En el texto de Platón titulado "La República" se presenta un diálogo memorable entre Sócrates y Trasímaco sobre qué es la justicia. Trasímaco defiende la justicia como el interés del más fuerte, mientras que Sócrates sostiene que el gobernante justo no gobierna para sí, sino para sus gobernados. Este texto lo han debido leer quienes alguna vez se han querido aproximar al mundo del derecho, y creen en el derecho como una ciencia, y no como una técnica.
Lamentablemente, a pesar de contar con muchos Sócrates de boca para fuera, el mundo del derecho viene precedido por una elevadísima cantidad de Trasímacos que obran a partir de los intereses del más fuerte. Esta triste lección la tuvo que vivir el señor Jorge Enrique Pizano, antiguo controller del Consorcio Ruta del Sol II. Lamentablemente también esa misma lección la debí aprender yo, en un contexto muy distinto al que aquí nos ocupa, pero curiosamente, en temas relacionados con la Fiscalía.
Hoy no vengo a hablar de Pizano, porque ya él ha podido hablar claramente sobre su propio caso antes de morir, y las distintas evidencias que conoce la opinión pública, lo reivindican como lo que fue, un hombre correcto y justo.
Hoy vengo a a hablar de mí, y por qué el caso de Pizano me mueve fibras que no solo deberían moverlo a él y a mí, sino también a todos aquellos que de una u otra manera creen en la bondad de cumplir con su deber porque es "lo correcto" y sin mayores o mejores cálculos políticos, profesionales o económicos.
En el año 2011, cuando trabajé en la Fiscalía General de la Nación, me asignaron la tarea de de investigar unos casos de corrupción que para la época eran especialmente relevantes por su potencial alcance. La primera parte de las investigaciones fueron bien, porque había suficiente apoyo institucional para sacarlas adelante. En ese momento, yo caía bien. Sin embargo, con la llegada de Eduardo Montealegre al cargo de Fiscal General de la Nación, todo cambió. Tanto yo como mis investigaciones nos volvimos indeseables por exactamente las mismas razones por las que anteriormente eramos especialmente relevantes.
A raíz de una serie de decisiones que debía adoptar como Fiscal, pero que por sus potenciales consecuencias podían llegar a ser una "bomba" mediática, consulté las mismas al interior de la entidad, y a partir de allí, además de ser indeseable, me convertí en un riesgo para algunas personas poderosas. A partir de ese momento, viví parcialmente lo que Jorge Enrique Pizano vivió en su plenitud: 1) Los antiguos jefes, compañeros y aliados se esfumaron. Tan cierto es lo anterior que supe que en algunos casos se dieron instrucciones de no hablar ni tratar conmigo. 2) La universidad que alguna vez me acogió con brazos abiertos durante cerca de 7 años -la que siempre fue mi universidad- no me brindó ningún apoyo, y por el contrario, me sacó sin que algún funcionario de cualquier nivel me diera siquiera una razón para esa decisión. 3) De boca para afuera, recibí el apoyo "verbal" de los nuevos jefes, mientras que curiosamente empecé a ser objeto de seguimientos y amenazas de manera algo más pública. Sin embargo, la decisión consultada fue recibida con un "no haga nada frente a ese tema" (¿les suena conocido?).
Imagen tomada de: http://www.alcarrizosdigital.net
La lógica de Trasímaco puesta en acción: entre apoyar a un insignificante funcionario de la Fiscalía y proteger los intereses de los más fuertes, la decisión la tuvieron clara todos. Entenderán que hasta ahí, la situación de Pizano y la mía era similar. La diferencia es que en un momento dado, cuando me di cuenta que me iba a hacer matar mientras que todos los demás ya se habían desmarcado suficientemente de mí, consideré que no valía la pena hacerme matar por estos Trasímacos, y renuncié. Pizano no. La peleó hasta el final, hasta su muerte. Eso lo admiro y admiraré, porque quien tiene la razón no debería callar. Fue una decisión valiente, y por eso me importa su caso de manera especial. Lo veo a él y veo a ese Sócrates que leí en la universidad, aquel que entiende que el interés general debe prevalecer sobre el interés del más fuerte.
Al ver lo que ocurre en su caso, el problema de fondo no es el caso Odebrecht. El problema de fondo es qué hacemos con un funcionario que es capaz de engañar a sus "amigos", mentirle a la opinión pública, y maniobrar para favorecer al más fuerte a pesar de no ser lo correcto. El problema que tenía Montealegre y que tiene en mayor medida Néstor Humberto Martínez, es que han sido tan conocidos y exitosos en su trayectoria profesional, que han tenido muchos clientes con honorarios multimillonarios pagados. ¿A quién creen (en serio) que van a querer apoyar en un escenario de "investigar o no investigar"? Son Trasímacos, y no Sócrates. Una persona así no debe ser Fiscal General de la Nación en un país serio. El país debería dejar de intentar buscar el perfil de los "abogados exitosos", no porque no puedan tener las calidades para serlo, sino porque todos traerían el mismo problema de las disyuntivas entre "investigar o no investigar" a amigos o antiguos clientes. Podría el país buscar personas igualmente preparadas y capaces pero con muchos menos conflictos de interés.
No me sumaré a la ola de los "indignados" por un mes con este caso. El señor Pizano merece la justicia que su "amigo" le negó y es a esa causa a la que me uno, no a la permanencia o no de un funcionario en un cargo. Me uno a la causa de la justicia y no a la del juego de poder. Lamentablemente, les anticipo que Néstor Humberto Martínez no va a salir del cargo, porque a raíz de su exitosa trayectoria profesional, conoce demasiados secretos de demasiadas personas, y a eso se le llama poder. Los que verdaderamente toman decisiones en este país no se le van a enfrentar, porque en la vida real, a pesar de que tantos hemos alabado a Sócrates y juramos seguir el interés general, tenemos a toda una escuela de Trasímacos en el poder. La prensa lo sabe pero no lo dice: Entre los poderosos, "se hacen pasito".
2 comentarios:
Excelente blog.
Muchas gracias por el comentario y la buena energía.
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