viernes, 18 de enero de 2019

El monopolio de las armas del Estado

Siempre me han escuchado decir -quienes me conocen en persona- que en Colombia cada vez queremos formar más profesionales, especialistas, magísteres y doctores para que vengan a pontificar en el país con la teoría extranjera que más les parezca.  Se trata de una "academia telescopio", que le gusta investigar hasta la saciedad a autores cuyas obras son conocidas y difundidas, pero que es incapaz de ver por fuera del estrecho campo de acción de los lentes del telescopio.  Esa academia telescopio tiene su hermano gemelo en la "política telescopio" que se dedica a decir que aquí debemos hacer (o no hacer) algo porque en el país favorito del orador, ya lo han hecho (o dejado de hacer) con éxito.   "Es que en X país han implementado ese modelo con éxito", es lo que escucharemos decir constantemente.

Pongo este tema sobre la mesa, porque me sorprende de qué manera, a pesar de que nuestra idiosincrasia nos lleva a ser así, seamos tan raros y contrarios en otras tantas.  Una de ellas es el derecho a portar armas. Vamos a realizar un breve repaso sobre un par de temas conceptuales fundamentales para centrar la discusión:

  • En principio, la teoría contratualista (especialmente la de Hobbes) planteaba que al celebrar el contrato social, las partes renunciaban a su derecho a gobernarse a sí mismos, y por lo tanto cedían un amplio cúmulo de derechos.  Tanto es lo que se cede, que el límite de derechos que permanecen es mínimo (en Locke, no tanto como en Hobbes).  Esto, entonces implica que a partir del momento de la celebración del contrato, surge la voluntad general (término técnico que se encuentra en "El contrato social" de Rousseau) que prevalecerá sobre la voluntad particular.  Una de las características que se genera con la generación de ese Leviatán (Hobbes) es el monopolio de la fuerza.
  • Si le metemos algo de economía a este embrollo resulta que el liberalismo clásico parte del presupuesto de que el Estado no debe entrometerse en las actividades de los asociados (término al que usualmente se hace referencia con el galicisimo laissez faire, laissez passer), razón por la cual el Estado no debe intervenir en la economía.  Del mismo modo, esto tiene repercusiones profundas a otro nivel y por ellos las constituciones que se denominan a sí mismas como liberales vienen estructuradas con un capítulo de derechos bien robusto.  Entre más liberal el Estado, más derechos.
  • Una de las tensiones principales que se presenta en las discusiones sobre la estructura del Estado suele ser la de cómo determinar el nivel de libertad de las personas vs. el nivel de intervención del Estado.  Entre más libertades y más derechos, menos posibilidad de garantizar un orden colectivo y hacer prevalecer la voluntad general.  Por el contrario, entre más intervención del Estado en todos los frentes, menos libertad.

En el tema del control de armas, el referente al que más se suele recurrir (como en todo), es a los Estados Unidos.  Este país cuenta con su Constitución, compuesta del texto original y algunas enmiendas que se han venido introduciendo a lo largo de los años.  Respecto del texto original de 1887, tan solo cuatro años después (en 1991), se proclamó la segunda enmienda a esa Constitución, que garantiza el derecho de las personas de tener y portar armas.


Imagen tomada de https://hemeroteca.vozlibre.com

En Colombia existe la tendencia a pensar que el partido demócrata nortemaericano es el verdadero guardián del liberalismo, mientras que el partido republicano es el más cercano al intervencionismo o autoritarismo estatal.  Eso, es tan cierto como falso.  Si bien los demócratas son muy radicales en cuanto a ciertas libertades individuales, no lo son en cuento a otras.  Por ende, encuentran ustedes temas como que defiendan el aborto, el matrimonio entre homosexuales (ambas libertades) pero que a la vez ataquen otras posturas como la libertad de portar armas o la libertad de empresa (también libertades).  El partido republicano defiende todo lo contrario.

En Colombia, actualmente ha revivido la discusión sobre si las personas deben tener la posibilidad de portar armas, o no.  La discusión, en esencia, se ha centrado en las posibles consecuencias nocivas de que en un país tan violento (a todo nivel) como el nuestro, tengamos derecho todos a tener armas.  Eso suena mal.  Pero también suena mal que cualquier "salvaje" pueda venir a robarme, matarme, violarme sin que yo pueda defenderme, y que dependa de la policía (cuestionada), fiscalía (cuestionada) y jueces (cuestionados). 

Como se observa, la discusión dista de ser una simple batalla entre la derecha y la izquierda.  He demostrado de qué manera el pulso entre autoritarismo y liberalismo es relativo y se funda en temas específicos.  Por tanto, correspondería dar una discusión seria el tema, y evitar las tontadas de siempre como plantear esto en términos de Uribe y Petro.  El tema, hoy, cobra más vigencia que nunca, cuando el fantasma del terrorismo empieza a reaparecer.


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