En mi época universitaria, recuerdo haber visto una película francesa titulada “La reina Margot”, una película en francés en la que incluso actuó el cantante Miguel Bosé. La película traía una serie de tramas que giraban en torno a una situación histórica específica: el reinado de Carlos IX de Francia, y la lucha religiosa que se daba al interior del reinado entre los católicos y los hugonotes (calvinistas). En varias escenas, se puede la manera como los franceses se despedazan entre sí, mientras algunos rezan el recitan católico y otros prefieren morir antes que traicionar sus convicciones religiosas. Por supuesto, los hugonotes a su vez embisten a los católicos buscando el efecto contrario, y así, se desangran.
¿Por qué, se preguntarán los apreciados lectores, escribo sobre guerras religiosas de hace tantos siglos si en la actualidad no hay reyes, ni Colombia se encuentra dividida entre calvinistas y católicos? Es el asunto de fondo lo que realmente importa. El sesgo ideológico. No cabe duda que la imagen del expresidente Uribe polarizó, y aún ocurre. Para la muestra, me permito utilizar un ejemplo práctico de la vida real.
El martes de la presente semana publicaron mi columna semanal en www.noticias.com.co. El escrito era una crítica a aquellos que inmediatamente consideraron que bomba = FARC. En dicho escrito se manejaban algunas pruebas que se saben que existen, para efectos de llegar a esa conclusión. De hecho, considero que las pruebas apuntan más hacia la derecha colombiana que hacia la guerrilla. Por supuesto, en una columna de opinión con poco espacio para maniobrar, era imposible sensatamente aventurarme a tratar dicha hipótesis. El escrito, por tanto, simplemente tendía a demostrar que no era obvio que la bomba hubiese sido colocada por las FARC.
Como consecuencia del escrito, el jueves recibí un comentario a través del formulario de contacto. El escrito provenía de un abogado, que se identificó, pero que para los presentes efectos, no es relevante su nombre. En aras de no ser tendencioso en el manejo de la información, me permito transcribir literalmente el comentario del lector:
Nunca vi menos rigor en la valoración de unas \"pruebas\". El título del texto prometía ciencia... el contenido es una vulgar especulación sofisticada en forma cantinflesca. Si tiene una teoría de la conspiración luce mejor decirla abiertamente, en lugar de vestirla como una hipótesis jurídica. Le aclaro que no tengo ni idea quien puso la bomba y no tengo una versión sobre el particular... pero se me da la gana pensar que fueron las FARC, como después de leerle pienso que a usted se le antoja que fue Uribe o la Fuerza Pública.... a pesar de no comprometerse a decirlo.
Ante ese comentario, decidí responder (como siempre ha sido política de este espacio) al comentario del lector. En consecuencia, le envié el siguiente correo electrónico al lector:
Buenas tardes,
Agradezco de antemano su comentario (nombre suprimido). Por supuesto, usted tiene derecho a su opinión, y es respetable. Sin embargo, como lo he mencionado en otras oportunidades, veo que cree usted rebatir mis posturas atacándome a mí o tildándome de cantinflesco. Personalmente, no comparto su postura de que no me 'atrevo' a decir lo que pienso. Lo que ocurre es que no soy tan irresponsable de acusar cuando las pruebas no me llevan a una total certeza de mi(s) sospechoso(s). Precisamente por el rigor que manejo no lo hago. Lo único que sí queda claro de mi nota, es que definitivamente estoy convencido que no fueron las FARC.
Si quiere, seguimos discutiendo el tema, pero atengámonos a las pruebas que presenté o a otras nuevas pruebas que hay, no a amores, lealtades o apasionamientos. En esos términos no discutiré nada, y entenderé que su opinión radica en la incredulidad de que Uribe, la Fuerza Pública (por usar sus dos ejemplos) sean capaces de algo así.
Saludos.
Gaviota J.
A la fecha, no he obtenido respuesta sobre el particular.
Como mencioné antes de tratar el ejemplo específico, la importante es mostrar cómo una opinión en contravía de un querer apasionado puede generar réplicas como la mencionada. No es un hecho desconocido que Colombia es un país de pensamiento mayoritariamente de derecha, y el Presidente Uribe fue el adalid de esa ideología durante los últimos 8 años. Siendo tan popular como lo fue, creo que siquiera el más mínimo indicio de que puede verse involucrado él o lo que él representa, genera odio o cuando menos, un poco de resentimiento.
No está bien visto que se cuestione a Álvaro Uribe Vélez o lo que él representa. En su época, quienes lo hacían (por ejemplo Petro, Jose Miguel Vivanco, y Piedad Cordoba) eran denominados ‘terroristas’ o ‘cómplices de terroristas’. Al menos me siento afortunado de que se me catalogue como ‘cantinflesco’. Pudo haber sido peor. Al menos no me trató como hace unos dos años lo hiciera Moredan, a quien le faltó poco menos que desearme la muerte por creer en Dios.
En la actualidad, se observa que con la inclusión de Uribe Vélez en el equipo encargado de analizar el ataque israelí al buque turco, ha generado la misma polarización, o peor, que la que generó al interior del país. Sus defensores seguirán diciendo que lo que se necesita es la visión de un verdadero estadista que ha tenido que vivir y gobernar durante un conflicto. Sus detractores dirán que él, con todos los escándalos que pesan sobre su hoja de vida, no tiene la más mínima legitimidad para hacer estudios sobre el Derecho Internacional Humanitario.
Uribe, el expresidente, sigue estando vigente en el corazón de muchos de los colombianos. Por mi parte, le reconoceré aquello que mencioné en “Álvaro Uribe Vélez: El expresidente – Pt. 1” pero no dejaré de ver lo malo y lo pésimo de su gestión. Es decir, no pienso actuar como otro de los personajes de “La reina Margot”, matando o muriendo por la espada con fundamento en el radicalismo ideológico. La polarización no es sana, y el nuevo gobierno ha entendido eso.
Lo curioso es que el nuevo gobierno, teóricamente continuista, se ha encargado ya de despedazar algunos de los proyectos que había dejado andando el gobierno Uribe. Particularmente, la reforma a la justicia de la que ya se habló en este espacio, así como el restablecimiento de las relaciones con Venezuela, y la creación de un estatuto de la oposición, que está en discusión. Con el mismo ímpetu que se aplaudió en su momento que Uribe ‘no se dejara’ de Chávez, se aplaude hoy que se restablezcan las relaciones. Son dos vías absolutamente diferentes para un mismo problema, y ambas han sido aplaudidas por las mismas personas.
Lo anterior demuestra entonces que, o la gente no está realmente considerando seriamente las problemáticas del país y cualquier decisión le gusta, o el tema incluye un importante factor de apasionamientos. Sabemos que Uribe los genera. Basta revisar los grupos de colombianos en Facebook para saber qué tanto los genera. Basta ojear la reacción del mundo ante su nombramiento por Ban Ki Moon, para saber qué tanto polariza. Basta revisar la actitud de la Corte Suprema de Justicia ante el nuevo gobierno para saber qué tanto ha cambiado.
Por último, cabría preguntarse cuántas denuncias penales ha alcanzado a formular el expresidente en los últimos 2 años, para saber qué tanto le gusta la pelea. No es que no tenga derecho a hacerlo. Simplemente, es un claro indicativo de su personalidad belicosa, que riñe un poco con el mensaje de paz que quiso pregonar por mucho tiempo.
Decía Séneca: “Si deseas la paz, prepárate para la guerra”. Álvaro Uribe hizo algo de caso. Nos preparó para una guerra que ya estaba en marcha y para la cual el país no estuvo seriamente preparado. Sin embargó, fue más allá y al parecer pensaría que para lograr la paz debería no solo prepararse para la guerra, sino propiciarla y controlarla. Logró simultáneamente batallar contra las Cortes, contra los países vecinos, contra las ONG´s de derechos humanos y contra sus detractores políticos internos. Demasiados frentes para poder realmente triunfar.
Por el momento, deseamos desde este espacio éxito al expresidente Uribe donde quiera que siga continuando con su política de trabajar, trabajar y trabajar. Es un hombre capaz. Sin embargo, también desde este espacio deseamos fervorosamente que no esperemos a que el juicio histórico de su gestión se presente décadas después. Iniciemos por lo jurídico, y empecemos a revisar lo económico y lo militar. Que inicie la rendición de cuentas de su mandato.
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