventud.  De hecho, la clase de situaciones que entraré a referir, son suficientes para justificar, en mi sentir, aquella diferencia que alguna vez un profesor de colegio refería entre la moral y la moralidad.

La moral, decía él, era aquella que cada cual llevaba en su interior, y que le dictaba qué debería hacer o qué no hacer.  En otras formas, la moral era aquella frontera que definía lo que era bueno y lo que era malo.  Toda persona tiene moral, sin excepción.  Todos tenemos una noción de lo bueno y lo malo.  Otra cosa, es que no todos tengamos trazada la frontera en el mismo punto.  El trazo es único, como la huella digital, y por tanto la moral no es repetible.

La moralidad, en cambio, es aquella que va inherentemente ligada a la vida en sociedad.  Es la sociedad la que determina qué es conveniente o no hacer, y son esas reglas de bien y mal al ser masificadas las que constituyen la moralidad de una sociedad.  Ayudar a cruzar la calle a los ancianos, que los hombres cedan la silla a las mujeres, y no botar basura en la calle, son algunas formas de reglas propia de la moralidad y no de la moral.

Diría mi antiguo profesor que el dilema ético surge precisamente en la medida en que cada individuo resuelve esta tensión que existe entre la moral y la moralidad.  ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Precisamente porque actuamos entre el instinto y nuestra ética.  En ocasiones gana el instinto, en ocasiones gana la ética.  En ocasiones, aplicamos la técnica salomónica, y vamos por la mitad del camino.

¿A qué viene toda esta discusión, si supuestamente iba a escribir algo relacionado con la juventud?  Realmente, constituye el marco teórico de este picotazo.

Al interior de la Fiscalía General de la Nación, se ha presentado un revolcón que le ha costado la cabeza a mitad de la entidad, empezando por sus cabezas visibles.  De todo el gran lío que se ha presentado alrededor de este punto, existe un punto que me interesa destacar: el caso del Vicefiscal Martínez.

Wilson Martínez es una persona que con tan solo 33 años ha hecho mucho desde el punto de vista profesional.  Hasta donde le consta a esta Gaviota, es Doctor en Derecho Penal, ha trabajado como litigante por 10 años, es profesor universitario, y posee una gran agudeza intelectual.

Wilson Martínez era uno de esos casos de jóvenes brillantes con carreras en ascenso a muy corta edad.  Eso es lo que la universidad actual promueve.  Obtenga dos títulos universitarios, un postgrado y una maestría en un término máximo de 8 años.  Esto se le ofrece a jóvenes que se están graduando entre los 16 y 17 años.  Eso quiere decir que un joven de 25 años puede ser un gran académico y puede de allí en adelante gozar de 8 años de experiencia para a los 33 años (edad de Martínez) y llegar a un cargo de esos.

Sin embargo, al joven ex Vicefiscal le ocurrió lo mismo que le ocurre a la gran mayoría de jóvenes futbolistas del país, no los dejaron ascender, y los banquearon.  Es lo que le habría pasado a Lionel Messi si por alguna extraña razón hubiese jugado en Colombia.  Eso mismo fue lo que pasó con Martínez.  Producto del sistema educativo moderno, pagó el precio por ser joven, porque ser joven está mal visto a nivel profesional.

Conozco el triste caso de un amigo que para poder empezar a trabajar, le tocó utilizar truquitos para verse más viejo, porque en los Despachos a los que acudía en virtud de su profesión, lo trataban con desdén sin saber que era el abogado, y cuando sabían que era el abogado, lo seguían tratando con desdén.

Luego de haber referido el caso de Martínez, en términos bastante más simples de lo que fue, conviene hacerse la pregunta de si la sociedad a la que pertenecemos realmente está dispuesta a entregarse a sus jóvenes.  La justicia, al parecer no.  Me pregunto si en otros escenarios sí vale la pena ser joven.  En materia jurídica no.  La presunción de idiotez sigue operando.  Es una presunción de derecho, es decir, no admite prueba en contrario.

Recuerdo mi niñez, aquella etapa en donde los adultos lo consideran a uno increíblemente estúpido e incapaz de razonar como ellos.  Recuerdo cómo con mis amigos nos reprochábamos el que nos subestimaran tanto, en cualquier escenario.  Desde niño siempre me juré que no subestimaría la juventud como lo habían hecho cuando yo era joven.  Hasta ahora, creo que he cumplido.  Lamentablemente, en otros escenarios, esa promesa que quizás muchos nos hicimos en nuestra niñez, se ha olvidado o se ha roto a pesar de ser recordada.

Moral y moralidad.  Nuestra moral nos llevó a que en nuestra juventud estudiáramos y nos preparáramos para lograr cambios en el mundo.  La sociedad nos llevó a consumir y consumir educación con la promesa de que tras haber consumido suficiente, tendríamos la oportunidad de mostrar de qué somos capaces.

En mi caso, la juventud se pasa y no he conocido esa oportunidad.  En el caso de Wilson Martínez, le cerraron las puertas porque tener nueve años de experiencia profesional lo hace inepto, mientras que tener 10 años ya lo convierte en una persona capaz.  Finalmente, el asunto quedará en la memoria solo de algunos, pues los demás ni siquiera recordarán el asunto, o si lo recuerdan no le darán ninguna relevancia…  Estarán preocupados por adecuar sus respectivas hojas de vida para postularse para un cargo de esos que requieren el siguiente perfil:

“SE NECESITA ABOGADO DE 20-25 AÑOS CON AL MENOS 3 AÑOS DE EXPERIENCIA EN LITIGIO, Y DOMINIO DE AL MENOS TRES IDIOMAS.  SALARIO OFRECIDO: 1-2 SALARIOS MÍNIMOS.”
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viernes, 16 de marzo de 2012

Protesto contra las formas de protesta

El viernes estuve excesivamente ocupado en un sinnúmero de menesteres que me impidió vivir la realidad bogotana a plenitud.  Lo lamento, pues me hubiera gustado haber hecho el ejercicio de vivir el caos, y luego ver la transmisión que los medios hicieran del caos vivido.

Quizás el resultado habría sido más deplorable si hubiese vivido el caos directamente.  Sin embargo, las fuentes de información me indican que efectivamente fue tan lamentable como lo había imaginado en un principio.  He intentado abstraerme de la tristeza tan profunda que me genera ver a los bogotanos terminando de destruir lo poco que queda de la ciudad decente que alguna vez fue.



Imagen tomada de:  www.cmi.com.co

Al ver las imágenes de los buses articulados detenidos, mutilados y con manifestantes en los techos, recordé lo distinto que seguramente habría sido caminar las calles de la ciudad 64 años antes, cuando en febrero de 1948 un sinnúmero de colombianos habrían dejado su huella en las calles bogotanas, aquellas impresas bajo la consigna de guardar doloroso mutismo.  Respetuoso silencio sería el que seguramente sellaba cada suela con el pavimento en su andar por las calles de la ciudad.

Fue esa escena la que mi mente intentaba imaginar cuando mis ojos captaban otra totalmente distinta.  Pasé en cuestión de instantes de ver a aquél Gaitán que lideró la famosa “Marcha del silencio”, a ver a una cantidad de encapuchados robándose las taquillas de Transmilenio.  Más de seis décadas han transcurrido desde que el pueblo se organizó y reclamó sus derechos de manera pacífica y organizada hasta que llegaron piedras, ladrillos y otros como cualquier servicio a domicilio, como cualquier contrato moderno de suministro, para destruir aquello respecto del cual se exige el mejoramiento.

Miremos un poco la lógica detrás de lo ocurrido exactamente hace una semana:

Problema Jurídico a Resolver:  Transmilenio es malo, transmilenio es caro.

Premisa 1 (mayor):  Lo que está mal hay que mejorarlo.  Lo que constituye un problema hay que resolverlo y acabar con él.

Premisa 2 (menor):  Transmilenio está mal y Transmilenio es un problema para los bogotanos

Conclusión:  ¡Hay que acabar con Transmilenio!

Se tomaron el tema demasiado literal, al parecer.  En cuestión de horas efectivamente casi acaban con Transmilenio, y de paso, con muchos de los trastornados y malhumorados ocupantes.  Cuando veo esta clase de situaciones, inmediatamente pienso en lo que suele ser la idiosincrasia de del colombiano actual…

Cuando pienso en la idiosincrasia del colombiano actual, recuerdo que actualmente no existe una idiosincrasia del colombiano, sino que existe la mezcla de muchas idiosincrasias, dependiendo del lugar del mundo que más admire (Para ello, conviene recordar el ejemplo de Tony´s Place que planteo en “G-8 y G-5 Vs. B.I.”.  La idiosincrasia del ser humano, en general, es acabar con todo lo que le pueda ser molesto o fastidioso.  Y en eso, los colombianos nos hemos vuelto bastante buenos.  Desde los círculos sociales más bajos, hasta los círculos sociales más altos (quienes por cierto, suelen ser los más bajos). 

En fin… Pienso en la idiosincrasia del colombiano actual, y me doy cuenta que no vale la pena desgastarme en ese tema.  Basta simplemente recordar que la humanidad es mala, y eso hace que todo cobre sentido.  Hay quienes aún piensan que la humanidad es buena, y me alegra que aún existan personas que piensan eso.  Denota que efectivamente hay optimismo, o que hay ingenuidad.  Eso es bueno.  Lamentablemente en ocasiones también deja entrever que existe profunda ironía, desbordante sarcasmo o exuberante desfachatez.  Conozco un par de casos de amantes del ser humano que encajan en esta categoría.  Independientemente de los cándidos o los cínicos, es claro que el problema real con lo ocurrido hace una semana, no es propiamente la reivindicación de derechos.

Lo que ocurre es que por algún extraño motivo, existe a estas alturas personas como el ex Magistrado Jaime Araujo Rentería, el ex Comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo, o un porcentaje de los que ejercen la profesión de ‘Estudiantes’ en algunas universidades (principalmente algunas públicas), que creen que ante un problema en una partida de ajedrez, es mejor tumbar las fichas del tablero que intentar recuperar la posición perdida.  Esa filosofía de Hiroshima y Nagasaki es la que me resulta personalmente fastidiosa.

Basta escuchar las consignas de protesta que cada cierto tiempo inundan la Carrera 7ª de Bogotá, para darse cuenta que a muchos de ellos les gusta intentar ganar el campeonato de ser los más salvajes y degenerados de la ciudad.  ¿Es acaso la destrucción de la cosa pública lo adecuado cuando queremos protestar por algo?  ¿No se ha sofisticado el derecho lo suficiente para consagrar figuaras como la acción popular o la acción de cumplimiento para lograr que aquello que por Constitución corresponde se haga?  ¿De nada sirve que la Corte Constitucional haya decantado la figura de la inconstitucionalidad por omisión legislativa?  ¿El conocido y nunca debidamente valorado “Derecho de petición” no sirva para solicitar cosas como, “ampliar la red de buses articulados de transmilenio?

¿Es que acaso la piedra y la papa-bomba es lo único que se puede hacer para manifestar la inconformidad?  Personalmente, cada vez me resulta más molesta la protesta.  Sea esta, una sentida protesta contra aquellos que protestan.  No más destrucción en nombre de la inconformidad.  Mejor las ideas y las gestiones que la destrucción y el vandalismo.  Ahhh, y por cierto: sería bueno que devolvieran la plata que se llevaron… 
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jueves, 8 de marzo de 2012

De conversaciones inteligentes y otras bobadas

Cuando concluyó su exposición, soltando la tecla izquierda del ratón y girando con cierta brusquedad la cabeza para indagar mi sentir sobre el particular, percibí esa mirada con la cual no he podido habituarme desde niño.  Es esa clase de mirada que no indaga pero descubre todo.  Hace algún tiempo no tenía esa misma sensación.  La última vez que la tuve, había sido con un médico, en una cita en la que yo tenía que exponer algo que no me resultaba muy cómodo describir.  En esta ocasión, en cambio, no había nada incómodo en la conversación.  Se trataba de una charla en la que de manera muy amable contrastamos principios morales y religiosos a través de las vivencias de un tercero.

Cuando finalmente nuestras miradas se encontraron, él estaba esperando saber si estaba de acuerdo con la manera en que este sacerdote brasilero, lo arriesgó todo para ayudar a los miserables, y con empeño y dedicación ha hecho milagros tangibles.  Esa era la anécdota que él venía relatando desde hacía algunos minutos.  El tema de fondo, en su sentir, era que la religión hoy en día implicaba una modalidad de farsa individual.  Voy juicioso a misa, pero no practico absolutamente nada.  Personalmente, estaba de acuerdo en la afirmación, y me consideraba un pájaro perteneciente a este no tan selecto grupo de individuos.  “Claro, hay peores”, pensé.

Por algún motivo que en este momento me resulta difícil recordar, la conversación adoptó otro rumbo, y llegamos a una discusión algo más agradable para mí.  Se trató de una conversación breve en la que hablamos del colonialismo intelectual.  Hoy en día, hablar sin citas bibliográficas de cuando menos treinta grados de latitud o 80 de longitud de distancia, está mal visto.  El que más sabe, es el que mejor puede citar a Marx, decíamos, aunque lleve algún tiempo muerto y nunca hubiera conocido la lucha de clases colombiana.  Con un comentario muy digno de mi interlocutor, ejemplificó cómo la clase obrera aquí en Latinoamérica no existe, y que bajo ese entendido, el marximo es difícilmente aplicable.  “Sin embargo”, rematé yo, “hay que saber citarlo”.

Esa noche, hablamos un buen tiempo.  Hablamos una cantidad de bobadas, y de otras cosas que realmente no lo son, pero lo hicimos a partir de una estructura intelectual propia y no con ánimos de enmarcar en neón nuestros correspondientes coeficientes intelectuales. Eso último, que intuí aquella noche lo habría de verificar tan solo un día después, cuando nos volvimos a encontrar, y surgió una discusión acerca de las varias formas en que se discrimina a diversos sectores de la población, por las razones más sencillas.

En el caso colombiano, hay muchos que sienten que son colombianos únicamente porque el pasaporte así lo dice, pero que probablemente sostendrán sus conversaciones en otro idioma más de su agrado.  Son verdaderos ‘extranjeros por adopción’.  Normalmente, esta clase de individuos son los que suelen llamar ‘indios’ al resto de la población, y se divierten cuando ven que a algunas personas les gusta ir al Parque Simón Bolívar, o a Maloka.  Luego vienen aquellos que se doblegan ante los ‘extranjeros por adopción’.  Ellos se sienten colombianos, pero se avergüenzan de compartir el título con un 70% o más de la población.  “Ahí estamos pintados”, es una frase usual en ellos.

Para mi interlocutor, era menester intentar averiguar qué razones sociológicas e históricas llevaban a esta situación tan extraña.  Según él, mucho tenía que ver con el sistema de colonianismo, que era propio de Colombia.  Repliqué yo en su momento que no estaba acuerdo del todo con este tema, ya que colonias ha habido de todas clases, e incluso en otros continentes, pero no era claro que el sistema funcionara igual en todos los países colonizados, ni en los colonizadores.  En me sentir, el asunto seguía siendo producto del servilismo intelectual del que habíamos hablado el día anterior.  Como muy buen sistema feudal, hay un GRAN señor feudal, y de allí para abajo.

No sé realmente cuántas horas pudimos conversar, ya que el grupo era nutrido y la conversación fluida.  Sé, sin embargo, que a nadie realmente le interesaba salir triunfador, o procurarse discípulos.  Conversaciones medianamente basadas en conocimiento histórico, sociológico, político o simplemente anecdótico.  Sin embargo, no era conversación ilustrada.

En particular, esta gaviota ignorante no tuvo necesidad de recurrir a su pequeño libro de citas preparadas para público exigente, de las cuales el 100% se trataba de cadáveres extranjeros (término utilizado por mi interlocutor para referirse a autores extranjeros fallecidos hace mucho).  De hecho, creo que en cierta forma era un reto intentar revalidar la importancia de pensadores locales, algo que tristemente no ocurre en este país. 

Luego, antes de dormir aquella noche, reiteré mi deseo ante Dios, de que tantas mentes excepcionales que hay en el mundo, se dedicaran más a sostener conversaciones inteligentes, y no tanto conversaciones ilustradas.  Sería bonito que no tuviéramos que intentar ser o no ser una ‘autoridad’ en los temas, sino que realmente pudiésemos sacar proyectos adelante sin esperar la corona de laurel, o reverencias pomposas.  Lamentablemente, el ego es un asunto enviciante, y lamentablemente, entre más escenarios he tenido la oportunidad de conocer, más evidente me resulta esta realidad.

A mi contertulio, le agradezco su genial labor de no estratificarnos a todos los que conversábamos.  Muestra de que realmente quería una conversación inteligente, y no ilustrada.  La conclusión fue lo de menos, pero el viaje estuvo sabroso.  Sé que ya habrá oportunidad de que se ‘mida’ con otros ilustrados ilustradores.  Sin embargo, tengo claro que eso no le importa, y quizá por eso, lo valoro más.

Al apreciado profesor y amigo extranjero, cuyo nombre no diré para no caer en la más baja de las contradicciones, un abrazo y un saludo a lo lejos.  
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viernes, 24 de febrero de 2012

Reflexiones personales frente al celular

Recuerdo hace ya más de dos décadas, las permanentes discusiones que se suscitaban en torno al uso del teléfono en el hogar.  Era un punto central contar con tiempo suficiente para llamar al amigo a preguntarle qué pensaba de lo que había dicho algún compañero de clase respecto de la manera como había terminado su relación con la niña más linda del salón, porque ella era algo cansona.  Era indispensable llegar por la noche a casa para poder ganarle al hermano o a la hermana (según sea el caso) para coordinar la forma en que vamos a planear más adelante un posible proyecto de paseo a algún hipotético lugar.

La inmediatez no importaba.  Realmente, el mundo subsistía sin que las personas tuvieran que andar enviándose mensajes cada 5 segundos a través del PIN de Blackberry, o los más independientes a través del Whatsapp en el IPhone.  De hecho, los mensajes escritos entre personas se entregaban personalmente o a través de correos que se demoraban 4 o más días.  La gente usualmente se alegraba de contar con una carta o con un mensaje de una amiga o de un amigo.

Imagen tomada de:  http://es.dreamstime.com

Luego, llegó el teléfono celular.  El aparato que llevo a que la paranoia pasase de ser una enfermedad de lento trasegar a un cuadro clínico de carácter fulminante.  Me explico.  Las madres de antaño se preocupaban si durante un lapso de 3 horas aproximadas, no tenían conocimiento de sus respectivos hijos.  Era probable que se hubiesen quedado en la casa de algún amigo hablando o jugando a los videojuegos.  En la actualidad, basta que no se conteste una llamada al teléfono celular, y que la llamada no se devuelva dentro de los 5 minutos subsiguientes para que la señora madre empiece a buscar un apoderado judicial para tramitar un proceso por muerte presunta, o por lo menos para presentar una denuncia por secuestro extorsivo.  Por supuesto, un par de preinfartos pueden presentarse en el entretanto.

Eso era lo que realmente se quería cuando se pensó en que las comunicaciones nos llevarían a la inmediatez.  Vino el correo electrónico, y logró un ahorro importante de tiempo en materia de comunicación escrita.  Sin embargo, esto vino acompañado de un par de inventos realmente buenos y realmente nefastos para la vida en sociedad: el WiFi y la mensajería instantánea.  Estos dos avances tecnológicos han generado que el celular se convierta en una herramienta de opresión, y no en una herramienta de comunicación.

Esta situación ha llevado a que algunos valientes hayan ejercido una íntegra oposición a esta nueva forma de esclavitud.  La metodología es más bien sencilla:  Son individuos que se niegan a contestar su teléfono móvil.  No hay la menor oportunidad de que estas personas se apiaden de quien afanosamente intenta llamarlos para alguna cuestión presuntamente urgente.  Su lema es algo así como: “Si son buenas noticias, pueden esperar.  Si son malas noticias, no hay nada que hacer, así que también puede esperar”.

Confieso no tener el valor suficiente para adoptar esta clase de postura.  De hecho, mi alter ego constantemente suele disculparse por no poder contestar, con algo de temor y de cobardía.  Sin embargo, qué se puede hacer.  Me genera algo de envidia no poder tácitamente decirle a todo aquel que llama: “Me importa un bledo tu llamada, tengo algo mucho mejor que hacer que hablar contigo”.

Esto es la contrarrevolución de la revolución.  Se trata de aquel fenómeno que surge como respuesta a la solución a nuestros problemas.  Particularmente, no es usual que agradezca la tenencia de un teléfono móvil por algo.  Usualmente llegan malas noticias por ese medio, y no buenas noticias.  O al menos, no de aquellas que uno agradezca recibir gracias al teléfono celular.  Por el contrario, creo que varias personas podrían dar testimonio acerca de noches sin sueño debido a algún genio de la comunicación que decidió dar una mala noticia a las 10:00 p.m.

El contrarrevolucionario probablemente puede intuir que llegarán buenas noticias o malas noticias en determinado momento.  Igual, la respuesta será probablemente la misma en el momento.  Esto quiere decir, no contestará de una u otra manera.  Su respuesta variará en la medida en que de respuesta o no, o en qué tiempo dará respuesta a esa llamada tan urgente.  En algunos casos, estos contrarrevolucionarios se enfrentarán a enconados rivales que propenderán por hacerlos sucumbir a sus deseos.  Llamarán, y llamarán, y seguirán llamando hasta que se cansen de no contestar, y finalmente atiendan una llamada con alguna de sus habituales excusas.  En ocasiones sin embargo, estamos ante verdaderos paladines de la contrarrevolución que sienten más satisfacción entre más desespero generen en su rival de turno.  Entre más llames, menos contestarán y menos regresarán la llamada.

Otros contrarrevolucionarios, menos valientes pero más recursivos, son aquellos que sacan un sinnúmero de excusas para no contestar un correo electrónico aparentemente urgente.  Ellos me merecen algo menos de respeto, en primer lugar porque en ocasiones cito algunas de sus frases célebres, lo que me hace ser un miembro extra-numerario de su club, y en segundo lugar porque son algo menos valientes.  Seguir partiendo de los Acts of God cibernéticos es algo más esotérico, pero también más cobarde.

Sin embargo, creo que estos que luchan contra las soluciones a todos nuestros problemas, merecen un pequeño homenaje en este espacio.  ‘Pico’ para todos aquellos que sienten que sus vidas tienen algún espacio y significado por fuera de sus teléfonos celulares.  Cuentan con mi apoyo, algo cobarde, pero también algo sincero.

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