sábado, 4 de abril de 2009

Mi educación a la putanesca

Soy un ave de costumbre. Aunque de vez en cuando me echo la ‘voladita’ a revisar blogs jurídicos hasta entonces desconocidos, suelo visitar los blogs de siempre porque en ellos encuentro algo especial que me llena de alegría, o que me desinfla, pero que sin duda resulta útil. Uno de estos es el blog Dura Lex de Juan Antonio García Amado, en España. Confieso que me cuesta mucho entender cómo logra escribir tanto este profesor español, y tan seguido. Escribe casi tanto como el argentino Alberto Bovino (No hay Derecho), que parece ser que no duerme, puesto que escribe ingresos largos, interesantes y complejos a diario, y en ocasiones, varias veces en el día. No es como esta Gaviota que depende, para el manejo del blog, de la agenda laboral de su alter ego. Él se niega a prestarme el computador cuando está muy ocupado, y ahí sí ni modo. De todas formas me disculpo con mis interlocutores habituales, porque ya casi le salen telarañas a los ingresos viejos.

No nos desviemos del tema principal, algún día nos ocuparemos de los superbloggers y de los vagabloggers como yo. Vuelvo al blog Dura Lex, en el que he tenido desde hace algún tiempo la oportunidad de ver una cantidad importante de ingresos en los que se critica el famoso proceso de Bolonia en materia universitaria. Esta iniciativa, que contaba con una intención noble, o al menos aparentemente noble, ha sido un desastre al parecer. La idea de buscar la compatibilización de los estándares universitarios en los diferentes países europeos, tiene varias lecturas. Reformas curriculares, compatibilización de títulos y la reestructuración del esquema de postgrados con miras a preparar profesionales que sean apetecidos por el mercado laboral.

El asunto ha resultado espinoso. La educación a la bolognesa tiene mucho ingrediente, condimento estilo occidental, y sabor a la norteamericana. El problema, con la educación a la bolognesa, es que ha sido servida en plena ebullición y ya han empezado a figurar los primeros quemados. Parece ser que las quemaduras son de tal magnitud que poco o nada quieren volver a saber de la educación, sea a esta o a cualquier otro estilo. Las universidades… contentas. Los gobiernos… contentos. Profesores y estudiantes… al parecer no tanto. Bienvenidos los primeros quemados. Sin embargo, la educación a la bolognesa nos ha salpicado a todos.

En Colombia, hablamos de Bolonia y tomamos partido en uno u otro sentido, y nos estamos volviendo eruditos en temas de cambios de ciclos, reformas curriculares, y demás. Sin embargo, poco a nada reparamos en nuestro esquema universitario. Algunos tildamos de mercenarios de la educación a las universidades de allá (Europa) por los cuestionables métodos implantados. Por mi parte, no me atrevo a emitir concepto definitivo al respecto. Sin embargo, evidentemente estoy preocupado porque, nuestros expertos seguramente ya están calcando la receta bolognesa para implantarla.

Por mi parte, prefiero referirme a la educación a la putanesca, que poseemos acá. Para quienes no conocen esta receta, cuenta con tres ingredientes especiales: anchoas, aceitunas negras y alcaparras. Ingredientes que podemos encontrar en nuestro plato universitario. Recetas extranjeras para paladares colombianos. Enlatados bien salados y que provocan sed, y encurtidos que son más aperitivos que plato fuerte. Así está nuestra educación.

Desde hace mucho tiempo he estado en contra de la importación de ideas para efectos educativos. Es evidente que no todas las ciencias y disciplinas tienen ese problema, y de hecho, muchas se enriquecen más con esa importación de ideas. Sin embargo, la experiencia ha mostrado que aplicar las teorías económicas de Harvard en Bogotá, no siempre resulta funcional. Defender la devaluación, y defender la revaluación, y defender los altos intereses, y defender los bajos intereses con fundamento en preceptos inaplicables al país, es complicado. En derecho, mucho más. Pretender vender la idea de que la relación entre administración y administrados se fundamenta en la buena fe y en la confianza legítima, riñe un poco con lo que vemos en materia de derecho administrativo.

Montar el Código Sustantivo del Trabajo con fundamento en el interés de que las relaciones laborales sean justas, aplicando –entre otros– el principio in dubio pro operario, no parece acompasarse con lo que ocurre en la práctica, donde el salario mínimo es indecente, donde trabajar horas extras y cobrarlas es mal visto, y en donde todos somos trabajadores de dirección, manejo y confianza. Somos todos eso, así no manejemos siquiera un equipo de computación. El derecho penal, que maneja conceptos como el de roles, garantes, presunción de inocencia y función de reinserción social, resulta tan mentiroso en el país, como pretender hacer ver que el sistema de corte acusatorio ha sido un avance para el país.

Todo esto ocurre, en parte, porque nuestros chefs de la educación creen que haber estudiado en Estados Unidos, en Alemania o en Francia, inmediatamente hace que cuando regresen a Colombia, la Carrera Séptima se transforme en la Rue de Rivoli, que quien vende cigarrillos en la calle está interesado en que los asociados respetemos la vigencia del sistema jurídico, o que nuestros jueces manejan el texto abierto de la norma, para poder interpretar y resolver casos difíciles. Dentro del menú a importar, parecen olvidar que en el derecho hay una relación de tensión y distensión entre el ‘ser y el ‘deber ser’.

Si importamos el ‘deber ser’, probablemente funcionaría a las mil maravillas, siempre y cuando importáramos el ser. Sin embargo, este último ha sido difícil de importar, a pesar de nuestros vastos intentos porque “La Pastelería de Juan” sea llamada “Juan´s Pastry Shop”, suene más lindo diritto que derecho, y ya no demos clase sino asistamos a seminario alemán. Se sigue ofreciendo prebendas a los policías de tránsito. Negociamos con fiestas o favores políticos los puestos en las Altas Cortes, y algunos aún más puristas siguen llamando al Congreso “El Legislador”. Hasta hace algunos pocos años, seguía escuchando por ahí que el “legislador es sabio”. Qué locura.

Esto, como lo digo, no es consecuencia de una quimera generalizada, una mentira en la que todos estamos de acuerdo, sino que es fruto de un espejismo extraño que resulta incomprensible. Aquí se soportan las medidas sobre ciclorrutas por los hábitos europeos, se recomiendan dietas conforme a los hábitos alimenticios norteamericanos, y creamos normas jurídicas porque los españoles ya hicieron ese gran avance, a su vez porque los alemanes o franceses ya lo hicieron antes.

Con el respeto que me merecen los analistas nacionales, cuando me logren explicar de qué forma la actividad aseguradora nacional se fundamenta en la buena fe, o por qué el principio de progresividad en materia tributaria se ha visto reflejado en mayores exenciones y devoluciones a quienes más dinero poseen, creeré en la importación de modelos educativos.

Parece ser que lo que sí hemos logrado importar en materia de ‘ser’ jurídico-educativo es la horrorgrafía generalizada, y el reemplazo de los libros de las bibliotecas por Wikipedia. Por lo demás, creo que nuestra educación a la putanesca es más desastrosa que la educación a la bolognesa. Creo, sin embargo, que la mercantilización de la educación, llegó hace rato. Hoy en día, vamos 5 años a la universidad, en tandas de 2 semestres que en realidad son trimestres, y si viajamos uno de esos trimestres a otro país, nos certifican que nos graduamos de dos universidades, como si hubiésemos ingerido conocimiento en cápsulas comprimidas.

Las universidades nacionales cada vez ofrecen más y más programas, más y más materias, inventadas o no, y ya estamos creando programas de maestrías y doctorados por kilos. Contamos con Doctores (Doctores de verdad), que no investigan, no escriben y no aportan a sus áreas de conocimiento, pero que buscan un buen puesto de Gerente. Contamos con magísteres que se emplean en lo que se pueda, y especialistas en áreas del conocimiento que no encuentran siquiera trabajo. Tengo entendido que la educación a la bolognesa se funda en el principio opuesto.

Preparémonos para cuando cambiemos la salsa putanesca por la salsa bolognesa. Probablemente se nos manchará la camisa, y nos de más de un caso de indigestión.

4 comentarios:

Gonzalo Ramirez Cleves dijo...

Que buen post Gaviota, que bueno que tu alter ego no te preste el computador tanto, porque tienes tiempo de cocer mejor las ideas... reflexionar mejor y no mandar a veces noticias instantáneas y fugaces...

No se si finalmente la pasta es un invento chino popularizado por los italianos y comercializado por los gringos en Nueva York y en las peliculas sobre gangsters...

Si uno va a Italia la bolognesa no puede echarle uno queso parmesano, sería una herejia, y son más bien como unos espaguetis con albóndigas... prefiero la pasta sencillla con óleo y peperoncino.. de la putanesca conozco otra receta que solo se reconoce porque es picante y no tiene las saladas anchoas...

La pasta con salsa de tomate fruco se adapta a nuestros propios gustos pero no tiene nada que ver seguramente con una salsa menos industrializada que hacemos en mi casa con zanahoria, laurel y tomate de la graja

Gaviota dijo...

Gracias por la buena energía Gonzalo. Hay que sacar partido de los momentos difíciles, y estuve "digeriendo" la idea mientras "el otro" trabajaba. Confieso que a veces me gusta pasar de la noticia fugaz a la idea decantada. Me gusta que el menú de mi Pastry Shop sea variado.

La última receta, también es la preferida en la "Casa de las Gaviotas", aunque con un poco de óregano. Con salsa de tomate, aprenderé cuando me llegue el menún de Bolonia desde España.

Gracias nuevamente por el comentario y por tu opinion que es tan importante para este espacio y para mí.

Carlos Javier dijo...

Si a las instituciones públicas que están a cargo del control de la educación que se imparte en las Universidades les interesara conocer a sus comensales, entonces hace rato que se hubieran dado cuenta que en Colombia las pastas en muchas casas se comen con salchichas y arroz.

¡Pastas y arroz! Vaya barbarie podrá pensarse de inmediato, pero mejor no me pregunten a mi que soy Santandereano y me encanta el mute (mano).

Quizá por eso mismo parezca válido cambiar la receta pidiéndola prestada de libros de cocina ajenos, porque eso de mezclar arroz y pasta no parece ser cosa propiamente de sibaritas.

O a lo mejor y es simplemente que somos una nación infante, que está aprendiendo a relacionarse con el mundo reproduciendo las maneras de quienes tiene al rededor.

Yo personalmente no le veo mucho problema a pedir prestado el libro de recetas, siempre y cuando me pueda sentir con la libertad de escoger mis propios utensilios y mis propios ingredientes, es decir, que pueda comprarme los tomates en el mercado del barrio, o cosecharlos de la huerta como hace Gonzalo, y no precisamente tener que mandarlos a pedir si o si a la toscana italiana.

Este post ha sido una maravilla, amigo Gaviota, y su lenguaje "encubierto" ha sido fenomenal... bien que tenía yo pendiente dejarme oir por estos lares hace tiempo.

Por cierto, me quedo con "la carbonara", aunque no cambio por nada del mundo la receta de mi Jime, mezcla de sabores del piamonte de sus abuelos y urbanidad argentina.

Saludos!

Gaviota dijo...

Hola Carlos Javier,

Es cierto eso de dejarse ver. Hace rato no nos "veíamos". Yo por ejemplo, en una semana (17) me dejaré ver, aunque disfrazado de un abogado parecido a mi alter ego. Tal vez pida la putanesca, aunque no lo tengo claro aún.

En cuanto a lo de recetas, me parece muy válido lo que planteas, pero el problema es que normalmente pedimos el libro de recetas con la passata di pommodoro abordo, pepperoncino y olio di oliva importados, entonces lo único que resta es la olla o sartén. Creo que eso es lo que ocurre aquí.

Afortunadamente no suelen servir estos "platos" con palillos chinos porque de lo contrario podría estar pensando mejor en volverme Gaviota Zootecnista.

Gracias por el comentario, y nos seguiremos leyendo. Un abrazo.