domingo, 25 de enero de 2009

¡Epidemia nueva!

Estoy considerando enviar una comunicación a la Organización Mundial de la Salud, solicitando su decidida intervención en la identificación de una condición médica, que al parecer no necesariamente se presenta un origen estrictamente patológico, aunque de ello no puedo dar fe. Esta condición médica, que viene desarrollándose a pasos preocupantes, reviste una alta complejidad en su diagnóstico. Resulta igualmente difícil prescribir un tratamiento adecuado, por la concurrencia de síntomas que al atacarse, generan contradicciones que en ocasiones pueden resultar nocivas.

La anamnesis generalizada muestra cómo el paciente, en términos generales, sufre de un cuadro progresivo de megalomanía expansiva, acompañados de una seguidilla de episodios de paranoia. Ante la crisis aguda de megalomanía, se refiere confusión mental, con dificultad de raciocinio e imprecisión en las habilidades expresivas como la escritura y el habla.

Esta nueva epidemia, cuyos primeros brotes aparentemente han surgido de manera extraña en los países de Suramérica. Las pruebas demográficas realizadas no asocian este peligro a factores climáticos, en principio, pero permiten concluir con cierta margen de certeza, que tiene alguna relación cercana con urbes de mediana o alta población. Los primeros pacientes que han presentado este cuadro, son personas preponderantemente de trabajo sedentario, vinculados a labores de carácter intelectual en mayor medida.

La impresión diagnóstica no ha podido ser asociada a un síndrome conocido. Por ello, se realizan esfuerzos sobrehumanos por localizar el problema asociado. Por el momento, se conoce que existe un factor común entre muchos de los pacientes detectados, y es su vinculación al aparato estatal.

La iusdeficiencia, como atrevidamente me he atrevido a bautizar esta condición, en términos un poco más coloquiales, ha generado una serie de malentendidos, que han podido trascender a los medios de comunicación en algunas ocasiones. Por lo general, se ha observado en los pacientes estudiados, una confusión que pareciera confabulación. Revisemos algunos casos, sin reseñar los nombres de los pacientes por la protección de su intimidad:

Un alto funcionario del Estado colombiano, siendo de las personas con mayor carácter y criterio político, en el momento de asumir su cargo, juró defender la Constitución y las leyes, con miras a ayudar al progreso de sus administrados. Este mismo funcionario, que inició su tarea de manera decidida con miras a poner en regla aquello que se encontraba por fuera de lo permitido (corrupción, politiquería, y criminalidad organizada), progresivamente empezó a confundir los personajes que los rodeaban. A quienes delinquían, los acogía con bombos y platillos como a hijos, y a quienes institucionalmente opinaban en contra, los trataba como criminales. Este primer síntoma de confusión, fue seguido de manera mediata por un arranque de egolatría patrocinado por quienes de alguna manera habían sentido los beneficios de su gestión hasta el momento. El cuadro de megalomanía se ejemplificó con un interés altruista de buscar darle continuidad a su gestión, para posteriormente convertirse en un interés por mantenerse allí por cualquier medio. Ante la confusión y la megalomanía, fue presentándose una dificultad en el habla, que le impedía expresar con claridad sus deseos reales, aunque sí materializándolos. Ante estos síntomas, se generó a la vez confusión entre aquellos que lo rodean.

Los últimos indicios nos muestran que este alto funcionario ha empezado a experimentar dificultad en su raciocinio, al punto de inicialmente querer modificar la norma que juró defender, y actualmente querer utilizarla como su agenda personal, y no como Constitución. De allí que los expertos lo hayan encasillado como un probable caso de iusdeficiencia. Sin embargo, aquéllos se encuentran perplejos al encontrar que existen casos similares en la región, que parecen apuntar a una situación derivada de especies comunes en estos países, que probablemente invaden al huesped a través de la vías digestivas.

Otros servidores públicos, según han documentado analistas de algunos países suramericanos, han presentado cuadros similares, aunque con una evolución de la sintomatología que no es del todo compatible con el caso recién mencionado. Por mencionar un ejemplo local, haremos referencia a un Juez de la República que, además de confesar que no sólo intentado evadir cualquier forma de confinamiento de su condición, sino que además procura propagarla, ha demostrado ser que su condición médica ha sido replicada por algunos de los compañeros jueces que lo rodean, lo que demuestra la potencialidad de contagio de esta presunta patología, aunque no se tiene conocimiento sobre los mecanismos de transmisión.

El juez, que según él mismo ha confesado, fue educado de forma tal que pudiese ser un experto en la interpretación de la ley, ha empezado a tener, según lo señalan algunos abogados que manejan procesos en su despacho, problemas de raciocinio hermenéutico, al punto que han llegado algunos a afirmar que la ley se ha convertido en un asunto secundario al momento de decidir, y que con fundamento en su lógica trastocada, está resolviendo los casos. Otros manifiestan que sus problemas de raciocinio no se den específicamente en materia de interpretación de la ley, sino en la interpretación de las pruebas, pero concuerdan en que éstas pasan a un segundo plano al momento de decidir. Algunos otros han planteado que ambas situaciones se presentan de manera concurrente.

Respecto de nuestro segundo caso analizado, se ha dicho igualmente que el síntoma de confusión ha emergido con posterioridad, en la medida en que, según se ha manifestado, confunde a las partes del proceso como sus contrincantes, y no como quienes acuden a él en aras de justicia. Como lo ha manifestado alguno de ellos, “entre más juicioso es el abogado, entre más acuda al juzgado, peor trato personal y jurídico le dará”. En algunos casos, al parecer, por simple capricho, negará acciones de tutela contra cualquier funcionario por este nivel progresivo de confusión. Al parecer, el poder de decisión y de jurisdicción, genera un creciente amor por sí mismo y por lo que hace, lo que evidencia en el ensalzamiento que hace de sí mismo en sus providencias.

Mientras que esta segunda modalidad de iusdeficiencia preocupa por su rápida propagación, las autoridades de los países de Suramérica donde se ha presentado esta modalidad, al parecer se rehúsan a actuar para enfrentar esta situación. El lento actuar de las autoridades, que son las mismas afectadas por este cuadro, al parecer ha derivado en la aparición de un síntoma nuevo que se ha presentado en otros individuos, y que hace referencia en un síntoma complejo, que me he atrevido a denominar como “impotencia legislativa”.

Los análisis continúan. En el interregno, expertos en el tema, pertenecientes al sector privado, no vacilan en documentar esta situación. El trabajo interdisciplinario será de vital importancia, y mientras en materia de salud se realizan las gestiones para rehabilitar a los afectados, se hace un llamado especial a los organismos de control y a los veedores ciudadanos a identificar a estos sujetos para poder iniciar a tiempo el tratamiento correspondiente.

NOTA: Esta nota, al igual que el pseudónimo utilizado por su autor, es obra de la imaginación de un abogado inconforme. NO corresponde a la realidad, por lo menos en cuanto a su carácter médico. Cualquier referencia a personajes conocidos, es plenamente intencional, y es resultado de la opinión personal de su creador.
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miércoles, 21 de enero de 2009

Sobre la evolución del derecho

No olvido mis antiguas clases de derecho penal, de derecho constitucional, de derecho comercial, y de derecho laboral, en las que todos los profesores coincidían, sin margen de duda, que el derecho actual se ha constituido como un sinnúmero de triunfos históricos, que lo hacen cada vez más humano, más racional; más evolucionado. No obstante, decisiones recientes como la prevalencia de la seguridad nacional por encima del medio ambiente, en el caso norteamericano que se trató en “Constituciones ecológicas, comunidad internacional y otras farsas”, la legitimación de la tortura como mecanismo de investigación, y la huída a la opinión popular como forma de legitimar figuras jurídicas como la reelección indefinida (Venezuela) o segunda reelección (Colombia), nos muestra que la supuesta evolución resulta ser un espejismo, o cuando menos, una distorsión de la realidad.

Reciéntemente me he topado con un ingreso en el blog Libertas (en inglés), en el que se analiza todo el tema de la función de la pena, a raíz del caso de Bahrami, una mujer iraní cuyo rostro fue quemado por ácido sulfúrico, generándole la pérdida de su visión. En este caso, la justicia iraní ha sentenciado al agresor a perder su visión también mediante ácido. Es la ley del talión en su más pura manifestación. Ojo por ojo. Es claro que existe sustento legal para ello, conforme a los artículos que analizan el caso, pero deja demasiadas inquietudes el tema, que en el siglo XXI, en el que nos vanagloriamos de haber superado las taras del pasado, nuestros sistemas jurídicos acudan a fórmulas de la antigua Babilonia.

He recibido hace un par de días, una noticia que me ha dejado realmente asustado. A través de este artículo, he llegado a conocer que en Guanajuato (México), se profirió una norma que sanciona con prisión a las parejas que se besen en público, so pretexto de preservar el espacio público como una zona de convivencia. Más allá de intentar comprender de qué manera el besarse en público genera una amenaza a la convivencia, e intentar explicarme en qué consiste la antijuridicidad de esa clase de conductas, me sorprende que de manera frontal, el derecho se utiliza como herramienta coercitiva de la moralidad.

Todo lo anterior me permite concluir que la evolución del derecho es el “caballito de batalla” de los académicos y de los legisladores para legitimar cualquier cambio. La evolución no implicaría progresar y sobre todo, “mejorar”, sino que implica que simplemente se ha reformado algo. Evolución se ha equiparado a cambio, y por tanto, en el siglo XXI, hemos llegado al convencimiento que la mejor forma de evolucionar es reviviendo el derecho de los siglos pasados, basados en el autoritarismo del Estado, de forma tal que las libertades son concesiones a los ciudadanos, que al igual que pueden ampliarse, pueden restringirse sin ruborizarse siquiera.

Está prohibida la confiscación, pero existe la figura de la extinción de dominio, que al mejor estilo de “El proceso”, implica que alguien lanza una acusación, y debemos ejercer la mejor defensa posible ante todo, porque de no ser satisfactoria, de cada a las autoridades estatales, perderemos nuestros bienes. En Colombia se discute sobre la implantación de la cadena perpetua y la pena de muerte, sin mayor análisis de sus implicaciones, y sí con el simple clamor por el repudio a los delincuentes. No mucho se dice sobre los subrogados penales ni los múltiples beneficios en materia de pena. Lo importante es creer que necesitamos mayores castigos, y más severos, para creer que hemos solucionado el mundo.

A eso sumémosle que la educación ha dejado de ser una herramienta del progreso, para convertirse en un bien de consumo. El que más puede pagar, más títulos podrá obtener. Hasta ahí, no hay mucho problema. El problema es que confundimos los títulos con la sabiduría, de forma tal que quien a los 25 años ya es Magíster y candidato a Doctor, es presuntamente una mente fugada que solucionará el mundo. Cada vez hay más, pero contradictoriamente, nos encontramos con discursos similares en todas las partes del mundo: “Si no es Obama, ¿quién? Si no es Uribe, ¿quién?, si no es Chávez ¿quién?. Así podríamos recorrer el globo terráqueo, modificando los nombres, pero con el mismo discurso.

Mientras ello ocurre, y producimos profesionales especialistas en 100 cosas diferentes, no encontramos líderes, ni encontramos soluciones serias a los problemas globales a los cuales nos enfrentamos. Sin embargo, los abogados seguimos vanagloriándonos de que el derecho sigue evolucionando, y que el mundo antes de 1789 era oscuro y malo, y que por el contrario, actualmente es racional y bueno. La censura a la libertad de opinión persiste, aunque con nombres mucho más elaborados. La discriminación existe, aunque excusada en sentimientos sociales o personales. Los generadores de la crisis económica son los primeros en ser salvados, y aún así nuestras Constituciones rezan que la solidaridad y el bien común priman.

El derecho ha mutado, si. Pero de evolución, muy poco.
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lunes, 19 de enero de 2009

La psicología del incumplimiento

Lo que va corrido del 2009 ha resultado un periodo de profunda reflexión. Tanto reparar en la realidad del país, y de lo que puedo conocer del mundo, me permiten formularme interrogantes molestos, en la medida en que no parecen tener respuestas sencillas. Una de las inquietudes que me formulo recurrentemente, es acerca del porqué de la cultura del incumplimiento. La cultura del incumplimiento no es un simple estilo de vida individual, sino que se ha convertido para algunos países, en una forma de concebir el mundo.

Retomo el tema, gracias a la columna de Héctor Abad Faciolince titulada “Millonarios del Estado” que he leído en el diario El Espectador, en la edición de de ayer. En la columna, Abad Faciolince denuncia el grave problema de las demandas que se formulan contra el Estado colombiano, que resultan altamente costosas, y que implica el enriquecimiento desmedido de personas que han hecho de demandar al Estado una profesión.

Sumémosle a eso, la situación vivida por el alter ego de esta Gaviota esta semana, donde nuevamente ha debido recurrir a la acción de tutela para procurar que una persona reciba el tratamiento en salud al que tiene derecho por Constitución y ley. Al parecer, gracias a Dios, la acción contará con un próspero final para el accionante. Sin embargo, siempre surge la pregunta de por qué debe siempre acudirse al mecanismo de la acción de tutela para obtener las prestaciones en salud que se requieren, aún cuando el año que recién terminó fue paradigmático por haber sido proferida la sentencia T-760, providencia en la que la Corte Constitucional desarrolla todo el tema del derecho a la salud, su alcance, su correlación con otros derechos, y la forma en que debe entenderse constitucionalmente protegido. Resulta difícil entender por qué ante una sentencia tan clara y diciente como esa, se sigue incumpliendo con los mandatos constitucionales, colocando en estado de inminente riesgo la vida de las personas.

Particularmente, considero que la situación a nivel latinoamericano radica en un problema de ego. Cuando se considera que el único límite que existe a la libertad individual es el trazado por sí mismo, no existe norma válida que pueda restringir el ejercicio de esa libertad. El saber que se puede pasar por encima de la norma, sin salir lesionado, y tal vez ganando un poco, es excitante. Si revisamos el día a día en nuestras ciudades, nos daremos cuenta que ser incumplido es sinónimo de prestigio. Cuando se llega al consultorio del prestigioso abogado, se ha de esperar al menos unos 20 minutos adicionales, hasta que este evacúe otras diligencias que lo retienen, y finalmente poder acceder a su sapiencia. Los Congresistas y Ministros del Despacho, cuentan con parqueaderos personalizados, que son las zonas en las que para el resto del mundo está prohibido parquear. Asimismo, si quisieran visitar el night club de moda, es importante ir a hacer fila desde temprano, para tener posibilidades de entrar. Claro está, que en este lapso, podremos ver a los prestigiosos llegar en lujosos vehículos, y entrar sin hacer fila.

En pasados ingresos, he visto cómo a nuestros mismos gobernantes les gusta esto de la psicología del incumplimiento. Si miramos la operación jaque, hubo un engaño con trampa (utilización de símbolos de la Cruz Roja). Si revisamos las alzas en la gasolina por el alto precio del petróleo, pero la negativa a bajar su precio cuando el petróleo baja, vemos otro ejemplo similar. Ya he tratado el tema de utilizar los estados de excepción para conjurar problemas domésticos ordinarios (DMG, paro judicial). En todos estos casos, lo que resalto es el dolo directo por el acatamiento de las normatividad. La filosofía del pretexto, jugando en llave con la psicología del incumplimiento. La misma razón por la cual a las personas les genera una fascinación casi sexual, el incumplimiento de las normas de tránsito. Transitar en pico y placa, Pasarse los semáforos en amarillo o en rojo, adelantar en línea amarilla continua, en fin…

El mundo de la praxis jurídica no es muy diferente. Observamos a diario cómo los fiscales y jueces penales realizar toda clase de maromas para demostrar que en la mayoría de casos, se debe recurrir a las excepcionales medidas de la privación preventiva de la libertad. Como diría Bovino, no se investiga para privar de la libertad, sino que se priva de la libertad para investigar. El tema es igual, allá y acá. En materia laboral, resulta que el trabajador no solo debe demostrar que no se le han pagado los salarios y prestaciones a las que tenía derecho, sino que adicionalmente, sacamos de la manga, el as de diamantes, que es probarle la mala fe al empleador. Si no lo hacemos, olvidémonos de la indemnización moratoria. Eso, vale la pena resaltar, no está en la ley. Es creación de nuestros “honorables”.

Hablando un poco más de los “honorables”, a los que no menciono hace algún tiempo, pero a quienes nunca olvido, conviene tratar brevemente el tema de la oligofrenia de la casación. Es interesantísimo revisar las providencias de casación, ya sea las que definen la adminisibilidad del recurso de casación, como aquellas que resuelven el recurso extraordinario. Digo que resulta interesantísimo, en la medida en que unos individuos que teóricamente llegan al cargo de Magistrado en un tribunal de casación por sus altas calidades jurídicas y su potencial intelectual y jurídico, NUNCA entienden lo que les piden en una demanda de casación. Este síndrome de oligofrenia casacional, que parece ser de transmisión funcional, y no genético, no es otra cosa que desechar las demandas de casación, por pretender hacerse los idiotas frente a las demandas. Quienes revisan el tema, podrán confirmar o desmentir esto que menciono. La gran mayoría de demandas de casación, al menos en Colombia, se desechan porque el cargo no es claro, y por ende, no está técnicamente bien formulado. Bajo ese entendido, el mensaje al pueblo es: “como no entiendo, no fallo”. Este mensaje, sigue tan vigente hoy, cuando se escriben cientos de libros sobre el debido proceso, sobre el acceso a la administración de justicia, y mientras se profieren fallos de tutela a diario sobre estos temas.

La psicología del incumplimiento, como dije al principio, es una forma de concebir el mundo. Realmente, cuando se expide una ley en la que se ordena que el término probatorio se evacue en una sola audiencia, no lo creen ni los sujetos procesales, ni los funcionarios encargados de adelantar los procesos. Resulta extraño que, al menos en Colombia, ocurran tres situaciones en un viaje en avión: que el avión llegue a tiempo, que el avión salga a tiempo, que el equipaje de uno llegue a la ciudad de destino. Normalmente, uno o más de estos no se dan por diversos motivos. La gente está acostumbrada y por ello, en vez de esperar en la sala con una antelación de un hora y media, ingresan con 10 minutos de antelación, por si acaso esta vez el avión sí llegó a tiempo.

Quien formule un derecho de petición, debe simultáneamente ir contratando a un abogado especializado, para que vaya proyectando una demanda de tutela por vulneración del derecho de petición, en la mitad de los casos, es probable que debamos recurrir a este mecanismo. En la otra midad, el abogado ya cuenta con un modelo para formular la demanda, y probablemente en un plazo no muy lejano, la utilizará.

En materia económica, la cultura del incumplimiento está tan arraigada, que incluso ya le tenemos nombre anglo (que son los realmente chéveres), a la práctica de pedir prestado para pagar deudas. El famoso roll-over de la deuda, es una práctica común que sirve para dar respiro al presupuesto, hundiéndolo más, al mediano plazo. No siempre implica incumplimiento, pero casi siempre sí lo implica. Pagar deuda con deuda no funciona por sí mismo, si no va de la mano con otros mecanismos realmente serios para recortar el déficit. Es decir, dilatar el incumplimiento no es lo mismo que solventar el cumplimiento. La filosofía del pretexto jugando en llave, otra vez, con la psicología del incumplimiento.

En este país, ante la comisión de una falta, preferimos incurrir en otra, sobornando al policía, destruyendo pruebas, o calumniando a otros, que asumir la responsabilidad por el hecho propio. Parece ser que respecto de este producto no podemos solicitar la denominación de origen, porque la práctica es mucho más común de lo que se cree. Sería interesante conocer algún estudio sobre la globalización de la vagabundería. Quien conozca alguno, por favor me avisa.
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martes, 13 de enero de 2009

Entendiendo a Joseph K.

Hoy es un día muy especial. En Colombia se inicia un nuevo año de actividad judicial, terminada la merecida o inmerecida vacancia judicial. Dentro de mi listado de deseos del pasado 31 de diciembre, recuerdo que una de mis últimas uvas la empleé para desear por la mejoría de la justicia en el mundo, y en especial, en Colombia. Por si acaso, decidí tomar un reaseguro, y utilicé igualmente la famosa técnica de la ley de la atracción, a la cual he sido introducido debido al auge de El Secreto. Esta técnica infalible, según dicen, de lograr que los propósitos se conviertan en realidad gracias al poder de la mente, resulta al menos interesante en la medida en que nadie ha podido explicar cómo funciona eso.

Tengo claro, que mi mente genera una energía especial que hace que el cosmos se configure por sí solo para hacer realidad mi propósito, en la medida en que ya yo lo de por realizado. Por un momento, pensé que el cosmos había hecho su jugada maestra más rápido de lo que creía, puesto que los primeros días de enero me encontré con un clima cálido, pero no desesperante, con calles transitables, menos quemados por la pólvora, y con noticias sobre la terminación del estado de conmoción interior que fuera convocado para poner en su sitio a los jueces “revoltosos”. Sin embargo, no duró mucho mi dicha, al ver que simultáneamente masacraban personas en la Franja de Gaza, que el salario mínimo subió lo suficiente para ser considerado una miseria, y al revisar los canales privados vanagloriarse por la prórroga por la concesión de televisión, siempre resaltando lo buenos que son. Mientras tanto, el alcalde de Bogotá gozaba de vacaciones sin tener aún derecho a ellas, y el Presidente de la República empezaba a arreglarse para recibir galardones por el mundo. Interesante la manera en que el cosmos se alinea para cumplir con mi propósito.

Creo que la culpa es de Kafka. De hecho, finalizando diciembre, opté por descender un escalón en mi nivel de incultura, y decidí leer El Proceso, del mencionado autor. Confieso que me gustó mucho, en cuanto a su contenido, situación que me genera grave preocupación, porque si existe identificación entre uno y los textos de Kafka, es porque algo no anda bien. Seguramente eso causó que el cosmos me jugara una mala pasada. Tal vez, al mejor estilo de las corridas de toros, embestí a la justicia con el ímpetu de un toro bravo, encontrándome con una ejemplar Verónica por parte de esta última, invitándome a seguir intentando. Al igual que Joseph K. en su primera audiencia, he fustigado a la justicia a diestra y siniestra, renegando de ella queriendo brindarle diversas lecciones, pero esta última no busca que yo le agrade, ni ella agradarme a mí, sino quizás imponerse sobre mí como a bien tenga ella.

“Aquí están los mismos jueces, y la misma justicia”, me dice ella mientras despectivamente me realiza una Gaonera digna de aplausos. “No puede ser”, le digo yo. Me he entrenado toda mi vida para cambiarte, para vencerte a mi manera”, digo yo. “Me he valido de las frases mágicas que aprendí hace varios años: La jurisprudencia es el conocimiento de lo divino y lo humano, la ciencia de lo justo y de lo injusto. Soy un científico del derecho, tengo poder sobre ti.” Banderillas para mí, por parte de uno de sus secuaces. “Aún no comprendes.”, me dice ella. “Te vales de tu supuesta ciencia, que a lo sumo, es la arqueología del derecho. Puedes intentar comprender el pasado pero no cambiar el presente, ni predecir el futuro.” Adolorido, recuerdo a Joseph K., escuchando la historia del centinela que le prohibía el ingreso al hombre moribundo, y debatiendo arduamente para demostrar la falacia de la historia. “Tus métodos”, continúa la justicia”, son injustos por definición, y tienes el descaro de llamarme a mí injusta. Te vales de una uvas para que el próximo año, por esta misma época, cuadres tu espejo para mirar hacia atrás. Eso se llama retrospección, y ella solo es válida en la medida en que lo que hayas visto pueda generar los efectos del derecho. Tanto el pasado como la norma las controlo yo, y por ende, eres una simple marioneta en esta historia.”

Al instante, pienso en Nuremberg, como si la justicia me obligase a repasar aquel episodio, reviviéndolo a cada instante con constante desesperación de ver lo que su gran poder es capaz de lograr. Me enseña los cadáveres de Aquiles, y de Arturo, el legendario rey. Me muestra que quien pretende ser su portavoz, sin su consentimiento, resulta acabado. “Y K.?”, le pregunto yo. “Por qué no me lo muestras?” Sonriente, me replica: “Tu amigo Joseph sufre las consecuencias de creer estar por encima de mí. Su sola existencia es prueba fehaciente de mi poder y mi escasa maleabilidad. El nació y murió para demostrar que existo y que soy irremediable. Soy quien deseo ser.”

Aún me queda la ley de la atracción, el famoso secreto, pienso sin mover un solo músculo, como pretendiendo burlarla. Adivinando mi pensamiento me reposta con desdén: “Oye arqueólogo, ¿aún no entiendes? Tu codiciado secreto es un intento fallido por revivir la retroactividad de la norma. Crees haber logrado lo que aún no logras, a la espera de que se logre. Si algo adquieres es porque yo, la justicia, lo quiso así, no porque tú hayas podido hacer nada. La retroactividad no existe en el derecho.” Inmediatamente pienso en el favor rei. “Sí”, me contesta. Favorable a quien ya he previamente condenado. Esa es mi misericordia”.

En ese momento, paso de sentir simpatía por K., a un creciente sentimiento de odio y desprecio. Se deja morir, sucumbe ante sus ideales. Muere como un indigno. Tal vez en esta fiesta brava de la que soy protagonista, mi suerte esté echada, pienso yo. Probablemente mi destino es fenecer ante la estocada de la implacable justicia, sin embargo, al haber sido burlado por mi capota, ya estoy cambiándola, y no podrá volver a realizar una Verónica sin recordar que he sido yo quien le ha enseñado cómo se hace. Recordé que personas como yo, hace miles de años, la gestaron y la empoderaron, y que su poder no es más que el de aquellos que le dieron vida.

Presiento que en ese momento, ella titubea, y en esa fracción de segundo, mi filudo pico alcanza a rozar su “humanidad”, hiriéndole. Es confuso pues no siento dolor ni alegría, tan solo confusión. La he cambiado, porque la he descubierto sin necesidad de entenderla. La he podido cambiar. Pienso en K., y lo entiendo un poco más. Entiendo su actuar y el porqué de su decisión. Creo entender por qué Kafka, deseando que su obra fuera destruida, no fue capaz de hacerlo él mismo, y ha debido llegar a mí. Tarde, pero ha llegado.

Es el año judicial modelo 2009. Una nueva corrida. Es hora de afilar mi pico.
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sábado, 10 de enero de 2009

Sobre la “Entrada del año” 2008

En este espacio, al igual que en muchos otros blogs jurídicos, manejamos una especie de comunidad expresa o tácita. Al igual que como ocurre en un escenario real (y por real me refiero a físico y material), un blog tiene sus “clientes habituales” que entran un par de veces por semana, y revisan a ver qué novedades tiene nuestro blog. Cuando existe un motivo especial y personalísimo para ello, se ingresará un comentario en la página, manifestando su punto de vista, o aportando nueva información para complementar lo dicho.

Cada página maneja su propia temática, más o menos académica, más o menos seria (confieso que este es de los menos serios que hay), y más o menos novedosa. Sin embargo he podido advertir en el poco tiempo que he empezado a formar parte de esta comunidad, tanto en calidad de consumidor como de proveedor que la comunidad se va construyendo y se va especializando. Uno ya puede intuir que si se buscan comentarios sobre determinadas temáticas, el blog a visitar es el de X o de Y. Por eso, la idea de crear una comunidad de blawggers me ha resultado personalmente gratificante. Siento que más allá de ser una camaradería entre una cantidad de abogados, en modalidad consumada o en grado de tentativa, y otros que sin serlo se apasionan por temas afines, es precisamente un grado más de compenetración que debe aplaudirse por quienes gestaron la idea. Es como una feria de vinos, o de comida, (o de cigarrillos para A. Bovino), en la que podemos degustar un poco de cada cosa, con la ventaja de que no existen limitaciones fisiológicas.

Revisando un poco la historia de nuestros Blawggers Internacionales, idea y creación de Francisco Bermúdez Guerra, me siento formando parte de un ejercicio propio de derecho comunitario, al mejor estilo de la Unión Europea. Ya se han realizado un par de Asambleas Generales, vía Skype. Adicionalmente, se está gestando nuestro propio Congreso de Blogs, denominado Encuentro de Blawggers – Bogotá 2009, con la idea de poder contar con un texto de memorias del encuentro. Las cosas progresan y es para mí un honor formar parte del grupo. Debo ser absolutamente justo en la medida en que en un inmenso porcentaje, esto se debe al esfuerzo colectivo de tres personas que han alimentado esta idea, día a día: Gonzalo Ramírez Cleves, Alberto Bovino y Carlos Javier Delgado.


Precisamente a Carlos Javier Delgado debemos la idea de crear el concurso de la “Entrada del año”, con la que se busca premiar simbólicamente al mejor ingreso o post elaborado por alguno de los miembros de la comunidad. Este concurso, que no goza de un reconocimiento como los Oscar o los Grammy, sí cuenta con un importante valor al interior de la comunidad, por varias razones. En primer lugar, es bonito saber que se ha podido ganar algo. Estoy seguro que quienes hayan ganado un concurso de ortografía del curso, realizado en primero de primaria, estarán de acuerdo. Sin embargo, no es eso lo más importante.

Por mi parte, y sin pretender con ello desentrañar los motivos que llevaron a Carlos Javier a proponer esta idea, considero que el factor motivador para los blawggers, es sumamente relevante. Considero grandioso que sea el defensor de la responsabilidad social empresarial quien haya propuesto la idea. Lo anterior lo digo, porque en diversas oportunidades se ha hecho énfasis en sus páginas, por la importancia del reconocimiento de una buena labor a quienes forman parte de la empresa, en cualquiera de sus niveles, ya sea con incentivos, con un buen ambiente laboral, y por supuesto, con salarios justos. Por mi parte, creo que su idea ha generado en mí la motivación de seguir escribiendo, y seguir consumiendo de la blogósfera buenos artículos. He tenido la oportunidad de revisar páginas que no eran habituales en mí leer, y me he encontrado con material de excelente calidad.

Además de ello, me he encontrado con la grata noticia que uno de mis “picotazos” fue nominado por algún(a) lector(a) cuya identidad desconozco. El ingreso titulado “Blog Action Day 2008 - Pobreza Jurídica” que tuve la oportunidad de escribir con ocasión del Blog Action Day 2008, y que invitaba a tratar en nuestras páginas temas sobre pobreza, fue el nominado. A mi lector(a) anónimo(a), mi más sincero agradecimiento, pues me dibujó una sonrisa comparable a la vez que anoté el gol de la victoria en el campeonato escolar, y nos llevó a pasar a la fase final del torneo. Son recuerdos lindos que perdurarán.

Para quienes de manera habitual, o tal vez ocasional, ingresan a este blog, los invito a que entren aquí para conocer los ingresos nominados, y para que voten por el ingreso o por los ingresos que más les gusten. No hay restricción de número de votos. Adicionalmente los invito a que formen parte de la comunidad de Blawggers Internacionales, donde encontrarán muchísima información de gran calidad, y muchos otros excelentes ingresos que, sin duda, vale la pena leer. Felicitaciones a los nominados y a los no nominados. Lo más importante no es llegar sino disfrutar el viaje.

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martes, 6 de enero de 2009

Sobre las corridas de toros

El ingreso anterior me ha llevado a preguntarme sobre por qué es permitido aún que se martiricen animales simplemente para el goce de algunas personas que pretenden denominarse seres humanos. A estas alturas de la vida, he visto lo suficiente para saber que no hay nada más cruel y bajo en este mundo que el ser humano. Según dicen, los hombre primitivos se mataban entre sí para luego poder conquistar a la mujer. Un poco más adelante, vemos que entre los primeros registros documentales del mundo se encuentra un código penal, el de Hammurabi. Sin embargo, siendo un poco más precisos, veríamos que ese simplemente es el más famoso, pero que antes de él, vinieron otros códigos, también penales, como es el caso de Lipiteshtar y Urnammu. Sería interesante saber por qué veintidós siglos antes de que naciera Jesús, se les ocurrió diseñar un código para castigar hombres, por otras agresiones que éstos les cometieron a su vez a otros hombres.

Con esa duda en mente, me gustaría que hicieran un ejercicio intelectual de autoregresión, hasta sus respectivas infancias. Sería interesante saber cuántos de ustedes podrían repasar esta etapa de su vida sin concluir que aparte de la crueldad inherente al ser humano, el egoísmo de los niños llevaba a que nosotros, o alguno de nuestros compañeros cometiese el mayor número de barbaridades. Actos crueles que en ese entonces nos parecían divertidísimos. Además de sacar a los peces de sus peceras, lanzar piedras a los pajaritos, y perseguir perros con palos, en mi caso particular recuerdo un episodio que se repetía todos los años. No recuerdo exactamente en qué mes, los campos de fútbol del colegio se veían colmados de pequeños cucarrones (así se le llaman en mi ciudad a los insectos que son una especie de pequeños escarabajos de color pardo, que suelen transportarse en vuelos de cortas distancias). Estos cucarrones aparecían y desaparecían como por arte de magia, y en realidad, este periodo de invasión no duraba más de 2 o 3 semanas. Seguramente se reunían para aparearse, o algo así. Lo que importa destacar de este fenómeno, es que los pequeños cucarrones –que realmente no causaban ningún daño– atraían niños que les gustaba patearlos por la forma graciosa en que volaban por el aire. Otros los capturaban con complejo de cirujanos, e intentaban despedazarlos por partes, por simple curiosidad sádica. En efecto, todo ello ocurría todos los años. Probablemente de pequeños, no todos éramos concientes de nuestra maldad, por lo que éramos unos terroristas de insectos a título de culpa y no de dolo.

Cuestión diferente es la que se presenta con la fiesta brava. Para darle una descripción no tan prejuiciosa, como me gustaría, podría ser descrita así: Es un evento social al que se acude para observar el espectáculo consistente en que una cuadrilla de individuos burlan a un bovino de gran tamaño, generándole daño físico en precisos momentos, por picadores, banderilleros y el “matador”. Mientras el daño físico progresivo ocurre, la burla se presenta cuando mediante una capa roja, se incita al animal a atacarla, de forma tal que el torero lo haga esquivar el capote mediante movimientos cuasiacrobáticos, que tienen nombres y estilos. Al finalizar esta muestra de danza del torero, el espectáculo finaliza con la muerte del toro, atravesándole una espada por su lomo, con intención de traspasar su corazón y algún órgano vital. Luego, el animal es degollado y se cortan sus orejas, como premio al artístico torero. Mientras todo ello ocurre, el público extasiado grita Olé, como forma de incitar al actor principal, lanza flores y saca en hombros al torero, cuando la faena ha sido ejemplar. Esto que acabo de describir, no se presenta una vez, sino varias veces en el mismo día, con varios toros que son burlados y matados. Luego de esto, el evento social termina con una sesión de remate de faena, en el que los asistentes comen y beben con buen apetitito. Allí termina la fiesta, al menos por ese día.

Visto lo anterior, me gustaría intentar compaginar el actuar de los ciudadanos de bien que acuden a estas festividades. La idea es intentar ver ambos puntos de vista jurídicamente, para ver qué podemos extraer de ello.

1) Es principio general en un Estado de Derecho, que lo que no está prohibido, se encuentra permitido. En consecuencia, si no se prohíbe la fiesta brava, es porque está permitida.

2) Aplicando la analogía favorable, podríamos argumentar que existe una serie de actividades lesivas de los derechos de animales, como es la experimentación con animales para fines científicos, en donde estos últimos también son diezmados y muchas veces matados sin la menor contemplación, con miras a producir objetos que habrán de ser comercializados. En ambos casos existe ánimo de lucro.

3) No es injusto, en la medida en que el toro de gran calidad puede ser objeto de indulto, lo que implicaría que no muere, y obtiene una merecida jubilación de pastar y procrear, a diestra y siniestra. En otras palabras, el toro no siempre es condenado a la pena capital, y puede incluso resultar galardonado.

4) No es diferente matar a un bovino en la fiesta brava, que matarlo en un matadero. En este último caso, no lo consienten momentos antes de morir. Además, en ambos casos, al animal lo hieren con hierro, y muere con dolor. El tipo objetivo es el mismo.

5) Quienes se escandalizan por la fiesta brava son unos hipócritas puesto que se comen a la res en sus casas, a diario, pero se escandalizan por la muerte de estas en una plaza de toros. Lo único que cambia es el escenario. En ambos casos hay dolo.

6) La fiesta brava es una actividad de tipo privado. Quienes no están de acuerdo con ella, no están obligados a asistir. Se respeta el principio de la autonomía de la voluntad privada.

7) Así como a quienes les gusta la fiesta brava no pueden obligar a quienes no les gusta que asistan a estos eventos, quienes están en contra de estos eventos no pueden obligar a quienes sí les gusta a abolir este espectáculo. Existe un derecho fundamental claro cual es la libertad de conciencia y de expresión.

8) Los toros son cosas y no personas. Por lo tanto no son susceptibles de ser titulares de derechos.

Probablemente habrán muchas más razones. Como observarán, no aludo a que esto es arte, porque eso es una categoría subjetiva, y obedece a la pasión y no a la razón. Es tan válido o inválido como decir que es una manifestación de la degradación humana. En ambos casos, estamos ante opiniones y nada más. Invito a quienes son defensores de las corridas de toros a que presenten más argumentos, porque sin duda es un tema actual y el debate sigue claramente latente.

Respecto de estos argumentos, es posible controvertirlos con contra-argumentos jurídicos, de forma tal que se pretenda reivindicar la postura antitaurina. Metodológicamente procuraré presentar brevemente algunos contra-argumentos frente a cada una de las posturas expuestas, para representar una estructura jurídica antitaurina. Observarán que la discusión presentada, tanto en el caso anterior, como en este, no se trata de un problema normativo, puesto que ello deriva de una simple decisión política en uno u otro sentido. Se pretende aquí sustraer la discusión de ese ámbito, para permanecer en la órbita de la lógica jurídica o de la filosofía jurídica.

1) Lo permitido no quiere significar que sea ilimitado. Los derechos cuentan con núcleos esenciales que no pueden ser desconocidos, pero de allí en adelante existen diferentes niveles de alcance del derecho. Llegado el punto de ejercicio irrestricto del mismo, podría perfectamente incurrirse en abuso del derecho. Bajo ese entendido, el hecho de que no se prohíban expresamente las corridas de toros, no significa que el sacrificio de animales mediante un programa metodológico de sufrimiento previo a la estocada final, sea jurídicamente admisible.

2) El hecho de que existan actividades análogas que no sean objeto de prohibición expresa, no significa que la conducta humana se pueda considerar jurídicamente válida o admisible per se. La bondad o maldad de una conducta constituye un juicio de valor que subyace dentro de la órbita de la moralidad y no de la juridicidad de una conducta. Desde la perspectiva jurídica, se deben sopesar los intereses, los derechos y los principios en juego para extraer una solución justa. En el caso de los animales de laboratorio, usualmente se valen de la dicotomía Vida del animal Vs. Vida y Salud de los humanos (aunque personalmente no estoy muy de acuerdo con esta fórmula). En el caso de la fiesta brava, la dicotomía es Vida del animal Vs. Gozo y recreación de la sociedad. Lo altamente sorprendente, es que históricamente ha prevalecido el segundo de los intereses.

3) En la prisión de Guantánamo (Cuba), muchos de los personajes allí recluidos no son terroristas, y otros sí lo son. De hecho, después de varios años de tortura, algunos salen de allí y recobran su libertad y obtienen alguna compensación por su sufrimiento. Por ende, la metodología de Guantánamo es justa y válida. Quienes defiendan el argumento 3 en pro de las corridas de toros, lógicamente tendrían que aceptar este argumento igualmente.

4) Si bien es cierto, matar es matar, debe analizarse igualmente si existe alguna norma que permita justificar dicho proceder, o en otras palabras, que neutralice la conducta prohibida. Al preguntarnos si existe alguna justificante, en el primer caso estamos ante la necesidad de matar para divertirnos, y en el segundo, ante la necesidad de matar para comer.

5) Si bien es cierto que en ambos casos existe el dolo de matar, también lo es que en ambos casos existe un ingrediente subjetivo (como lo llamarían los penalistas) que no es otra cosa que una motivación especial subjetiva que matiza la intención de matar. No es lo mismo matar para sobrevivir, que matar para divertirse. Adicionalmente, en el caso de la res para comer, no existe una intencionalidad de generar mayor sufrimiento del necesario al vacuno, mientras que en el caso de las corridas de toros sí existe un dolo de lesionar progresivamente y matar a cuentagotas.

6) El principio de la autonomía de la voluntad privada, que rige los asuntos comerciales, depende del acatamiento de normas de orden público y de normas imperativas. En la medida en que ello se dé, resulta válido cualquier negocio jurídico planteado. No obstante, las corridas de toros implican el desconocimiento del deber correlativo de respetar derechos de tercera generación, y de obrar con humanidad, conforme a los lineamientos trazados por las normas internacionales. Por lo tanto, es un derecho ilegítimo.

7) La libertad de conciencia involucra la posibilidad de autodeterminar la forma de pensar y de actuar, lo que conlleva la libertad de expresión. Sin embargo, estas libertades necesariamente implican un uso personalísimo de ellas, de forma tal que cualquier aspecto positivo o nocivo recae necesariamente sobre quien ejerce la libertad. La libertad cesa en la medida en que choca con libertades de otras personas o de otros seres.

8) Las sociedades, por su esencia, son cosas y no personas. Por una ficción legal, se han considerado personas, hasta el punto que algunas legislaciones le han dado capacidad jurídica para ser sujetos activos de delitos. Por lo tanto, los derechos no son iusfilosóficamente exclusivos de las personas naturales. Ello conlleva una decisión político-jurídica que perfectamente puede hacerse extensiva a los animales.

En algún ingreso posterior, procuraré afrontar el tema desde un punto de vista normativo, para ser exhaustivo en esta discusión. Por el momento, considero que temáticamente debe dejarse abierto este espacio para debatir lo que se considere pertinente y conducente.
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jueves, 1 de enero de 2009

Estamos alegres: matemos animales y golpeemos personas

En este espacio, he sido frontal y acérrimo crítico de la violencia contra los animales. La reciente edición de la Feria de Cali me permitiría pronunciarme al respecto. Lo que no esperaba es que tuviese que ser tan pronto. Ha motivado mi intervención temprana, la noticia que ha llegado a mi conocimiento el día de hoy, a través de una red virtual. Les resumo: En una corrida de toros en la Feria de Cali, ingresaron al ruedo unos activistas antitaurinos, para protestar por la matanza de los toros. La respuesta fue que fueron sacados a mechonazos y golpeados fuera del ruedo. De lo primero, hay testimonio fotográfico, y la verdad, por lo visto, no parece quedar mucha duda de que lo segundo también es cierto.


Imagen tomada de: fcliberacion-animal.hi5.com

La reacción de la prensa ha sido tibia. Malo los golpes, y mala la manifestación. Ambas partes fueron “indelicadas” en su proceder. Empate 1-1. En especial, me referiré a dos reacciones. La primera de ellas se encuentra consignada en el diario El Espectador. Cito el aparte pertinente, de la crónica escrita por Víctor Diusabá Rojas:

“Sobrero: Injustificable que los antitaurinos intenten sabotear el desarrollo normal de las corridas de toros, tal y como sucedió ayer en Cañaveralejo cuando tres jóvenes se lanzaron a la arena, en el arrastre del primer toro. Y no menos repudiable la forma salvaje como fue agredido uno de ellos por parte de uno de los funcionarios de la plaza (Armando Rivera es su nombre). Ya conocemos en este país cómo la justicia por propia mano es el peor de los remedios. El señor Rivera le debe una explicación al agredido, a las autoridades y a quienes asistimos a Cañaveralejo a ver toros y no al circo romano (¿Dónde estaba la Policía?).”

Ahora, los invito a que escuchen las reacciones registradas en Caracol Radio el día de ayer (la corrida de toros fue el 30 de Diciembre), en donde se escucha la posición de una activista antitaurina, del mismo señor Armando Rivera (protagonista de la escena que acabamos de ver) y las opiniones de los periodistas encargados de realizar la entrevista. Sin embargo, me gustaría hacer énfasis en la narración del indulto, como aparece registrada en el registro de audio. Dichoso el narrador, se ensaña contra los activistas, en una actitud lamentable. Por lo demás, dejo los argumentos a juicio de los lectores. Solo agrego que oraré para que nunca sea invitado a la casa del señor Rivera. ¿Si en la sala de “nuestra” casa matamos toros, que me podría ocurrir en la sala de “su” casa? Gaviota al Horno, cuando menos.

Teniendo en cuenta la aversión que me genera el disfrute de la tortura de cualquier animal, y a pesar de no ser realmente un activista de pura cepa, felicito a quienes sí dedican sus esfuerzos a luchar en contra del maltrato a los animales. Una cosa es matar a un animal para comerlo y poder vivir; la naturaleza en sí misma ha querido que existan cadenas alimenticias y que se regule la población de especies de esta manera. Otra cosa muy distinta es que mutilemos en pequeñas dosis a animales, mientras miles de personas gozan con ello, para finalmente atravesarle una espada, y esperar a su muerte pública y humillante. Por ello, me siento reconfortado que los resultados que comparte Jordi Casamitjana con nosotros, por intermedio de la entrevista realizada por el diario El Tiempo el pasado 29 de diciembre del año que recién terminó. Ciudades antitaurinas de la importancia de Quito, resultan alentadoras para quienes estamos en contra de la fiesta brava.

Me resulta contradictorio que un defensor del derecho, de la justicia, sea defensor y promotor de esta clase de conductas. Importantes mandatarios, periodistas y personas de la “alta sociedad” acuden a estas corridas a presenciar martirios de animales, cuando momentos antes han salido de misa para pedir perdón por el mal cometido, y luego escriben textos sobre la importancia de imponer la cadena perpetua contra los delincuentes sádicos. Sí, los mismos que el año anterior marcharon contra los “violentos”. Es decir, contra los violentos que no ejercen la clase de violencia que ellos ejercen, porque esa sí está bien. Tal vez les gusta a ellos “echarle” el carro a quienes osan cruzar su camino en las vías públicas, sin su consentimiento. Posiblemente cuando juegan fútbol con los de su empresa, le pegan dos buenos planchazos al jefe para desquitarse del trabajo de la semana.

En una oportunidad no muy lejana, abordaré el tema desde una perspectiva estrictamente jurídica, para que aquellos a quienes les gusta el debate estrictamente jurídico, aporten sus argumentos en pro o en contra de las corridas de toros. Por ahora, simplemente acordemos que actualmente en Colombia es justo mechonear a activistas impertinentes, y que matar por diversión, es un derecho. En Cali, Manizales, Bogotá, por nombrar solo algunos lugares, cuando estemos con ganas de fiesta, vamos a mirar muerte y golpizas. No solo es legal, sino bien visto. Vamos para toros, ¡¡Olé!!
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