sábado, 30 de agosto de 2008

El Monopoly norteamericano

Cuando cumplí 9 años de edad, recuerdo mi primera crisis económica. Desde entonces, he vividoa muchas otras, más arduas y más prolongadas en el tiempo. No obstante, mi primera vez, como la primera vez en otros campos de la vida, no se olvida fácilmente. A esa escasa edad me inicié en el juego del capitalismo, luchando hombro a hombro contra mis oponentes, buscando tener más y pagar menos. Sí, la primera vez que jugué Monopoly –o Monopolio, como se le conoce en Colombia– no la olvido, porque me mostró desde esa fase de mi niñez lo divertido que es cobrar renta, construir casas y hoteles, obtener uno que otro error del banco en mi favor, y lo tristemente amargo que es pagar altas sumas de dinero por la mala fortuna de estar donde no debía estar, lo angustiante que es permanecer 2 o tres turnos en la cárcel mientras mis contrincantes se aprovechan para hacer mi camino mucho más tortuoso.

El día de ayer, conversando con mi amigo, el mismo de la marcha , nos dedicamos a hablar de los mismos temas de siempre (política colombiana, economía, y política mundial), razón por la cual tratamos el tema, que parece inevitable hoy en día, acerca de las candidaturas presidenciales de Estados Unidos. Yo como siempre, saqué a relucir mis posturas políticas recalcitrantes para defender o atacar a uno y otro candidato. Mi amigo, un poco más sensato, me planteó su punto de vista acerca de las designaciones de vicepresidente por parte de ambos candidatos, y las finalidades perseguidas por cada uno de ellos.

Obama quiere conquistar el voto blanco –decía él– nombrando a Biden. Además, con eso contrarresta las críticas sobre su supuesta inexperiencia. Por su parte, McCain busco con la designación de Sarah Palin incluir en su campaña el componente de renovación que le hacía falta –me aclaraba él–, y de paso quiere conquistar el voto femenino. Revisé un poco más lo que los medios colombianos mencionan sobre la campaña presidencial Norteamérica. Nuevamente, acudí a las fuentes principales de información a las que normalmente acudimos los colombianos, es decir, los periódicos, para conocer la posición de la prensa al respecto. Luego de revisar el artículo de El Espectador titulado “McCain no puede darnos el cambio que merece EE.UU.” y revisar el editorial del mismo diario, titulado “La noche de Obama”, el artículo de El Tiempo titulado “Seducir el voto femenino, uno de los objetivos de John McCain al escoger a mujer como vicepresidente” y “’Ocho años es suficiente’: Obama”, es claro para esta Gaviota, que no tenemos la menor idea del impacto que puede tener en el mundo, la elección entre uno u otro candidato.

Llevo aproximadamente 2 meses largos escuchando en los medios de comunicación, que a Colombia le favorece que suba McCain, porque con él estaría garantizada la aprobación del TLC, mientras que Obama no ha mostrado ese mismo interés en el apoyo a Colombia. Es curioso que hoy se diga que nos favorece la aprobación del TLC, cuando hace bastantes meses se dijo con vehemencia, que el TLC colombo-americano había sido pésimamente negociado, y que antes que ser una ayuda, era un peligro para nuestra economía. Sí señores, la misma economía que se debilita por problemas hipotecarios en Estados Unidos, que tambalea y reza cada vez que cae el NASDAQ, el Dow Jones o cualquier otro indicador económico norteamericano. La economía que se vale de las remesas de los colombianos residentes en Estados Unidos para efectos de aliviar los problemas económicos internos.

Si miramos el discurso político de Barack Obama en la pasada convención demócrata, que puede ser consultado por cualquier cibernauta, nos encontramos con una posición de enfrentamiento de los problemas locales por encima de las relaciones internacionales. Los críticos del candidato demócrata no dejan de criticar las implicaciones negativas de Obama en materia de relaciones internacionales. Sin embargo, no se escuchan argumentos que vayan más allá de la simple enunciación propuesta. Obama dice que la administración Bush se ha encargado de acabar con las relaciones de Estados Unidos con el mundo, todo ello con fundamento en el unilateralismo. Qué se puede decir respecto de este cuando la potencia norteamericana deja de lado las recomendaciones de la ONU, de la OTAN y de otras organizaciones en materias cruciales de interés internacional?

Más grave que el discurso en la política exterior por parte de Obama, es una eventual recesión de la economía norteamericana. Suponiendo que Estados Unidos planteara el fin de todas las guerras, la aprobación de todos los TLC´s y la paz en medio oriente, nada de ello tiene sentido si las bases que sustentan el status norteamericano, tales como la generación de empleo, de empresa, la protección a los derechos civiles, entre otros temas cruciales, continúan fallando. Bajo ese entendido, es más nocivo para Colombia que la situación interna de los Estados Unidos empeore (no solo por razones económicas sino por la posición política norteamericana a nivel continental) más allá de que exista o no exista un TLC. Escucha a Obama deletrear el alcance de su proyecto político implica el resguardo de los derechos de los compatriotas colombianos residentes en ese país. Ya conocemos la importancia de esta colonia colombiana para efectos de la realidad en el país. La invitación entonces, es a pensar en términos globales acerca de la propuesta concreta del candidato, por encima del alcance de su nominación de vicepresidente, para efectos de cautivar el voto blanco, o mirar si la sonrisa del pasado jueves era más o menos convincente que la del día anterior.

Todavía resta por conocer la respuesta que dará McCain a la posición de Obama, y al igual que el caso de este último, conviene revisar las implicaciones integrales de la propuesta, más allá de decir que él es el que nos va a aprobar el TLC. Bush también lo iba a hacer, y el Congreso no lo ha permitido. El juego institucional norteamericano es bastante más complejo que decir que su vicepresidente va a cautivar el voto femenino. Como siempre, la prensa local defrauda. Se queda en simple tercerización de opiniones de “expertos” que al revisar el Monopoly norteamericano, critican el juego porque las fichas no son del color que les gusta, y no analizan los dados que se están jugando.

Las anteriores consideraciones, entre otras, son las que me han llevado a pensar que los colombianos le apostamos a los caballos en materia de política hemisférica. En efecto, hemos votado por el caballito blanco y descartamos al negro, pero no hemos revisado la pista sobre la que habrán de galopar, ni tampoco conocemos las fortalezas o debilidades reales de cada uno de ellos. Lo peor es que apostamos todas nuestras fichas, como quien juega a la lotería porque soñó con el número ganador. Mi amigo –politólogo por convicción– le agrega un ítem más a este grandioso juego. Me ha mostrado, desde páginas de Internet, de qué manera se ha jugado este Monopoly en el pasado. Ha sopesado la importancia de cautivar la Florida, Ohio y otros Estados que valen más que los demás. Históricamente la contienda electoral norteamericana se ha definido por quién conquista determinados Estados, por encima de otros. Al igual que en mi Monopoly, es más importante construir casitas en la última parte del tablero, así el competidos conquiste las primeras dos, y la tercera esté dividida. Mientras los colombianos seguimos esperando la carta que dice “error del banco a favor de usted”, los candidatos norteamericanos quieren empezar a construir casas y hoteles en Florida y Ohio, de forma tal que haber perdido o ganado New Hampshire y Arkansas les resulte irrelevante. Los dados se están lanzando, y nosotros seguimos discutiendo acerca si era mejor jugar con el carro o con el caballo. Mientras tanto, la batalla por adueñarse del tablero electoral continúa.

2 comentarios:

Facundo Bey dijo...

Felicitaciones por su Blog, estimada Gaviota. Me alegra le haya sido de uitilidad Agón.

Saludos cordiales,

F. B.

Gaviota dijo...

Gracias por el comentario sincero. Por supuesto que seguiré consultando el contenido de Agón, que me resulta bastante útil y enriquecedor.

Un abrazo.