viernes, 24 de febrero de 2012

Reflexiones personales frente al celular

Recuerdo hace ya más de dos décadas, las permanentes discusiones que se suscitaban en torno al uso del teléfono en el hogar.  Era un punto central contar con tiempo suficiente para llamar al amigo a preguntarle qué pensaba de lo que había dicho algún compañero de clase respecto de la manera como había terminado su relación con la niña más linda del salón, porque ella era algo cansona.  Era indispensable llegar por la noche a casa para poder ganarle al hermano o a la hermana (según sea el caso) para coordinar la forma en que vamos a planear más adelante un posible proyecto de paseo a algún hipotético lugar.

La inmediatez no importaba.  Realmente, el mundo subsistía sin que las personas tuvieran que andar enviándose mensajes cada 5 segundos a través del PIN de Blackberry, o los más independientes a través del Whatsapp en el IPhone.  De hecho, los mensajes escritos entre personas se entregaban personalmente o a través de correos que se demoraban 4 o más días.  La gente usualmente se alegraba de contar con una carta o con un mensaje de una amiga o de un amigo.

Imagen tomada de:  http://es.dreamstime.com

Luego, llegó el teléfono celular.  El aparato que llevo a que la paranoia pasase de ser una enfermedad de lento trasegar a un cuadro clínico de carácter fulminante.  Me explico.  Las madres de antaño se preocupaban si durante un lapso de 3 horas aproximadas, no tenían conocimiento de sus respectivos hijos.  Era probable que se hubiesen quedado en la casa de algún amigo hablando o jugando a los videojuegos.  En la actualidad, basta que no se conteste una llamada al teléfono celular, y que la llamada no se devuelva dentro de los 5 minutos subsiguientes para que la señora madre empiece a buscar un apoderado judicial para tramitar un proceso por muerte presunta, o por lo menos para presentar una denuncia por secuestro extorsivo.  Por supuesto, un par de preinfartos pueden presentarse en el entretanto.

Eso era lo que realmente se quería cuando se pensó en que las comunicaciones nos llevarían a la inmediatez.  Vino el correo electrónico, y logró un ahorro importante de tiempo en materia de comunicación escrita.  Sin embargo, esto vino acompañado de un par de inventos realmente buenos y realmente nefastos para la vida en sociedad: el WiFi y la mensajería instantánea.  Estos dos avances tecnológicos han generado que el celular se convierta en una herramienta de opresión, y no en una herramienta de comunicación.

Esta situación ha llevado a que algunos valientes hayan ejercido una íntegra oposición a esta nueva forma de esclavitud.  La metodología es más bien sencilla:  Son individuos que se niegan a contestar su teléfono móvil.  No hay la menor oportunidad de que estas personas se apiaden de quien afanosamente intenta llamarlos para alguna cuestión presuntamente urgente.  Su lema es algo así como: “Si son buenas noticias, pueden esperar.  Si son malas noticias, no hay nada que hacer, así que también puede esperar”.

Confieso no tener el valor suficiente para adoptar esta clase de postura.  De hecho, mi alter ego constantemente suele disculparse por no poder contestar, con algo de temor y de cobardía.  Sin embargo, qué se puede hacer.  Me genera algo de envidia no poder tácitamente decirle a todo aquel que llama: “Me importa un bledo tu llamada, tengo algo mucho mejor que hacer que hablar contigo”.

Esto es la contrarrevolución de la revolución.  Se trata de aquel fenómeno que surge como respuesta a la solución a nuestros problemas.  Particularmente, no es usual que agradezca la tenencia de un teléfono móvil por algo.  Usualmente llegan malas noticias por ese medio, y no buenas noticias.  O al menos, no de aquellas que uno agradezca recibir gracias al teléfono celular.  Por el contrario, creo que varias personas podrían dar testimonio acerca de noches sin sueño debido a algún genio de la comunicación que decidió dar una mala noticia a las 10:00 p.m.

El contrarrevolucionario probablemente puede intuir que llegarán buenas noticias o malas noticias en determinado momento.  Igual, la respuesta será probablemente la misma en el momento.  Esto quiere decir, no contestará de una u otra manera.  Su respuesta variará en la medida en que de respuesta o no, o en qué tiempo dará respuesta a esa llamada tan urgente.  En algunos casos, estos contrarrevolucionarios se enfrentarán a enconados rivales que propenderán por hacerlos sucumbir a sus deseos.  Llamarán, y llamarán, y seguirán llamando hasta que se cansen de no contestar, y finalmente atiendan una llamada con alguna de sus habituales excusas.  En ocasiones sin embargo, estamos ante verdaderos paladines de la contrarrevolución que sienten más satisfacción entre más desespero generen en su rival de turno.  Entre más llames, menos contestarán y menos regresarán la llamada.

Otros contrarrevolucionarios, menos valientes pero más recursivos, son aquellos que sacan un sinnúmero de excusas para no contestar un correo electrónico aparentemente urgente.  Ellos me merecen algo menos de respeto, en primer lugar porque en ocasiones cito algunas de sus frases célebres, lo que me hace ser un miembro extra-numerario de su club, y en segundo lugar porque son algo menos valientes.  Seguir partiendo de los Acts of God cibernéticos es algo más esotérico, pero también más cobarde.

Sin embargo, creo que estos que luchan contra las soluciones a todos nuestros problemas, merecen un pequeño homenaje en este espacio.  ‘Pico’ para todos aquellos que sienten que sus vidas tienen algún espacio y significado por fuera de sus teléfonos celulares.  Cuentan con mi apoyo, algo cobarde, pero también algo sincero.

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martes, 7 de febrero de 2012

Tolkien, Viviane y el anillo

Confieso que después de una década sigo exactamente en el mismo punto.  No he logrado cómo es que Peter Jackson pudo considerar que Frodo fue un héroe.  Tras haber revisado durante algún tiempo el análisis que tantas personas involucradas en la producción de la saga de “El señor de los anillos” ha compartido, no me resulta comprensible que la historia de Frodo se contara como la historia de un héroe.

Creo que él (Jackson) debió haber leído el mismo libro que leí yo.  Uno que se llama “El señor de los anillos”, escrito por un profesor llamado J. R. R. Tolkien.  Ese libro maneja mucha fantasía, y mucha alegoría.  Es una manera cautivadora de contar aquello que nos ha sido tan evidente durante mucho tiempo.  Es ver cómo el inescrutable e inmodificable ‘destino griego’ puede ser puesto a prueba por seres minúsculos y por razones extrañas.  Es la lucha entre voluntad y lo inevitable. 


Imagen tomada de:  http://movilevolutions.com

Algo así es lo que finalmente me ha logrado cautivar del libro, y de las películas.  Confieso mi predilección por esa producción.  Confieso mi predilección por la historia detrás de la producción cinematográfica, y confieso también mi predilección por algunos de los personajes que participan en la interesante aventura.

Esa aventura, la lucha entre el bien y el mal, ha sido la historia de la raza humana.  De hecho, es esa la historia del ser humano, y yendo más allá, es esa la lucha de cada persona.  Para entender la historia de la humanidad, basta revisar la historia individual de cada ser humano.  Es en cada instante que requiere una toma de decisión, en la que se observa la constante tensión entre bien y mal. “¿Le digo, o no le digo?”, “¿Me lo quedo o lo devuelvo?”, “¿Me copio o no me copio?”.  Basta plantear esta serie de cuestiones a nivel de cada persona, para ver que nadie es totalmente bueno ni totalmente malo.

Tolkien, sin embargo, nos plantea dos personajes en “El señor de los anillos”, que escapan a esta clase de análisis.  Se trata, por supuesto, del paradigma del mal y del paradigma del bien, hechos personajes.  Curiosamente, la historia de uno y otro individuo no son el tema central de la novela.  La verdad, creo que Tolkien hizo bien en utilizarlos como “recursos literarios”, y no como parte de la trama central.

Empezamos por el paradigma del mal, el más fácil de los dos.  Sauron, el “señor de los anillos”.  Toda la historia gira en torno a la capacidad de hacer el mal de Sauron, y cómo la supervivencia de la raza humana dependería de la capacidad de éste de hacerse al anillo.  El maléfico ser siempre ha sido inherentemente malo, unido a la oscuridad y al dolor.  Incapaz de maquinar algo que no sea destrucción y oscuridad.  Lo intenta acaparar, lo quiere dominar todo.  Cualquier cosa que exista sobre la faz de la tierra media es tan solo un insumo del que él quiere adueñarse.

Lamentablemente, Viviane estaba lejos de ser este maléfico ser pero pareciera ser que ya no tanto.  El poder seduce, al mejor estilo del anillo de Sauron, y como él, corrompe y nos hace querer más.  Piénselo usted.  ¿Le parece sensato pedirle la renuncia a cerca de veinte personas a tres días de la navidad, con la intención de realmente sacar a su segundo al mando?  Independientemente de que tuviera o no sus razones para sacar a Juan Carlos Forero, ¿pensaría usted que el aguinaldo navideño de la renuncia es algo sensato para los demás que nunca tuvo la intención de sacar?  Y frente a este último, qué podríamos decir de la manera como lo ensalsó cuando lo necesitó y ahora que está debilitada y asustada, lo saca como a un perro rabioso que se mete en su casa.  Eso suena digno de Sauron.

Tom Bombadil, en cambio, era aquel personaje de Tolkien que todos quisimos que fuera la Fiscal General.  Para quienes únicamente vieron la película, brevemente les comento que este señor es un individuo que hoy llamaríamos ermitaño, aislado de la sociedad y en contacto con la naturaleza.  Es el responsable de en más de una ocasión desafiar el poder del mal únicamente con la generosa intención de ayudar a los hobbits aventureros.  No esperó nunca recompensa, ni la aceptó.  De hecho, se pone de presente en el libro la manera como al parecer era inmune al poder maléfico del anillo.

La Fiscal era una mujer seria, pero sonriente.  Recia, pero paciente.  Actualmente parece que no se soporta a sí misma, y está dispuesta a combatir como fiera para defender sus decisiones (tanto las buenas como las malas).  La determinación per se no es mala, pero la terquedad y la obstinación, sí lo son.  Bombadil era determinado pero amable con sus semejantes.  ¿Qué le ocurrió a Viviane en este año al frente de la Fiscalía?  ¿Es, acaso, el tema de su matrimonio un asunto de tal entidad como para transformar el carácter de una persona?

Personalmente, pienso que no.  Vi al Presidente transformarse en esclavo del propio poder que llegó a acaparar.  He visto a juristas probos convertirse en otras personas al llegar a altas dignidades como la de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, o similares.  Presiento que la Fiscal está tomando una apuesta difícil que no la enaltece.  Está dispuesta a sufrir la suerte de Boromir, y morir por ceder ante el poder maléfico del anillo. Me habría gustado que Tolkien viviese para poder ver la antítesis del realismo mágico.  Es la personificación de la transformación por el anillo.  Todavía está por saberse si llegaremos a ver a un Boromir (vencido) o a un Aragorn (vendedor).  Bombadil y Sauron, cada uno desde su orilla, tan solo observan.
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