“¡Que Dios lo maldiga!”. Esa fue la lapidaria frase que escuché ayer. ¿Qué puede llevar a una persona a decirle a otro ser humano esto? Cualquiera que no hubiera estado allí pensaría que podría de manera justificada proferir estas palabras quien ha sido azotado con un grave mal inferido por otro, como la muerte de un ser querido, o incluso ante un perjuicio económico de inminente gravedad. Otros, como yo, pensamos que bajo ninguna circunstancia puede justificarse un deseo así.
Esta frase la escuché ayer de una mujer que tardíamente intentaba ingresar a un establecimiento de venta de comidas rápidas. La señora, que intentaba escubillirse dentro del establecimiento que se encontraba ad portas de cerrar completamente, y que ya no atendía a más individuos, le lanzó este deseo navideño al joven que atendía el lugar. ¿La razón? Se golpeó la cabeza intentando entrar, cuando la reja de cerramiento se encontraba entreabierta, dando muestras de que ya no atendía a más clientes.
El golpe fue sumamente fuerte, he de aceptarlo. Sin embargo, era claro para todos el estado entreabierto de la reja, y la falta de precaución de la incauta clienta la llevó a golpearse fuertemente. Su ira no era cualquiera, y ante esta situación, los ocupantes del establecimiento permanecimos callados, en señal de respeto ante la embarazosa situación. Ante esta reacción, la señora guardó silencio algunos momentos y luego quiso ordenar algo, ante lo cual el joven que atendía le señaló que ya no atendían más pues estaban prestos a cerrar. Esto último fue lo que desató la furia de la mujer, quien de manera explosiva increpó al muchacho, y posteriormente cerró su desafortunada intervención con esta frase.
¿Qué puede llevar a esta persona a decir eso? ¿Será que al menos por una centésima de segundo consideró lo que estaba a punto de decir? La verdad no lo sé. Tan solo puede afirmar que quedé estupefacto ante tal agresión. Según pude conversar después con un amigo, debatimos acerca de la reacción del muchacho, que tal vez no fue la más solidaria, pero recuerdo haber repuesto que no podía justificar bajo ninguna circunstancia esta reacción.
Reflexionando un poco al respecto, entendí un poco mejor el porqué de la inviabilidad del mundo, conforme al status actual. Motivos abyectos o fútiles (o los dos, creo yo) como éste, son los que pueden llevar a guerras, a homicidios vergonzosos, y a otra serie de atrocidades que vemos día a día. Me cuestioné el porqué de las presunciones jurídicas sobre la buena fe, la dignidad humana y el respeto por los derechos de los asociados, ante tal nivel de agresividad.
Hoy se da formalmente inicio a la temporada navideña (a pesar de que la publicidad indique que fue después del 31 de Octubre) y en esta época que supuestamente es de paz, armonía y amistad, encuentro que la sociedad se encuentra resquebrajada, y que incluso las temporadas de paz y alegría son buen motivo para agredir.
Me pregunté si una persona como esta probablemente estaría hoy rezando la novena en su casa, pidiendo por la paz del mundo, o si tal vez se encuentra amargada deseándole maldiciones a media humanidad. Personalmente, me preocupa más creer que la primera de las opciones tal vez sea la más acertada. Estas paradojas me llevan a entender un poco más por qué razones todos hacemos votos por luchar contra el calentamiento global, contra la pobreza y contra la mala política, cuando en la práctica vivimos en una constante dicotomía autojustificante, según la cual el mundo está equivocado pero cada uno de nosotros, en su interior, considera que es el paradigma de la normalidad y la bondad en el mundo.
Probablemente, de preguntarle hoy a esta persona lo que piensa al respecto, me demostrará argumentativamente que estaba en su derecho, y que su actitud fue justa. Este desconocimiento de la alteridad, de la decencia y del respeto, es cada día más común, y tal vez por ello es que convenciones como la de Dinamarca, las reuniones de Unasur, y otras tantas reuniones de naciones preocupadas, no llevan a nada diferente a la creación de bonitos eslogans que en la práctica no llevan a nada.
Me gustaría hoy, que quienes creemos en la bondad del ser humano (en alguna medida) y más aún quienes tienen como punto de referencia la fe en Cristo, pudieran realizar un ejercicio introspectivo para ver si realmente consideramos que en el día a día actuamos bajo parámetros de respeto y probidad. En esta temporada navideña, de consumo y de excesos, convendría analizar si somos quienes realmente creemos que somos. La verdad, creo que ni siquiera un buen ateo o un formidable agnóstico, sería capaz de proferir palabras así. Me gustaría, todavía, creer que sería así…
4 comentarios:
Gaviota: La época navideña, en mi concepto es una época netamente comercial, punto, para la mayoría de la gente que desconoce el verdadero significado de la navidad que es muy profundo pero que se ha convertido en "noche de gastar, noche de endeudarse". En cuanto a los buenos deseos, pienso que todos hacemos lo posible para mejorar el mundo, unos más unos menos. Por mi parte trato de que mis ideales estén acorde con mis acciones, porque muchas veces la hipocrecía moral es alta. Hay que hacer de nuestra conducta un mandato universal, como diría Kant. Saludos.
Gracias por hacer el ejercicio reflexivo profesor Bermúdez. Yo también creo que al menos, por simple ejercicio teórico, la gente debería pensar un poco al estilo de los imperativos categóricos.
Absolutamente de acuerdo con la hipocresía moral. Desde que el hombre descubrió que la coacción interna es optativa, la moral se volvió un comodín para criticar y evitar ser criticado.
Gracias por la nota, y seguimos en contacto.
Un abrazo.
Gaviota, espero que pases una feliz navidad y continues cosechando éxitos durante el 2010. Éxitos como esta bitácora que, a pesar que no suelo participar excesivamente, no dejo de leer y asombarme de la riqueza de tu escritura. Por ciento si tienes una cuenta en twitter, facebook o similar hazmelo saber. Un saludo.
Gracias por esas bonitas palabras, y por supuesto, por el apoyo. Sin contar con amigos bloggers como ustedes, probablemente este espacio no tendría sentido.
En cuanto a lo de las redes sociales, por ahora estoy en Facebook como Gaviota Jurídica. Intenté buscarte como Iuriscivilis, pero encontré una página diferente. Cuéntame cómo te ubico, o en su defecto, envíame una solicitud de amistad para estar en contacto por esa vía.
Un abrazo José Ramón, y mis mejores deseos en esta Navidad. Sé que en el 2010 seguiremos en permanente contacto en nuestros respectivos espacios.
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