El título de esta entrada describe el concepto con el cual podríamos describir a la mayoría de jueces penales en la actualidad. Además de ser un enunciado de carácter descriptivo de la realidad, se constituye en un principio orientador del deseo humano en el mismo campo, es decir, parece ser que es lo que todos queremos: los medios de comunicación y el público enardecido clama por lágrimas y sangre. Eso es lo que entendemos por "justicia" en la actualidad.
Al referirse al origen de la prisión, retomando la historia de la disciplina de los cuerpos y la incorporación del concepto de panopticismo de Bentham en las cárceles, Michel Foucault parece mostrar de qué manera procede hoy la imposición de penas. Mostró cómo se dejó de lado el suplicio infamante, caracterizado por la terrible forma como una persona era torturada, muerta y despedazada mientras el público miraba con temor, con piedad o con sevicia. Foucault describe de manera interesante de qué manera la prisión empezó a reemplazar esos espectáculos de la muerte.
Con el derecho penal moderno, que incluye la adopción de garantías mínimas de los procesados y de los reos, los individuos parecían hacerle frente a la tiranía del monarca absoluto. Era la lucha de "todos contra uno", la lucha de la libertad contra la opresión. En efecto, la sanción penal era requerida, pero no requerida como sinónimo de la venganza, y la pena se imponía al final del camino. La prisión era forma de hacer justicia, es decir, la retribución por el mal causado (cuando este era finalmente demostrado).
Actualmente, los procesados son pulpa de fruta para un delicioso jugo bebido por el pueblo sediento. A diferencia de aquel lejano y distante derecho penal moderno de "todos contra el tirano", nos encontramos en una esquizofrénica escena de "todos contra todos", que podría reformularse con un "todos los que rompen la ley deben pudrirse en la cárcel, excepto cuando lo hago yo". La tolerancia moral con nuestras propias fallas es alta,; las ansias de "exprimir" al prójimo invocando a la dama justicia es más elevada aún.
Imagen tomada de: www.dieteticagirasol.com
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Es triste ver que la justicia cada vez es más propensa a ceder ante la presión de los fanáticos. En vez de convertirse en el contrapeso de la sociedad irracional, se ha convertido en su vocera. Los jueces penales han dejado de ser los adalides de la ley y la razón, para convertirse en los legitimadores de la sed de sangre. Verdaderos "procesadores de alimentos". Hoy se llama homicidio en accidente de tránsito, mañana se llamará peculado por apropiación o cohecho, y pasado mañana se llamará abuso de confianza. En cualquier caso, dirán los procesadores de alimentos que el cometa cualquier conducta de estas es sumamente peligroso para poder vivir en sociedad.
La teoría del juez penal como "procesador de alimentos" es sencilla. Se trata del funcionario que recibe una verdura, una fruta o un pedazo de carne digna de ser despedazado, y lo hace con maestría y lo hace con velocidad. Se trata del juez que hace parecer a la sociedad que aquello que ha hecho es lo que siempre ha debido hacer, es decir, que privar de la libertad preventivamente es su verdadera vocación. Es triste ver cómo incluso los que han sido formados para evitar concebir a los jueces penales como "procesadores de alimentos" empiezan a ser frecuentemente escuchados en la radio y la televisión como adeptos a la teoría de los "procesadores de alimentos". Nada de lo que entre allí, saldrá libre, independientemente de lo que diga la ley.
La teoría del juez penal como "procesador de alimentos" es sencilla. Se trata del funcionario que recibe una verdura, una fruta o un pedazo de carne digna de ser despedazado, y lo hace con maestría y lo hace con velocidad. Se trata del juez que hace parecer a la sociedad que aquello que ha hecho es lo que siempre ha debido hacer, es decir, que privar de la libertad preventivamente es su verdadera vocación. Es triste ver cómo incluso los que han sido formados para evitar concebir a los jueces penales como "procesadores de alimentos" empiezan a ser frecuentemente escuchados en la radio y la televisión como adeptos a la teoría de los "procesadores de alimentos". Nada de lo que entre allí, saldrá libre, independientemente de lo que diga la ley.
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