domingo, 17 de febrero de 2013

Una inútil defensa de la pornografía



La vida muestra día tras día que la sociedad y la cultura se encuentran al borde un abismo.  Cuando menos, esa parece ser la creencia de Mario Vargas Llosa en su reciente “La civilización del espectáculo”.  No parece ser el único que piensa de esta manera.  Escucho a diario a personas mayores y otras no tan mayores mencionar que la sociedad carece de valores, que estamos en un punto de no retorno en el que lo frívolo ha venido a remplazar lo realmente importante: la cultura y el conocimiento.

Quizá uno de los ejemplos más dicientes de la “decadencia” de nuestra sociedad es la pornografía.  Consumida por muchos, detestada por otros, la pornografía en la época actual demuestra que el ser humano está ávido de estimulación fuerte, permanente y en cualquier momento.  La pornografía, al igual que la cerveza, el cigarrillo, las bebidas energizantes y el café, es una forma de estimulación del ser humano, en su ámbito más privado e íntimo: su sexualidad.

¿Por qué, entonces, si la pornografía es tan buena o tan mala en una sociedad decadente como la nuestra, se le atribuye este especial rol que la lleva a estar por encima de todas estas otras formas de estimulación legal, como la más codiciada pero a la vez la más vilipendiada de todas?  El asunto, al parecer, va más allá (o de pronto sería más apropiado referirse a “menos” allá) del asunto jurídico.  Es moralmente, malo, o por lo menos el dictamen oficial así lo señala.  ¿Por qué?  O mejor, ¿por quién?  Este último punto lo retomaré más adelante.

Por ahora, me gustaría retomar lo moral, o inmoral, de la pornografía.  ¿Qué es eso que al ser humano le llama la atención de la pornografía?  Por regla general, la pornografía se trata de mujeres absolutamente despampanentes, aceptando ser el objeto sexual de uno o más hombres ansiosos de poseerlas sexualmente.  Esto, por supuesto, no es una finalidad propia del porno.  El hombre, en diferentes latitudes, dedica gran parte de su vida a la búsqueda de una o varias compañeras para satisfacer sus deseos sexuales.  El intelecto, sin duda, es estimulante, el buen humor, también.  Miradas, palabras y gestos esquivos acompañados de cierto rubor, es en sí mismo un objetivo inmediato que satisface al  hombre.  Para la mujer, ver las certezas o dudas de su potencial objetivo también lo es.  Una mentira sutil, una negativa con cara de “sí”, o la sensación de ser observada y deseada, es asimismo un objeto inmediato.  Esta última situación también se presenta con personas de gusto por el mismo sexo.

¿A donde vamos con esto?  ¿Por qué el cortejo?  El cortejo es parte fundamental porque eleva la adrenalina, la testosterona y las feromonas y nos lleva a un delicioso estado de anticipación sexual que quisiéramos que perdurara por siempre, pero también que acabara ya en un genial orgasmo como el que jamás hemos experimentado.  El cortejo, no es exclusivo de los seres humanos, pero sí se ha refinado por nuestra raza.  El cortejo no es un fin en sí mismo, es la anticipación de un ansia sexual que quiere ser materializada.

La pornografía constituye un atajo a este estado psico-fisiológico de cosas.  Evidentemente no es amor, es anticipación sexual.  Pero es que no es amor de lo que aquí hablamos.  Hablamos de sexo y de estimulación.  Cuando se mira la revista pornográfica, se llama a un hot-line o se observan videos porno, queremos experimentar algo cercano a lo que quisiéramos sentir cuando hemos realizado un cortejo exitoso.  Es un sentimiento y una relación del yo con uno de sus más privados y anhelados instintos.  Es la manera de aproximarse al conocimiento propio, al placer y a la estimulación sin necesidad de arriesgar el fracaso.  Bien sabe el potencial lector de este ingreso, que la búsqueda de pareja, y la cruzada por el sexo y/o el amor, conlleva el riesgo al rechazo, al fracaso, y a la desilusión.  La pornografía no juzga, no rechaza, tan solo invita a ser usada.

La pornografía resalta aquello que el consumidor requiere.  La pornografía no se detiene con sutilezas como el busto, el derriere o el pene.  El porno es algo más sincero con su “usuario” y le muestra hermosas tetas rebosantes que buscan que el compañero o la compañera las moldeen, las muerdan, o las laman.  Así mismo, el porno muestra que el sexo es un acto humano físico, no una obra de poesía intelectual.  Bajo ese entendido, se dedica a mostrar mujeres penetradas mientras gritan o jadean y los hombres de proporciones enormes luchan contra tercas epiglotis, o ansían atravesar vaginas y anos como si se tratase de algún tipo de deporte olímpico.  Sin duda, la pornografía acentúa estos aspectos, alguno de los cuales (sino todos) constituyen una fantasía o un deseo del “usuario”.  Lo hace, sin juzgar, sin reprimir.  He ahí su encanto.  Genera identificación, y al deseo, lo potencia.


Imagen tomada de: www.lovelifelearningcenter.com 

¿Es acaso moral tomar bebidas energizantes, fumar, beber alcohol o consumir sustancias psicoactivas?  Apuesto a que las respuestas serían de orden diverso, y en gran medida se sujetan a un gran “depende” (palabra favorita de muchos abogados).  ¿Es acaso moral consumir porno? “¿Cuál respuesta quieres, la oficial o la extraoficial?”  ¿Es que acaso sería posible que las mujeres hoy en día tengan piercings en los senos (las tetas, perdón…), se afeiten completamente sus pubis o se tatúen la ingle de no ser porque el porno nos lo ha mostrado?  ¿Tendría algún sentido hablar de juguetes sexuales, esposas o latex si no se nos hubiera publictado por este medio?  ¿Tendría algún sentido que las parejas discutan a menudo sobre la viabilidad de tener tríos, practicar sexo anal o pensar en untar el pene de cremas (este sí no lo traduzco, porque hay demasiados términos y no acabaría) si ello no nos hubiera llegado por esta vía?  Quizá la respuesta sea afirmativa, pero con absoluta seguridad, no se trataría de temas masivos en la actualidad.  A diferencia del alcohol, las drogas o la cafeína, la pornografía no nos quiere llevar a eso que no somos.  No quiere volvernos valientes, no le interesa llevarnos a viajes interestelares o siquiera “volvernos grandes” el porno es el estimulante de la vida real.  Es aquello que permite ver a donde podemos llegar en el sexo si es nuestro deseo (y en ese sentido, el menú es sumamente amplio), y busca estimular las fantasías.  La pornografía no nos quiere llevar a otros mundos o a descubrir esferas ocultas de nuestra mente.  El porno nos muestra el aquí y el ahora de nuestro deseo, de la manera que lo solicitemos.  ¿Qué de esto, acaso, es lo despreciable del porno?

Por supuesto, están quienes constantemente dictaminan que el porno es irreal, y que la gente en la vida real no hace eso.  Sin embargo, una evaluación más detenida de este tipo de opiniones lleva a que en muchos casos los opinantes son personas con rígidas estructuras morales que provienen de su niñez.  Sin embargo, en la gran mayoría de casos se trata de personas algo mayores que no se educaron sexualmente por esta vía, y cuyas parejas a lo largo de la vida, tampoco.  La juventud, tiende a pensar lo contrario.  Por ende, el “argumento Julio Verne” cada vez pierde más espacio.

¿Genera adicción y otros problemas de salud?  También lo hace el trabajo, y de este último se dice que “dignifica al hombre”.  Ahhh, es que en exceso puede llevar a la depresión por no encontrar en la vida real lo que el porno muestra.  También ocurre cuando la vida sexual de la persona está en cero, y no logra encontrar un estímulo que lo satisfaga.  El argumento contra el porno, por ende, no puede basarse en la cantidad, ni en el argumento de la salud.  Respecto de este último aspecto, es interesante revisar la crítica contra el argumento pro-salud de raigambre totalitarista cuyas banderas han sido tomadas en el pasado por el gran blogger argentino Alberto Bovino en su blog “No hay Derecho”.  ¿La autonomía de la voluntad y la dignidad humana es tan limitada que la persona ha de esperar que el Estado le diga que es lo que es bueno o no para él o ella?

La religión, en cambio, tampoco es la excepción a este juicio de valor.  Basta revisar el reciente escándalo de la renuncia del Papa Benedicto XVI, para darnos cuenta que todo está podrido allá.  En la más reciente edición de la Revista Semana, se analizan las causas de salida,  y entre las múltiples referencias, se muestra el sinsabor que generó la lucha del Papa contra la pederastia, contra las alianzas religioso-criminales y otros tantos asuntos desagradables.  ¿Es acaso ésta la Iglesia que ha de tildar de inmoral la pornografía?  ¿Esta mal que hombres o mujeres deseen hombres con cuerpos esculturales les presten deliciosos favores sexuales, o que esos mismos hombres o mujeres deseen que alguna mujer despampanante quiera pasar una noche de loca pasión con ellos?  Este mismo tipo de sensaciones han sido anheladas desde el pasado.  Es inherente al instinto humano.

La pornografía es una forma sincera de enfrentar el deseo, aunque no lo única.  No pretendo aquí promocionarla.  Eso depende del criterio de cada persona.  Sí sugiero, en cambio, que quizás sea la menos inmoral –si es que cabe el término- de las excentricidades humanas en esta sociedad de excesos, una sociedad inculta y decadente.  En esto último, sí creo estar de acuerdo con Vargas Llosa, pero jamás me he preciado de tener un amor especial por la raza humana.  Sí creo, en cambio, que el ser humano debe empezar a ser sincero consigo mismo, y entender por qué razón la pornografía sigue siendo la reina de contenidos en Internet.
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sábado, 9 de febrero de 2013

El Templario II

El día de hoy, continuando con la serie dedicada al señor Eduardo Montealegre Lynett, que he iniciado con "El Templario I" conviene recordar tan solo algunas de las cosas que hace el Templario, o mejor, la caricatura de lo que era el verdadero templario de antaño.  Decía en el anterior ingreso que los caballeros templarios de antaño se caracterizaba por lo siguiente:


1)  Eran personas altamente preparadas e instruidas.
2)  Tenían relaciones con las clases poderosas, y por ende, incidían en el ejercicio del poder.
3)  Tenían una misión pública loable que los enaltecía, y otros objetivos privados muy secretos que realmente los guiaban en su actuar.
4)  Su modus operandi los llevaba a que nunca era claro si ellos habían actuado o no.  Las cosas simplemente ocurrían, y quedaba siempre la duda de si los templarios habían tenido algo que ver.
5)  No importa el tipo de situación que pudiera presentarse, o qué tan cercanos fueran con ciertas clases poderosas, el templario siempre sabe que primero está su hermano de la orden, y luego el resto del mundo.  En consecuencia, NUNCA hará algo que ponga en peligro a alguno de sus hermanos.

Aterricemos esto último a lo que ha sido el señor Montealegre Lynett.


Imagen tomada de: www.eluniversal.com.co

Montealegre, como es conocido por muchos en el país, es una persona con una carrera brillante.  Ha sido Magistrado de la Corte Constitucional, y en ella, demostró no solo su capacidad como penalista, sino el manejo del Derecho Constitucional, aportando al ordenamiento colombiano una serie de importantes ingredientes del derecho internacional y derecho comparado.  Además de lo anterior, Montealegre ha podido combinar con solvencia la vida pública y privada con especial habilidad.  Ha logrado desempeñarse profesionalmente como litigante, juez, académico, siendo reconocido como uno de los "grandes" del derecho en Colombia.

Si ello es así, ¿a qué se debe mi especial cariño por este personaje?  En efecto, he dicho que Montealegre ha podido manejar con especial solvencia la vida pública y la vida privada.  Sin embargo, como Fiscal General de la Nación ha demostrado que -como muchos otros- el poder lo acabó.  Su particular fetiche por aparecer en los medios de comunicación haciendo especial gala de su conocimiento jurídico y político lo ha llevado a utilizar la Fiscalía como un aparato de poder para sus propios fines, y no como el órgano de persecución penal que debería ser.  Su único polo a tierra, al parecer, es el Vicefiscal Perdomo, quien es un joven abogado con aspiraciones de llegar también a ser considerado "un grande", y se preocupa por dar resultados.

Entre las "perlas" de Montealegre está haber entrado a manejar los casos de corrupción en salud que empezó a manejar la administración anterior (la de Vivianne Morales).  A la fecha, la Fiscalía ha movido un caso, en la Nueva EPS, y sin involucrar a los altos directivos.  Esto último se explica en la medida en que él ha sido siempre cercano al sector salud, y de hecho ha asesorado a la controvertida EPS Saludcoop, por cifras nada despreciables (cifras que en ningún caso podría devengar como funcionario público).  Se ha enfrascado en peleas con la Contraloría, y con la administración anterior, para sacar de antemano la excusa de que si no se logra más, es por culpa de los demás.  De las investigaciones contra sus antiguos contratantes, nada se sabe, y probablemente nada se sepa mientras él esté allí.  Con lo que sí ha sido diligente, ha sido con el mejoramiento de las instalaciones físicas y el parque automotor de la entidad.  Ello no demoró mucho tiempo en ocurrir, a pesar de las demoras que representa la contratación pública.

A ello, debe sumarse el nefasto espectáculo ocurrido con el ex diputado del Valle Sigifredo López, a quien la fiscalía capturó, y posteriormente soltó.  Adicionalmente, el Fiscal enlodó el nombre del General Mena (entonces Comandante de la DIJIN), haciendo parecer como si hubiese sido la Policía la culpable de andar capturando a la loca.  El lector debe saber que ninguna decisión judicial de alto impacto político y mediático se toma sin el visto bueno del Fiscal General de la Nación.  Sin embargo, el espectáculo del perdón siempre se mostró como un perdón institucional, y el perdón personal de los funcionarios directamente involucrados, mas nunca como el reconocimiento de una falla personal.  De hecho, en la actualidad Sigifredo López hace ver a Montealegre como un gran ser humano.  ¡Eso es habilidad!  Como se observa, las cosas ocurrían, pero él nunca aparecía como si hubiera tenido algo que ver.

Similar situación se presenta con el caso "Colmenares", un paradigma de cómo una investigación penal puede ser llevada de manera desastrosa.  En ese caso, primero se ha ido capturando personas, y tan solo después se empiezan a conocer las posibles hipótesis investigativas.  El caso se abrió en dos (cuando la economía procesal obliga a lo contrario), y se ha cambiado de funcionarios.  Se ha llegado al punto de que la Fiscalía solicita la nulidad de sus propias actuaciones para intentar arrancar de cero y poder reenfocar el caso.  Esto, por supuesto, se realiza bajo la batuta de alguien que se autodenomina garantista.

En otros tantos casos, la entidad parece no responder al nivel de criminalidad que está manejando el país.  La criminalidad económica cada vez gana más espacio, y Montealegre se encarga de aparecer en los medios para opinar sobre las intenciones políticas de Uribe, el problema con el proceso de paz, y cualquier otro tema que pueda ser objeto de interés nacional en el momento.  Como los templarios, Montealegre está en todo, pero nadie ha podido saber realmente en qué está.  La cúpula de la Fiscalía se mueve, y ni siquiera sus allegados saben realmente qué es lo que pretende.  Mucho menos lo sabe el país.  Mientras tanto, la respuesta del Vicefiscal ha sido intentar manejar las riendas jurídicas de la entidad de forma tal que casi todo lo importante, lo maneja él y la gente de su equipo.

Los ciudadanos se preguntan en qué momento va a utilizar todo el conocimiento jurídico y político que posee en beneficio de ellos, o mejor, en beneficio de la sociedad.  Su misión es una, perseguir la delincuencia, y en eso, los indicadores de su gestión son menos que lamentables.  Para aquellos, que como él manejan el concepto de "criminalidad de cuello blanco" existe tranquilidad porque los grandes zares, los poderosos "padrinos" de las distintas mafias que azotan el país, no serán perseguidos.  Perseguirán mandos medios, y habrán muchas ruedas de prensa, pero mientras tanto, Montealegre seguirá sigiloso, manejando su agenda.

Lo que más preocupa en la actualidad, es que el gran palabrero templario se encuentra increíblemente callado en los últimos meses.  Pareciera como si finalmente se hubiera dedicado a gerenciar la Fiscalía General de la Nación, como lo insinuó en entrevistas como ésta que le dio al diario El Tiempo, pero también conviene saber, que el  Templario mueve sus legiones en aras de un fin algo más terrenal, y no tan celestial como la justicia.  Su periodo se encuentra en jaque, y él no está dispuesto a ser Fiscal por un año y unos meses.  A él le interesa ser Fiscal por 4 años.  No crean que el abnegado Montealegre se preocupa porque su "obra jurídica" está inconclusa.  Ya para ello tiene a muchos lacayos que lo hacen en su nombre (la académica) o que los procesos que él administraba se queden en el aire (ya lo están).  Lo que pasa es que ser Fiscal General implica poder estar en todos lados, nombrar muchas personas, y tener influencia.  Eso es el estilo templario.

Así como los templarios de antaño buscaban así salvar la palabra de Dios, así el señor Montealegre se desvive por imponer el imperio de la ley...




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