jueves, 14 de mayo de 2009

Recordando, en el día mundial de internet

Creo que el año en cuestión fue 1996, el año en que descubrí las delicias de Internet. La época no podía ser más propicia puesto que estaba en época de adolescente y cómo tal, era lícito y ético (actualmente es de suma importancia recalcar que además de que una conducta sea lícita, es ética) experimentar y descubrir. Recuerdo que mi proveedor de Internet era Impsat. Para poder acceder al cibermundo, se requería de un modem conectado a una línea telefónica. No existía la llamada en espera, y el celular estaba hasta ahora incursionando en el país. Tener un teléfono celular era parecido a tener actualmente una biblioteca en Kindle. Por lo tanto, conectarse a Internet era conectarse al ciberespacio, pero desconectar a la familia de la humanidad.

La época era propicia para cambiar costumbres de muchachos hormonales. Me explico: Era usual, para la época, que quienes estaban entrando en la edad de interesarse en el sexo opuesto (también era una época en que ser miembro de la comunidad LGBT no estaba de moda) llevasen a los colegios revistas pornográficas (en ese entonces, mostrar un pezón en una fotografía era pornografía. Hoy eso mismo es normal.) para observarlas en comunidad y simular que cada uno era versado que el otro en la materia. Internet implicaba que en vez de llevar al colegio estas revistas, el mismo grupo de muchachos se reunía en la casa del menos monitoreado para buscar en Lycos o en Altavista fotos de mujeres desnudas, y repetir el mismo procedimiento, aunque sin el temor de ser detectados y sancionados académicamente.

Era la época en que otros muchachos hormonales, pero un poco mayores, se sentaban al frente del monitor para ingresar a sitios de chat, o para buscar amistades en ICQ y ver si lograban encontrar una niña con sus mismos ciberintereses (se ensayaba un poco aquello de la hipocresía virtual: escribir poesía en la red cuando nunca se escribía poesía. El introvertido se mostraba extrovertido). No en vano, fue esta la época del auge de los amores transnacionales, y del cibersexo textual (no había videochats). Eran tiempos en los que un individuo podía alegar que “el correo no me llegó”, y que esa fuera una excusa perfectamente aceptable para todos los interlocutores.

Tal vez para muchos, estas nociones resulten de poca monta, o irrelevantes, porque eran demasiado jóvenes o demasiado viejos para comprender estas experiencias en la envergadura que aquí se plantea. Sin embargo, cada generación cuenta con su avance tecnológico determinante (radio, televisión, fax, Internet, Ipod, (…)). Otros que sí vivieron esta época a una edad en la que la interrelación con el mundo exterior no estaba plenamente definida, recordarán los primeros intentos por mostrar las dotes de marketing virtual… Por supuesto, la apertura de la primera cuenta de correo electrónico. No era muy diciente que uno utilizara alguna de las siguientes formulas:

nombrecompleto@hotmail.com

inicialyapellido@yahoo.com

Era necesario mostrar algún rastro de enfermedad psiquiátrica para poder encajar debidamente. No era un asunto tan trivial como lo es en la actualidad, en la que uno podría abrir 6 cuentas de correos y consultarlas simultáneamente. Debemos recordar que en este entonces, era importante prender veladoras a los santos para que la página de inicio del navegador abriera debidamente. Consultar y escribir dos correos electrónicos era labor que tardaba de media hora a una hora. Por supuesto que bajar canciones era impensable. Era la época en la que todavía era indispensable saber si la pantalla del computador era VGA o SVGA. El tema no se medía por resolución de pantalla. Seguramente, si nos hubiesen promocionado pantallas de 1024 x 768, habríamos debido consultar la Enciclopedia Britannica (en físico), o Encarta para intentar averiguar qué era eso. Por lo tanto, reitero, la elección del nombre para el correo electrónico era similar a la elección del nombre de los hijos. Era usual encontrarse con fórmulas así:

kurtcobain666@hotmail.com

o

misterrivaldo@yahoo.com

Evidentemente, resulta comprensible de qué manera puede uno compenetrarse con Internet, cuando se conoció a un gran amor a través de Internet, cuando se juró amor eterno a quien vivía a miles de kilómetros de distancia, cuando era de la mayor relevancia conocer cuántos amigos virtuales se tenían o cuando uno fue famoso por tener un nombre de correo electrónico envidiado por los amigos.

Por esta misma época, se promocionaban páginas gratuitas de Internet en GeoCities, en Tripod o en páginas similares. La verdad es que estas páginas eran los precursores de lo que actualmente conocemos como los blogs, aunque el concepto no era propiamente el mismo (es como pretender diferenciar la faringitis de la laringitis: claro las diferencias existen, pero en ambos casos hay dolor de garganta). Subir una foto a estos sitios requería conocimientos similares a los de la fisión nuclear. Si bien nunca he llegado a ser un ser “iluminado” en materia tecnológica, confieso que actualmente es mucho más sencillo manipular las páginas personales, de lo que era en ese entonces.

1996. Era una época en la que el derecho era irrelevante, en la que no sería posible prever que varios años después sufriría de un ataque de esquizofrenia zootecnista, y en la que los valores de justicia, equidad y ética se hallaban en un horizonte lejano. 13 años para muchos, toda una vida para mí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

También formé parte de esa emoción de poder ver el mundo a través de la pantalla del computador, en mi caso de la universidad, por tener la conexión más rápida y sobretodo, por los costos, pues allí si podía conectarme toda una tarde sin que llegara una cuenta desorbitante a mi casa, pues cabe aclarar que al principìo pensar en llamadas ilimitadas o internet ilimitado era un absurdo. Hoy que veo atrás recuerdo con nostalgia y cariño esa sensación de "estar conectado" que hoy por el tiempo y la costumbre ya no es tan intensa, pero me alegro de haber formado parte de esas primeras generaciones...

Gaviota dijo...

Anónimo,

Lo de las cuentas abultadas es verdad. Me imagino las aulas de universidad. Cuando llegué a los estudios de derecho, algunos años después, las aulas tenían buena clientela. Me imagino en esa época cómo sería.

Gracias por el comentario, y por compartir lo de las tarifas, algo que se me quedó por fuera.

Saludos.