Recuerdo con cierto cariño, más por sentirme un oligofrénico profundo que por lo belleza de las circunstancias, aquella vez que ingresé a un trabajo que implicaba cierta responsabilidad. Utilizo el término porque en mi tierra natal se suele hacer distinción entre los trabajos que implican responsabilidad y aquellos que no. Quizás esta distinción terminológica ha llevado a muchos compatriotas “despistados” a distorsionar el sentido con el que se realmente se hace esta distinción. La gran cantidad de irresponsables en su trabajo es tal que pareciese que son muy pocos los que realmente ostentan cargos con responsabilidad (o mejor, de responsabilidad).
Si quisiéramos hilar fino, podríamos concluir que es un cargo de responsabilidad aquél en el cuál se requiere de un nivel de diligencia especial del empleado debido a las implicaciones estructurales a nivel empresarial, principalmente de orden económico, que implica cualquier decisión adoptada por éste. (¿?) Eso es tan ininteligible como el lento e imperceptible retiro de las aguas, que permite identificar el fenómeno del aluvión. No conozco a nadie que haya presenciado un aluvión, como tampoco conozco a alguien que me pueda seriamente decir que significa aquello de un cargo de responsabilidad.
Lo curioso es que desde el punto de vista económico, nadie tiene un cargo de responsabilidad. Me explico: se dice comúnmente que a mayor responsabilidad, mayor salario. Si revisamos los salarios que se pagan en Colombia, concluiríamos, nuevamente, que casi todos somos trabajadores que no ostentamos cargos de responsabilidad. Tal vez por ello es que nuestras empresas están conformadas por empleados sin responsabilidad, o empleados irresponsables. Como gusten. Es lo mismo, ¿o no? Esta mano de obra, carente de cualquier responsabilidad, evidentemente no puede esperar percibir jugosos salarios propios de empleados que manejan altos grados de responsabilidad. Señores empleados de la rama judicial: ¡vayan aprendiendo!
Cuestión diferente es el manejo administrativo de las empresas. Bajo esta perspectiva, existe una curiosa figura diseñada por “alguien” en “algún momento”, que se conoce como los empleados de dirección, manejo y confianza. Esta clase de empleados, cuentan con unas características especiales, según criterios fijados por la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia colombiana. Entre muchos de sus pronunciamientos destaco el siguiente, contenido en sentencia de 19 de julio de 2006, con ponencia del Magistrado Carlos Isaac Náder:
“Para la Corte de las reseñadas funciones no es dable concluir que el cargo desempeñado por la trabajadora demandante reuniera con claridad las características que identifican a los cargos de dirección, confianza y manejo que exigen, honradez, rectitud y lealtad especiales, lo que indica que el empleador deposita en el trabajador un grado especial de confianza, distinto al exigido a cualquier otro trabajador, en tanto aquellas labores comprometen de manera importante los intereses económicos de la empresa.”
Una de las consecuencias directas de ser empleado de manejo y confianza, es que no es predicable de aquellos ser merecedores de reconocimientos económicos por trabajar más allá de la jornada laboral ordinaria. En consecuencia, el concepto de jornada laboral, no existe para esta clase de empleados. A pesar de mis estudios en derecho, o mejor, en razón de ellos, fue que apliqué el principio de la buena fé. Cuando se me dijo que mi cargo era de inmensa responsabilidad, realmente no hacían referencia a lo jugoso que iba a ser mi sueldo por esta circunstancia, sino que elegantemente se me preavisó que no era conveniente ni útil estar revisando aquello de mi jornada laboral ordinaria. Esta misma circunstancia era predicable de todos los trabajadores del área a la que pertenecía, y en general, a todo el mundo, salvo a los que sí tenían cargos de dirección, que tenían horarios de almuerzo de más de dos horas, y que trabajaban arduamente en los clubes sociales tomando whiskey con otros responsabilísimos funcionarios de otras empresas.
Hoy recuerdo con cariño esto, porque me permite entender porque muchas personas en el país confiaron su dinero a David (así lo llaman los miembros de su familia DMG), y otros a DRFE, al igual que por qué fue tan exitoso Madoff en los Estados Unidos durante tanto tiempo. Entiendo que probablemente muchos de los clientes de estas empresas fueron, o son, empleados de dirección confianza y manejo, con sueldos de empleados irresponsables. En otras palabras, sus contratos en la práctica estipulan:
“Querido empleado: Eres importantísimo para esta empresa. Todo tu trabajo, al igual que las decisiones que tomas con ocasión del mismo, son de vital interés y trascendencia para el normal funcionamiento de la empresa. Sin embargo, como tal, tu trabajo no implica el manejo de ninguna clase de responsabilidad. Por ello, eres merecedor de un salario mínimo, más auxilio de transporte.”
Es importante resaltar aquí, que quienes son tan afortunados de leer cartas de amor como la recién transcritas, son quienes han contado con la suerte de encontrar un trabajo en donde realmente se les trate como trabajadores, y no como contratistas independientes, modalidad ampliamente utilizada para evitar el pago de prestaciones sociales y demás gastos regidos por la legislación laboral. Ah, se me olvidaba, a estos últimos les descuentan el IVA, y tienen que cotizar a pensiones y salud, con el poco dinero que les queda.
A eso sumémosle que los respectivos gobiernos los tratan de tener cultura mafiosa, o amor por el dinero fácil. Personalmente, estoy de acuerdo con lo segundo. Por ello, la solución dada por el gobierno ha sido, en el caso colombiano, incautar todo dinero que tenga que ver con estas empresas (pirámides y DMG) y luego decirle al pueblo que el Estado no responderá con su patrimonio por sus pérdidas económicas. Sí, el mismo Estado que meses antes certificaba que eran empresas legales.
En consecuencia, es claro que la utilización del concepto de trabajador de dirección, confianza y manejo, ha trascendido las fronteras inicialmente trazadas. Ya no solo existen trabajadores de dirección, confianza y manejo, sino que existen ciudadanos de dirección, confianza y manejo. En otras palabras, existen las personas que se desviven por servir a la comunidad, y estamos los ciudadanos importantísimos, de confianza y manejo, o en otras palabras, los ciudadanos “de poner”.
Para todos aquellos que viven todas o algunas de estas situaciones, mis mejores deseos de navidad, porque probablemente muchos de ellos podrán ahora entender lo que fue realmente el nacimiento de Jesús en la extrema pobreza, en la soledad y ante la insolidaridad de sus compatriotas. Entenderán que la navidad va más allá de la entrega de presentes entre familiares y extraños, y verán que es la unión familiar y el amor es lo que ha de primar en estas fechas. Encontrarán en la navidad de Dickens el refugio a sus pesares, aunque tal vez en la actualidad, el fantasma de las navidades futuras ha saboteado la fila y se ha colado para mostrarnos en la navidad presente aquellos desastres que nuestro autor vio como posibles ante la insolidaridad del género humano. Que sean estos ejemplos el testimonio de la humildad y del cambio que debemos practicar para que en adelante, estas fiestas sean únicamente sinónimo de felicidad. Para mi pueblo, de dirección, confianza y manejo, mis mejores deseos en esta navidad, lección de vida y de esperanza.
Si quisiéramos hilar fino, podríamos concluir que es un cargo de responsabilidad aquél en el cuál se requiere de un nivel de diligencia especial del empleado debido a las implicaciones estructurales a nivel empresarial, principalmente de orden económico, que implica cualquier decisión adoptada por éste. (¿?) Eso es tan ininteligible como el lento e imperceptible retiro de las aguas, que permite identificar el fenómeno del aluvión. No conozco a nadie que haya presenciado un aluvión, como tampoco conozco a alguien que me pueda seriamente decir que significa aquello de un cargo de responsabilidad.
Lo curioso es que desde el punto de vista económico, nadie tiene un cargo de responsabilidad. Me explico: se dice comúnmente que a mayor responsabilidad, mayor salario. Si revisamos los salarios que se pagan en Colombia, concluiríamos, nuevamente, que casi todos somos trabajadores que no ostentamos cargos de responsabilidad. Tal vez por ello es que nuestras empresas están conformadas por empleados sin responsabilidad, o empleados irresponsables. Como gusten. Es lo mismo, ¿o no? Esta mano de obra, carente de cualquier responsabilidad, evidentemente no puede esperar percibir jugosos salarios propios de empleados que manejan altos grados de responsabilidad. Señores empleados de la rama judicial: ¡vayan aprendiendo!
Cuestión diferente es el manejo administrativo de las empresas. Bajo esta perspectiva, existe una curiosa figura diseñada por “alguien” en “algún momento”, que se conoce como los empleados de dirección, manejo y confianza. Esta clase de empleados, cuentan con unas características especiales, según criterios fijados por la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia colombiana. Entre muchos de sus pronunciamientos destaco el siguiente, contenido en sentencia de 19 de julio de 2006, con ponencia del Magistrado Carlos Isaac Náder:
“Para la Corte de las reseñadas funciones no es dable concluir que el cargo desempeñado por la trabajadora demandante reuniera con claridad las características que identifican a los cargos de dirección, confianza y manejo que exigen, honradez, rectitud y lealtad especiales, lo que indica que el empleador deposita en el trabajador un grado especial de confianza, distinto al exigido a cualquier otro trabajador, en tanto aquellas labores comprometen de manera importante los intereses económicos de la empresa.”
Una de las consecuencias directas de ser empleado de manejo y confianza, es que no es predicable de aquellos ser merecedores de reconocimientos económicos por trabajar más allá de la jornada laboral ordinaria. En consecuencia, el concepto de jornada laboral, no existe para esta clase de empleados. A pesar de mis estudios en derecho, o mejor, en razón de ellos, fue que apliqué el principio de la buena fé. Cuando se me dijo que mi cargo era de inmensa responsabilidad, realmente no hacían referencia a lo jugoso que iba a ser mi sueldo por esta circunstancia, sino que elegantemente se me preavisó que no era conveniente ni útil estar revisando aquello de mi jornada laboral ordinaria. Esta misma circunstancia era predicable de todos los trabajadores del área a la que pertenecía, y en general, a todo el mundo, salvo a los que sí tenían cargos de dirección, que tenían horarios de almuerzo de más de dos horas, y que trabajaban arduamente en los clubes sociales tomando whiskey con otros responsabilísimos funcionarios de otras empresas.
Hoy recuerdo con cariño esto, porque me permite entender porque muchas personas en el país confiaron su dinero a David (así lo llaman los miembros de su familia DMG), y otros a DRFE, al igual que por qué fue tan exitoso Madoff en los Estados Unidos durante tanto tiempo. Entiendo que probablemente muchos de los clientes de estas empresas fueron, o son, empleados de dirección confianza y manejo, con sueldos de empleados irresponsables. En otras palabras, sus contratos en la práctica estipulan:
“Querido empleado: Eres importantísimo para esta empresa. Todo tu trabajo, al igual que las decisiones que tomas con ocasión del mismo, son de vital interés y trascendencia para el normal funcionamiento de la empresa. Sin embargo, como tal, tu trabajo no implica el manejo de ninguna clase de responsabilidad. Por ello, eres merecedor de un salario mínimo, más auxilio de transporte.”
Es importante resaltar aquí, que quienes son tan afortunados de leer cartas de amor como la recién transcritas, son quienes han contado con la suerte de encontrar un trabajo en donde realmente se les trate como trabajadores, y no como contratistas independientes, modalidad ampliamente utilizada para evitar el pago de prestaciones sociales y demás gastos regidos por la legislación laboral. Ah, se me olvidaba, a estos últimos les descuentan el IVA, y tienen que cotizar a pensiones y salud, con el poco dinero que les queda.
A eso sumémosle que los respectivos gobiernos los tratan de tener cultura mafiosa, o amor por el dinero fácil. Personalmente, estoy de acuerdo con lo segundo. Por ello, la solución dada por el gobierno ha sido, en el caso colombiano, incautar todo dinero que tenga que ver con estas empresas (pirámides y DMG) y luego decirle al pueblo que el Estado no responderá con su patrimonio por sus pérdidas económicas. Sí, el mismo Estado que meses antes certificaba que eran empresas legales.
En consecuencia, es claro que la utilización del concepto de trabajador de dirección, confianza y manejo, ha trascendido las fronteras inicialmente trazadas. Ya no solo existen trabajadores de dirección, confianza y manejo, sino que existen ciudadanos de dirección, confianza y manejo. En otras palabras, existen las personas que se desviven por servir a la comunidad, y estamos los ciudadanos importantísimos, de confianza y manejo, o en otras palabras, los ciudadanos “de poner”.
Para todos aquellos que viven todas o algunas de estas situaciones, mis mejores deseos de navidad, porque probablemente muchos de ellos podrán ahora entender lo que fue realmente el nacimiento de Jesús en la extrema pobreza, en la soledad y ante la insolidaridad de sus compatriotas. Entenderán que la navidad va más allá de la entrega de presentes entre familiares y extraños, y verán que es la unión familiar y el amor es lo que ha de primar en estas fechas. Encontrarán en la navidad de Dickens el refugio a sus pesares, aunque tal vez en la actualidad, el fantasma de las navidades futuras ha saboteado la fila y se ha colado para mostrarnos en la navidad presente aquellos desastres que nuestro autor vio como posibles ante la insolidaridad del género humano. Que sean estos ejemplos el testimonio de la humildad y del cambio que debemos practicar para que en adelante, estas fiestas sean únicamente sinónimo de felicidad. Para mi pueblo, de dirección, confianza y manejo, mis mejores deseos en esta navidad, lección de vida y de esperanza.
2 comentarios:
Excelente post, amigo plumífero. Particularmente porque me has llamado la atención sobre algo que hasta hoy había dejado pasar de agache: que tanto el lenguaje como las prácticas jurídico-laborales actuales, son terriblemente discriminatorias y poco decentes (para decirlo en términos de la OIT).
Feliz navidad y mis mejores deseos para el año que viene.
Por cierto, espero que tu pluma comparta en las entradas que vienen más referencias a Dickens, que de eso podríamos también charlar un rato.
Un abrazo.
Saludos.
Como siempre, estoy inmensamente agradecido por el comentario, Carlos Javier. Sería bueno conocer un análisis tuyo, desde la perspectiva de la RSE, de este tema laboral, que creo que sigue siendo vital.
En cuanto a Dickens, estaré pendiente de poder referenciarlo un poco más, para discutir el tema a mayor profundidad.
Un abrazo, y mis mejores deseos para el año que viene.
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