domingo, 31 de mayo de 2009

El cuadro del ascensor

Quizás muchas personas de las que con alguna frecuencia ingresan a este espacio estarán de acuerdo en que “algo no anda bien”. La conclusión de esta Gaviota es menos racional y mucho menos optimista: “ojalá algo ande bien”. La primera de las frases resaltada entre comillas sugiere que dentro de un esquema preestablecido, existe fundamentalmente un normal funcionamiento de la gran mayoría de elementos que lo integran, y probablemente existirán algunos problemas no determinados, pero determinables (como le gusta mencionar a más de un teórico de los contratos mercantiles). La segunda de las frases, en cambio, sugiere que dentro de un esquema preestablecido, existe fundamentalmente un deficiente funcionamiento de la gran mayoría de elementos que lo integran, y probablemente existirán algunos elementos plenamente funcionales. En este caso, si se mira desde un punto de vista general, resulta absolutamente irrelevante establecer si estos elementos funcionales son determinados o determinables. Básicamente, la segunda de las frases implica que dentro de un esquema preestablecido, en la práctica no existe ningún esquema.

Más allá de las aberraciones jurídicas a las que cada vez más me acostumbro día a día, actualmente surge en mí un sufrimiento interno de proporciones épicas, por cuanto creo que podemos actualmente reformular una máxima de Rousseau, según la cual “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. Careciendo de elementos de juicio que me permitan etiquetar al “hombre”, creo que sí existe al menos algún elemento pragmático de trabajo que me permita trabajar respecto del concepto de “abogado”. Mi postura es que “el abogado nace sabio y la sociedad lo idiotiza”. Lamento aquí no contar con una línea de investigación acreditada ante Colciencias, para que se tomara en serio lo que aquí se expone. Además, ello implicaría de parte mía una intensa labor de lobby ante Coordinador de Area, Director de Area, Decano, Vicerrector y Rector. Mis ingresos no me permiten financiar tantos almuerzos, tan seguido. Por ello, trabajaré mi hipótesis por la modesta vía del blog.

Como un elemento introductorio a esta situación, me permitiré describir aquello que he denominado ’el cuadro del ascensor’. Cabe destacar, desde ya, que al hacer referencia al ‘cuadro’, lo hago (disculpen el personalismo, pero me parece más sincero que quien escribe un artículo en plural, como si fueran millares de personas los que le dictan el pensamiento al escritor) desde una perspectiva eminentemente clínica. No hago aquí referencia a rangos (militares por ejemplo), ni tampoco a ninguna obra pictográfica. Debe entenderse, por lo tanto, que no estoy anunciando mi opera prima “El General en su ascensor”, ni tampoco pretendo autopromocionar los “Trazos de Gaviota”. Con ‘el cuadro del ascensor’ pretendo transmitir una idea a los lectores, acerca de cómo este microcosmos nos permite identificar rasgos de una idiocia degenerativa, que permitirían, de cierta forma, reformular algunos síntomas propios de iusdeficiencia, como inicialmente lo expuse en este ingreso. Revisemos los principales aspectos, entonces.

1. La transgresión de libertades espaciales

He revisado con detenimiento algunos artículos sobre el comportamiento del ser humano en el ascensor, y los alcances psicológicos que tienen los instintos, respecto de este punto particular. Los invito a revisar este artículo de la página http://www.aeromental.com/, así como este artículo, muy similar, tomado del blog Fogonazos. Para revisar la fuente, en inglés, favor revisar este artículo tomado de http://www.wired.com/. Estos artículos nos ponen de presente una situación particular del ser humano, en cuanto al comportamiento en recintos cerrados. La conclusión del estudio es que al ingresar a un ascensor, el ser humano adopta conductas extrañas tales como mirar al techo del ascensor, el piso del mismo o a los botones al interior del mismo. La razón de ser deriva de un comportamiento instintivo, que puede ser atribuido igualmente a los simios.

La explicación de esta forma particular de comportarse en estos recintos radica precisamente en la necesidad de evitar conflicto. El ser humano, al igual que muchas otras especies, es conciente de su naturaleza agresiva, y bajo ese entendido, procura evitar confrontaciones no deseadas. La cercanía de dos personas en un lugar encerrado, resulta instintivamente propicio para esta clase de agresiones. Miradas de más, movimientos bruscos, o similares. Es por ello que el ser humano ha adoptado comportamientos que dan a entender que desea evitar conflictos. Se simula que no hay nadie allí, y se mira a otra dimensión. Es en la práctica, la materialización del imperativo categórico kantiano, en la medida en que es el respeto de la libertad ajena el que limita mi libertad. La coexistencia de dos libertades iguales en un mismo escenario (ascensor) implica la disminución de su ámbito de aplicación hasta un mínimo posible, sin que la libertad desaparezca.

En la práctica, de cara a los abogados, ocurre que sin duda, los abogados simulan que no hay nadie allí. Lo simulan porque no es posible que se ingrese a los ascensores por racimos, empujando a quién este por delante, o por detrás, o al lado de uno, sin siquiera preocuparse por posiblemente asfixiar a quienes no gozan de estatura privilegiada. No es posible que quienes no gozan de estatura privilegiada, empujen y codeen, como una retaliación porque la madre naturaleza no les brindó algunos centímetros de más. No es admisible que bajos y altos ingresen más allá de la capacidad del ascensor, a sabiendas que se supera el peso máximo permitido.

Es imperdonable que los ‘garantes’ del derecho, los servidores de la justicia seamos quienes desconozcamos frontalmente los instintos básicos del ser humano, los conceptos básicos de libertad, derechos fundamentales y bien común. El comportamiento es empíricamente demostrable, y sujeto a verificación por quienes quisieren comprobar estas palabras. Invito a que acudan a los Edificios Hernando Morales Molina (Cra. 10 con Calle 14) y Edificio Nemqueteba (Cra. 7 con Av. Jiménez) en Bogotá, y revisen si es siquiera posible que alguno de los abogados enlatados pueda observar prolongadamente algún botón, si quien mira al techo es por algo diferente a tortículis (o tortícolis) inducida. Sip, justo antes, o justo después de estar en una audiencia discutiendo sobre derechos, libertades y garantías, los voceros del derecho acabamos a Kant, a Duguit y a Dworkin de un solo tajo.


2. Comprensión visual

Los símbolos existen, se menciona en materia de comunicación, porque poseen un significado de comprensión universal. No obstante, el ‘cuadro del ascensor’ ha logrado que exista una confusión en la interpretación de los signos. Una situación evidente se está presentando con la interpretación de los símbolos ubicados en la parte superior de las entradas a los ascensores. Allí, se observa lo siguiente:



Imágenes tomadas de http://www.turbosquid.com

Estas imágenes permiten al observador conocer si cuando el ascensor se detiene en el piso donde aquel se encuentra, el elevador se encuentra en ruta de ascenso o de descenso. A pesar de lo obvio del asunto, no es extraño, en lo más mínimo, encontrar usuarios que, una vez se abren las puertas, preguntan si el ascensor sube o baja. Personalmente, me resulta increíble esta situación. En realidad, los símbolos no permiten espacio para el escepticismo semiológico. Son un asunto de blanco o negro.

Lo anterior va de la mano con la identificación de los signos que sirven para llamar el ascensor. Al igual que en el caso recién visto, existe un botón con una flecha mirando hacia abajo, y otro botón con flecha mirando hacia arriba. Si se quiere bajar, lo correcto es pulsar el botón con la flecha mirando hacia abajo, y abordar el ascensor cuando este se detenga y el símbolo ubicado en la parte superior se encienda con la flecha mirando hacia abajo. Si se quiere subir, se debe hacer lo contrario, botón hacia arriba y abordar el ascensor cuando se encienda la luz que mira hacia arriba.

No obstante lo obvio y lo sencillo de este procedimiento, la práctica forense ha permitido establecer que los abogados no suelen comprender este procedimiento. De allí que habitualmente se pulsen los dos botones simultáneamente, como si por arte de magia el ascensor fuera a ascender a mayor velocidad. Se pulsan los dos botones, se pregunta siempre para donde va el ascensor, e independientemente de ello, se aborda por parte de ellos.

No es de fácil entendimiento cómo unas personas que han cursado largos años en una facultad, que teóricamente se encuentran capacitados para argumentar y debatir. Incluso, se dice por parte de los estudiosos de la hermenéutica jurídica, que el abogado, llámese funcionario judicial, académico o abogado litigante, es capaz de interpretar la norma jurídica mediante métodos como el teleológico, exegético, sistemático, sociológico y muchos otros. No es fácil para mí entender que seamos capaces de desentrañar el espíritu de la norma, interpretar el ordenamiento conforme a principios jurídicos complejos, pero ser incapaces de dominar el funcionamiento de un ascensor.


3. El ‘apretador’ intenso

Por último, para completar el ‘cuadro del ascensor’ conviene preguntarse cuál es la razón de ser de la manía de apretar el botón elegido frenéticamente una y otra vez, como si se tratase de un truco mágico para teletransportar el ascensor. Es una especie de divagación mental en la que estamos solos y el ascensor acude a mi llamado como un esclavo, guiado por el látigo de su amo.

Vemos entonces, cómo en la actualidad estamos siendo objeto de una confabulación demoníaca en la que todo se cree saber, pero nada se sabe. A medida que sube el índice de abogados acreditados, sube el índice de víctimas letales. Conviene aunar esfuerzos por lograr que la OMS evalúe esta situación. Los síntomas, al parecer, son crónicos y progresivos. Iusdeficiencia y el ‘cuadro del ascensor’. Sin duda, debemos actuar. “El abogado nace sabio y la sociedad lo idiotiza”.
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lunes, 25 de mayo de 2009

"Aquel que se considera feliz o afortunado"

No, por favor no se confundan. No he adentrado en terreno de la literatura de superación personal, ni mucho menos. El título elegido ha sido el resultado de la explicación etimológica de nuestro picoteado de hoy y de siempre–, el señor Félix de Bedout. Para los lectores que no conocen a este personaje, es importante que sepan que es un reconocido periodista colombiano.







Imagen tomada de: www.entretenete.com

Su hoja de vida profesional lo muestra como presentador de noticias de NTC Noticias (actualmente extinto noticiero) y director de ese mismo noticiero. También ha trabajado en Noticias Uno. Actualmente se desempeña como miembro de la mesa de trabajo (así lo llaman ellos) de “La W”, programa radial de inmensa popularidad, dirigido por Julio Sánchez Cristo, en la emisora del mismo nombre, de propiedad de Caracol Radio.

Este programa es una muestra interesante de la cultura colombiana, en términos generales. Existe un ícono idolatrado que dirige los destinos del oyente y del resto de su mesa de trabajo. Aquí en Colombia, todos lo conocemos como Julito (denota lo confianzudos que somos), o como Julito no me cuelgues (denota lo confianzudo y lo serviles que somos). No miento, son los dos saludos más populares al icónico director del programa. El contenido del programa es bastante interesante, puesto que maneja información cultural, de actualidad, política, de opinión. Adicionalmente, cuenta con espacios de denuncia, de acción social, y con entrevistados de primer nivel.

Por ello, continuamos con la idea, el programa es una radiografía de la cultura colombiana. El contenido de la emisora, en general, está dirigido a las clases altas de la sociedad colombiana, con mucho inglés, mucha promoción de joyerías, eventos en el exterior, y cuestiones similares. En ese sentido, existe cierto grado de altivez por parte de los miembros del programa. Se brinda más tiempo de opinión para las oyentes en el extranjero que para los oyentes en territorio nacional. Se cercena el uso de la palabra de manera intempestiva, y eso gusta (recordemos el Julito no me cuelgues). Fíjense entonces de qué manera el oyente acude a contenidos ‘elevados’, dispuesto a ser puesto en su lugar por los locutores, y estos a su vez, sometidos a ‘culturas superiores’. Habría que ver la diferencia en el tratamiento de las entrevistas a invitados europeos o norteamericanos, con respecto a la de los invitados colombianos.

Es allí donde entra “aquel que se considera feliz o afortunado”. Además de emitir opiniones intermitentes a lo largo del programa, la función principal de Félix es la de entrevistar. Es un periodista inquisitivo, que acorrala con sus preguntas a sus entrevistados. Respecto de este método, le han preguntado ya a Felix de Bedout en la página http://www.elclavo.com/ sobre su estilo de acorralar a entrevistados. Me permito reproducir el fragmento de la entrevista que pueden revisar aquí:

“¿Qué pretende usted cuándo acorrala a alguno de sus entrevistados?
Yo no me siento haciendo una cosa agresiva, algunas personas deben pensar que es por el tono, una cosa u otra, pero yo creo que estoy preguntando cosas que la gente merece saber y tengo la responsabilidad de hacerlo con los funcionarios públicos sobre todo, pues cuando son personas que tienen responsabilidades públicas tienen que responder por eso. Y yo insisto en una frase y es que “las entrevistas son entrevistas y no homenajes”, y acá mucho funcionario público piensa que uno lo llama para hacerle un homenaje y para decirle “qué berraquera lo que usted hace”. No, uno tiene que interrogarlos por las cosas que no están funcionando, por las dudas que se están generando, por las cuestiones que la gente necesita conocer.”


Presiento que “aquel que se considera feliz o afortunado”, como casi toda persona, considera que lo que hace está bien hecho. Esto me recuerda, cada vez mas, las palabras de Dale Carnegie, que siendo parafraseadas por esta Gaviota, más o menos son las siguientes: La crítica lo único que consigue es que la persona criticada haga todo lo que esté a su alcance por justificarse. Eso hace el señor de Bedout. Parte de la premisa falsa de que las entrevistas se toman como homenajes. Eso es parcialmente cierto, y lo que es parcialmente cierto también es parcialmente falso. De esa premisa parcialmente falsa, considera que el no es periodista de homenajes. Por lo tanto, hace lo que hace.

La pregunta subsiguiente es: ¿Y qué es eso que hace el señor Felix de Bedout? Ya hemos visto que cuando le preguntan sobre sus ‘acorraladas’, el periodista inicia por responder que no considera que lo que haga sea agresivo. Se tiene por dicho popular aquí que “explicación no pedida… acusación manifiesta”. En otras palabras, al señalar que no considera que lo que hace es agresivo, está aceptando que en efecto sí lo es. Evidentemente, lo que acabo de mencionar dista mucho de ser un argumento. Es un intento por jugar al psicólogo. Sin embargo, no implica que la falta de rigor argumentativo implique que “necesariamente” sea falso.

Es un ejercicio interesante revisar las entrevistas de Félix de Bedout, más aún si se indaga desde una perspectiva crítica. Usualmente, el director del programa, Julio Sánchez Cristo, ha realizado algunas preguntas introductorias para conocer el punto de vista del entrevistado. Luego entra Felix de Bedout realizando una o dos preguntas contextuales. Finalmente, entra a hacer preguntas de fondo, tendiendo a poner en aprietos al entrevistado. Eso en principio no está mal. El problema con ello es que en una gran cantidad de ocasiones se realizan preguntas que resultan, cuando menos, ofensivas.

No he logrado entender cómo a algunas personas les puede gustar que un periodista pregunte cosas como “¿no cree que eso está mal?”, “Disculpe, pero a mí no me parece”, y que después de recibir las respuestas que no desea, repita la misma pregunta otras tres veces, esperando a que le den la razón. Algunos invitados se han molestado, al aire, por el tratamiento recibido por de Bedout. Al parecer, es ese el plan del programa, que resulte molesto. Muchos lo alaban porque, según dicen, dice las cosas sin pelos en la lengua. Yo tiendo a estar en desacuerdo. Primero, no dice, ni pregunta, sino que dice preguntando, creyéndose sumamente ingenioso con ello.

Por mi parte, su método me resulta molesto. No sabía que era bien visto maltratar al invitado, ni que fuera de alta alcurnia interrumpir a las personas en el uso de la palabra cada vez que considera tener algo ingenioso para decir. Esto último resulta incluso más molesto que lo primero. Tenía entendido que era parte del ‘protocolo’ periodístico preguntar y esperar la respuesta, para luego sí continuar preguntando. Al parecer, la lógica de “aquel que se considera feliz o afortunado” es la de preguntar y permitir que se responda, únicamente si es lo que le gustaría oír. Cualquier respuesta no autorizada da vía libre a que se interrumpa, decente o indecentemente. Da igual. Lo importante es mostrarse como un Gran Inquisidor.

Debo aceptar que existen muchos periodistas, presentadores, columnistas, que se me antojan nocivos, pero aún así, no tanto como para generarme impulsos de dejar de leer un periódico o revista, ver un programa de televisión o escucharlo en la radio. El señor Felix de Bedout es la excepción. “Aquel que se considera feliz”, claramente parece serlo, a costa de generar molestia, ira y dolor. Bien por él, mal por nosotros. Sin duda cree que así ejerce su función social en aras de la paz.
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lunes, 18 de mayo de 2009

Alazos - Ed. 002

Otra vez me encuentro en una crisis de contenido, en la medida en que quiero abordar mucho, pero de manera breve y directa. Por lo tanto, acudimos a la metodología de alazos, para ayudar a salvar patria.


1. Guatemala busca a su Gray

Estoy lejos de poder opinar sensatamente acerca de qué tan buen Presidente es Álvaro Colom. Sin embargo, creo que no podemos dejar de lado las inquietantes acusaciones lanzadas por el abogado Rodrigo Rosenberg, contra el Presidente, su esposa, y otros altos funcionarios del Gobierno. Las excusas del gobierno de Guatemala, son tan patéticas como las que expresa el gobierno colombiano por los ‘falsos positivos’, o ejecuciones ilegales por parte de agentes de la fuerza pública.

He revisado el video completo de Rosemberg, y me resulta algo parecido a lo que ocurriese en la historia del “Informe Pelícano”, película basada en la novela de John Grisham, reconocido por sus relatos relacionados con disputas jurídicas. En el largometraje, existe una investigación adelantada por la estudiante de derecho Darby Shaw, quien encuentra los motivos por los cuales fueron asesinados los Magistrados de la Corte Suprema Jensen y Rosenberg (¡qué tal la coincidencia!).

El video, es en la práctica es un documento. No es, sin embargo, prueba documental de que efectivamente los funcionarios citados por Rosenberg fueran los asesinos de Khalil Musa y de él mismo. Prueba que Rosenberg afirmó lo que nosotros podemos ver en el video. De eso es prueba directa. Sin embargo, también prueba que el abogado era un mago, o era suicida y orquestó su propia muerte, o que tenía MUCHA mala suerte, o que sabía algo. No soy el investigador asignado, pero sí se que a los criminalistas siempre les enseñan que los muertos hablan. En este caso, nada más cierto. Sin embargo, resulta indispensable analizar la prueba indirecta, para ver si la desechan, o si realmente existe mérito para investigar formalmente al Presidente. Esperemos que en Guatemala la investigación sea eficaz. En mi país, probablemente no habría mérito para acusar, porque el testigo no podría declarar en audiencia pública, oral y contradictoria. Por lo tanto, ello no es prueba, formalmente, y dependería de las que sí se pudieran introducir en audiencia, y del manejo de indicios. ¡Ahhhh!, se me olvidaba. En el sistema penal colombiano, el indicio no existe. Por eso, reitero, ojalá en Guatemala el manejo probatorio sea verdaderamente eficaz.

Volviendo al “Informe Pelícano”, debemos recordar que existe un abogado llamado Curtis Morgan, quien se entera de los probables implicados en la muerte de Justice Jensen y Justice Rosenberg. El abogado, que presiente su muerte, decide grabar un video en el que explica algunos pormenores del casos, implicando a algunos sujetos en los asesinatos de los Magistrados. En él, da nombres, explica los móviles, y se despide. El video llega a manos del periodista Gray Grantham, quien es el encargado de destapar la olla podrida. En este caso, el presunto asesino no es el Presidente. Sin embargo, la responsabilidad política se hace efectiva, y resulta políticamente muerto.

Rosenberg, el de la vida real, es abogado, graba un video, da nombres (entre ellos el de la pareja Presidencial) y explica los móviles de los crímenes, incluido el suyo. La situación llega a la opinión pública, pero solo parcialmente. Se conoce el video, pero no se conocen los documentos a los que Rodrigo Rosenberg hacía referencia. La historia está aún por contarse, y por ahora, no encontramos a Gray Grantham en Guatemala para que nos revele el misterio. En Colombia, tenemos a Daniel Coronell, que despierta pasiones positivas y negativas, pero cuyo producto periodístico merece ser reconocido. Guatemala, al parecer, sigue buscando a su Gray.


2. El principio de inseguridad en el fútbol colombiano

En el país de la seguridad, resulta llamativo que el deporte insignia del país esté plagado de tantas contradicciones. El ordenamiento jurídico colombiano está fundado, en gran parte, por el principio de la seguridad jurídica. Quién interpreta, cómo interpreta, y cuál es el alcance de la interpretación, son criterios fundamentales para poder comprender el sistema jurídico colombiano (de Colombia, no de Colom).

Sentencias constitucionales como la C-820 de 2006, que señala que la interpretación por autoridad ya no puede llamarse por autoridad, y que es ejercida por el legislador y por la Constitucional (la norma en estudio preveía la interpretación por autoridad a cargo del legislador), le permitirán al abogado entender que ya no hay una, sino dos autoridades (ahhh, pero no son realmente ‘autoridades’). En otra sentencia, la C-836 de 2001, ya se había dicho que la interpretación jurisprudencial como doctrina probable, era constitucional, lo que implicaba que las Altas Cortes (Consejo de Estado y Corte Suprema de Justicia) debían pronunciarse tres veces en un mismo sentido para que sus interpretaciones jurisprudenciales fueran de obligatorio cumplimiento. La Corte que dicta la sentencia, no obstante, no debe cumplir ese requisito. Basta que lo diga una vez por sentencia de constitucionalidad, para que posea efectos obligatorios erga omnes. Es decir, la doctrina probable es para dos altas cortes, pero para la alta (altísima), no.

La seguridad jurídica, entonces, no es tan segura, al menos en materia de puro derecho. Si vamos al fútbol, los problemas básicamente se reducían a si tocar la pelota con la mano debía ser sancionada como ‘mano’, o no. El debate más inquietante era si fue con intención o sin ella. Este semestre, sin embargo, se está dictando nueva jurisprudencia que nos indica que las sanciones en el fútbol, se rigen por el criterio ad higadum. Reciéntemente, a un portero que había sido expulsado, se le levantó la sanción en el escritorio, días después. Pobrecito, decían, fue injustamente echado de la cancha. Puede ser, pero ahora eso implica que deben revisarse todas las expulsiones, y si son injustan, deben reversarse. ¿O no? Quién sabe. Cuando habían disturbios serios en las tribunas, se sancionaba al equipo que hacía las veces del local. En este campeonato, sin embargo, se decidió que podía igualmente sancionarse al equipo visitante (partido entre América y Cali).

El fútbol, en el país de la seguridad democrática, implica que no es del todo fácil que los antisociales maten, hieran y hurten en las calles. Para qué, si tienen un buen estadio de fútbol, donde todas las presas están enjauladas. Realmente, no es claro por qué deben matarse las barras de los equipos. Simplemente saben que deben hacerlo. Aparte de la seguridad jurídica, parece no haber demasiada seguridad democrática en los estadios. Aquí, las barras copian los cánticos argentinos, la fidelidad de Judas, y la osadía de los Hooligans (ingleses). A eso, sumémosle un par de genes violentos perfeccionados por estas tierras.

Mis contradictores dirán que miento, que es mucha más la gente buena que tiene el país, y que intento vender una mala imagen del país. Otros más gobiernistas dirán que formo parte de un complot contra el Presidente, y que por ello soy un detractor de la seguridad democrática, convirtiéndome, por ende, en terrorista. Ello sería una muestra más de la intolerancia de la que he hablado en el párrafo anterior. Es imposible que se maten en las ciudades, en los campos, que se agredan verbalmente en el Congreso, se maten en los estadios de fútbol, se cierren unos a otros con sus automóviles y se insulten en Transmilenio o en los buses por si se debe o no ceder un puesto. Lamentablemente, mientras el concepto de seguridad democrática no pase de ser un concepto que se interiorice individualmente, sino que entendamos que esta idea cobija también a los demás, seguiremos matándonos en los estadios.

Por último, conviene hacer referencia a la seguridad laboral en el fútbol. Sería interesante que tantos abogados que son analistas deportivos, realizaran un estudio acerca de cuántos contratos de cuerpo técnico y de futbolistas terminan por el cumplimiento del término de duración. Apostaría a que es menos del 40%. Sin embargo, no me atrevo a dar cifras, Lo que es claro es que se contratan técnicos por uno o dos años, y a los tres meses han salido ya. Los jugadores, en la actualidad, casi entran preavisados a sus equipos, a un paso de salir por la puerta de atrás. Otro matiz más de la seguridad (esta vez laboral) en el fútbol.

Y es este el deporte insignia de nuestro país. ¿Que dirá eso de la sociedad a la que ‘entretiene’?


3. Alazos teledirigidos


Imagen tomada de: http://matadorcartoons.blogspot.com





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jueves, 14 de mayo de 2009

Recordando, en el día mundial de internet

Creo que el año en cuestión fue 1996, el año en que descubrí las delicias de Internet. La época no podía ser más propicia puesto que estaba en época de adolescente y cómo tal, era lícito y ético (actualmente es de suma importancia recalcar que además de que una conducta sea lícita, es ética) experimentar y descubrir. Recuerdo que mi proveedor de Internet era Impsat. Para poder acceder al cibermundo, se requería de un modem conectado a una línea telefónica. No existía la llamada en espera, y el celular estaba hasta ahora incursionando en el país. Tener un teléfono celular era parecido a tener actualmente una biblioteca en Kindle. Por lo tanto, conectarse a Internet era conectarse al ciberespacio, pero desconectar a la familia de la humanidad.

La época era propicia para cambiar costumbres de muchachos hormonales. Me explico: Era usual, para la época, que quienes estaban entrando en la edad de interesarse en el sexo opuesto (también era una época en que ser miembro de la comunidad LGBT no estaba de moda) llevasen a los colegios revistas pornográficas (en ese entonces, mostrar un pezón en una fotografía era pornografía. Hoy eso mismo es normal.) para observarlas en comunidad y simular que cada uno era versado que el otro en la materia. Internet implicaba que en vez de llevar al colegio estas revistas, el mismo grupo de muchachos se reunía en la casa del menos monitoreado para buscar en Lycos o en Altavista fotos de mujeres desnudas, y repetir el mismo procedimiento, aunque sin el temor de ser detectados y sancionados académicamente.

Era la época en que otros muchachos hormonales, pero un poco mayores, se sentaban al frente del monitor para ingresar a sitios de chat, o para buscar amistades en ICQ y ver si lograban encontrar una niña con sus mismos ciberintereses (se ensayaba un poco aquello de la hipocresía virtual: escribir poesía en la red cuando nunca se escribía poesía. El introvertido se mostraba extrovertido). No en vano, fue esta la época del auge de los amores transnacionales, y del cibersexo textual (no había videochats). Eran tiempos en los que un individuo podía alegar que “el correo no me llegó”, y que esa fuera una excusa perfectamente aceptable para todos los interlocutores.

Tal vez para muchos, estas nociones resulten de poca monta, o irrelevantes, porque eran demasiado jóvenes o demasiado viejos para comprender estas experiencias en la envergadura que aquí se plantea. Sin embargo, cada generación cuenta con su avance tecnológico determinante (radio, televisión, fax, Internet, Ipod, (…)). Otros que sí vivieron esta época a una edad en la que la interrelación con el mundo exterior no estaba plenamente definida, recordarán los primeros intentos por mostrar las dotes de marketing virtual… Por supuesto, la apertura de la primera cuenta de correo electrónico. No era muy diciente que uno utilizara alguna de las siguientes formulas:

nombrecompleto@hotmail.com

inicialyapellido@yahoo.com

Era necesario mostrar algún rastro de enfermedad psiquiátrica para poder encajar debidamente. No era un asunto tan trivial como lo es en la actualidad, en la que uno podría abrir 6 cuentas de correos y consultarlas simultáneamente. Debemos recordar que en este entonces, era importante prender veladoras a los santos para que la página de inicio del navegador abriera debidamente. Consultar y escribir dos correos electrónicos era labor que tardaba de media hora a una hora. Por supuesto que bajar canciones era impensable. Era la época en la que todavía era indispensable saber si la pantalla del computador era VGA o SVGA. El tema no se medía por resolución de pantalla. Seguramente, si nos hubiesen promocionado pantallas de 1024 x 768, habríamos debido consultar la Enciclopedia Britannica (en físico), o Encarta para intentar averiguar qué era eso. Por lo tanto, reitero, la elección del nombre para el correo electrónico era similar a la elección del nombre de los hijos. Era usual encontrarse con fórmulas así:

kurtcobain666@hotmail.com

o

misterrivaldo@yahoo.com

Evidentemente, resulta comprensible de qué manera puede uno compenetrarse con Internet, cuando se conoció a un gran amor a través de Internet, cuando se juró amor eterno a quien vivía a miles de kilómetros de distancia, cuando era de la mayor relevancia conocer cuántos amigos virtuales se tenían o cuando uno fue famoso por tener un nombre de correo electrónico envidiado por los amigos.

Por esta misma época, se promocionaban páginas gratuitas de Internet en GeoCities, en Tripod o en páginas similares. La verdad es que estas páginas eran los precursores de lo que actualmente conocemos como los blogs, aunque el concepto no era propiamente el mismo (es como pretender diferenciar la faringitis de la laringitis: claro las diferencias existen, pero en ambos casos hay dolor de garganta). Subir una foto a estos sitios requería conocimientos similares a los de la fisión nuclear. Si bien nunca he llegado a ser un ser “iluminado” en materia tecnológica, confieso que actualmente es mucho más sencillo manipular las páginas personales, de lo que era en ese entonces.

1996. Era una época en la que el derecho era irrelevante, en la que no sería posible prever que varios años después sufriría de un ataque de esquizofrenia zootecnista, y en la que los valores de justicia, equidad y ética se hallaban en un horizonte lejano. 13 años para muchos, toda una vida para mí.
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domingo, 10 de mayo de 2009

Algunas reflexiones sobre la responsabilidad – Pt. 3

¿Cómo entender o justificar la inaplicación del principio de responsabilidad desde el punto de vista jurídico sin llegar a concluir que se está frontalmente vulnerando el ordenamiento, y más aún, si se afirma que las conductas que supuestamente desconocen aquel principio son ajustadas a derecho? Este fue el último interrogante que dejé planteado en mi último ingreso, y LA respuesta –de hecho CUALQUIER respuesta– me resulta esquiva.

A pesar del evidente desánimo que ello genera, he intentado repasar algunos de los planteamientos que he leído en el ingreso titulado “La justicia desde el lado activo del derecho en la teoría de Dworkin y Alexy” del blog Iusconstifil de Ricardo Arrieta Castañeda. Particularmente, me han llamado la atención dos aspectos interesantes, cuales son:

1) El derecho positivo no puede explicar los principios jurídicos. Bajo ese entendido, la existencia de principios jurídicos hace inviable el derecho positivo, como planteamiento teórico.

2) El derecho es presuntamente justo. Por lo tanto, es posible que haya normas jurídicas injustas.

Los dos axiomas atrás señalados, que constituyen una interpretación de lo que realmente está consignado en el texto, permiten revisar el problema de la ‘responsabilidad’ desde un ángulo especial, como es la validez y eficacia del derecho, pero visto de la perspectiva de la justicia. Sé que suena como si planteara el tema después de haber bebido unos generosos tragos de scotch on the rocks, pero les garantizo que las gaviotas no beben y vuelan. Intentaré explicar mi opinión al respecto.

Ha quedado claro, desde “Algunas reflexiones sobre la responsabilidad – Pt. 2” que en Colombia, la responsabilidad constituye principio, y que adicionalmente, es un principio normado (recordemos que los principios existen, estén en la norma positiva o no, de allí la crítica inicial al positivismo, a la que hace referencia el numeral 1)). Bajo ese entendido, podemos afirmar que el principio de responsabilidad, sin duda, es derecho.

Sobre este punto, conviene resaltar que algunos teóricos diferencian los criterios de validez, justicia y eficacia. Estos teóricos convendrían en que al plasmar en una norma jurídica positiva el deber de responsabilidad, se dotaría de validez ese precepto, mas ello no implica que sea justa, ni válida. El principio jurídico, en cambio, es una norma que existe, esté o no consagrada en una norma positiva, y que en esencia, es válida, porque precisamente trascienden los criterios formales que permiten determinar si una norma es válida o no; su validez no depende del cumplimiento de formalidades por parte del legislador. El principio jurídico no puede ser injusto, a priori, por cuanto es criterio orientador del ordenamiento, y como tal es pilar fundante de los parámetros de justicia en una sociedad determinada. Es claro, entonces, que el principio jurídico es válido y justo. Resta preguntarnos si es eficaz. Recordando que el principio constituye un mandato de optimización, no puede ser desconocido. No admite incumplimiento total, aunque sí parcial. Por ello es que los conflictos entre principios se solucionan bajo un análisis de peso de principios, pero nunca aplicando uno y dejando de aplicar otro. Como no ‘puede’ ser desconocido, se parte de que el principio, en esencia, también es eficaz.

Es aquí donde surge el mayor problema, según lo que hemos venido planteando. Lo anterior permite darle un contexto jurídico a la pregunta inicial de esta entrada. Si el principio de responsabilidad es justo, es válido y es eficaz, entonces ¿por qué hay leyes aberrantes sin que alguien responda?, ¿por qué hay funcionarios mediocres o delincuentes que permanecen en sus cargos?, y ¿por qué nadie responde por el principio de responsabilidad?

Podríamos considerar, entonces, que en el primer caso, se trata de aquel derecho injusto al que se ha hecho referencia en el punto 2). Personalmente, esta postura me resulta poco convincente, y más bien, legitimadora de la incapacidad de decantar los elementos justos de un conjunto compuesto por elementos justos e injustos. Mientras en el país seguimos disertando sobre Alexy, Dworkin, Radbruch, Rawls, y otros tantos, Hernán Andrade (Presidente del Senado), Germán Varón (Presidente de la Cámara de Representantes), Alvaro Uribe (Presidente de la República) y sus respectivos ‘combos’ no se desgastan en esas discusiones. Ellos tienen claro que mientras exista una norma que mencione “la presente ley rige a partir de su fecha de promulgación”, no pierden nada, es derecho.

El problema es cuando la norma que en realidad sí es justa, y válida, no es eficaz. La norma justa que no es capaz de ser efectiva, será tan injusta como la norma de contenido injusto. Tan injusto es que una norma garantice el derecho de salud de todos los habitantes –por valerme de un ejemplo común– y que no se cumpla, como que exista una norma que prescriba el derecho de salud únicamente para ciertos sectores de la población. Esta es una modalidad de injusticia por omisión, como podríamos llamar técnicamente a la existencia de un ordenamiento jurídico mentiroso.

La existencia de un ordenamiento jurídico mentiroso, considero yo, es precisamente lo que hace que hoy en día intentemos esforzarnos por legitimar un concepto de derecho que cada vez resulta más decadente. Hablar de aceptar normas injustas pero no injustísimas es como quien dice que no habla el inglés pero lo comprende. Estamos en eso. Se dice mucho por algunos abogados colombianos, que contamos con Códigos (el de Procedimiento Penal, por ejemplo) que son modelos en todo Latinoamérica, o donde sea. Claro, son modelo para el mundo, siempre que no indaguemos cómo está funcionando en la práctica. Ahí puede no ser un modelo a seguir. Sin embargo, la norma está.

Pregunto finalmente, y con ello finalizo estas consideraciones de tres volúmenes, ¿estamos ante un ordenamiento jurídico mentiroso, o por el contrario, somos quienes hemos logrado demostrar a los juristas globalizados que los principios de derecho sí pueden ser incumplidos total y absolutamente, de manera reiterada, dolosa o culposa?
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miércoles, 6 de mayo de 2009

Algunas reflexiones sobre la responsabilidad – Pt. 2

Hace un par de días me preguntaba en qué momento se perdió el concepto general de responsabilidad, pilar fundamental del manejo de la res publica. Al plantear la inquietud, pensaba largamente en Cicerón y su Tratado de la República. Recordé el sueño de Escipión, relatado en el Libro Sexto de su Tratado. El llamado que hizo Cicerón a los administradores de la cosa pública, quienes debían ser los más virtuosos, justos y capaces de todo el pueblo, se debe reiterar a todos los que hoy quieren hacerse llamar ‘padres de la patria’. Sería interesante que en vez de estar pendientes de referendos reeleccionistas, reformas políticas intrascendentes y otros tantos vicios jurídicos en proceso de materialización, escucháramos los consejos del romano que hace siglos nos refirió:

“Si pues entre todos los seres el alma sola tiene en sí misma el principio de su movimiento, es evidente que no ha tenido origen y que es eterna. Ocúpala, pues, en las cosas más elevadas, y ninguna lo es tanto como velar por el bien de la patria. El alama, acostumbrada a este ejercicio, remonta con mayor facilidad hacia su morada celeste, y subirá con tanta mayor rapidez, cuanto que estará acostumbrada desde la prisión del cuerpo a elevarse y contemplar las cosas sublimes, a desprenderse de los lazos terrestres. Las almas de aquellos que se entregaron a los placeres de los sentidos se hicieron esclavas de él, y arrastradas por las pasiones, violaron todas las leyes divinas y humanas, cuando se separan del cuerpo vagan errante alrededor de la tierra, y no vienen a estas mansiones hasta después de muchos siglos de expiación.”

Sin duda el llamado de Cicerón es a la sensatez del gobernante. Sin embargo, la explicación obedece a la virtud y no a ninguna clase de responsabilidad social, política o jurídica. En cierta manera, la moral es el único contrapeso de las pasiones internas del gobernante. En el caso de Cicerón, pareciese ser que la responsabilidad moral del gobernante viniese de la mano con la responsabilidad generacional –no como se pretende explicar hoy, sino como una modalidad de sumisión a la virtud y obra de los ancestros.

Sin duda no es la época del absolutismo la que nos permite explicar la responsabilidad política del gobernante. Podríamos llegar a

“Las obligaciones que nos ligan al cuerpo social no son obligatorias sino en cuanto son mutuas, y su naturaleza es tal que, cumpliéndolas, no se puede trabajar para otro sin trabajar para sí mismo. ¿Por qué la voluntad general es siempre recta y por qué todos quieren constantemente la felicidad de cada uno de ellos, si no es porque no hay nadie que no se apropie esta palabra, cada uno, y que no piense en sí mismo al votar por todos? Lo que prueba que la igualdad de derecho y la noción de justicia que esta igualdad produce proviene de la preferencia del hombre; que la voluntad general, para ser verdaderamente tal, debe serlo en su objeto así como en su esencia; que debe partir de todos para aplicarse a todos y que pierde su rectitud natural cuando tiende a algún objeto individual y determinado, porque entonces, juzgando sobre lo que nos es ajeno, no tenemos ningún verdadero principio de equidad que nos guíe.”

Rousseau tiene la absoluta claridad que la voluntad general del pueblo no puede ser menoscabada ni destruida jamás. Dirá, que ella podrá ser sometida, en algún momento, a voluntades particulares en determinados momentos, y deberá ser rescatada. Ello resulta de la mayor utilidad cuando el Estado se aleja de su esencia misma. Menciona el ginebrino:

“Finalmente, cuando el Estado, cerca de su ruina, ya no subsiste más que en una ilusoria y vana, cuando se ha roto en todos los corazones el vínculo social, cuando el más vil interés toma descaradamente el sagrado nombre de bien público, entonces la voluntad general enmudece; todos, guiados por motivos secretos, dejan absolutamente de opinar como ciudadanos, como si el Estado no hubiera existido jamás; y se hace pasar falsamente con el nombre de leyes decretos inicuos que no tienen más finalidad que el interés particular.”

Cada cual podrá, en su interior, recordar el caso más cercano, y probablemente, en este punto, los gusten políticos sean decisivos al momento de “refrescar la memoria”. Sin embargo, en uno u otro sentido, se encontrarán varios casos, en varios países, y en diferentes épocas, en las que podemos encontrar que lo manifestado por Rousseau se encuentra absolutamente vigente. Sin ir demasiado lejos, en Colombia, es claro que la izquierda y la derecha actualmente cuentan con líneas discursivas en las que frecuentemente se diga que “si el pueblo así lo dispone, el líder político los oirá, y atenderá su llamado”. Esto, tiene la finalidad de enmascarar los intereses privados por acceder (en un caso) o permanecer (en el otro) en el poder. Fíjense, sin embargo, como la voluntad general se convierte en pretexto para encubrir ese “vil interés” particular.

A raíz de la exposición de ideas de múltiples pensadores por esa misma línea, se empezó a construir un nuevo derecho y una nueva política fundada en el respeto por el interés general (Preámbulo C.N.), y bajo criterios de responsabilidad hacia el soberano. En el caso colombiano, el tema llegó un poco más allá y se dijo que el soberano es el pueblo y que es de allí de donde surge el poder público (Art. 3º C.N.). A partir de allí, se cuenta con un importante desarrollo legislativo en ese sentido. Para no ser demasiado extensos y engorrosos con el fundamento normativo, me referiré únicamente a la Ley 489 de 1998, que regula la función administrativa. El artículo 3º de esta ley, que hace referencia a los principios que gobiernan la función administrativa señala:

“ARTICULO 3o. PRINCIPIOS DE LA FUNCION ADMINISTRATIVA. La función administrativa se desarrollará conforme a los principios constitucionales, en particular los atinentes a la buena fe, igualdad, moralidad, celeridad, economía, imparcialidad, eficacia, eficiencia, participación, publicidad, responsabilidad y transparencia. Los principios anteriores se aplicarán, igualmente, en la prestación de servicios públicos, en cuanto fueren compatibles con su naturaleza y régimen.”
(Subrayado por fuera del texto original)

Acabamos de presenciar un viaje en el tiempo, muy rápido y sumamente importante, pues a partir de allí podemos encontrar que existe Constitucional y legalmente consagrado un principio de responsabilidad, que no ha sido derogado por medios legales. Parece ser, sin embargo, que el desobedecimiento civil inicia, sin embargo, por este principio, en la medida en que no existe ningún motivo por el cual un funcionario deba motu proprio aplicar las consecuencias adversas derivada del principio de responsabilidad.

Hoy vemos en Colombia que hay un sinnúmero de casos en los cuales parece que el concepto de responsabilidad no se pone en práctica. En Norteamérica, se suele hacer uso de la expresión accountability para dar a entender que se debe rendir cuentas, o yendo un poco más allá, se debe responder por la gestión emprendida. Vemos casos como el del Director de INVIAS, el Personero de Bogotá, y los casos relacionados con las chuzadas del DAS, en los que no resulta claro cómo se aplica el principio de oportunidad. Si mal no estoy, una de las características de los principios jurídicos es que su aplicación es inminente, aunque sea en mayor o menor medida, según el caso. Sin embargo, tal parece que el nuevo derecho permite la inaplicación de este principio totalmente, o casi totalmente.



La inquietud que surge, entonces, es: ¿cómo entender o justificar esa inaplicación desde el punto de vista jurídico sin llegar a concluir que se está frontalmente vulnerando el ordenamiento, y más aún, si se afirma que todas estas conductas son ajustadas a derecho?
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lunes, 4 de mayo de 2009

Algunas reflexiones sobre la responsabilidad – Pt. 1

Recuerdo hace ya algún tiempo, cuando el derecho no era proyecto de vida, ni mucho menos inquietud de joven, las historias que en el colegio veía en mi clase de Ciencias Sociales sobre importantes líderes de los hombres (mas no de la humanidad). Casos como el de Lucio Cornelio Sila quien cedió el poder, siendo dictador absoluto de Roma, por considerar que su obra estaba cumplida. Otro caso, el de Simón Bolívar quien en múltiples ocasiones renunció al poder por responsabilidad política (u orgullo, según el punto de vista que se adopte), aunque finalmente terminó convirtiéndose en dictador, antes de su triste partida de este mundo.

Particularmente recuerdo el caso del Presidente colombiano Marco Fidel Suárez, quien gobernó el país de 1918 a 1921. Suárez debió afrontar una oposición importante en el Congreso, por parte de los liberales así como de los conservadores afines a Laureano Gómez. Finalmente, se llegó a acusar al Presidente de indignidad por haber pignorado su salario como Presidente de la República. Ante la situación de ingobernabilidad, el Presidente Suárez negoció su renuncia, bajo la condición de que el Congreso no dejase de tramitar la modificación del tratado Urrutia-Thompson, relativo a la indemnización por la pérdida de Panamá como territorio colombiano. Independientemente de la comprometida situación de Suárez en su momento, lo que conviene destacar es que puso por delante el bien común y la gobernabilidad del país, por encima de su permanencia en el poder.

Recientemente se ha visto una situación similar, aunque a menor nivel, en el país. A raíz de la ya conocida controversia respecto de las interceptaciones ilegales por parte del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), se ha logrado establecer que como parte de las investigaciones ilegales, se solicitó a la UIAF (Unidad de Información y Análisis Financiero), entidad estatal adscrita al Ministerio de Hacienda, cierta información relacionada con las personas a las que ilegalmente se estaba investigando. La posición oficial del Director de la UIAF, Mario Aranguren, es la del cumplimiento de las responsabilidades legales, como es la de colaborar con los órganos de justicia y de policía judicial. Asegura Aranguren que de toda esta información siempre se informó a la Dirección del DAS, razón por la cual podría llegar a pensarse que la entonces directora del organismo de inteligencia conocía claramente de estos seguimientos, y los autorizó, o al menos, los toleró.

Una vez estalló el escándalo, por el lado de la UIAF, el director de la entidad consideró oportuno renunciar para efectos de facilitar la labor de investigación. Esta situación, que en cualquier otro país, en circunstancias similares, sería lo que habría de esperarse ante tan graves circunstancias, resulta sorprendente para nosotros. Eso son malas noticias, porque implica que realmente el concepto de responsabilidad política, ética o jurídica está claramente desdibujado.

La pregunta que surge con inmediatez es: ¿En qué momento se perdió el concepto general de responsabilidad, pilar fundamental del manejo de la res publica? Pareciera, en ocasiones, que mientras las ciencias políticas y jurídicas tienden hacia la decantación de sus conceptos, cada vez más nos alejáramos de los pilares que le sirven de fundamento.

Por el momento, queda planteada esta inquietud. En el próximo ingreso se profundizará un poco más sobre las implicaciones de la responsabilidad, que tanto se recuerdan pero que poco se observan en la actualidad.
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