domingo, 3 de julio de 2011

¡Hay que leer!

Esa es una de las respuestas más populares que se ofrendan a diestra y siniestra cuando se pretende hacerle saber al interlocutor que es ignorante, sin realmente decirle de frente que lo es.  Si usted no tiene claro por qué razón el universo se va a expandir hasta llegar al enfriamiento: ¡hay que leer!  ¿No tiene claro por qué razón la responsabilidad civil cada vez tiende a obviar más el nexo de causalidad (para abogados)?: ¡hay que leer! ‘Por qué razón está de moda el club millonario?: Ibid. ¿No sabe cuál es el club millonario, o cree que son más de uno? Ibid al cuadrado.

No se pretende aquí tildar de brutos a los lectores.  No es simplemente una actitud hipócrita con pretensiones de marketing publicitario.  En realidad, mi experiencia personal, así como la de otros individuos que conozco, llevan a concluir que entre más se ha leído, menos asidero de la realidad se tiene.  Por no ir más lejos, varios de mis conocidos en la comunidad de blawggers están medio locos.  Otros estamos más allá de ese punto de medio, y otros estamos irremediablemente llevados por la demencia.  No sé si la lectura sea la causante de la demencia, o si en efecto constituya un factor de meridiana relevancia frente a esta clase de irregularidades en el comportamiento de los sujetos.

La oportunidad de haber ingresado al mundo de la blogósfera, me ha enseñado muchas cosas.  Por ejemplo, he aprendido que la información más valiosa que uno puede conseguir no siempre está donde uno pudiera pensar que están.  Se suele buscar en los tratados las mejores explicaciones.  Sin embargo, es difícil encontrar en uno de ellos crónicas jurídicas como las que exponen blawggers como Tomás Marino, o Diego Goldman.  A nivel nacional, me resulta difícil encontrar reseñas jurisprudenciales que sean más suscintas y claras que las de Gonzalo Ramírez en Iureamicorum.  De hecho, me atrevería a afirmar que si se buscan reseñas jurisprudenciales, no encontraremos muchas en otro lugar.  En cuanto a los blogs de opinión, ahí sí debo señalar que somos la mayoría.  Por supuesto, cada espacio maneja un estilo diferente, pero eso no cambia la naturaleza del blog de opinión.  Bajo ese entendido, entonces, hay opinión jurídica diferente a la que nos pueda suministrar Yesid Reyes en El Espectador.  Sentencias, discusiones no dadas en los escenarios académicos, o críticas a la crítica.  Las opciones son diversas.

En muchas oportunidades he expresado mi visión acerca de por qué debe escribir.  De hecho, en Twitter expuse algunas de estas razones.  Ahora conviene hacer referencia a las razones por las que conviene leer.  Personalmente, creo que cuando se pretende hacer alarde de qué tan culto o inculto es una persona, se suele acudir a los asuntos de siempre: libros, obras de arte y música clásica.  No seré la persona que recomiende esta clase de proceder.  Los eruditos de la cultura me suelen parecer altamente fastidiosos.  Tanta sapiencia esperando ser avalada por terceros es la sapiencia desaprovechada.

Conozco, no obstante, muchos sabios ignorados, precisamente porque adquieren conocimientos (útiles o inútiles) por placer, por saber, y por nada más.  Leo porque me gusta, leo porque quiero.  Admiro más a quienes están dispuestos a poner en juego sus creencias y su sanidad mental frente a un libro, porque son personas que tienen una motivación privada y especial para elegir su menú de lectura.  Sin embargo, no por ello debo dejar de manifestar mi respeto por aquellas personas que siguen el menú recomendado por los nutricionistas.  Por supuesto, razones de peso existen para hacerlo.  Muchas.  Aún así, considero que las razones personalísimas para leer, son más valiosas.  Es, sin embargo, tan solo una opinión.

Los textos jurídicos, si bien son más técnicos, y por tanto de mayor cuidado a la hora de elegir su lectura, también incluyen cierto margen de apreciación y de escogencia, particularmente en el campo de la filosofía jurídica, ya sea a nivel general o a nivel de campos especializados del derecho.  No existe tanto margen, en cuanto a los textos relacionados con el arte jurídico, es decir, aquellas cuestiones de carácter procesal o probatorio.  Sin embargo, hay unos verdaderos “magos” para escribir esta clase de libros, generando discusiones, proponiendo teorías, y motivando a que se continúe la lectura.

Hay que leer, apreciados lectores, porque en la lectura se encuentra un disfrute personalizado que no está sujeto a escrutinios ni a juicios.  Hay que leer, amigo(a) virtual porque al leer un libro, se genera un vínculo entre el lector y el texto, un enlace oculto e imperceptible, una complicidad entre aquello que es alterado por el proceso de lectura, un texto que después de ser leído no es igual, y aquél que lee e interpreta, lee y transforma, lee y se alimenta.  Hay que leer, ya sean libros, blogs, comics, enciclopedias, o todos los anteriores, porque la lectura es un ejercicio, es compartir, es crecer.

2 comentarios:

fbarbosa dijo...

Mi apreciado Gaviota, es de nuevo un placer leerte. He estado metido en múltiples proyectos editoriales y viajé a Francia. Espero verte. Envíame pronto los artículos prohibidos.

Abrazos,

Fco

Gaviota dijo...

Apreciado Francisco. Sí. Reaparecí por fin. Gracias por la energía. Vamos a ver si esta semana es posible que nos veamos para almorzar.

En cuanto a los artículos prohibidos, "ya casi"...