La práctica jurídica ha sido enriquecedora. No puedo negar lo interesante que es moverse en el mundo del derecho y en el mundo del anti-derecho. Sin embargo, más allá del aprendizaje, del poder luchar por causas justas, o de debatir el conocimiento en las aulas de clase, encuentro que cada vez los abogados se están volviendo verdaderos expertos en la tragedia, y otro tanto, expertos en la comedia. Otros, grandes poetas y dramaturgos, demuestran gran pericia a la hora de redactar impactantes escritos que harían temblar de la envidia a novelistas. Lamentablemente, no es tan común encontrar personas a las que uno deba reconocer sin la menor duda, su talante jurídico, su sapiencia y más aún, su afinidad por esa justicia de la que tanto hablamos pero que cada vez vemos menos.
Pienso seriamente enviar una queja formal a mi universidad. No puede ser cierto que ante la incursión de los mecanismos que propenden por la flexibilidad curricular, no haya tenido yo la opción de escoger ver las clases de dramaturgia jurídica, teatro procesal I y II, y teoría de la analogía (el arte de la lucha libre y el derecho), aforismos jurídicos (confunde y reinarás). Estoy dispuesto, en aras de mostrar cierto grado de proactividad para con la universidad y la sociedad, a elaborar un programa de clase con contenidos teóricos y prácticos, que permitan al estudiante adquirir habilidades especiales en el campo del derecho, habilidades que cada día son más apetecidas por el mercado.
Finalmente, para los temas jurídicos procesales, realmente el punto clave, cuando se está en ejercicio del litigio es utilizar los términos in dubio pro reo (en penal), iura novit curia (en administrativo y civil), hacer referencia a la buena fe exenta de culpa (en comercial) y solicitar la tutela por conexidad (en materia constitucional). Todo lo demás, siempre y cuando haya sido solicitado de manera subsidiaria, y la numeración esté clara, se dará por añadidura.
Si queremos ser consultores, lo fundamental es lograr aparentar que antes de uno, no había nadie más, y que medio mundo le debe favores a uno. “Alguna hubo un tipo, un tal Kelsen, que le gustaba hablar mucho de derecho, pero realmente nunca hizo mayor cosa”. “Tengo unos conocidos allá que nos sacan ese trámite antes de que finalice el mes”. “Sí, claro, fuimos compañeros de clase, pero él pasó a punta de invitaciones a almorzar a cada uno de los profesores”. “Esta postura innovadora fue desarrollada por mí, y ha sido un completo éxito”.
Si se trata de la academia, lo más importante es contar acerca de los grandes maestros que nos dictaron clase en el exterior. Lo segundo más importante es hacer referencia a figuras que no son aplicables en el derecho nacional. Lo tercero es tener uno o varios libros prologados por personas reconocidas en el medio. Que sea bueno, o no, no es requisito indispensable, mucho menos aún, que pueda llegar a ser útil. De hecho, hay variantes de escritura, así como en el ajedrez: la variante romana (plagar el escrito de aforismos en latín –confunde y reinarás– sin traducir), la variante germánica (infestar el texto de citas a otros textos (para tumbarme, primero debes tumbar mi ejército), la variante Papiamento (seguramente hay un mensaje claro allí, pero no se entiende absolutamente nada), y la variante “Mil y una noches” (primero intenta leer las 800 páginas, y si lo logras, intenta obtener respaldo a tus críticas).
Un buen día, en una audiencia pública cualquiera, un abogado le dijo al juez, casi con espuma en la boca y lágrimas en los ojos, que mi alter ego lo había amenazado a él con que le iría muy mal, si no empezaba a asistir a las audiencias. Ante eso, un poco compungido, pero digno, se veía obligado a hacer ciertas solicitudes al juez, antes de proseguir con el trámite de la audiencia. En ese momento, mi alter ego, según su mismo relato, iba a solicitar el uso de la palabra para precisar que si bien le causaba molestia el constante ausentismo, él había estudiado derecho, y no teatro jurídico. Justo antes de pedir la palabra, calló (creo que acertó), y simplemente dejó pasar el incidente. Teniendo en cuenta que él y yo vimos las mismas asignaturas, me pareció valedero su argumento.
Es por ello que en la queja formal que debo hacer llegar a mi universidad antes de que cierren sus puertas por festividades, citaré ejemplos prácticos de cómo en sus variantes clásicas, encontramos importantes muestras de lo indispensable que resulta aprender teatro jurídico en la universidad, y restarle a tanta materia inútil como Responsabilidad Civil, o Derecho Constitucional (en este caso, probablemente podríamos hablar de obsoleto y no tanto lo inútil. Esta materia se puede incluir en el pensum del programa de Historia). Miremos a un verdadero maestro del dramatismo como es Néstor Humberto Martínez, un genio de la comedia como es el caso de Fabio Valencia Cossio, magos como Abelardo de la Espriella o titiriteros como Alvaro Uribe Vélez. Todos ellos abogados, todos ellos unos genios de las tablas.
A muchos de los grandes bardos del derecho, de los cuales tenemos grandes exponentes en la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia y otros en la Corte Constitucional, debemos el que contemos con ‘adamantina’ fuerza argumentativa, que existan verdades “de a puño”, que algún escrito nos “hiera al ojo”, o que debamos ‘insuflar’ el hecho con el derecho. Otros, que se han dejado contagiar por el realismo mágico propio de las novelas de García Márquez, dicen que esto es un Estado Social de Derecho, que hay colaboración armónica de las ramas del poder público, y que existe igualdad.
Por ello, considero que una buena redacción de los syllabus de estas asignaturas garantizará el éxito de la carrera. Recordemos, como se menciona en esta columna de Tulio Elí Chichilla publicada el día de hoy en el diario El Espectador, que se quiere dejar la carrera de derecho en 4 años. Recordemos que estamos en un mundo globalizado dominado por el neoliberalismo. Lo importante es que las universidades hagan plata, y que mejoremos los indicadores. El indicador que teóricamente queremos mejorar, es el de Doctores, para hacer creer que generamos conocimiento. Por supuesto, todos debemos ser doctores, porque eso demuestra que el país avanza. Claro, nadie sabe qué hacer con todos los doctores y magísteres que actualmente hay, ni menos con los que vendrán, pero todo esto es parte de nuestro teatro jurídico. Como mencionaba hace un momento, un buen syllabus para estas asignaturas es lo fundamental. Con una buena formación en teatro jurídico, acceso a una cuenta en Internet que maneje buenas minutas, y acceso a la SSRN para citar a un par de autores que aquí no se manejen, tenemos garantizado el éxito como abogados.
La próxima vez que mi alter ego se encuentre con difamaciones en una audiencia, solicitará el uso de la palabra y dirá “su señoría, los dioses se han confabulado en estas ocasión contra la verdad, y permiten que viertan palabras, que como ácido corroen el oído de quienes concurrimos a éste, el escenario de justicia”. Por lo menos, suena más bonito que decir que no estudio teatro jurídico.
4 comentarios:
Gaviota, buenísima tu entrada. Me divertí mucho leyéndola, en especial por las variantes en la académia. Una de las mejores entradas del año,
Un abrazo,
Francisco
Gaviota: Excelente entrada, no te he contado que en mi colegio actué en varias obras de teatro, tal vez por eso estudié derecho, y para ser profesor se requiere tener algo de actor, estoy de acuerdo contigo sobre lo de las materias "dramaturgia jurídica", "Stanivslasky y el Derecho", "Ser o no ser: ésa es la cuestión del abogado", etc. Saludos.
F. Barbosa,
Gracias por la energía y el aliento. Estoy seguro que se me escaparon unas variantes que todavía no domino, pero de pronto en algún tiempo pueda llegar a entenderlas para incluirlas en la entrada.
Un abrazo.
F. Bermúdez,
Lo del profesor sí implica a cierto nivel la puesta en escena de un guión, y se requiere de cierto carisma o algún otro atributo especial que permita seducir (en el buen sentido de la palabra a los estudiantes).
Alguna vez participé iba a participar como personaje principal en una obra de teatro en el colegio, pero no se pudo realizar. Tal vez pueda existir algo de resentimiento con tinte subjetivo, jeje.
Esas materias que mencionas serían fenomenales. La de ser o no ser, daría para montar un diplomado y recorrer el mundo. Puede ser una buena opción Profesor Bermúdez, ya que el derecho ya nos falló.
Muchos saludos, y gracias por el comentario y la buena energía.
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